El
poeta y dramaturgo andaluz Federico García Lorca murió asesinado al
inicio de la Guerra Civil española. El prestigio y reconocimiento que
había logrado en todo el mundo y su amistad con personas de todas las
ideologías políticas, también con familias de derechas, no impidió que
fuera detenido por la Guardia Civil y fusilado la madrugada del 18 de
agosto de 1936 al camino que va de Víznar a Alfacar, en la provincia de
Granada. Los franquistas lo ejecutaron por su vínculo con la República,
su homosexualidad, su espíritu crítico y sus ideas progresistas. El
cuerpo del poeta fue enterrado en una fosa común junto con otras
personas ejecutadas el mismo día y todavía hoy no ha podido ser
recuperado.
El asesinato de García Lorca causó un
gran impacto en la sociedad y en el mundo de la cultura, tanto en el
Estado español como internacionalmente. Fueron muchos los artistas y
literatos que lo recordaron en sus obras. Es el caso del pintor
madrileño Fernando Briones, que quiso homenajear al poeta y denunciar su
muerte ignominiosa a manos de los fascistas a ‘Alegoría del
fusilamiento de Federico García Lorca’.
El periplo vivido por la pintura que presentamos esta semana ilustra muy bien las vicisitudes históricas del siglo XX en España. Esta pieza estuvo expuesta en el pabellón de la República Española de la Exposición Internacional de París del año 1937, junto a grandes obras maestras como el Guernica de Picasso o la Montserrat de Juli Gonzàlez. El impacto por la muerte de García Lorca era todavía muy reciente, y el hecho que hubiera sido víctima de los pelotones franquistas hizo que el poeta fuera especialmente recordado y homenajeado al pabellón, con recitales de poesías suyas y exposiciones de fotos y obras de arte que lo recordaban, como la que presentamos hoy. Cuando se clausuró y desmontaron la exposición de París la obra fue depositada en el Museo Nacional, donde entró en 1938. Con la victoria franquista en la Guerra Civil, las obras que había en el museo de temática republicana o que podían ser rechazadas por las nuevas autoridades fueron escondidas detrás de una falsa pared para evitar que fueran destruidas. Estas piezas artísticas estuvieron escondidas durante más de cuarenta años y no volvieron a ver la luz hasta la década de los años 80, después de la muerte del dictador y del inicio de la democracia.
A Alegoría del fusilamiento de Federico García Lorca, Fernando Briones quiere denunciar el asesinato del poeta a manos del fascismo pero también quiere recordar y homenajear el rico imaginario simbólico que llena sus obras, tanto de la poesía como del teatro. Y lo hace con un lenguaje pictórico moderno muy simple y lineal, incluso un punto naif, que recurre a soluciones próximas al cartelismo o el cubismo y que permite al espectador captar rápidamente y sin dificultades el mensaje que nos quiere transmitir el cuadro.
En el centro de un paisaje nocturno lleno de elementos oníricos, Fernando Briones ha retratado a su amigo personal Federico García Lorca encima de una roca o mirador, elegantemente vestido, con el rostro serio y los brazos cruzados detrás la espalda. El asesinato del poeta se hace explícito con la presencia, a la parte inferior izquierda del cuadro, de cuatro fusiles que le disparan desde detrás de una roca, evocando la ejecución que tuvo lugar en agosto de 1936, en un paraje de la provincia de Granada. Los rasgos de estas armas de fuego, sin embargo, ocupan un lugar relativamente secundario en la obra, puesto que la figura de García Lorca aparece rodeada por un remolino de elementos simbólicos que parecen hacer referencia tanto a la violencia desatada en la Guerra Civil como al imaginario lírico del poeta.
En la parte superior izquierda vemos la luna, un símbolo omnipresente en la obra de García Lorca que puede tener significados diferentes pero que generalmente se vincula con la muerte. Es justamente bajo su luz, que ilumina claramente el poeta en el cuadro, que se produce el fusilamiento. A su lado vemos un busto femenino desnudo, que nos recuerda que la luna, en la obra de Lorca, también evoca el erotismo, la belleza y, en definitiva, la vida. Es también un elemento vinculado al mundo femenino, a las mujeres, que tienen un gran protagonismo en la obra del poeta y dramaturgo. A la derecha del busto femenino y justo encima del retrato de Lorca vemos un jinete cabalgando. El caballo es otro símbolo muy presente en la obra de García Lorca que tiene un significado ambivalente: es un elemento masculino que puede hacer referencia al erotismo, pero habitualmente es también un presagio de las muertes violentas que aparecen en sus obras. Debajo del caballo, entre el retrato del poeta y los fusiles que le disparan, vemos un puño que levanta una hoz, la hoja curvada de la cual hace pareja y tiene la forma contraria de la luna que la ilumina. Símbolo universal de la lucha campesina, en medio de una Guerra Civil y en el contexto propagandístico del pabellón, el puño con la hoz es una clara referencia en la lucha de la República contra el fascismo que ha matado a García Lorca.
Fuente: Amics Museu Nacional d´Art de Catalanya