El partisano Johnny.
Beppe Fenoglio.
Traducción de Pepa Linares.
Sajalín Editores.
Barcelona, 2013.
638 páginas.
29,50 euros
Beppe Fenoglio retrata con depurada sobriedad y ritmo apremiante la lucha antifascista en Italia. La verdadera aventura de 'El partisano Johnny', un obra inacabada, es su lenguaje.
En una página de su Diario el escritor piamontés Beppe (Giuseppe) Fenoglio (1922-1963) escribe: “En mi lápida bastará mi nombre, las dos únicas fechas que importan y la inscripción de escritor y partisano”. Y añade: “Me parece, sin embargo, que he cumplido más como partisano que como escritor”. Hoy, cincuenta años después de su muerte, Beppe Fenoglio es, a pesar de su prematura desaparición y de su carácter humilde y esquivo, uno de los escritores italianos más importantes del siglo XX. Su inseguridad delante de la escritura le forjó aun en vida la condición de escritor póstumo.
Después de su muerte han sido los filólogos (en el sentido ecdótico de la palabra) los que se han ocupado de las obras que el escritor no se había atrevido a publicar o que había dejado inacabadas, como en el caso de la novela El partisano Johnny. La edición crítica de Dante Isella es el referente textual de la lograda traducción de Pepa Linares que Sajalín Editores ha publicado con una valentía que es de agradecer (el mercado no está como para dedicarse a desafíos culturales), recogiendo, en cierto sentido, el relevo de otras editoriales como Barataria, Huerga & Fierro, Bassarai y Empúries, que tienen el mérito de haber introducido a Fenoglio en España. Sajalín Editores completará, además, el homenaje al escritor en el cincuenta aniversario de su muerte con la publicación en el próximo otoño de un volumen con todos sus relatos reunidos.
La novela empieza en el otoño de 1943. Johnny, un estudiante universitario de filología inglesa que se encuentra escondido en las colinas de las Langhe, decide alistarse en la resistencia. Sufrirá emboscadas de los fascistas que rodean las colinas, participará en los ataques para liberar su ciudad, Alba, que, sin embargo, se volverá a perder pocas semanas después. Le vemos huyendo por las colinas nevadas, esconderse largas semanas en los establos esperando los refuerzos, refugiarse en las masías de campesinos solidarios con los partisanos, y conversar, entre el humo de los cigarrillos, con los compañeros de lucha en secuencias de entrañable camaradería.
Es la de Johnny una verdadera epopeya de la resistencia narrada con la esquiva sobriedad que caracteriza el autor y el ritmo apremiante de una novela de acción. No hay lugar en la poética de Fenoglio para la retórica y el narcisismo. Johnny vive su condición de partisano como una elección ética y existencial: allá en sus colinas, se enfrenta al “drama del hombre —son palabras de Jean-Paul Sartre— que, sin apoyo ni ayuda, es condenado en cada momento a inventar al hombre”. Una novela de formación pues, redactada con la maestría laica de los grandes escritores de acción y sin recurrir, hecho casi inédito en la literatura italiana, a los mitos de la memoria y de la infancia como había hecho su paisano Cesare Pavese al transformar las “Langhe” en territorio mítico del pasado.
La verdadera aventura de la novela es, sin embargo, el lenguaje. El escritor, sentado en un bar de Alba, hacía en 1956 una extraña confesión al amigo Italo Calvino: “Ahora te diré algo que no te vas a creer: primero escribo en inglés y luego lo traduzco al italiano”. No lo dijo para sorprender con una pizca de esnobismo anglófilo al amigo escritor. En su trabajo de incipiente narrador, Fenoglio tenía un verdadero problema con la lengua italiana: primero porque no era la lengua que hablaba habitualmente ya que se servía del dialecto, en segundo lugar, porque el italiano era la lengua de la promoción social a la cual había que someterse y además porque había sido también la lengua del régimen, de la mistificación y de la retórica. El inglés le pareció la lengua “mágica”, incontaminada, para transmitir una nueva y original forma de expresividad. Siendo El partisano Johnny una novela inacabada, no sabemos qué configuración definitiva le habría dado su autor: el hecho es que la lengua, tal como se presenta a nosotros los lectores, es una lengua verdaderamente mágica, inventada, inexistente, donde predominan manchas constantes del inglés: una lengua, como bien explica Pepa Linares, que se ha enfrentado con éxito al enorme reto de traducirla, sumamente promiscua, obtenida “intercalando frases o expresiones inglesas o mediante la fusión del léxico inglés con el léxico italiano, cuyo resultado es una notable cantidad de híbridos que adquieren sentido solo y únicamente en el texto original”. Sin olvidar además la presencia de cultismos, arcaísmos, préstamos del francés, del piamontés, incluso del latín. Una lengua “no gramaticalizada, dúctil y descomponible”, la definió Dante Isella, capaz de consentir cotas de libertad expresiva impensables en la narrativa italiana de aquella época.
Fuente: El País
Beppe Fenoglio.
Traducción de Pepa Linares.
Sajalín Editores.
Barcelona, 2013.
638 páginas.
29,50 euros
Beppe Fenoglio retrata con depurada sobriedad y ritmo apremiante la lucha antifascista en Italia. La verdadera aventura de 'El partisano Johnny', un obra inacabada, es su lenguaje.
En una página de su Diario el escritor piamontés Beppe (Giuseppe) Fenoglio (1922-1963) escribe: “En mi lápida bastará mi nombre, las dos únicas fechas que importan y la inscripción de escritor y partisano”. Y añade: “Me parece, sin embargo, que he cumplido más como partisano que como escritor”. Hoy, cincuenta años después de su muerte, Beppe Fenoglio es, a pesar de su prematura desaparición y de su carácter humilde y esquivo, uno de los escritores italianos más importantes del siglo XX. Su inseguridad delante de la escritura le forjó aun en vida la condición de escritor póstumo.
Después de su muerte han sido los filólogos (en el sentido ecdótico de la palabra) los que se han ocupado de las obras que el escritor no se había atrevido a publicar o que había dejado inacabadas, como en el caso de la novela El partisano Johnny. La edición crítica de Dante Isella es el referente textual de la lograda traducción de Pepa Linares que Sajalín Editores ha publicado con una valentía que es de agradecer (el mercado no está como para dedicarse a desafíos culturales), recogiendo, en cierto sentido, el relevo de otras editoriales como Barataria, Huerga & Fierro, Bassarai y Empúries, que tienen el mérito de haber introducido a Fenoglio en España. Sajalín Editores completará, además, el homenaje al escritor en el cincuenta aniversario de su muerte con la publicación en el próximo otoño de un volumen con todos sus relatos reunidos.
La novela empieza en el otoño de 1943. Johnny, un estudiante universitario de filología inglesa que se encuentra escondido en las colinas de las Langhe, decide alistarse en la resistencia. Sufrirá emboscadas de los fascistas que rodean las colinas, participará en los ataques para liberar su ciudad, Alba, que, sin embargo, se volverá a perder pocas semanas después. Le vemos huyendo por las colinas nevadas, esconderse largas semanas en los establos esperando los refuerzos, refugiarse en las masías de campesinos solidarios con los partisanos, y conversar, entre el humo de los cigarrillos, con los compañeros de lucha en secuencias de entrañable camaradería.
Es la de Johnny una verdadera epopeya de la resistencia narrada con la esquiva sobriedad que caracteriza el autor y el ritmo apremiante de una novela de acción. No hay lugar en la poética de Fenoglio para la retórica y el narcisismo. Johnny vive su condición de partisano como una elección ética y existencial: allá en sus colinas, se enfrenta al “drama del hombre —son palabras de Jean-Paul Sartre— que, sin apoyo ni ayuda, es condenado en cada momento a inventar al hombre”. Una novela de formación pues, redactada con la maestría laica de los grandes escritores de acción y sin recurrir, hecho casi inédito en la literatura italiana, a los mitos de la memoria y de la infancia como había hecho su paisano Cesare Pavese al transformar las “Langhe” en territorio mítico del pasado.
La verdadera aventura de la novela es, sin embargo, el lenguaje. El escritor, sentado en un bar de Alba, hacía en 1956 una extraña confesión al amigo Italo Calvino: “Ahora te diré algo que no te vas a creer: primero escribo en inglés y luego lo traduzco al italiano”. No lo dijo para sorprender con una pizca de esnobismo anglófilo al amigo escritor. En su trabajo de incipiente narrador, Fenoglio tenía un verdadero problema con la lengua italiana: primero porque no era la lengua que hablaba habitualmente ya que se servía del dialecto, en segundo lugar, porque el italiano era la lengua de la promoción social a la cual había que someterse y además porque había sido también la lengua del régimen, de la mistificación y de la retórica. El inglés le pareció la lengua “mágica”, incontaminada, para transmitir una nueva y original forma de expresividad. Siendo El partisano Johnny una novela inacabada, no sabemos qué configuración definitiva le habría dado su autor: el hecho es que la lengua, tal como se presenta a nosotros los lectores, es una lengua verdaderamente mágica, inventada, inexistente, donde predominan manchas constantes del inglés: una lengua, como bien explica Pepa Linares, que se ha enfrentado con éxito al enorme reto de traducirla, sumamente promiscua, obtenida “intercalando frases o expresiones inglesas o mediante la fusión del léxico inglés con el léxico italiano, cuyo resultado es una notable cantidad de híbridos que adquieren sentido solo y únicamente en el texto original”. Sin olvidar además la presencia de cultismos, arcaísmos, préstamos del francés, del piamontés, incluso del latín. Una lengua “no gramaticalizada, dúctil y descomponible”, la definió Dante Isella, capaz de consentir cotas de libertad expresiva impensables en la narrativa italiana de aquella época.
Fuente: El País