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ARTE EN BERLÍN: ¿EL FIN DE UNA ERA?

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Por LARA SÁNCHEZ

Por insólito que parezca, hace dos semanas David Hasselhoff --aquel Knight Rider (El coche fantástico) del famoso deportivo a Leds rojos capaz de empatizar y hasta bromear al derrape– protagonizó, subido a una furgoneta berlinesa vintage -de chapa oxidada amarilla y tracción cascada-- micrófono en mano y coronado por unos altavoces reciclados, uno de los momentos más significativos en la historia de la nueva capital alemana al cantar vehementemente por la permanencia del Muro comunista.


David Hasselhoff sings "Looking For Freedom" at Berlin Wall to save East Side Gallery - 17.3.13 from Luci Westphal on Vimeo.

El ficticio guardián de la costa californiana, conocido como ‘The Hoff’, coreó desde el cacharro motorizado frente la sección conocida por el turismo mundial como East Side Gallery o "la mayor exposición al aire libre del mundo", hoy bajo la amenaza de derribo de una de sus secciones en pos de la construcción de una torre de apartamentos de lujo. El actor y cantante justificó su acción en honor a todos los desaparecidos por la extinta división: “sería como derribar un memorial funerario Hindú”, comentó en rueda de prensa previa a la protesta. Y los berlineses -tan acostumbrados estos días a salir a la calle para evitar que inversores foráneos sustituyan los iconos de la ciudad por centros comerciales, hoteles o colecciones de lofts – le agradecieron en masa su apoyo a una causa que reacciona indignada ante la negligencia especulativa, y a que obras de los artistas como Thierry Noir o Teresa Casanueva, que celebran sobre el hormigón la euforia alcanzada con la libertad, no sean otra víctima más del desarrollo urbanístico en manos del mejor postor. Una práctica que, por desgracia, está haciendo del último invierno berlinés uno de constantes despedidas.

Prácticamente en la misma semana de la aparición de Hasselhorf aconteció otra de las citas-sorpresa del año en la capital. La mudanza de uno de los museos míticos de fotografía moderna, elC/O -situado en pleno corazón del barrio judío-, y su fiesta abierta de despedida llegó a congregar a más de 6.000 amantes de la creación y jóvenes en una cola visible desde cualquier punto de la transitada Oranienburger Strasse, en Mitte. El prominente edificio del C/O, que ha albergado desde el año 2000 exposiciones de Martin Parr, Annie Leibovitz, Anton Corbijn, o Karl Lagerfeld, pasa a manos de Biotronik, una empresa de material médico cardiovascular, con muchos más recursos que el museo fundado por fotógrafos, y que tendrá un nuevo alojamiento en la Amerika Haus, alejado del concurrido centro artístico y en el plácido Berlín occidental.

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A escaso metros de allí, se vivió el pasado año el definitivo cierre del dudoso centro cultural de espíritu independiente Tacheles, que se convertirá con toda probabilidad en un hotel. Y también a cinco minutos del C/O, un publicista reconvirtió uno de los más famosos bunkers del III Reich, y posterior sede de las fiestas electrónicas más populares de la reunificación, en hogar y espacio -privados- de su colección de arte contemporáneo: la Boros Collection. Hasselhoff dio la rueda de prensa en el Yaam, un espacio -en línea con el Muro- de intercambio multicultural Berlín-Jamaica, con patio de juegos para niños y abierto a todo tipo de público. En pocos meses, el Yaam también desaparecerá a demanda del inversor español que, hace cinco años, compró los terrenos a la espera de un negocio mejor.

La palabra en boca de residentes nuevos y veteranos, alemanes o extranjeros, en una de las ciudades más jóvenes y libres de Europa -para nada a semejanza de centros de negocios o industriales como Francfort, Munich o Hamburgo- es Gentrification (reurbanización, aburguesamiento). En Berlín, en sus bares, en los diarios, en el U-Bahn y en reuniones de todo tipo, espanta pronunciarla como si de un inevitable mal huracanado se tratara. Se aplica el “sálvese quién pueda”, esperando que no le ocurra a uno y permanecer intacto allá donde ha logrado afincarse. Pero el desplazamiento hacia las afueras de los sectores de la población menos aventajados, así como de los actores de la comunidad artística, es cada vez más numeroso y definitivo.
 
 Las acciones de artistas que desde el 2009 se centran en este problema se han venido sucediendo sin freno. La búsqueda de estudio o su posible marcha tras veinte años de olvido inmobiliario, protagonizaron las acciones del grupo Surrend o, sin ir más lejos, la que tiene lugar esta semana por Zuzanna Skiba, que vende a precio de rastro sus obras de arte y materiales, tras diez años en un estudio de Prenzlauer Berg, que debe abandonar por haberse vendido a una inmobiliaria. Las galerías de arte comerciales vienen y van como segundos marca el reloj. Algunas cierran y otras, como la iniciada por los artistas Sergio Belinchón, Rui Calçada Bastos, Paul Ekaitz, Antonio Mesones, Noé Sendas y Santiago Ydáñez, Invalidens1, ha cambiado hasta tres veces de localización.

Con un estimado de 25.000 artistas residentes en la capital y casi 600 galerías compitiendo por un mercado prácticamente inexistente de coleccionistas locales, el atractivo de Berlín es el de la creación y la producción. Así lo define el director de la Berlinische Galerie, Thomas Köhler y lo ha vivido la directora del Freies Museum,  Marianne Wagner: “la escena artística de Berlín se ha convertido en los últimos 20 años en mucho más internacional, lo que es genial”. Sin embargo, la propia Marianne anuncia que el Freies Museum -un espacio típico de la supervivencia artística actual, cerca de la Potsdamer Platz, que combina alquiler de salas y estudios con exposiciones sin fin comercial- cerrará en breve por la venta del edificio y en búsqueda de un nuevo espacio asequible.

Como sabe toda la comunidad artística, quien se muda aquí lo hace porque, al contrario que en otras capitales del arte como Londres o Nueva York, un artista puede costearse estudio y apartamento más fácilmente. Pero, ¿cuánto tiempo podrá mantenerse esta utopía urbana en un contexto de crisis europea y local?. Una veterana artista española, con deseo de permanecer anónima, se muestra tajante al respecto: “Yo me acabo de mudar a un estudio súper enano, pero con vistas a que quieren derribar la casa para construir quien sabe qué, y en cualquier momento. Es una situación de mierda para nosotros, los artistas.”

La artista residente en Berlín desde 1988 Marisa Maza formó parte de los grupos de creadores que, tras la caída del Muro, mantuvieron y mimaron grandes espacios abandonados tras el colapso comunista para convertirlos en sedes de trabajo e intercambio. Fue del primer grupo que abandonó el plan de “escasa calidad” de la colectividad del Tacheles y hoy disfruta de una de las 16 residencias de estudio, en otro centro nacido de la ocupación que sí cumple con una función cultural: Bethanien (imagen bajo este párrafo) “Cada vez se está haciendo más difícil mantener aquel espíritu emprendedor y libre de principios de los 90” -comenta Maza- “Berlín acumula a sus millones de deuda la originada por el fiasco del nuevo aeropuerto. Están retirando subvenciones al arte y, además, este año se duplican los recibos del gas y la luz. La única solución, como ya venimos haciendo muchos artistas veteranos en la ciudad, es moverse: exponer en países y ciudades extranjeros”.

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También está la solución de trabajar temporalmente en Berlín como parte de una residencia subvencionada. La artista madrileña Paula Rubio Infante disfrutó de la ayuda Procesos 12/Berlín otorgada por la Comunidad de Madrid a artistas que deseen desarrollar sus proyectos en el extranjero. Sus dos meses le parecieron “fascinantes”, pudiendo trabajar en sus obras Klinker werk y en un proyecto sobre el campo de concentración de Sachsenhausen. La beca incluía el viaje, el estudio, la estancia y la producción. Una realidad diferente a la actual, que le evitó enfrentarse a todas las dificultades materiales tan contraproducentes a la capacidad creativa.

En repetidas ocasiones, expertos y medios de comunicación, han calificado la política de desarrollo urbanístico del gobierno berlinés como de inexistente. No ha habido un plan, ni hay ninguna alternativa a la simple regla impuesta por el mercado, por la que el gobierno de la ciudad vende suelo público a destajo, y además  espera cumplir una previsión fallida de crecimiento de población de tres millones más de habitantes. Esos tres millones nuevos, imaginados en 1990 por los planificadores gubernamentales, correspondían a un perfil absolutamente alejado del creativo: nuevas sedes de multinacionales y ejecutivos de alto poder adquisitivo.

“Berlín bien podía llamarse la 'Ciudad de las Galerías' porque somos muchísimas. Aunque se está convirtiendo en la ciudad de las Start-Ups: las nuevas propuestas comerciales y sociales online” - dice Rebeca Manzoni, dueña desde 2011 de la galería de artistas internacionales emergentes Manzoni Shaper, en el nuevo distrito del arte de la Potsdamer Strasse. En esa misma calle cerrará el Freies Museum y se van sucediendo inauguraciones de naturaleza abierta y de calidad, como la de Manzoni, a eventos privados por parte de galerías internacionales que ven en Berlín una sede propagandística y no de ventas (como la Blain Southern, antigua Haunch of Venison londinense).

“El tema del coleccionismo es el otro punto flaco en Berlín. Hay unos pocos coleccionistas muy importantes, desde luego, pero hay menos coleccionistas privados que en otras ciudades de Europa. En ese sentido, tener un espacio en Berlín sigue siendo un acierto, aunque muchos clientes provengan de otros lugares. Yo tengo ambos, de Berlín y extranjeros. Y te diré que Internet es clave” – explica Rebeca.

Si no hay coleccionistas locales para tantas galerías y el precio del mercado inmobiliario se dispara, otra solución es la que propone Ana Sánchez de Vivar. La mediadora y gestora cultural reside desde hace cinco años en la capital alemana y acaba de lanzar un proyecto curatorial y de venta vía Internet llamado auriga.co:  “El panorama en Berlín es en cierto nivel cerrado. Las galerías se encontraban en los dos barrios burgueses por antonomasia: Mitte y Charlottenburg. Hace un par de años fuimos testigos de la revaloración de la zona de Potsdamer Strasse como hype para la escena artística. Aquellos artistas, colectivos o asociaciones lejos de estos centros de exposición, tendrán un publico más pequeño y, por supuesto, quedan excluidos de la posible atención de coleccionistas. Mi idea es mostrar artistas en lugares nómadas y ayudar a los espectadores del arte a salir del aburguesamiento urbanístico”.

Al margen del arte comercial, Berlín ha bebido de una fama sin precedentes como lugar de encuentro y “de exposiciones efímeras en lugares imposibles” – recuerda Rebeca - “Tras caer el Muro había un bullir energético único que los centros comerciales, las cadenas de hostelería y los autobuses turísticos van apagando poco a poco”. Marisa Maza añade: “aquí puedes hacer algo debajo de un puente, pero no se trata de eso; sino de que haya calidad”.

Christian de Lutz, artista neoyorquino y director de Art Laboratory -uno de los siete espacios de arte no comercial galardonado el mes pasado por el gobierno berlinés – expresa por igual su preocupación: “En Berlín hay una excesiva permisividad a la hora exhibir de modos muy chapuceros; parece como si de una virtud se tratara”. Su espacio combina la búsqueda de fondos públicos y privados para la exposición de proyectos punteros en arte y tecnología. Desde las ediciones de Sol Lewitt, hasta un ciclo programado sobre Synaesthesia, la presencia desde 2006 de este espacio obedece, como en muchos otros casos esperanzadores, a una pasión desinteresada por nuevas formas curatoriales y artistas internacionales de todo género. Pero todo el trabajo -como en la mayoría de los casos en el Berlín de las artes visuales- se hace gratis. 

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Art Laboratory forma parte de una extensa red de espacios y proyectos autogestionados que han clamado contra el desastre de la colectiva organizada por el gobierno berlinés ‘Based in Berlin’ en 2011. Una exposición que integró artistas alejados de la expresión crítica, seleccionados por comisarios prácticamente desconocidos al resto de la comunidad artística de la ciudad, y que pasó sin mayor gloria, pero dejando un agujero en las arcas públicas locales de 1.600.000 euros. Desde entonces, las iniciativas Haben und Brauchen y Netzwerk freier Berliner Projekträume und initiativen dedican sus esfuerzos a una mayor comunicación con el área de cultura del gobierno berlinés. Solo así ha sido posible que, hace escasos meses, el agregado principal de cultura de Berlín, André Schmitz (foto superior), conociera muchos de los espacios libres que -como Art Laboratory- gozan de prestigio internacional, por medio de una ruta organizada de la Netzwerk en autobus.

Tras la visita, el area de Cultura del gobierno decidió la entrega de 30.000 euros a siete de estos espacios porque: “sin tener un enfoque orientado hacia el mercado, su compromiso ha beneficiado a Berlín como capital del arte y del intercambio artístico interdisciplinario. Ellos atraen no solo a un público del arte, sino también a visitantes que prevén experimentar algo nuevo, algo que nunca se ha visto antes, o algo incluso inaudito”.

  Berliner Liste, vista aérea

Pero no solo de estos siete espacios y los 30.000 euros se trata. En Berlín hay un sin fin de iniciativas de calidad y de gran éxito de convocatoria, sin apoyo institucional alguno, como la feria alternativa Berliner Liste (foto superior), alejada del circuito convencional. O el festival Month of Performance Art: todo un esfuerzo curatorial por parte de un grupo de comisarios veteranos de Berlín, que logra durante todos el mes de mayo una invasión urbana de performances en cientos de espacios públicos y cerrados. En su caso, la calidad de las propuestas no es incompatible con su carácter gratuito, a pesar de que el colectivo curatorial trabaja por tercer año sin financiación regular y costea muchos de los procesos de producción del festival con el ingreso de las entradas a una fiesta.

LARATambién hay casos como el de Martin Stebbing, artista visual afincado en la capital desde hace ocho años, que decidió convertir los últimos pisos de su casa en la Warschauer Strasse (al lado de la East Side Gallery) en un proyecto de luces. El proyecto es visible por miles de personas al día, a la entrada al Berlín más alternativo y transitado, como una auténtica bienvenida a la capital más energética, pero se costea con los ahorros del creador.

La supervivencia y evolución de estas iniciativas, así como de los artistas, comisarios, agentes culturales y galeristas del panorama berlinés, depende en cierto modo de una atención más detallada por parte de las autoridades de la ciudad. Según suenan las alarmas y Hasselhorf canta frente al Muro, la KOALITION DER FREIEN SZENE ha presentado ya una serie de demandas por parte del colectivo artístico de calado globalizador y muy serio. Entre estas, se encuentra un impuesto al turismo destinado a la subvención artística, la introducción de un salario mínimo profesional en las artes, y –más urgentemente- una política de desarrollo urbanístico que atienda al desarrollo cultural de la ciudad.

Las fotos deTacheles, del Bethanien, del Berliner Liste y la de la instalación de luces deMartin Stebbing han sido cedidas por su autor, PACO ARTEAGA para este reportaje.

Fuente: Sin Título

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