Pablo Picasso. Mano con espada rota. Dibujo preparatorio para “Guernica”, 1937. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid.
El Museo de Bellas Artes de Bilbao acoge la exposición '1937. Sobre Gernika. Guerra y civitas', uno de los siete 'Casos de estudio' sobre episodios históricos enmarcados dentro del proyecto 'Tratado de paz', que celebra la elección de San Sebastián como Capital Europea de 2016. La exposición reúne 46 piezas (pinturas, fotografías, grabados, esculturas, maquetas y monedas) que profundizan en la creación de la obra magna de Picasso y su influencia en artistas posteriores.
La exposición se articula en tres apartados en donde se estudian el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París de 1937, Picasso y el Guernica, y la influencia del Guernica en otros artistas del momento. El primero reconstruye el contexto donde se exhibió el cuadro encargado por el gobierno de la Segunda República: la arquitectura del Pabellón Español, diversas obras que lo acompañaron y materiales de la época sobre la participación española en la Exposición Internacional.
El segundo recorre el proceso de ejecución del Guernica, desde los dibujos y óleos preliminares de Picasso hasta las fotografías con las que Dora Maar documentó su ejecución en el estudio parisino del pintor.
El último recoge obras de artistas internacionales creadas bajo la impronta del Guernica como consecuencia de las tres giras que el lienzo realizó por ciudades europeas y americanas para recaudar fondos con destino al Comité Nacional de Ayuda a los Refugiados Españoles.
El comisario de la exposición, el historiador del arte Valentín Roma, resume así su contenido: “Tras su canonización en el gran museo moderno, el MoMA, el proceso de inflación simbólica del Guernica, su abandono de la alegoría y su metamorfosis en ‘agente’ de la paz mundial coinciden con la evolución de la guerra moderna, ya no apocalíptica ni bíblica sino civil: una guerra entre formas-de-vida y entre políticas”.
Las piezas han sido prestadas por instituciones como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid), el Museu Nacional d’Art de Catalunya y la Fundació Antoni Tàpies (Barcelona), el Museu Fundación Juan March (Palma de Mallorca), la Fundación Pablo Ruiz Picasso Museo Casa Natal (Málaga) o la biblioteca de la Universidad de California (UCLA), entre otras. Se le añaden algunos documentos de la biblioteca del Museo de Bellas Artes de Bilbao.
Sobre la exposición
Justo después de ser presentado en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París de 1937, el Guernica inició un peregrinaje que lo llevaría por algunas ciudades del norte de Europa y Estados Unidos como reclamo antifascista recaudatorio para el Comité Nacional de Ayuda a los Refugiados Españoles.
La primera gira, organizada en 1938 por el galerista Paul Rosenberg, llevó el cuadro, junto con otras obras de Matisse, Braque y Laurens, a Oslo, Estocolmo y Copenhague. La segunda, por iniciativa del citado Comité y coordinada por el poeta bilbaíno Juan Larrea, recorrió diversas ciudades inglesas: Londres, Oxford, Leeds y Manchester. La tercera arrancó en Nueva York en 1939 y desde allí visitó Los Ángeles, San Francisco y Chicago hasta regresar al MoMA para formar parte de la exposición Picasso. Forty Years of His Art, que itineró por 11 ciudades estadounidenses.
Más tarde, en 1944, el Guernica viajó a México, Milán y Estocolmo, y a la II Bienal de Sao Paulo. En 1958 el cuadro y sus dibujos preparatorios fueron depositados en el MoMA, siguiendo la voluntad de Picasso de que permanecieran allí hasta que la democracia volviese a España. En 1981 la obra pudo al fin regresar –el pasado 10 de septiembre se cumplieron 35 años– y se expuso en el Casón del Buen Retiro de Madrid. Desde 1992 la obra y sus bocetos se encuentran en el Museo Reina Sofía.
El resultado de dicho periplo afectó, en primer lugar, a la historia del arte por la influencia que el mural ejerció sobre numerosos artistas que pudieron observarlo en directo. En segundo, al prestigio de Picasso, definitivamente encumbrado por el MoMA, el gran museo de la modernidad. Por último, al propio Guernica, que tras la gira abrió un periodo que se prolonga hasta nuestros días donde la obra alterna su condición de icono pacifista con la de democratizado souvenir, en otro recorrido desde la admiración incondicional hasta la depreciación de su carga simbólica.
Articulada a través de estos intereses fundamentales, la exposición investiga las paradojas que rodearon los primeros años del mural, su metamorfosis en símbolo de la no violencia a partir de una narración basada en la barbarie de la guerra.
La génesis del Guernica
Este ámbito reconstruye el pabellón en donde, en medio de feroces críticas y encendidas adhesiones, se presentó el Guernica. Reúne distintas pinturas de Francisco Mateos González, Santiago Pelegrín, Arturo Souto y Eduardo Vicente Pérez que ilustran la vida cotidiana de los milicianos durante la guerra y que fueron mostradas en la época. También se presenta la maqueta del pabellón según el proyecto de Josep Lluís Sert y Luis Lacasa, carteles ilustrativos, obras de Joan Miró y Alexander Calder, así como la peseta acuñada por la Segunda República, que, por su color y por la mujer que reproduce en su anverso, fue popularmente conocida como ”la rubia”.
Específicamente dedicado al cuadro, hay un núcleo de la muestra en el que dialogan las influencias previas de Picasso y algunas obras anteriores que prepararon la resolución del mural: desde la reproducción de la pintura Los horrores de la guerra (1637) de Peter Paul Rubens, que Picasso tomó como correlato directo, hasta sus aguafuertes Minotauromaquia (1935) y Sueño y mentira de Franco (1937), cuatro dibujos preparatorios y un óleo sobre lienzo de la cabeza del caballo, también fechados en 1937. Todas ellas son piezas excepcionales pertenecientes al Museo Reina Sofía –salvo los dos aguafuertes procedentes del Museu Fundación Juan March (Palma de Mallorca) y la Fundación Pablo Ruiz Picasso Museo Casa Natal (Málaga), respectivamente– que permiten reconstruir el proceso de trabajo llevado a cabo por el pintor y las tentativas iconográficas y compositivas que a lo largo del proceso de ejecución fue desechando o confirmando.
Por último, el célebre reportaje de la fotógrafa Dora Maar documenta todas las etapas de la evolución del Guernica en el taller donde fue realizado en apenas siete semanas entre mayo y junio de 1937, en la rue des Grands-Augustins de París. Las fotografías, publicadas en la revista Cahiers d’Art, son un documento histórico imprescindible para comprender la realización del cuadro de Picasso.
La influencia del Guernica
Este tercer ámbito se centra en la impronta del mural sobre una serie de artistas que bien pudieron verlo directamente o bien realizaron obras a partir de su influencia, como por ejemplo Asger Jorn, Jackson Pollock, Jorge Oteiza –una placa realizada en 1945 para el parque Guernica en Bogotá y la escultura Estela para un pueblo pacífico que era Gernika (1937)– y Luis Fernández, además de Oskar Kokoschka –con el gouache ¡Ayuda a los niños vascos! (1937), realizado para captar fondos para los niños afectados por el bombardeo de Gernika–.
Resulta especialmente significativa, por inédita, la reconstrucción, mediante diversas imágenes realizadas por la fotógrafa especializada en danza Barbara Morgan, de la influencia del Guernica sobre la escena del baile contemporáneo desarrollada en el Greenwich Village de Nueva York a finales de los años treinta. A partir del impacto en la obra de coreógrafos muy politizados, como Anna Sokolow, Sophia Delza, Lily Mehlman o Martha Graham, la simbología del cuadro se reprodujo a través del movimiento y el gesto del baile. Precisamente la influyente bailarina y coreógrafa estadounidense Martha Graham realizó Deep Song (1937) –con escenografía de Isamo Noguchi y música de Henry Cowell– inspirándose de forma directa en la obra picassiana.
Tratado de paz
El proyecto Tratado de paz, ideado por Santiago Eraso y comisariado por Pedro G. Romero, incluye exposiciones, producciones artísticas contemporáneas y publicaciones que giran en torno a las representaciones de la paz en la historia del arte, la cultura y el derecho. Desde el pasado año, y a lo largo de éste, numerosas actividades vinculadas al proyecto se están desarrollando en una veintena de localizaciones desde Bilbao hasta Barcelona y desde Bayona hasta Salamanca.
Además de la exposición central 1516-2016. Tratados de paz, dividida entre el Museo San Telmo y el Koldo Mitxelena Kulturunea de San Sebastián –en la que el Museo de Bellas Artes de Bilbao también ha colaborado prestando una veintena de obras–, comprende otros siete Casos de estudio sobre episodios históricos, cada uno comisarido por un experto, un estudio monográfico sobre Josep Maria Sert y siete Afueras, producciones artísticas contemporáneas.
Fuente: hoyesarte
Del 30 septiembre 2016 al 09 de enero 2017
El Museo de Bellas Artes de Bilbao acoge la exposición '1937. Sobre Gernika. Guerra y civitas', uno de los siete 'Casos de estudio' sobre episodios históricos enmarcados dentro del proyecto 'Tratado de paz', que celebra la elección de San Sebastián como Capital Europea de 2016. La exposición reúne 46 piezas (pinturas, fotografías, grabados, esculturas, maquetas y monedas) que profundizan en la creación de la obra magna de Picasso y su influencia en artistas posteriores.
La exposición se articula en tres apartados en donde se estudian el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París de 1937, Picasso y el Guernica, y la influencia del Guernica en otros artistas del momento. El primero reconstruye el contexto donde se exhibió el cuadro encargado por el gobierno de la Segunda República: la arquitectura del Pabellón Español, diversas obras que lo acompañaron y materiales de la época sobre la participación española en la Exposición Internacional.
El segundo recorre el proceso de ejecución del Guernica, desde los dibujos y óleos preliminares de Picasso hasta las fotografías con las que Dora Maar documentó su ejecución en el estudio parisino del pintor.
El último recoge obras de artistas internacionales creadas bajo la impronta del Guernica como consecuencia de las tres giras que el lienzo realizó por ciudades europeas y americanas para recaudar fondos con destino al Comité Nacional de Ayuda a los Refugiados Españoles.
El comisario de la exposición, el historiador del arte Valentín Roma, resume así su contenido: “Tras su canonización en el gran museo moderno, el MoMA, el proceso de inflación simbólica del Guernica, su abandono de la alegoría y su metamorfosis en ‘agente’ de la paz mundial coinciden con la evolución de la guerra moderna, ya no apocalíptica ni bíblica sino civil: una guerra entre formas-de-vida y entre políticas”.
Las piezas han sido prestadas por instituciones como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid), el Museu Nacional d’Art de Catalunya y la Fundació Antoni Tàpies (Barcelona), el Museu Fundación Juan March (Palma de Mallorca), la Fundación Pablo Ruiz Picasso Museo Casa Natal (Málaga) o la biblioteca de la Universidad de California (UCLA), entre otras. Se le añaden algunos documentos de la biblioteca del Museo de Bellas Artes de Bilbao.
Sobre la exposición
Justo después de ser presentado en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París de 1937, el Guernica inició un peregrinaje que lo llevaría por algunas ciudades del norte de Europa y Estados Unidos como reclamo antifascista recaudatorio para el Comité Nacional de Ayuda a los Refugiados Españoles.
La primera gira, organizada en 1938 por el galerista Paul Rosenberg, llevó el cuadro, junto con otras obras de Matisse, Braque y Laurens, a Oslo, Estocolmo y Copenhague. La segunda, por iniciativa del citado Comité y coordinada por el poeta bilbaíno Juan Larrea, recorrió diversas ciudades inglesas: Londres, Oxford, Leeds y Manchester. La tercera arrancó en Nueva York en 1939 y desde allí visitó Los Ángeles, San Francisco y Chicago hasta regresar al MoMA para formar parte de la exposición Picasso. Forty Years of His Art, que itineró por 11 ciudades estadounidenses.
Más tarde, en 1944, el Guernica viajó a México, Milán y Estocolmo, y a la II Bienal de Sao Paulo. En 1958 el cuadro y sus dibujos preparatorios fueron depositados en el MoMA, siguiendo la voluntad de Picasso de que permanecieran allí hasta que la democracia volviese a España. En 1981 la obra pudo al fin regresar –el pasado 10 de septiembre se cumplieron 35 años– y se expuso en el Casón del Buen Retiro de Madrid. Desde 1992 la obra y sus bocetos se encuentran en el Museo Reina Sofía.
El resultado de dicho periplo afectó, en primer lugar, a la historia del arte por la influencia que el mural ejerció sobre numerosos artistas que pudieron observarlo en directo. En segundo, al prestigio de Picasso, definitivamente encumbrado por el MoMA, el gran museo de la modernidad. Por último, al propio Guernica, que tras la gira abrió un periodo que se prolonga hasta nuestros días donde la obra alterna su condición de icono pacifista con la de democratizado souvenir, en otro recorrido desde la admiración incondicional hasta la depreciación de su carga simbólica.
Articulada a través de estos intereses fundamentales, la exposición investiga las paradojas que rodearon los primeros años del mural, su metamorfosis en símbolo de la no violencia a partir de una narración basada en la barbarie de la guerra.
