Cuando se cumplieron 50 años del genocidio armenio en todo el mundo (1965) se escucharon estrofas de una canción titulada Ellos han caído (Ils sonts tombée), que en parte decia así:
Han caído sin saber por qué
Hombre, mujeres, niños que solo querían vivir
Con gestos pesados como de hombres borrachos
Mutilados, masacrados, los ojos abiertos de pavor.
Han caído para entrar en la noche
Eterna de los tiempos, al borde su coraje
La muerte los ha golpeado sin demandar su edad
Pues eran culpables de haber sido armenios.
Nadie alzó la voz en un mundo eufórico
mientras se pudría un pueblo en su sangre.
Europa descubría el jazz y su música,
los lamentos de trompetas cubrían los gritos de los niños.
Cayeron púdicamente, sin ruido,
por millares, por millones, sin que el mundo se moviera,
convirtiéndose un instante en minúsculas flores rojas,
recubiertas por un viento de arena y después de olvido.
Su intérprete era Charles Aznavour, que nació en París en 1924, hijo de expatriados armenios. Su nombre real es Shahnur Aznavuryan y nunca olvidó sus orígenes ni ignoró los traumas de su pueblo.