Título: ATA SOVA DO (Eat Sleep Die) (COME DUERME MUERE)
Directora: Gabriela Pichler
Guionista: Gabriela Pichler
Fotografía: Johan Lundborg
Editores: Gabriela Pichler y Johan Lundborg
Música: Andreas Svensson y Jonas Isaksson
Reparto: Nermina Lukac, Milan Dragisic, Jonathan Lampinen, Peter Fält, Ruzica Pichler
País: Suecia
Año: 2012.
Duración: 104 minutos.
Sinopsis
Rasa, joven deslenguada y corpulenta, destila energía por los cuatro costados. Es regordeta y más bien masculina.
Siempre alegre, perfectamente integrada en su comunidad a pesar de ser musulmana e inmigrante de los Balcanes, trabaja en una pequeña fábrica y por la noche cuida de su padre, cuya precaria salud le crea dificultades con el trabajo.
Capaz de empaquetar más lechugas que nadie en tiempo récord, aporta a su hogar, su sueldo y su desvergonzada alegría.
Cuando los recortes por la crisis la dejan en el paro y su padre debe partir a Noruega para trabajar, Rasa no se amilana.
Lo suyo es la acción y el movimiento constante. Con resistencia y empuje aplasta los obstáculos antes de que los obstáculos la aplasten a ella.
En la fiesta de su despedida, luego de superar su depresión, aparece una sonrisa matizada de ironía.
Al final, no podrán con ella. Nunca digas muere.
Opinión de la directora | Gabriela Pichler
Hice la película para reflejar una situación muy común de Suecia en el año 2012. Así es la realidad actual del país, ahora mismo. Me hace muy feliz que las voces de los personajes de la película resuenen en el Parlamento y muestren que el paro es algo más que números y estadísticas.
Quería hacer una película acerca de la gente que siempre amé, pero algunas veces me sentía avergonzada de pertenecer a ellos.
Suecia tiene una difícil relación con su propia imagen que debe coincidir con su status de país de inmigración y asilo.
Deseo ser parte del proceso de redefinición de la identidad nacional sueca. Alguien como Rasa, intensa, trabajadora, musulmana, y a quien no le importa nada lo que los demás piensen de ella, es un obvio desafío a la forma en como los suecos se vieron siempre a si mismos.
La historia de Rasa tiene mucho que ver con su propia identidad y la manera en cómo la gente la ve, pero también juega en contra del cúmulo de experiencia que tienen muchos jóvenes en la actual crisis económica europea con alto desempleo y cada vez mayor contradicción con la sociedad.
Pero además de eso quería desarrollar algo más personal, una historia de padre e hija como yo nunca vi en la pantalla cuando era joven.
Una apuesta humanista por una épica diferente
Reseña: José Galvez
Hollywood fue calificada como la fábrica de sueños, mundos imaginarios que permitían no sólo evadirse de la dura realidad sino que modificaban la visión de ésta para el gran público. Cecilia (Mía Farrow) la protagonista de La rosa púrpura del Cairo de Woody Allen ejemplifica esa dependencia de una irrealidad alternativa en la ficción. Gabriela Pilcher invierte el camino en Come duerme muere y dirige la cámara sobre la realidad menos glamourosa, y lo hace con el mismo nervio, proximidad y naturalismo que el mismo Allen en alguna de sus propuestas más naturalistas. No disfraza sus personajes con ensoñaciones, nos los muestra tal como son: perdedores, no porque hayan sido derrotados, que también en muchos casos, sino porque son personas que en la carrera de la vida han salido de partida en posición muy retrasada. Son personajes que por el lugar que ocupan en la balanza de la desigualdad son ignorados por la cultura de masas. Su espacio vital es el de la lucha, sin grandes gestas pero continua, por sobrevivir. Son los currantes que ocupan los lugares más bajos del escalafón laboral. Rasa la protagonista (Nermina Lukac) y su padre, son emigrantes montenegrinos en Suecia, los penúltimos que temen, y por ello atacan, a los últimos en llegar. Él se ha destrozado la salud en plataformas petrolíferas y ella será víctima de una reducción de personal en la empresa de manipulación de productos agrícolas en la que trabaja y bien. Sus amigos, sus compañeros de trabajo y de búsqueda de trabajo, todo su entorno en general tampoco saldrá nunca en las listas de milmillonarios, pero son los suyos, los que comparten sus esperanzas y miedos los que establecen redes de afecto para protegerse.
El gran mérito de Gabriela Pilcher es que sabe hacernos partícipes de las vidas de esos personajes, nos impregna de su cotidianía, nos sumerge en ella. Con naturalidad, con atención a los pequeños detalles, se define su personalidad y sus circunstancias. La austeridad estilística elimina filtros que pudieran distorsionar la recreación de la realidad. Mientras que la agilidad narrativa viene dada por el encadenamiento de secuencias rápidas, con las únicas excepciones de momentos clave como cuando Rasa espera, teme, que le comuniquen su despido.
En este contexto la actuación de Nermina Lukac, en el personaje de Rasa, es clave para dar credibilidad y para transmitir la fuerza de su fragilidad, sus contradicciones, sus necesidades, su voluntad de lucha, su vitalidad, sus limitaciones y su riqueza humana.
Come duerme y muere es una apuesta humanista por una épica diferente: la que planta cara a la derrota y enarbola la solidaridad como una hermosa bandera a pesar de sus jirones.