La génesis del Guernica
Este ámbito reconstruye el pabellón en donde, en medio de feroces críticas y encendidas adhesiones, se presentó el Guernica. Reúne distintas pinturas de Francisco Mateos González, Santiago Pelegrín, Arturo Souto y Eduardo Vicente Pérez que ilustran la vida cotidiana de los milicianos durante la guerra y que fueron mostradas en la época. También se presenta la maqueta del pabellón según el proyecto de Josep Lluís Sert y Luis Lacasa, carteles ilustrativos, obras de Joan Miró y Alexander Calder, así como la peseta acuñada por la Segunda República, que, por su color y por la mujer que reproduce en su anverso, fue popularmente conocida como ”la rubia”.
Específicamente dedicado al cuadro, hay un núcleo de la muestra en el que dialogan las influencias previas de Picasso y algunas obras anteriores que prepararon la resolución del mural: desde la reproducción de la pintura Los horrores de la guerra (1637) de Peter Paul Rubens, que Picasso tomó como correlato directo, hasta sus aguafuertes Minotauromaquia (1935) y Sueño y mentira de Franco (1937), cuatro dibujos preparatorios y un óleo sobre lienzo de la cabeza del caballo, también fechados en 1937. Todas ellas son piezas excepcionales pertenecientes al Museo Reina Sofía –salvo los dos aguafuertes procedentes del Museu Fundación Juan March (Palma de Mallorca) y la Fundación Pablo Ruiz Picasso Museo Casa Natal (Málaga), respectivamente– que permiten reconstruir el proceso de trabajo llevado a cabo por el pintor y las tentativas iconográficas y compositivas que a lo largo del proceso de ejecución fue desechando o confirmando.
Por último, el célebre reportaje de la fotógrafa Dora Maar documenta todas las etapas de la evolución del Guernica en el taller donde fue realizado en apenas siete semanas entre mayo y junio de 1937, en la rue des Grands-Augustins de París. Las fotografías, publicadas en la revista Cahiers d’Art, son un documento histórico imprescindible para comprender la realización del cuadro de Picasso.
La influencia del Guernica
Este tercer ámbito se centra en la impronta del mural sobre una serie de artistas que bien pudieron verlo directamente o bien realizaron obras a partir de su influencia, como por ejemplo Asger Jorn, Jackson Pollock, Jorge Oteiza –una placa realizada en 1945 para el parque Guernica en Bogotá y la escultura Estela para un pueblo pacífico que era Gernika (1937)– y Luis Fernández, además de Oskar Kokoschka –con el gouache ¡Ayuda a los niños vascos! (1937), realizado para captar fondos para los niños afectados por el bombardeo de Gernika–.
Resulta especialmente significativa, por inédita, la reconstrucción, mediante diversas imágenes realizadas por la fotógrafa especializada en danza Barbara Morgan, de la influencia del Guernica sobre la escena del baile contemporáneo desarrollada en el Greenwich Village de Nueva York a finales de los años treinta. A partir del impacto en la obra de coreógrafos muy politizados, como Anna Sokolow, Sophia Delza, Lily Mehlman o Martha Graham, la simbología del cuadro se reprodujo a través del movimiento y el gesto del baile. Precisamente la influyente bailarina y coreógrafa estadounidense Martha Graham realizó Deep Song (1937) –con escenografía de Isamo Noguchi y música de Henry Cowell– inspirándose de forma directa en la obra picassiana.
Tratado de paz
El proyecto Tratado de paz, ideado por Santiago Eraso y comisariado por Pedro G. Romero, incluye exposiciones, producciones artísticas contemporáneas y publicaciones que giran en torno a las representaciones de la paz en la historia del arte, la cultura y el derecho. Desde el pasado año, y a lo largo de éste, numerosas actividades vinculadas al proyecto se están desarrollando en una veintena de localizaciones desde Bilbao hasta Barcelona y desde Bayona hasta Salamanca.
Además de la exposición central 1516-2016. Tratados de paz, dividida entre el Museo San Telmo y el Koldo Mitxelena Kulturunea de San Sebastián –en la que el Museo de Bellas Artes de Bilbao también ha colaborado prestando una veintena de obras–, comprende otros siete Casos de estudio sobre episodios históricos, cada uno comisarido por un experto, un estudio monográfico sobre Josep Maria Sert y siete Afueras, producciones artísticas contemporáneas.
Fuente: hoyesarte
Del 30 septiembre 2016 al 09 de enero 2017