Masacre de Puerto Montt
Luis Camnitzer (Lübeck, Alemania, 1937)
1969
Instalación de pared y suelo con vinilos adheridos de textos relativos a la acción armada y líneas de puntos que aluden a las trayectorias de las balas.
Dimensiones variables
Centro de Arte Reina Sofía
El 20 de junio de 1969 Luis Camnitzer (1937) mostró en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile la instalación Masacre de Puerto Montt en la que recreaba una matanza que ha permanecido en la memoria colectiva del país, que en ese momento vivía el último periodo del gobierno de Eduardo Frei. El hecho se había producido el 9 de marzo anterior, durante el desalojo de unas 90 familias de la finca Pampa Irigoin en Puerto Montt, y supuso la muerte de nueve campesinos por disparos de los carabineros y la de un bebé por asfixia. Camnitzer abordaba el tema del desigual reparto de la propiedad de la tierra y la represión violenta desde el punto de vista del conceptualismo del grupo New York Graphic Workshop, en el que estaba integrado desde 1964 junto a la artista Liliana Porter, que también expuso en esa muestra.
New York Graphic Workshop se había propuesto llevar el medio tecnificado del grabado a la contemporaneidad, revelándose ante su tradicional subordinación al dibujo y la pintura. En el caso de Camnitzer se centraba especialmente en el texto para profundizar en el significado y en el contexto espacial de la imagen artística. Basándose en la idea de reproductividad y seriación de la técnica del grabado, Camnitzer se centra en la función descriptiva y evocadora del lenguaje. Según él mismo escribió en el catálogo de la exposición en Chile, buscaba las claves que liberasen la facultad de creación como un bien público y que condujeran a la revalorización de la percepción de la realidad «sin escapismos ni opios».
En Masacre de Puerto Montt el texto es tratado de acuerdo a conceptos espaciales del minimalismo, pero la obra se aparta del reduccionismo para concentrarse en el significado. Las palabras dibujadas a lápiz se colocan en los muros, mientras en el suelo se sitúan las nueve trayectorias de bala, construidas por sendas líneas seriadas de dibujo a lápiz, cada una de ellas con el texto: «Proyección horizontal de trayectoria de la bala...», y el correspondiente número que sirve para contabilizar los disparos. La frase mantiene la frialdad descriptiva del signo, del mismo modo que los textos de las paredes proporcionan información sobre las troneras, las armas y los soldados que acribillaron las chozas de los campesinos en el centro del terreno ocupado.
Como ha recordado Camnitzer, en 1969 Masacre de Puerto Montt fue incomprendida, pues la «derecha descartó la obra por tendenciosa, y la izquierda por la ausencia de manchas de sangre, detalle necesario para calificarla de arte político». El rigor conceptual de la instalación, realizada en los años en los que una generación de artistas latinoamericanos se autoimponían la necesidad de hacer un arte que influyera en la realidad política, y en un momento en el que el interés por la semiótica y el estructuralismo lingüístico imperaba en su conceptualismo, ha sido determinante para que el Museo Reina Sofía plantease la recuperación de la obra para la Colección.