En el libro La vida es eterna, el periodista e historiador Mario Amorós traza una ambiciosa biografía sobre el cantautor chileno Víctor Jara, desde sus orígenes rurales hasta su intensa actividad política y artística dando su apoyo a Salvador Allende como militante comunista. 50 años después de su asesinato, esta obra pretende dar una perspectiva minuciosa del músico gracias a una minuciosa investigación en los archivos de Chile, Cuba, Perú y España y de abundante documentación inédita.
La editorial Ediciones B lanza este libro el 4 de mayo a las librerías e infoLibre publica su primer capítulo en exclusiva.
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«Las canciones le brotaban como flores silvestres», escribió de Víctor Jara el periodista Luis Alberto Mansilla. 1 Estas forman parte de la memoria de varias generaciones en Chile, España, Europa, América Latina y otros países. Después del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, y de su brutal asesinato cuatro días más tarde en el Estadio Chile (en circunstancias esclarecidas por la justicia chilena en los últimos años), adquirieron una dimensión diferente, puesto que su figura, como la del presidente Salvador Allende, pasó a representar universalmente el sufrimiento y la tragedia de su pueblo. Hoy perduran, las escuchamos, las cantamos, por su ternura, sensibilidad, autenticidad, por su vitalidad, su compromiso con la transformación de la sociedad, su canto al amor, la igualdad y la fraternidad. Por su belleza. Las compuso instintivamente, sin haber estudiado música, sin saber escribir las partituras; las interpretó con su guitarra con un estilo que evocaba el de la provincia de Ñuble, donde vivió sus primeros años.
«La vida es eterna en cinco minutos», nos susurró en la más universal de sus composiciones, «Te recuerdo Amanda», que creó durante una larga estancia en Inglaterra en 1968, conmovido por la separación de su esposa, Joan Turner, y sus hijas, Manuela y Amanda. Esta biografía, construida a partir de la documentación de doce archivos de seis países, testimonios y una amplísima bibliografía, comienza con el relato de su infancia en el mundo rural, una etapa en la que su madre, Amanda, cantora popular, le transmitió, como un tesoro, la devoción por la música folclórica.
El traslado con su familia a Santiago de Chile, cuando tenía unos diez años, sus estudios primarios y posteriormente de contabilidad, el internamiento en un seminario católico, el servicio militar en el Ejército, su ingreso en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile y sus inicios en el mundo de la música (con el conjunto folclórico Cuncumén a partir de 1958) se relatan con detalle. Y también merecen una especial atención aquellos primeros años sesenta en los que se convirtió en uno de los grandes directores de escena del país, con obras como Parecido a la felicidad, Ánimas de día claro o La remolienda (escritas por su amigo Alejandro Sieveking y con la actriz Bélgica Castro en papeles protagónicos),2 con las que viajó a Argentina, Uruguay e incluso Cuba, donde en abril de 1960 conoció a Ernesto Che Guevara, a quien en 1967 dedicaría su canción «El aparecido».
A partir de 1965 cantó como solista en la legendaria peña de los Parra y empezó a grabar sus primeros discos, con una gran acogida. Junto con Patricio Manns, Isabel y Ángel Parra y Rolando Alarcón, fue protagonista del nacimiento y desarrollo de la Nueva Canción Chilena y, entre 1966 y 1969, dirigió el conjunto Quilapayún. A principios de 1970, ante la campaña electoral que finalmente llevaría a Salvador Allende a La Moneda, decidió relegar su actividad teatral y volcarse con su guitarra y sus canciones en el apoyo a la Unidad Popular, como militante de las Juventudes Comunistas (JJCC). La evolución de su vida y de su trabajo la «escuchamos» también de su propia voz, a través de las citas de numerosas entrevistas de prensa, muchas de ellas olvidadas hasta hoy, publicadas en Perú, México, Cuba, Uruguay y Chile.
De este modo, conocemos el origen y las motivaciones de sus principales discos (Pongo en tus manos abiertas, Canto libre, El derecho de vivir en paz, La población y el póstumo Manifiesto) y cómo participó y sintió la experiencia revolucionaria encabezada por Allende entre el 3 de noviembre de 1970 y el 11 de septiembre de 1973. «Víctor Jara, al igual que Violeta Parra, funde su vida con su oficio, es decir, no concibe su existencia sin aquel compromiso de ser voz de todos», ha escrito Patricia Díaz-Inostroza. 3
El día trágico del golpe de Estado, cuando decidió ir a la Universidad Técnica; su detención el 12 de septiembre junto a centenares de estudiantes, empleados y profesores allí mismo, un recinto que fue cañoneado por los golpistas; su reclusión en el Estadio Chile y las brutales torturas que sufrió, así como las circunstancias de su cruel asesinato, se narran a través de una documentación excepcional: las más de trece mil páginas del sumario judicial abierto a raíz de la querella criminal presentada por su familia en agosto de 1999.
El 15 de octubre de 1973, Joan Turner y sus hijas partieron al exilio como tantas familias chilenas. Durante años, ella recorrió el mundo para denunciar la represión del régimen de Pinochet y convocar a la solidaridad, y lo hizo adoptando el apellido de su esposo, que figuraba en su pasaporte británico, su nombre ya para siempre, Joan Jara. Junto con Manuela y Amanda y los compañeros y amigos de Víctor Jara, ha sido parte de la lucha tenaz, indesmayable, contra la impunidad y por la memoria, la que finalmente ha rendido sus frutos: en junio de 2018, el magistrado Miguel Vásquez condenó a nueve exoficiales del Ejército por su asesinato y el de Littré Quiroga, penas ampliadas a fines de 2021 por la Corte de Apelaciones de Santiago. Para su cumplimiento efectivo, aún falta que la Corte Suprema vea la causa y resuelva acerca de los recursos de casación presentados por los abogados de los condenados.
A medio siglo de su muerte, cuando solo tenía cuarenta años, Víctor Jara es un artista y creador de dimensión universal. 4 Joan Manuel Serrat, Raimon, Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa, José Mercé, Quilapayún, Inti-Illimani, Illapu, Ana Tijoux, Isabel Parra, Ismael Serrano, Mon Laferte, Manuel García, Víctor Manuel y Ana Belén, Roger Waters, Nano Stern... han interpretado, con profundo cariño, las composiciones más representativas de su repertorio, que también cantan, en Chile y otros países, innumerables artistas menos conocidos, con idéntico respeto y reconocimiento hacia quien les inspira.
Y en las semanas finales de 2019, cuando Chile vivió una revuelta popular contra el modelo neoliberal impuesto a sangre y fuego por la dictadura del general Augusto Pinochet, en el corazón de una de las mayores manifestaciones ciudadanas de la historia nacional Víctor Jara apareció como un símbolo de dignidad, lucha y resistencia frente a la violencia represiva desencadenada por el Gobierno del presidente Sebastián Piñera. 5 Fue entonces, en un país bajo estado de emergencia, cuando miles de personas cantaron, unidas, «El derecho de vivir en paz», la canción que en 1971 dedicara a la lucha heroica del pueblo vietnamita.
«Fue realmente emocionante», señaló Amanda Jara unos días después. «Yo le dije a mi mami: “Oye, mamá, el papi está ahí, lo está representando, él sí está ahí, en la calle. Está con todo el mundo en la calle...”». 6 Como en tantos días luminosos y memorables, acompañó entonces a su pueblo, que le rendirá tributo de nuevo en septiembre de 2023, cuando se cumplan cincuenta años de la abyecta traición de los generales golpistas, medio siglo de la barbarie que acabó con su vida, pero no con su canto. Porque, como auguró en «Manifiesto», «Canto que ha sido valiente / siempre será canción nueva».
Fuente: infolibre