Título: MOMENTOS ESTELARES
Autorua: MORGNER,IRMTRAUD
Editorial: BARTLEBY
Traductor: Ibon Zubiaur
Año: Diciembre de 2013
ISBN: 978-84-92799-67-1
Precio con IVA: 15.00 €
Sinopsis: Irmtraud Morgner alternaba con desenfado lo real y lo fantástico, celebraba la emancipación sexual con tierna explicitud y denunciaba, sin desmayo, la amenaza nuclear y la estrechez de miras masculina. Publicada por vez primera en España, la presente edición de Momentos estelares reúne el grueso de los relatos que vieron la luz separadamente en vida de la autora. Estos cuentos contienen todo el humor soberano y la fantasía compensatoria que Morgner desplegó luego por las novelas que le darían la fama como escritora.
IRMTRAUD MORGNER (1933-1990) FUE MIEMBRO DEL SED Y GANADORA DEL PREMIO HEINRICH MANN DE LA RDA EN 1975
Momentos estelares y el feminismo de Morgner
Ibon Zubiaur traduce y prologa los cuentos de Morgner. En la contraportada de Momentos estelares (Barleby) se reproducen unas palabras del prólogo especialmente oportunas en estos tiempos: “Nos parece importante rescatar a esta autora original y refrescante, ahora que, tras el derrumbe de los experimentos socialistas, el tardocapitalismo consumista se revela en toda su miseria, mostrando su incapacidad para dar respuesta a nuestras necesidades y carencias”. En esta descripción del contexto la propuesta estética de Morgner adquiere todo su significado y toda su oportunidad. También en el proyecto de un feminismo cuyas consignas estaban vivas a un lado y al otro del telón, y aún hoy perviven como metas no alcanzadas.
La figura de la mujer omnipotente que trabaja dentro y fuera de la casa representa una constante en las narraciones de Morgner. Con esta figura la autora reflexiona sobre las trampas de la integración de la mujer en el mercado laboral: unas trampas que, en su opinión, son idénticas a un lado y al otro del muro de Berlín. Así lo expresa en relatos como El cable o en La estafadora profesional donde, adoptando la distancia humorística de Klüge, critica un discutible concepto de “igualdad”.
Sin embargo, el relato más interesante desde el punto de vista de la reivindicación de los derechos de la mujer es Buena nueva de Valeska en 73 estrofas. A través del mito feminista de la mujer que se convierte en hombre -¿Recuerdan Orlando (Alianza) de Virginia Woolf?-, Morgner pone de manifiesto la masculinidad del Dios cristiano. La conciencia del logocentrismo masculino justifica la fractura lírica del lenguaje por la que apuesta esta peculiarísima escritora.
La historia de Valeska invita a los lectores a reflexionar en torno a asuntos tan inquietantes como las leyes del aborto o del divorcio, y sobre cómo los Estados administran el cuerpo de las mujeres. El deseo de ser un hombre se hace realidad como en los relatos de los duendes que duermen dentro de una botella. Hay que tener mucho cuidado con lo que se desea por si acaso el deseo se cumple - ¿Se acuerdan de La pata de mono y otros cuentos macabros (Valdemar) de W.R Jacobs?-, aunque el deseo de Valeska se asienta en un mundo en el que los hombres quieren casarse con amas de casa.
Desde una posición marxista Morgner a través de los pensamientos de su personaje femenino “estaba hasta las narices de esa forma de igualdad que permitía a las mujeres trabajar como hombres y además como mujeres”. La metamorfosis le sirve a Valeska para constatar que las diferencias más graves entre los géneros son de índole cultural y no física: una tesis que, de algún modo, también inspira Café al revés donde propone un cambio de roles en el ejercicio de la seducción. El trueque resulta cómico y pone de manifiesto ciertas violencias asumidas en el cortejo.
Precisamente el sentido del humor, además del lirismo, es uno de los puntos fuertes de su prosa: cuando a Valeska le brota su pene, ella atribuye la germinación al mal humor de Rudolph, su marido. En definitiva, este relato habla de mujeres que como la monja alférez -¿Se acuerdan de La mujer travestida de Markus Orths (Salamandra)?- se disfrazan con un discurso masculino del que no se pueden desprender porque forma parte de su naturaleza íntima. Lo que me recuerda que nunca es tarde para recomendar la poesía de Adrienne Rich. Visor y Renacimiento han editado sus poemas. Como contrapunto a las imposturas, los disfraces y las metamorfosis, Morgner, a través del personaje de Shenia, invita a las mujeres a no avergonzarse de su propio cuerpo marcado, trabajado, avejentado, parido…
Hablando de parir, tal vez, el cuento más brillante en su concreción lingüística y en su originalidad sea Pascua blanca. Relata un parto: la exhaustividad telegráfica del detalle, de todo lo que va sucediendo, parece una estrategia para conjurar las punzadas de las contracciones. La mujer, una profesional egresada en mil cursos de preparación al parto, se avergüenza de su dolor. Morgner dibuja una secuencia donde la ciencia minusvalora el dolor de las mujeres buscando eufemismos -dolores de “astringencia” en lugar de dolores de parto- y otras excusas para camuflar el desgarramiento: “Si gritas, no trabajas”. Frente a la tecnología de los paritorios, este cuento nos plantea la dificultad del significado de ser madre.
Lo autobiográfico y lo imaginativo
La distancia entre la realidad del socialismo y el deseo socialista de Morgner se hace patente en el contraste entre sus relatos autobiográficos y sus relatos imaginativos en los que practica un modo de fantasía equiparado con el realismo mágico de García Márquez. Es la fantasía compensatoria de la que habla Zubiaur en su prólogo. Morgner denuncia con la oscuridad de su lenguaje: en Leyenda del saltimbanqui, a través del cruce de la teoría de los juegos, Carroll y el absurdo, subraya la necesidad de sentir el lenguaje como artefacto para no caer en la falsedad o trampa sentimental de una literatura empática. Sin embargo, confieso que en este cuento lo bufonesco, lo artificioso y lo distante, para mí, son demasiado bufonescos, artificiosos y distantes. Pero eso es posiblemente un problema mío que como lectora tampoco me siento muy cómoda con propuestas como la de Gombrowicz en Ferdydurke (Seix Barral).
Por su parte, los cuentos autobiográficos son muy originales. En Tiempo de juego se lleva a cabo una evocación de la etapa escolar a través del filtro de la fantasía compensatoria. En Momentos estelares el elemento autobiográfico se evidencia en esa casa sin diccionarios –y casi sin lenguaje- en la que se crio la escritora. Destacan las hermosas consignas –de Marx o de Brecht- que van olvidándose en un país donde sus habitantes no dejan nunca de mirar el firmamento. Aunque alguien parece haberle puesto una tapa para oscurecer las estrellas.
Marta Sanz (Fuente: El Confidencial)
Autorua: MORGNER,IRMTRAUD
Editorial: BARTLEBY
Traductor: Ibon Zubiaur
Año: Diciembre de 2013
ISBN: 978-84-92799-67-1
Precio con IVA: 15.00 €
Sinopsis: Irmtraud Morgner alternaba con desenfado lo real y lo fantástico, celebraba la emancipación sexual con tierna explicitud y denunciaba, sin desmayo, la amenaza nuclear y la estrechez de miras masculina. Publicada por vez primera en España, la presente edición de Momentos estelares reúne el grueso de los relatos que vieron la luz separadamente en vida de la autora. Estos cuentos contienen todo el humor soberano y la fantasía compensatoria que Morgner desplegó luego por las novelas que le darían la fama como escritora.
IRMTRAUD MORGNER (1933-1990) FUE MIEMBRO DEL SED Y GANADORA DEL PREMIO HEINRICH MANN DE LA RDA EN 1975
Momentos estelares y el feminismo de Morgner
Ibon Zubiaur traduce y prologa los cuentos de Morgner. En la contraportada de Momentos estelares (Barleby) se reproducen unas palabras del prólogo especialmente oportunas en estos tiempos: “Nos parece importante rescatar a esta autora original y refrescante, ahora que, tras el derrumbe de los experimentos socialistas, el tardocapitalismo consumista se revela en toda su miseria, mostrando su incapacidad para dar respuesta a nuestras necesidades y carencias”. En esta descripción del contexto la propuesta estética de Morgner adquiere todo su significado y toda su oportunidad. También en el proyecto de un feminismo cuyas consignas estaban vivas a un lado y al otro del telón, y aún hoy perviven como metas no alcanzadas.
La figura de la mujer omnipotente que trabaja dentro y fuera de la casa representa una constante en las narraciones de Morgner. Con esta figura la autora reflexiona sobre las trampas de la integración de la mujer en el mercado laboral: unas trampas que, en su opinión, son idénticas a un lado y al otro del muro de Berlín. Así lo expresa en relatos como El cable o en La estafadora profesional donde, adoptando la distancia humorística de Klüge, critica un discutible concepto de “igualdad”.
