Andrés Vázquez de Sola creó un grupo de guasap durante la pandemia. Lo llamó 'Virus de coronas' y agregó a cincuenta amigos de toda la vida. Compartía cada día uno de sus dibujos para que su gente sobrellevara el tedio del enclaustramiento. Esta mañana a la siete, a través de ese mismo grupo de guasap, su esposa Angélica anunciaba el fallecimiento del maestro.
Vázquez de Sola, don Andrés, tenía 97 años y residía felizmente -y siempre ocupado- en su casa de Monachil, en las faldas de Sierra Nevada. Dicen que uno envejece cuando piensa más en el pasado que en el futuro. Por eso Andrés nunca fue viejo. «La muerte es la nada, la vida es el todo. No hay que sobrevivir, hay que vivir. Sabes que tienes limitaciones ahora, pero también las tienes a los veinte años. Por eso, solo pienso en vivir, en seguir metiendo el dedo en el ojo todo lo que pueda», confesó a su colega Eduardo Castro el mismo día que cumplió los 95, un 25 de julio, y este periódico le dedicó una portada y una doble página. Lo que se merecía.
Andrés Vázquez de Sola era un gran pintor y un gran modesto. Un gran pintor como atestigua el espléndido museo que recopila quinientas de sus creaciones en San Roque, la ciudad gaditana en la que nació allá por 1927. Y un gran modesto porque siempre pecó de humilde -si es que la humildad se puede considerar un pecado-. Pero también fue gran comunista, carné incluido, y como tal ha vivido hasta que se ha marchado.
Así es. Fue un hombre de izquierdas por convicción y también por obligación. Porque ver desfilar por el pueblo con diez años una cuerda de rapadas que se defecaban encima porque les daban aceite de ricino obliga mucho. Porque ver cómo asesinaban al médico que trataba a su hermano, que falleció por falta de atención, también obliga mucho. Una militancia que le llevó a exiliarse a Francia antes de que lo arrestaran.
La bandera de la sinceridad
Su bandera siempre fue la sinceridad desde que muy joven iniciara su trabajo en 'Patria', periódico granadino perteneciente a la cadena gubernamental franquista. «Siempre he sido crítico con el poder y allí también lo era», reconoció en alguna entrevista. Ya entonces, sorteando la censura con la habilidad de un genio, señalaba las desigualdades. Como periodista siempre aborreció también la autocensura. Y condenó ese exceso de información que crea un batiburrillo donde es muy difícil separar la paja del grano.
Cuanto tuvo que marcharse a Francia, su labor se vinculó durante tres décadas a la célebre cabecera satírica 'Le canard enchainé', fundada en 1915. Ahí se jubiló en 1985, cuando regresó a Granada. Nunca se quedó parado. Continuó colaborando con 'Triunfo' y reprodujo el modelo de 'Le canard' en 'El Cocodrilo', una revista de creación propia.
Vázquez de Sola colmó mucho tiempo atrás su vanidad, si la tuvo. Lo que más valoraba era que quien se acercara a él, lo hiciera con la intención y la mente abierta, y sobre todo con las ganas de compartir el gusto por la cultura, el arte o una buena conversación. Nunca dibujó para hacer daño y siempre admiró a sus compañeros. Terminó su existencia considerándose, sencillamente, «uno más de Monachil».
Fuente: Ideal