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"LEON TOLSTOI, ESPEJO DE LA REVOLUCIÓN RUSA", DE V.I. LENIN

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 "LEON TOLSTOI, ESPEJO DE LA REVOLUCIÓN RUSA", DE V.I. LENIN

Identificar el nombre de este gran escritor con la revolución que evidentemente no supo comprender, y de la cual por cierto estuvo alejado, parecerá, a simple vista, extraño y artificial. Es, pues, cierto que una cosa que a todas luces no refleja exactamente los fenómenos no puede llamarse un espejo. Pero nuestra revolución es un fenómeno extraordinariamente complejo. Entre la masa de sus agentes y participantes directos, existen muchos elementos sociales que tampoco supieron comprender lo que ocurría y que también abandonaron las tareas históricas que el curso de los acontecimientos les planteaba. Y un escritor verdaderamente grande, no podía dejar de reflejar al menos algunos de los aspectos esenciales de la revolución.

La prensa rusa legal, atiborrada de artículos, cartas y notas sobre el octogésimo aniversario de Tolstoy, está lo menos del mundo interesada en un análisis de sus obras desde el punto de vista del carácter y las fuerzas motrices de la revolución rusa. Toda esta prensa padece de una indigestión de hipocresía de doble naturaleza: “oficial” y “liberal”.

La primera es una hipocresía vulgar del plumífero venal que ayer atacaba por encargo a Tolstoy, y hoy, por encargo, está obligado a descubrir en él patriotismo y observar para con él a los ojos de Europa todas las reglas de la decencia. Todo el mundo sabe lo que se ha pagado a estos plumíferos y no pueden engañar a nadie. Pero la hipocresía liberal es mucho más sutil, y por consiguiente, mucho más nociva y peligrosa.

Escuchando al cadete Balaleikius del Rech, uno se imaginaría que su simpatía hacia Tolstoy era ardentísima y absoluta. Actualmente, sus declaraciones calculadas y sus frases ampulosas acerca del “gran buscador de Dios” no son más que pura hipocresía, porque el liberal ruso ni cree en el Dios tolstoniano ni simpatiza con la critica tolstiana del orden existente. El liberal se asocia a un nombre popular, con objeto de acrecentar su capital político… para jugar el papel del jefe de la oposición nacional. El intenta, mediante frases sonoras y contundentes, ahogar el grito que exige una respuesta clara y directa a la cuestión: ¿Cuál es la causa de las flagrantes contradicciones, del “tolstoianismo”? ¿Qué diferencias y flaquezas de nuestra revolución reflejan?

Las contradicciones en las obras, conceptos y doctrinas de la escuela tolstoiana son contradicciones realmente flagrantes.

Por una parte tenemos al genial escritor que no sólo es capaz de trazar un cuadro incomparable de la vida rusa, sino también de reproducir una literatura universal de primer orden. Por otra parte tenemos al terrateniente llevando la corona del mártir en nombre de Cristo.

Por un lado una protesta considerablemente fuerte, directa y sincera contra las hipocresías y mentiras sociales. Por otro lado, el “tolstoiano”, esto es el intelectual ruso exhausto de histerismo y adorador de la miseria, que, golpeándose el pecho públicamente, grita: “Soy un malvado, soy un vil, pero me esfuerzo en lograr la propia perfección moral. ¡Ya no pruebo la carne, sino que vivo de una escudilla de arroz!”.

De un lado, crítica despiadada de la explotación capitalista; denuncia de las violencias del gobierno, de la comedia de la justicia y de la administración del Estado; revelación del abismo contradictorio entre el aumento de la riqueza y de las adquisiciones de la civilización y el acrecentamiento de la pobreza, embrutecimiento y de las torturas de las masas obreras. De otro, la prédica fanática de la “no resistencia al mal”.

