Esta
pintura anónima, testimonio entre muchos otros de un acontecimiento que
inspiró a numerosos artistas, pintores, diseñadores y grabadores
franceses y extranjeros de la época, representa el momento en que el
gobernador de Launay es conducido al Hotel de la Ciudad.
Alrededor del puente levadizo de la fortaleza, el
suelo está sembrado de cadáveres de los guardias franceses y de la
guardia nacional que se enfrentaron. Las picas y bayonetas levantadas,
el humo de las hogueras, todo se combina para dramatizar este momento
heroico y liberador. Los cañones en primer plano evocan el principal
argumento que dio origen a la toma de la Bastilla: la retirada de las
armas dirigidas al barrio de Saint-Antoine.
Como
comenta un grabado del período revolucionario que repite esta
composición: “¡Era necesario ocultar a los ojos la imagen espantosa de
la más atroz perfidia! ¡Launay ha cometido su crimen! La rabia está en
los corazones y el deseo de venganza brilla en todos los ojos. Las
marchas de artillería, los fuegos de mosquetería, las milicias
burguesas, los guardias nacionales entran a toda velocidad en la antigua
prisión cuyo primer recinto es forzado..."
Mostrando el entusiasmo heroico del pueblo en
acción y sediento de justicia: esto es lo que se convierte en la regla
de la pintura de propaganda revolucionaria, amplificada por la difusión
del grabado.