Anne Ratkowski “Naturaleza muerta de la cocina con pescado”
Una campaña de acoso de largo efecto: la persecución nazis de los artistas que no les eran afines tuvo un amplio alcance, como lo demuestra una exposición en Berlín.
Al observar los cuadros de la exposición “Arte en Berlín 1933-1938. Difamado. Perseguido. Prohibido” (Verfemt. Verfolgt. Verboten*) no es posible imaginar cuál era exactamente el problema que les planteaban las obras a los funcionarios nacionalsocialistas. Como ejemplo, la parca pintura de Anne Ratkowski “Naturaleza muerta de la cocina con pescado” (Küchenstillleben mit Fisch). Con sus reflejos y juegos de luz parece salida del pincel de los maestros renancentistas: cuatro pescados sobre una tabla, la impresión es que están a punto de ser limpiados y apanados. Dispuesto está el cuchillo, también un huevo en un cuenco.
¿Qué les molestaba a los nazis de esta obra? El tema no puede haber sido. Pero Ratkowski era judía, colaboraba con un grupo de artistas de izquierdas. Por eso después de la ascensión al poder de Hitler, la artista tuvo cada vez menos oportunidades de presentar su obra. Finalmente abandonó Alemania y –un éxito para los nazis- cayó en el olvido como artista.
Acoso de largo efecto
La presentación de esta colección en la Berlinische Galerie (hasta el 12.08.2013) es parte del tema “Diversidad destruida” (Zerstörte Vielfalt), al que se dedica el año 2013. Los curadores han optado por un camino sencillo y eficiente para mostrar su enfoque. A la izquierda del cuadro de Ratkowski se ve “Naturaleza muerta con gato verde” (Stilleben mit grüner Katze), de Hans Böttcher, y a la derecha -a la manera del cubismo francés- “Naturaleza muerta con pipa” (Stilleben mit Pfeife), de Rudolf Ausleger.
“Son tres representantes muy diferentes de un mismo género”, explica Heinz Stahlhut, curador de la exposición y director de la colección de artes plásticas. “Con ellos queremos demostrar que había un amplio espectro en el arte en Berlín antes de la llegada de los nazis”, añade.
En la pared opuesta, tres paisajes subrayan el mismo enfoque y a la vez dejan claro cuán poco del acoso que sufrieron los pintores estuvo motivado por cuestiones artísticas. “Siempre nos enfrentamos a alguna motivación racista o política”, dice Stahlhut. Asombrosamente, los nazis tuvieron mucho éxito con su campaña de descrédito: “muchos de los que fueron difamados tuvieron muchas dificultades para retomar su carrera artística después de 1945, muchos no lo lograron”.
Aire envenenado
Una obra del satírico poeta Joachim Ringelnatz se presenta en el contexto de la exposición como una metáfora de una amenazante premonición: “Huida otoñal” (Herbstgang) de 1929. Dos personas se mueven sigilosamente a través de un paraje apocalíptico, alejándose de la borrosa figura de un crucificado. También Ringelnatz fue deshonrado por los nazis: a partir de 1933 no pudo aparecer en público, sus libros fueron quemados. En noviembre de 1934 murió de tuberculosis en Berlín.
El caso de Ringelnatz es sólo un ejemplo del envenenado aire que se respiraba en el mundo artístico alemán en la década de 1930. En un pasillo de la exposición se puede observar documentos de los archivos. Entre ellos se ve “Limpieza del templo del arte” (Säuberung des Kunsttempels), un libro que sentó las bases para la campaña nacionalsocialista “Arte degenerado” (Entartete Kunst). A su lado se encuentra una agenda de la dadaísta Hannah Höch, en la que había anotado su impresión de la exposición “Entartete Kunst” del año 1937: “Hay cuadros provenientes de todas las colecciones. Después de todo este acoso público, es asombroso cómo los visitantes se comportan disciplinadamente”.
“Arte degenerado”
Ilustrativa resulta la correspondencia entre el galerista Ferdinand Möller y Klaus Graf von Baudissin, director nacionalsocialista del Museum Folkwang de Düsseldorf. En la revista del grupo paramilitar nazi SA (Sturmabteilung), Möller es denostado como “comerciante de un arte decadente proveniente de una pequeña élite masona”. Como su opuesto es alabado Baudissin, para quien sólo un ferviente nacionalsocialista podía ser un buen artista. Éste último se encargó de la venta del “arte degenerado” de los museos del Reich alemán. Los nazis llenaron sus arcas y las colecciones fueron desangradas. Terminada la guerra, mucho tiempo tuvo que pasar hasta que los museos pudieron compensar un poco las pérdidas.
Uno de los objetivos principales de la Berlinische Galerie es, según Stahlhut, devolverles su espacio a los artistas difamados. Por ello, en otra sala del museo, en la exposición “Arte en Berlín 1880-1990”, hay puntos naranjas en cuadros de Otto Dix, Hannah Höch, Franz Nussbaum y una contextualización de éstos en el marco de la “diversidad destruida”.
En todos los campos del arte
La exposición también incluye ejemplos de la fotografía y la arquitectura en el Berlín nacionalsocialista. Unas imágenes de la fotógrafa de moda Yva (Else Ernestine Neuländer-Simon) evocan la vivacidad de la década de los 1920 en la capital germana. Un modelo del observatorio astrofísico “Torre Einstein”, de Erich Mendelsohn, refleja la tendencia futurística de su arquitectura. Mendelsohn pudo emigrar; Yva murió en el campo de concentración de Sobibor.