De una parte, el realismo más sobrio y la ausencia de todo género de máscaras. De otra parte, la propagación de una de las cosas más corrompidas que existen en el mundo: la religión; la tentativa de reemplazar los sacerdotes oficiales del Estado, por sacerdotes de convicción moral, es decir, cultivar la más sutil y por consiguiente la más especialmente repugnante de las especies de clericalismo. En verdad:

“Eres pobre: eres opulenta,
Eres poderosa; eres importante;
¡Madre Rusia!”[1]

Frente a estas contradicciones, se comprende perfectamente que Tolstoy no pudiera interpretar ni el movimiento obrero y su papel en la lucha por el socialismo, ni la revolución. Pero estas contradicciones en las concepciones y doctrinas de Tolstoy, no son accidentales. Son expresiones de las contradicciones de la vida rusa durante el último tercio del siglo XIX. La aldea patriarcal, liberada ayer todavía de la servidumbre, fue literalmente entregada a la violencia y al pillaje del capital y del Estado. La vieja base de la economía y de la vida agraria, base que se había mantenido realmente durante siglos, se desmoronó con inusitada rapidez. Y las contradicciones en los conceptos de Tolstoy deben ser estimadas, no desde el punto de vista del movimiento obrero y del socialismo modernos (semejante valoración es, naturalmente, esencial, pero no es suficiente), sino desde el punto de vista de la protesta que se elevó de la aldea rusa patriarcal contra el ataque del capitalismo, contra la ruina de las masas y la expropiación de su tierra. Tolstoy, como profeta que descubre nuevas recetas para la salvación de la humanidad, es sencillamente divertido; y por consiguiente, esos “tolstoianos” rusos y extranjeros que procuran transformar el lado más flaco de su doctrina en un dogma, son completamente despreciables.

Tolstoy es grande, en tanto que expresión de las ideas y hábitos que surgieron entre los millones de campesinos rusos con el avance de la revolución burguesa en Rusia. Tolstoy es original porque sus conceptos, nocivos en conjunto, expresan en su totalidad precisamente la característica distintiva de nuestra revolución: la de ser una revolución burguesa-agraria. Entendido así, las contradicciones en los conceptos de Tolstoy son un reflejo de las condiciones históricas contradictorias que limitaban las actividades de los campesinos en nuestra revolución. Por otra parte, los siglos de opresión feudal y los decenios de ruina acelerada después de la reforma[2] acumularon montañas de odio, cólera y resoluciones desesperadas. El esfuerzo para acabar con la Iglesia del Estado, los terratenientes y el gobierno feudal; para destruir todas las viejas formas y sistemas de la propiedad terrateniente; para expurgar el país, para crear en lugar del gobierno de clase policíaco, una comunidad igualitaria y libre de pequeños campesinos, corre como un hilo a través de cada paso histórico dado por los campesinos en nuestra revolución; y sin duda, el contenido ideológico de los escritos de Tolstoy corresponde mucho más a esta lucha de los campesinos que al abstracto “anarquismo cristiano” que se pretendió deducir como un “sistema” del conglomerado de sus conceptos.

Por otro lado, los campesinos, esforzándose en buscar una nueva forma de vida social, tenían una concepción extremadamente vaga, religiosa y patriarcal del tipo de vida social que anhelaban, del método de lucha conducente a conquistar su libertad, de la clase de dirigentes que esta lucha requiera, de la actitud que la burguesía y la intelectualidad burguesa habrían de adoptar con respecto a los intereses de esta revolución agraria, y del por qué un derrumbamiento violento del poder zarista, era una condición previa indispensable para la expropiación de los grandes latifundistas. Toda la vida pasada de los campesinos le había enseñado a odiar a los terratenientes y a los funcionarios del gobierno; pero no les enseñó, ni podía enseñarles adónde ir a buscar una respuesta a todas estas cuestiones. En nuestra revolución, sólo una minoría de campesinos se organizó y luchó efectivamente en grado apreciable por la revolución; y solamente una pequeña minoría tomó las armas para aniquilar a sus enemigos, para aniquilar a los lacayos zaristas y a los defensores de los terratenientes. ¡La mayoría del campo lloraba y rezaba, moralizaba y divagaba, escribía peticiones y cursaba “solicitudes” completamente de acuerdo con el espíritu de León Nicoláievich Tolstoy! Y como ocurre siempre en estos casos, la abstención tolstoiana de la política, la abjuración tostoiana de los políticos, tuvieron por resultado que sólo una minoría se aliara al proletariado consciente y revolucionario, en tanto que la mayoría fué presa de los intelectuales burgueses sin principios y serviles que, con el nombre de cadetes, abandonaban las reuniones de los truviks, se reconciliaban con ellos, hasta que, por último, fueron arrojados de un puntapié por la bota de los soldados. Las ideas tolstoianas son un espejo de las debilidades y las deficiencias de nuestro levantamiento campesino, un reflejo de la flojedad de la aldea patriarcal y de la innata cobardía del “mujik frugal”.

