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8º ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE LA POETISA COMUNISTA VENEZOLANA OLGA LUZARDO

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Olga Luzardo, la poeta insumisa

Mariana Ruiz.*– A lo largo de la historia del Partido Comunista de Venezuela (PCV), no han sido pocos los hombres y las mujeres los que han volcado su lucha a diversas manifestaciones artísticas: César Rengifo, Modesta Bor, Gabriel Bracho, Alí Primera, Orlando Araujo, por nombrar sólo algunos. Sin embargo, la poesía ha tocado el espíritu combativo de muchos más militantes y, paradójicamente, no ha sido en momentos de calma, sino como respuesta a situaciones adversas: el dolor de los desposeídos; el acompañamiento de luchas más allá de nuestras fronteras; el horror a las bombas nucleares o el sentimiento intimista (y a la vez colectivo) de encontrarse perseguidos o presos bajo dictadura, han sido algunos de los temas tocados por la poesía de las y los comunistas. Pero hoy queremos referirnos particularmente a nuestra querida y centenaria camarada Olga Luzardo; militante histórica de nuestro partido, epónimo de nuestra Escuela de Cuadros, filósofa, periodista, poeta y referente indiscutible de lucha.

En Olga, poesía y militancia se juntan

Archivo PCV

Con más de 80 años de militancia, Olga Luzardo fue pionera de las luchas y conquistas de los derechos de las mujeres venezolanas, formando parte de plataformas emblemáticas como la Asociación Venezolana de Mujeres, la Organización Patriótica de Mujeres, la Agrupación Cultural de Mujeres y la Unión de Muchachas Venezolanas. Miembro fundadora de la Federación Democrática Internacional de Mujeres (Fedim), dirigente sindical petrolera, fundadora del PCV y de su órgano de prensa, Tribuna Popular; aún perseguida, torturada, exiliada y encarcelada Olga mantuvo una profusa producción poética desde muy joven.

Nacida en Zulia a inicios del siglo XX, desde los 12 años comienza su formación política e intelectual; Olga logra conjugar ambas facetas: mientras participa en la gran huelga petrolera del año 36, lucha por la fundación de un Ateneo en su ciudad natal.

La mayoría de su obra poética fue producida en prisión y forma parte de la poesía clandestina y carcelaria del movimiento revolucionario venezolano: Multitud (1938), Flor de cactus (1942), Piedra blanca (1953) y Huellas frescas (1993).

Como mucha de la poesía escrita por mujeres en Venezuela, sobre todo a finales del siglo XIX y hasta mediados del XX, la de Olga ha sido una poesía que se ha enfrentado al anonimato y a la clandestinidad. No es extraño que parte de su obra aún se encuentre inédita. Sin embargo, en lo publicado (y poco difundido) se puede encontrar expresión de su legado a la mujer venezolana: el poema dedicado a su única hija es la ratificación irrestricta de un compromiso inseparable entre creación y militancia:

hija mía: yo quiero que seas soldado.
Que la sangre tuya bañe las banderas
de muchos colores que ondulan al mundo
si por nuestra causa se hace necesario.
Que la paz, imposible entre tanto
que hayan patrias y existan fronteras,
no te encuentre nunca, soñando inactiva
y sin un buen fusil a la espalda.
Porque el día en que todos nosotros
tengamos un arma y un deseo de vida distinta,
será toda la tierra una sola patria.
Para que haya la paz, es preciso hija mía,
que los pobres del mundo tomemos las armas.
Y por esto, yo quiero que seas soldado.

Para una mujer que enfrentó la crudeza de la dictadura, que luchó por la conquista del voto femenino, que fue torturada en varias ocasiones, este poema es símbolo de un anhelo no necesariamente literario, sino de vital supervivencia para las duras condiciones que aún hoy enfrentan las mujeres creadoras: aunque el accionar de Olga la llevó a transitar cambios muy importantes en materia de libertades y derechos, el silencio sobre su obra es muestra de que todavía hay que ser «soldados» para hacerse sentir.

Una identidad absolutamente clara, combativa y de autorreconocimiento pueblan la poesía de Olga, dejando claro una inseparable simbiosis entre teoría y práctica:

Porque soy rebelde
y tengo la entraña
preñada de anhelos.
porque voy desnuda
de vanas mentiras
donde nadie toca;

porque llevo siempre
la frase más dura
prendida en la boca,
para regalarla
a quien me provoca.


han creído muchos
que soy una cosa
que cualquiera toca,

(…)

Pero se encontraron
con que estaba ignota

Con que no podrán
extender la mano
hasta mis alturas...

Consideramos muy importante su aporte a la literatura desde la perspectiva político-poética, ya que Olga también fue pionera dentro de este género en su época. Grandes nombres surgieron en las letras venezolanas de esa generación, pero no hay registro de una poesía de su signo, enriquecida, además, con un exquisito erotismo y con una voz insumisa:

Yo no creo en el triunfo
de tu carne
cuando me tomas…
Pienso en el triunfo mío
que he podido tenerte
sin recelos…
Yo no creo en el triunfo de las manos
que aprietan mis duros senos…
Creo en la esclavitud que le ha creado
mi cuerpo a tus deseos.
*Publicado originalmente en la edición N° 3.047 de Tribuna Popular 
(Febrero de 2024).

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