Sin embargo, el relato más interesante desde el punto de vista de la reivindicación de los derechos de la mujer es Buena nueva de Valeska en 73 estrofas. A través del mito feminista de la mujer que se convierte en hombre -¿Recuerdan Orlando (Alianza) de Virginia Woolf?-, Morgner pone de manifiesto la masculinidad del Dios cristiano. La conciencia del logocentrismo masculino justifica la fractura lírica del lenguaje por la que apuesta esta peculiarísima escritora.
La historia de Valeska invita a los lectores a reflexionar en torno a asuntos tan inquietantes como las leyes del aborto o del divorcio, y sobre cómo los Estados administran el cuerpo de las mujeres. El deseo de ser un hombre se hace realidad como en los relatos de los duendes que duermen dentro de una botella. Hay que tener mucho cuidado con lo que se desea por si acaso el deseo se cumple - ¿Se acuerdan de La pata de mono y otros cuentos macabros (Valdemar) de W.R Jacobs?-, aunque el deseo de Valeska se asienta en un mundo en el que los hombres quieren casarse con amas de casa.
Desde una posición marxista Morgner a través de los pensamientos de su personaje femenino “estaba hasta las narices de esa forma de igualdad que permitía a las mujeres trabajar como hombres y además como mujeres”. La metamorfosis le sirve a Valeska para constatar que las diferencias más graves entre los géneros son de índole cultural y no física: una tesis que, de algún modo, también inspira Café al revés donde propone un cambio de roles en el ejercicio de la seducción. El trueque resulta cómico y pone de manifiesto ciertas violencias asumidas en el cortejo.
Precisamente el sentido del humor, además del lirismo, es uno de los puntos fuertes de su prosa: cuando a Valeska le brota su pene, ella atribuye la germinación al mal humor de Rudolph, su marido. En definitiva, este relato habla de mujeres que como la monja alférez -¿Se acuerdan de La mujer travestida de Markus Orths (Salamandra)?- se disfrazan con un discurso masculino del que no se pueden desprender porque forma parte de su naturaleza íntima. Lo que me recuerda que nunca es tarde para recomendar la poesía de Adrienne Rich. Visor y Renacimiento han editado sus poemas. Como contrapunto a las imposturas, los disfraces y las metamorfosis, Morgner, a través del personaje de Shenia, invita a las mujeres a no avergonzarse de su propio cuerpo marcado, trabajado, avejentado, parido…
Hablando de parir, tal vez, el cuento más brillante en su concreción lingüística y en su originalidad sea Pascua blanca. Relata un parto: la exhaustividad telegráfica del detalle, de todo lo que va sucediendo, parece una estrategia para conjurar las punzadas de las contracciones. La mujer, una profesional egresada en mil cursos de preparación al parto, se avergüenza de su dolor. Morgner dibuja una secuencia donde la ciencia minusvalora el dolor de las mujeres buscando eufemismos -dolores de “astringencia” en lugar de dolores de parto- y otras excusas para camuflar el desgarramiento: “Si gritas, no trabajas”. Frente a la tecnología de los paritorios, este cuento nos plantea la dificultad del significado de ser madre.
Lo autobiográfico y lo imaginativo
La distancia entre la realidad del socialismo y el deseo socialista de Morgner se hace patente en el contraste entre sus relatos autobiográficos y sus relatos imaginativos en los que practica un modo de fantasía equiparado con el realismo mágico de García Márquez. Es la fantasía compensatoria de la que habla Zubiaur en su prólogo. Morgner denuncia con la oscuridad de su lenguaje: en Leyenda del saltimbanqui, a través del cruce de la teoría de los juegos, Carroll y el absurdo, subraya la necesidad de sentir el lenguaje como artefacto para no caer en la falsedad o trampa sentimental de una literatura empática. Sin embargo, confieso que en este cuento lo bufonesco, lo artificioso y lo distante, para mí, son demasiado bufonescos, artificiosos y distantes. Pero eso es posiblemente un problema mío que como lectora tampoco me siento muy cómoda con propuestas como la de Gombrowicz en Ferdydurke (Seix Barral).
Por su parte, los cuentos autobiográficos son muy originales. En Tiempo de juego se lleva a cabo una evocación de la etapa escolar a través del filtro de la fantasía compensatoria. En Momentos estelares el elemento autobiográfico se evidencia en esa casa sin diccionarios –y casi sin lenguaje- en la que se crio la escritora. Destacan las hermosas consignas –de Marx o de Brecht- que van olvidándose en un país donde sus habitantes no dejan nunca de mirar el firmamento. Aunque alguien parece haberle puesto una tapa para oscurecer las estrellas.
Marta Sanz (Fuente: El Confidencial)