Tomemos por ejemplo los motines del ejército en 1905-1906. Estos combatientes de nuestra revolución representaban socialmente un intermediario entre el campesinado y el proletariado. Como este ultimo estaba en minoría, el movimiento en el ejército no alcanzó nunca, ni con mucho, el grado de solidaridad evidenciando en Rusia, ni nada semejante a esa conciencia de clase que el proletariado manifestó cuando se convirtió en socialdemócrata como obedeciendo a una señal. Por otra parte, nada hay más erróneo que la opinión de que el fracaso de los motines se debió al hecho de que no eran los oficiales quienes los dirigían. Por el contrario, el progreso gigantesco que ha hecho la revolución desde los días de la Narodnaia Volia se demuestra precisamente por el hecho de que la “tropa ignorante”, cuya independencia espantaba tanto a los terratenientes y oficiales liberales se alzó en armas contra sus oficiales. El soldado sentía gran simpatía por la causa de los campesinos; sus ojos brillaban al oír hablar del trabajo del campo. Más de una vez, la iniciativa en el ejército estaba en manos de las masas de soldados, pero en la práctica no se hacia empleo resuelto de este poder. Los soldados vacilaban. Después de algunos días -a veces de algunas horas-, luego de haber fusilado a un comandante odiado, libertaban a los otros, negociaban con las autoridades e iban quedamente camino de la ejecución, o, doblando su cuerpo bajo el látigo, se uncían una vez más al yugo, ¡completamente dentro del espíritu de León Nicoláievich Tolstoy!

Tolstoy reflejó el odio acumulado, la aspiración madura a una vida mejor, el anhelo de desembarazarse del pasado, y, asimismo, la inmadurez, el espíritu contemplativo, la inexperiencia política y la flojedad revolucionaria de las aldeas. Las condiciones histórico-económicas explican la inevitabilidad del surgimiento de la lucha revolucionaria de las masas para la lucha y también esa tolstoiana no resistencia al mal, que fué la causa más seria de la derrota de las primeras campañas revolucionarias.

Se ha dicho que los ejércitos vencidos aprenden mucho. En realidad, sólo en una medida muy limitada puede hacerse una comparación entre una clase revolucionaria y un ejército. El derrumbamiento del capitalismo transformara y agudiza a cada instante las condiciones que impulsaron a los millones de campesinos, unidos por el odio a los terratenientes feudales y a su gobierno, a una lucha democrático-revolucionaria. Entre los mismos campesinos el incremento de las transacciones, la dominación del mercado y el poder del dinero desplaza cada vez más al patriarcalismo anticuado y su ideología filosófica[3] afín. Pero los primeros años de la revolución y las primeras derrotas en la lucha de masas revolucionaria realizaron sin duda algo. Asestaron el golpe mortal a la blandura y flojedad existentes a un tiempo entre las masas. Las líneas de demarcación se han acentuado. Se han establecido fronteras entre los partidos y las clases. Bajo el martillo educador de Stolypin se desarrollarán inevitablemente, a través de la inflexible y consecuente agitación de los socialdemócratas revolucionarios, no solamente de entre el proletariado socialista, sino también de entre las masas democráticas de los campesinos, cada vez luchadores más templados, dispuestos cada vez menos a caer en el pecado histórico del tolstoianismo.

Proletario. N° 35, 11 (24) de septiembre 1908.
(Reproducido según el texto del Proletario, confrontado con el original)

NOTAS

(1) Del poema de Nekrasov “Quién vive bien en Rusia”
(2) Alusión a la abolición de los siervos en Rusia (1861)
(3) En el manuscrito “tolstoiano”.

Articulo elaborado por Lenin en septiembre de 1908 y publicado en el Proletario, extraído del folleto “V. I. LENIN, Sobre la religión”, elaborado por el Instituto Marx-Engels-Lenin de Moscú y reproducido en su integridad por la Editorial Problemas, Buenos Aires Argentina en 1945.

Fuente: Guía de Moscú


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