(Escrito el 11 de enero)1
Publicado sin firma en Die Rote Fahne, 13 de enero de 1919
(Traducido del original en alemán)
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Sobre las ruinas humeantes, entre los charcos de sangre y los cadáveres de los “espartaquistas” asesinados, los héroes del “Orden” se apresuran a restablecer su régimen. El gobierno de Ebert lucha frenéticamente para consolidar su poder: pretende sentarse sobre las bayonetas.2 Al mejor estilo del César, Ebert pasa revista a las tropas de su Guardia que desfilan y luego les dirige un discurso. En medio de los muertos y heridos que aún yacen en las calles de Berlín, ofrece “la gratitud del gobierno a los regios soldados”, y les asigna la tarea de velar por la Asamblea Nacional por la fuerza de las armas. El “Comandante en Jefe” Noske, el 11 en su “Orden del día”, utiliza el repertorio bien conocido de Hindenburg, von Kessel y todos los conserjes y matones del régimen Hohenzollern y dice:
“En el Este, las bandas de espartaquistas con revólver en mano… saquean una casa tras otra, la última máscara sobre este supuesto movimiento político ha caído. Robo y rapiña se revelan como el último y único objetivo del alboroto… La paciencia del gobierno se ha agotado, y ahora su ametralladoras y su “artillería pesada” serán las que harán oír su voz… La clase obrera debe oponerse unánimemente a la Liga Espartaco”, así concluye el sicario advenedizo, con sus manos manchadas de sangre.
Así, con la ayuda material de los militares contrarrevolucionarios y con el apoyo moral de la burguesía, sobre los cadáveres de los obreros revolucionarios de Berlín, los Scheidemann esperan reconstruir su gobierno.
Hay, sin embargo, una falla en este cálculo. Los militares, la burguesía, que ahora están rescatado al gobierno Ebert-Scheidemann, quieren disfrutar de los frutos de la cosecha sangrienta. Esos elementos apoyaron al gobierno “socialista” solo mientras creyeron que podía controlar a las masas proletarias con ‘operaciones de falsa bandera’ que les permitieran golpear con el impacto “moral” que les brindaba el llamarse “socialistas”, para estrangular la revolución y el socialismo. Ahora el hechizo está roto. La semana que ha pasado ha mostrado el abismo que se abre entre el gobierno de Ebert y la revolución. Hoy está claro que Ebert y Scheidemann solo pueden gobernar por las bayonetas. Pero, ahora bien, si este es el caso, entonces la bayoneta quiere gobernar incluso sin Ebert-Scheidemann. La burguesía asume como propios los extremos y clama por la proclamación abierta de la dictadura del sable, por la completa restauración del “ancien regime”
“Los revoltosos deben ser aplastados o encarcelados, exclamó el Tägliche Rundschau,“no tienen derecho a ser puestos en libertad… la restitución del orden y la paz deben llevarse a cabo hasta el más mínimo detalle, la policía, que casi ha desaparecido desde el 9 de noviembre, debe ser restaurada a su antiguo tamaño e importancia, y las fuerzas armadas deben ser reapertrechadas y dotada de plenos poderes.”
Al mismo tiempo, el jefe de la Guardia de Noske, el coronel Reinhardt, declaró que impondrá la ley marcial, y que no aceptará órdenes de nadie, ni siquiera del gobierno, porque “él es un soldado y decidirá lo que mejor le parezca”. Y el 3er Regimiento de Guardias declara bajo su propia responsabilidad que esta “decidido a llevar a cabo» la Asamblea Nacional «por la fuerza de las armas». En Berlín y sus alrededores, los oficiales hacen detenciones arbitrarias según su capricho.
Así, el cuerpo de oficiales contrarrevolucionarios se rebela contra el gobierno de Ebert, dejando claro que todo el cuento era en realidad al revés: que ellos Ebert-Scheidemann eran los que debían sacarle las castañas del fuego a la burguesía y no la burguesía a Ebert-Scheidemann. Resulta entonces que la burguesía debe salvar al gobierno “socialista” de los trabajadores revolucionarios, entonces todo el juego de simulaciones termina, y la burguesía piensa, no sin razón, que tiene candidatos más calificados para la dictadura de sable que los arribistas recién llegados Ebert y Noske.
En tercera linea, sin embargo, el partido de Haase3 busca utilizar la crisis para establecer un gobierno de coalición “de todas las tendencias socialistas” para cubrir con su hoja de higuera al rey desnudo. Esto está muy en consonancia con la solapada política de Haase de ahogar todas las contradicciones internas de la revolución en una papilla uniforme, un revuelto que sea capaz de sofocar la energía combativa de las masas en vagos compromisos. De tal modo, como buenos “líderes comprometidos” Ebert, Scheidemann, Landsberg, Noske, deben abandonar el escenario. Todo “puede resolverse” con un cambio en el personal, pero la políticade Scheidemann debe permanecer al mando y “todas las tendencias socialistas” deben tener un objetivo común. Formar gobierno.
Pero hoy los “espartaquistas”4 que deben enterrar a sus muertos proletarios, asesinados por las bandas sangrientas de Scheidemann y sus esbirros, sienten más que nunca, un desprecio diez veces multiplicado, y solo tienen miradas de desprecio y puños cerrados contra esa miserable política de compromiso y traición a la causa de la revolución. De hecho, las frases vacías de Haase sobre “todas las tendencias socialistas” en realidad se remonta a la anterior y bien conocida combinación: “Scheidemann y los independientes”. Todo lo que propone el ‘gran USPD’ para conseguir esa “unificación” no es otra cosa que la resurrección del gobierno Ebert-Haase, solo con un cambio de personajes. Y los fuertes términos con los que Ebert y Scheidemann son vituperados en Freiheit5, solo son disparos de salvas de fogueo, que con toda seguridad preparan la caída ignominiosa del USPD6, a pesar de todas las lecciones que han tenido que aprender, a pesar de que se vieron obligados a renunciar a la coalición con Scheidemann7 el 28 de diciembre, simplemente quieren volver a este compromiso, en compañía de nuevos gerentes ejecutivos.
Así, la actual crisis da lugar a tres combinaciones:
- Ebert-Scheidemann intentan mantenerse y sostener el status quo, defendiendo su propio gabinete de gobierno sentados sobre las bayonetas de la burguesía.
- El USPD intenta revertir la situación a las condiciones que existían hasta el 9 de noviembre, y alcanzar el gobierno con una formula del tipo Ebert-Haase auqneu con otros nombres.
- La burguesía finalmente, quiere revertir las cosas al estado anterior al 9 de noviembre, a la dictadura del sable desenvainado.
Las tres combinaciones son castillos de naipes, porque todas ellas suponen que es posible volver el tiempo atrás, a situaciones y condiciones históricas que ya han sido superadas. La revolución no puede dar marcha atrás, y retroceder al 9 de noviembre, y mucho menos a los ‘días felices’ anteriores al 9 de noviembre. Tampoco puede detenerse en un punto muerto bajo el cetro de Ebert.
Todo el significado político y el contenido histórico de la crisis de esta última semana pasada, se encuentra precisamente en el hecho de que la revolución está siendo impulsada hacia adelante en su lógico desarrollo; por su propia fuerza interior, para lograr la conquista del poder por proletariado y la realización del socialismo. Aún cuando hoy aparecen a cada paso del camino obstáculos terribles y la contrarrevolución por medio de la fuerza bruta, gana terreno a sangre y fuego, ellos sin embargo, serán incapaces de frenar el curso posterior del desarrollo, la marcha hacia el triunfo de la revolución.
Y esto se expresa todavía mejor en el hecho de que ninguna de alternativas podría durar por mucho tiempo construida sobre las ruinas de esta semana. Sea cual fuere, la forma que adquiera el orden político que consigan establecer provisionalmente, el día de mañana o el día siguiente como resultado de la crisis, será un castillo de naipes. Aunque la fuerza bruta del poder desnudo, sostenido por las ametralladoras o la ambigüedad del plan engañoso del USPD consigan obtener ventaja en la partida, al cabo de poco tiempo la fuerza primordial de la revolución, es decir, las luchas económicas, pondrá fin a todas esas disputas. Una y otra vez la revolución volverá a poner en primer plano la cuestión de fondo: el ajuste de cuentas entre el trabajo y el capital. Y este arreglo de cuentas es un conflicto histórico mundial entre dos enemigos mortales, que no pueden ignorarse y que están históricamente determinados a combatirse en una larga lucha por el poder, ojo por ojo, mano a mano, pecho contra pecho.
Tan pronto como se limpien los escombros y se entierren los cuerpos de este último episodio, la revolución volverá a su incansable trabajo diario. Los “espartaquistas” seguirán su propio camino con inquebrantable firmeza en su propósito. Los sacrificios son inumerables, el número de nuestros camaradas muertos crece cada semana, pero el número de nuestros partidarios crece cien veces más rápidamente. Durante la guerra, bajo la situación de la ley marcial, se llenaron las cárceles y prisiones, ahora bajo el gobierno “socialista” de Ebert y Scheidemann, se están llenando las tumbas en el cementerio de Friedrichshain
Pero alrededor de la roja bandera de la implacable lucha revolucionaria, las masas del proletariado se reúnen en multitudes cada vez más densas y compactas. Por el momento, algunos grupos pueden estar intoxicados y cautivados por la demagogia y el aplauso de la trampa de la “Unidad”, todo lo que esto significa es que mañana, después de las decepciones y desencantos, aún vívidos en sus retinas, apoyaran aún más firme y fielmente al único partido que no conoce ningún compromiso, ninguna vacilación, y que ha tomando el camino que marca la historia, sin mirar hacia atrás o hacia el costado, sin temer a sus enemigos y a los peligros; hasta la victoria.
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[Hasta la Victoria, siempre…]8
NOTAS: