La semana pasada los habitantes de Limanskoe, en Odesa, se enfrentaron a los soldados del batallón fascista Azov que pretendían derribar un monumento a Lenin.
Los fascistas llegaron a la localidad en un autobús para cumplir la legislación aprobada por la Rada en abril del pasado año que ordena destruir todos los símbolos de la época soviética.
Cuando ya habían destruido su parte superior, un grupo de vecinos se acercó para increparles, produciéndose un altercado, por lo que más vecinos se fueron agrupando en los alrededores.
Ante una situación tensa, los fascistas volvieron a subir precipitadamente al autobús y abandonaron el lugar, mientras los vecinos les lanzaban gritos de ¡fascistas! e ¡hijos de puta!
Algunos de los presentes grabaron el incidente, que se puede ver en internet.
En Ucrania la destrucción de obras monumentales soviéticas comenzó en diciembre de 2013, pero hasta el año pasado la Rada no aprobó una ley que prohibía el uso de los emblemas de la época soviética. Su objetivo es la reescritura de la historia de Ucrania.
Desde entonces la destrucción de monumentos y obras escultóricas creadas por prestigiosos artistas soviéticos ha sido vertiginosa, a pesar de la oposición de los ucranianos.
Otros han convertido la destrucción en un negocio. Su valor artístico e histórico es tan importante que algunos avispados se han apoderado de numerosos símbolos soviéticos para venderlos. A pesar de que los precios no detienen su ascenso, cada vez hay más compradores, tanto dentro como fuera de Ucrania.
Recientemente en Kiev se ha vendido una estatua de bronce de Lenin pintada con los colores nacionales ucranianos, azules y amarillos, por 15.000 dólares. No quieren a Lenin pero no les importa quedarse con el dinero que su recuerdo genera.
Por Movimiento Político de Resistencia