ARTÍCULO DE SALVADOR LÓPEZ ARNAL PARA REBELIÓN
Antoni Domènech, el autor de uno de los libros esenciales de la reciente filosofía política, El eclipse de la fraternidad, el editor general de sin permiso, tiene la excelente costumbre de regalar a sus amigos un detalle de fin de año. Suelen ser traducciones muy trabajadas de textos, poemas o aforismos de alguna de las tradiciones emancipatorias.
Le pedí permiso en su día para el uso público de dos de esos textos [1], que sé que agradaron y emocionaron a uno de sus grandes amigos, a Paco Fernández Buey. Doy ahora cuenta de ellos. Ambos recogen, en mi opinión, nudos esenciales de nuestra situación. Por una parte, la importancia de la tenacidad, de la resistencia, del sacar fuerzas de flaqueza, del no desfallecer, y, por otra, el internacionalismo, la solidaridad de los pueblos, la lejanía de cualquier posición excluyente que separe o divida a las clases desfavorecidas del género humano que sigue siendo la Internacional.
El primer texto es una magnífica, una maravillosa versión –que en absoluto desmerece otras grandes traducciones castellanas- de la “Loa a la dialéctica” de Bertolt Brecht. Este gran poema brechtiano que desconozco si ha llegado a ser musicado por algún cantautor -tal vez lo hiciera en su día Adolfo Celdrán- fue uno de los textos que más formaron y ayudaron culturalmente a una generación [2] que se mantuvo en pie de lucha y resistencia contra la dictadura fascista del general africanista al igual que contra los intentos posteriores de prolongación de sus vértices básicos.
Con paso seguro marcha hoy la injusticia.
Los opresores se disponen para otros diez mil años.
El poder asegura: lo que es, persistirá como es.
Voz, ninguna llega, sino las de los dominadores
Y en los mercados, dice bien alto la explotación: Ahora
Llegó por fin mi hora.
Pero entre los oprimidos muchos dicen ahora:
Lo que queremos, no ha de venir jamás.
Quien aún siga vivo: ¡que no diga jamás!
Lo seguro, no es seguro.
Lo que es, no persistirá como es.
Cuando los dominadores hayan hablado
Hablarán los dominados.
¿Quién osa decir jamás?
¿De quién depende que persista la opresión? De nosotros.
¿De quién depende su quiebra? De nosotros, también.
Quien haya sido derrotado, ¡que se levante!
Quien esté perdido, ¡que luche!
¿Quién detendrá al consciente de su situación?
Porque los vencidos de hoy son los vencedores de mañana
Y del jamás, saldrá el todavía.
¡Que nadie diga jamás! ¡Los dominados ya estamos hablando! ¡Porque los vencidos de hoy son los vencedores de mañana y del jamás saldrá el todavía! Dialéctica de la esperanza. En el mejor de los sentidos de ambas nociones.
El segundo poema, la segunda traducción de Toni Domènech – que ya apareció en un artículo de la revista sin permiso: Wolfgang Harich, “Para conmemorar el 50 aniversario de la muerte de Bertolt Brecht: Brecht y el himno nacional” [3]- tiene su historia, su significativa historia.
Es la letra que el gran poeta alemán compuso para acompañar el “Cuarteto del Kaiser” de Haydn como himno de la República Democrática Alemana, sin conseguir la aprobación de los dirigentes de la nueva república socialista. Fueron también entonces malos tiempos para una excelente y esencial lírica socialista.
El donaire no ahorra el esfuerzo
Ni la pasión, el entendimiento
Que florezca una buena Alemania
Como cualquier otro buen país
Que los pueblos no palidezcan
Como ante una ladrona
Sino que nos tiendan sus manos
Lo mismo que a otros pueblos
Y no por encima y no por debajo
De otros pueblos queremos estar
Desde el mar hasta los Alpes
Desde el Oder hasta el Rin
Y porque hacemos mejor a este país
Lo amamos y lo protegemos
Y nos parece el más amable
Como a otros pueblos el suyo.
¡Feliz fin de año, compañeras y compañeros! ¡Continuemos dando batallas que en absoluto están perdidas!
PS. Sugerencia de tesis o proyecto de investigación. ¿Qué cosmovisión, qué posición política de los dirigentes de la entonces nueva república socialista puede explicar que la propuesta, que el texto de Brecht fuera desechado?
Notas:
[1] “Loa a la dialéctica” sirvió de cierre a la edición de Manuel Sacristán, Sobre dialéctica, El Viejo Topo, Barcelona, 2009. El segundo fue el epílogo de Salvador López Arnal, Entre tinieblas. György Lukács y Manuel Sacristán, La oveja roja, Madrid, 2011.
[2] En mi caso, por ejemplo, el poema –reproducido en una simple cartulina blanca- estaba ubicado (y desacado) a la entrada del piso que compartí con la compañera Maria Rosa Palà i Porta a mediados de los años setenta.
[3] sin permiso, nº 8, 2010, p. 37.
Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría