En 2008 los hijos del fotógrafo decidieron entregar sus fotografías ocultas (¡más de 200!) a los archivos de RIA Nóvosti (ahora la agencia de información Rossía Segognia). A principios de julio, el museo Manège de Moscú inauguró una enorme exposición retrospectiva (del 3 julio al 15 de agosto) de este legendario fotógrafo soviético, titulada “Anatoli Garanin. Unión Soviética”, donde se muestran más de 200 imágenes únicas del archivo del fotógrafo nunca antes publicadas ni expuestas.
Anatoli Garanin nació en 1912 en Moscú. A mediados de los años 30 sus publicaciones comenzaron a aparecer en muchos periódicos y revistas de la capital rusa y desde 1939 trabajó para el Periódico Ilustrado publicado por Pravda. En él publicó algunas historias fotográficas, como “Si mañana estallara la guerra”, que se hizo muy famosa.
Los reportajes fotográficos tenían una importancia especial en tiempos de guerra. A menudo, las fotografías se convertían en símbolos del valor y el coraje e inspiraban en la sociedad la esperanza de ganar la guerra. En aquella época se solía decir que un “disparo” certero de un fotógrafo para un periódico era casi igual de eficaz que el disparo real de un francotirador. // De la serie “Un día en la vida de una bailarina”. La bailarina soviética Olga Lepeshínskaya en un campo de tiro, Moscú, 1940
A pesar de estar en primera línea del frente, Garanin era más afortunado que los soldados: veía todo a través de su cámara y desde una posición ligeramente apartada del campo de batalla. // El actor Nikolái Cherkásov y el director Eisenstein rodando la película Aleksander Nevski, Moscú, 1938
Su fotografía titulada “Muerte de un soldado”, tomada en el frente de Crimea en 1942, se convirtió en una obra clásica de la fotografía de guerra. Garanin trabajó para TASS junto con Dmitri Baltermants, Leonid Velikzhanin y Gueorgui Zelma, entre otros. // Muerte de un soldado, 1942
En el periodo de posguerra él fue uno de los principales fotógrafos de la revista Unión Soviética en todo lo tocante a la vida en la URSS y a la política exterior del país. No había ningún tema que Gagarin no hubiera tocado. Su obra puede considerarse una especie de enciclopedia fotográfica de la vida y la gente soviética del siglo XX, desde principios de los años 30 hasta finales de los 80. // Turistas extranjeros en la Plaza Roja de Moscú el 9 de mayo de 1945
En los escenarios fotografiados por Garanin no había ninguna intervención. La auténtica habilidad consistía en predecir el comportamiento humano y saber cuándo pulsar el botón. “Él nunca alteraba nada”, escribía el conocido periodista soviético Alexéi Adzhubéi sobre su compañero. “No hacía lo que hacían algunos de nuestros colegas, que cambiaban de lugar los objetos, añadían gorros de moda y gafas de pasta por todo el país para dar una imagen más ‘civilizada’ a los personajes que fotografiaban…” // Ejercicios terapéuticos en el Instituto Central de Centros de Salud, Moscú, 1951
Era un hombre sofisticado, iba al teatro, adoraba el arte y coleccionaba viejos vinilos. Pero tenía también una relación laboral con el teatro. Fotografiaba puestas en escena con la única luz que había en el escenario: “Dame la luz de una simple cerilla y tomaré cualquier fotografía”. // La actriz estadounidense Franciska Gaal en una reunión con cineastas soviéticos, Moscú, 1945
Anatoli Garanin nació en 1912 en Moscú. A mediados de los años 30 sus publicaciones comenzaron a aparecer en muchos periódicos y revistas de la capital rusa y desde 1939 trabajó para el Periódico Ilustrado publicado por Pravda. En él publicó algunas historias fotográficas, como “Si mañana estallara la guerra”, que se hizo muy famosa.
Los reportajes fotográficos tenían una importancia especial en tiempos de guerra. A menudo, las fotografías se convertían en símbolos del valor y el coraje e inspiraban en la sociedad la esperanza de ganar la guerra. En aquella época se solía decir que un “disparo” certero de un fotógrafo para un periódico era casi igual de eficaz que el disparo real de un francotirador. // De la serie “Un día en la vida de una bailarina”. La bailarina soviética Olga Lepeshínskaya en un campo de tiro, Moscú, 1940
A pesar de estar en primera línea del frente, Garanin era más afortunado que los soldados: veía todo a través de su cámara y desde una posición ligeramente apartada del campo de batalla. // El actor Nikolái Cherkásov y el director Eisenstein rodando la película Aleksander Nevski, Moscú, 1938
Su fotografía titulada “Muerte de un soldado”, tomada en el frente de Crimea en 1942, se convirtió en una obra clásica de la fotografía de guerra. Garanin trabajó para TASS junto con Dmitri Baltermants, Leonid Velikzhanin y Gueorgui Zelma, entre otros. // Muerte de un soldado, 1942
En el periodo de posguerra él fue uno de los principales fotógrafos de la revista Unión Soviética en todo lo tocante a la vida en la URSS y a la política exterior del país. No había ningún tema que Gagarin no hubiera tocado. Su obra puede considerarse una especie de enciclopedia fotográfica de la vida y la gente soviética del siglo XX, desde principios de los años 30 hasta finales de los 80. // Turistas extranjeros en la Plaza Roja de Moscú el 9 de mayo de 1945
Anatoli siempre se tomaba mucho tiempo para terminar sus trabajos. Sin duda, se encargaba de muchos trabajos urgentes, pero para él el verdadero placer se encontraba en el proceso: el editor hace un encargo, Garanin se toma una semana para encontrar un escenario detallado para tomar las fotografías. El editor se desespera, pero, ¿qué se le va a hacer? El plan está aprobado y Anatoli se va con una cámara colgando del cuello y desaparece un mes entero. Finalmente, a su regreso, queda claro que el tiempo que ha tardado en la preparación ha valido la pena. // Una tetería en el Mercado Central Koljós de Moscú, 1954
En los escenarios fotografiados por Garanin no había ninguna intervención. La auténtica habilidad consistía en predecir el comportamiento humano y saber cuándo pulsar el botón. “Él nunca alteraba nada”, escribía el conocido periodista soviético Alexéi Adzhubéi sobre su compañero. “No hacía lo que hacían algunos de nuestros colegas, que cambiaban de lugar los objetos, añadían gorros de moda y gafas de pasta por todo el país para dar una imagen más ‘civilizada’ a los personajes que fotografiaban…” // Ejercicios terapéuticos en el Instituto Central de Centros de Salud, Moscú, 1951
Era un hombre sofisticado, iba al teatro, adoraba el arte y coleccionaba viejos vinilos. Pero tenía también una relación laboral con el teatro. Fotografiaba puestas en escena con la única luz que había en el escenario: “Dame la luz de una simple cerilla y tomaré cualquier fotografía”. // La actriz estadounidense Franciska Gaal en una reunión con cineastas soviéticos, Moscú, 1945