Fuente: Fundación 1º Mayo
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Directora: Gabriela Pichler
Guionista: Gabriela Pichler
Fotografía: Johan Lundborg
Editores: Gabriela Pichler y Johan Lundborg
Música: Andreas Svensson y Jonas Isaksson
Reparto: Nermina Lukac, Milan Dragisic, Jonathan Lampinen, Peter Fält, Ruzica Pichler
País: Suecia
Año: 2012.
Duración: 104 minutos.
Sinopsis
Rasa, joven deslenguada y corpulenta, destila energía por los cuatro costados. Es regordeta y más bien masculina.
Siempre alegre, perfectamente integrada en su comunidad a pesar de ser musulmana e inmigrante de los Balcanes, trabaja en una pequeña fábrica y por la noche cuida de su padre, cuya precaria salud le crea dificultades con el trabajo.
Capaz de empaquetar más lechugas que nadie en tiempo récord, aporta a su hogar, su sueldo y su desvergonzada alegría.
Cuando los recortes por la crisis la dejan en el paro y su padre debe partir a Noruega para trabajar, Rasa no se amilana.
Lo suyo es la acción y el movimiento constante. Con resistencia y empuje aplasta los obstáculos antes de que los obstáculos la aplasten a ella.
En la fiesta de su despedida, luego de superar su depresión, aparece una sonrisa matizada de ironía.
Al final, no podrán con ella. Nunca digas muere.
Opinión de la directora | Gabriela Pichler
Hice la película para reflejar una situación muy común de Suecia en el año 2012. Así es la realidad actual del país, ahora mismo. Me hace muy feliz que las voces de los personajes de la película resuenen en el Parlamento y muestren que el paro es algo más que números y estadísticas.
Quería hacer una película acerca de la gente que siempre amé, pero algunas veces me sentía avergonzada de pertenecer a ellos.
Suecia tiene una difícil relación con su propia imagen que debe coincidir con su status de país de inmigración y asilo.
Deseo ser parte del proceso de redefinición de la identidad nacional sueca. Alguien como Rasa, intensa, trabajadora, musulmana, y a quien no le importa nada lo que los demás piensen de ella, es un obvio desafío a la forma en como los suecos se vieron siempre a si mismos.
La historia de Rasa tiene mucho que ver con su propia identidad y la manera en cómo la gente la ve, pero también juega en contra del cúmulo de experiencia que tienen muchos jóvenes en la actual crisis económica europea con alto desempleo y cada vez mayor contradicción con la sociedad.
Pero además de eso quería desarrollar algo más personal, una historia de padre e hija como yo nunca vi en la pantalla cuando era joven.
Una apuesta humanista por una épica diferente
Reseña: José Galvez
Hollywood fue calificada como la fábrica de sueños, mundos imaginarios que permitían no sólo evadirse de la dura realidad sino que modificaban la visión de ésta para el gran público. Cecilia (Mía Farrow) la protagonista de La rosa púrpura del Cairo de Woody Allen ejemplifica esa dependencia de una irrealidad alternativa en la ficción. Gabriela Pilcher invierte el camino en Come duerme muere y dirige la cámara sobre la realidad menos glamourosa, y lo hace con el mismo nervio, proximidad y naturalismo que el mismo Allen en alguna de sus propuestas más naturalistas. No disfraza sus personajes con ensoñaciones, nos los muestra tal como son: perdedores, no porque hayan sido derrotados, que también en muchos casos, sino porque son personas que en la carrera de la vida han salido de partida en posición muy retrasada. Son personajes que por el lugar que ocupan en la balanza de la desigualdad son ignorados por la cultura de masas. Su espacio vital es el de la lucha, sin grandes gestas pero continua, por sobrevivir. Son los currantes que ocupan los lugares más bajos del escalafón laboral. Rasa la protagonista (Nermina Lukac) y su padre, son emigrantes montenegrinos en Suecia, los penúltimos que temen, y por ello atacan, a los últimos en llegar. Él se ha destrozado la salud en plataformas petrolíferas y ella será víctima de una reducción de personal en la empresa de manipulación de productos agrícolas en la que trabaja y bien. Sus amigos, sus compañeros de trabajo y de búsqueda de trabajo, todo su entorno en general tampoco saldrá nunca en las listas de milmillonarios, pero son los suyos, los que comparten sus esperanzas y miedos los que establecen redes de afecto para protegerse.
El gran mérito de Gabriela Pilcher es que sabe hacernos partícipes de las vidas de esos personajes, nos impregna de su cotidianía, nos sumerge en ella. Con naturalidad, con atención a los pequeños detalles, se define su personalidad y sus circunstancias. La austeridad estilística elimina filtros que pudieran distorsionar la recreación de la realidad. Mientras que la agilidad narrativa viene dada por el encadenamiento de secuencias rápidas, con las únicas excepciones de momentos clave como cuando Rasa espera, teme, que le comuniquen su despido.
En este contexto la actuación de Nermina Lukac, en el personaje de Rasa, es clave para dar credibilidad y para transmitir la fuerza de su fragilidad, sus contradicciones, sus necesidades, su voluntad de lucha, su vitalidad, sus limitaciones y su riqueza humana.
Come duerme y muere es una apuesta humanista por una épica diferente: la que planta cara a la derrota y enarbola la solidaridad como una hermosa bandera a pesar de sus jirones.
Fuente: Fundación 1º Mayo
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