El año dedicado a la “Diversidad perdida” pretende mirar ochenta años hacia atrás y dejar pensativo al observador. Más de 500 exposiciones y eventos ponen de relieve lo que sucumbió al nacionalsocialismo.
Autor: Heiner Kiesel (mb)
Editora: Emilia Rojas
Fuente: Deutsche Welle
¿Qué les molestaba a los nazis de esta obra? El tema no puede haber sido. Pero Ratkowski era judía, colaboraba con un grupo de artistas de izquierdas. Por eso después de la ascensión al poder de Hitler, la artista tuvo cada vez menos oportunidades de presentar su obra. Finalmente abandonó Alemania y –un éxito para los nazis- cayó en el olvido como artista.
Joachim Ringelnatz, “Huida otoñal” (Herbstgang) de 1929.
Acoso de largo efecto
La presentación de esta colección en la Berlinische Galerie (hasta el 12.08.2013) es parte del tema “Diversidad destruida” (Zerstörte Vielfalt), al que se dedica el año 2013. Los curadores han optado por un camino sencillo y eficiente para mostrar su enfoque. A la izquierda del cuadro de Ratkowski se ve “Naturaleza muerta con gato verde” (Stilleben mit grüner Katze), de Hans Böttcher, y a la derecha -a la manera del cubismo francés- “Naturaleza muerta con pipa” (Stilleben mit Pfeife), de Rudolf Ausleger.
“Son tres representantes muy diferentes de un mismo género”, explica Heinz Stahlhut, curador de la exposición y director de la colección de artes plásticas. “Con ellos queremos demostrar que había un amplio espectro en el arte en Berlín antes de la llegada de los nazis”, añade.
En la pared opuesta, tres paisajes subrayan el mismo enfoque y a la vez dejan claro cuán poco del acoso que sufrieron los pintores estuvo motivado por cuestiones artísticas. “Siempre nos enfrentamos a alguna motivación racista o política”, dice Stahlhut. Asombrosamente, los nazis tuvieron mucho éxito con su campaña de descrédito: “muchos de los que fueron difamados tuvieron muchas dificultades para retomar su carrera artística después de 1945, muchos no lo lograron”.
Aire envenenado
Una obra del satírico poeta Joachim Ringelnatz se presenta en el contexto de la exposición como una metáfora de una amenazante premonición: “Huida otoñal” (Herbstgang) de 1929. Dos personas se mueven sigilosamente a través de un paraje apocalíptico, alejándose de la borrosa figura de un crucificado. También Ringelnatz fue deshonrado por los nazis: a partir de 1933 no pudo aparecer en público, sus libros fueron quemados. En noviembre de 1934 murió de tuberculosis en Berlín.
El caso de Ringelnatz es sólo un ejemplo del envenenado aire que se respiraba en el mundo artístico alemán en la década de 1930. En un pasillo de la exposición se puede observar documentos de los archivos. Entre ellos se ve “Limpieza del templo del arte” (Säuberung des Kunsttempels), un libro que sentó las bases para la campaña nacionalsocialista “Arte degenerado” (Entartete Kunst). A su lado se encuentra una agenda de la dadaísta Hannah Höch, en la que había anotado su impresión de la exposición “Entartete Kunst” del año 1937: “Hay cuadros provenientes de todas las colecciones. Después de todo este acoso público, es asombroso cómo los visitantes se comportan disciplinadamente”.
Ilustrativa resulta la correspondencia entre el galerista Ferdinand Möller y Klaus Graf von Baudissin, director nacionalsocialista del Museum Folkwang de Düsseldorf. En la revista del grupo paramilitar nazi SA (Sturmabteilung), Möller es denostado como “comerciante de un arte decadente proveniente de una pequeña élite masona”. Como su opuesto es alabado Baudissin, para quien sólo un ferviente nacionalsocialista podía ser un buen artista. Éste último se encargó de la venta del “arte degenerado” de los museos del Reich alemán. Los nazis llenaron sus arcas y las colecciones fueron desangradas. Terminada la guerra, mucho tiempo tuvo que pasar hasta que los museos pudieron compensar un poco las pérdidas.
Uno de los objetivos principales de la Berlinische Galerie es, según Stahlhut, devolverles su espacio a los artistas difamados. Por ello, en otra sala del museo, en la exposición “Arte en Berlín 1880-1990”, hay puntos naranjas en cuadros de Otto Dix, Hannah Höch, Franz Nussbaum y una contextualización de éstos en el marco de la “diversidad destruida”.
En todos los campos del arte
La exposición también incluye ejemplos de la fotografía y la arquitectura en el Berlín nacionalsocialista. Unas imágenes de la fotógrafa de moda Yva (Else Ernestine Neuländer-Simon) evocan la vivacidad de la década de los 1920 en la capital germana. Un modelo del observatorio astrofísico “Torre Einstein”, de Erich Mendelsohn, refleja la tendencia futurística de su arquitectura. Mendelsohn pudo emigrar; Yva murió en el campo de concentración de Sobibor.
El año dedicado a la “Diversidad perdida” pretende mirar ochenta años hacia atrás y dejar pensativo al observador. Más de 500 exposiciones y eventos ponen de relieve lo que sucumbió al nacionalsocialismo.
Autor: Heiner Kiesel (mb)
Editora: Emilia Rojas
Fuente: Deutsche Welle