Francisco José Martínez. Catedrático de Filosofia de la UNED y Coordinador de la Sección de Pensamiento de la Fundación de Investigaciones Marxistas 02/02/2014
La figura de Carlos París ha destacado en numerosos ámbitos: filósofo original y profundo, maestro de muchas generaciones, ciudadano comprometido, participativo y solidario, universitario ejemplar, comunista consecuente… París fue uno de los primeros que en la todavía dura España de los cincuenta organizó un seminario público sobre la obra de Marx. De igual manera, desde el principio articuló en su pensamiento un marxismo de corte ético y humanista con una preocupación por la ciencia y la técnica, no sólo en sus aspectos epistemológicos sino también en su impacto vital y social. Nuestro autor integró la reflexión sobra la ciencia y la tecnología en una reflexión más general que articulaba una filosofía de la naturaleza con una antropología filosófica centrada en el análisis de la idea de cultura. Una cultura entendida como “la totalidad compleja que comprende desde las prácticas y materiales tecnoeconómicos hasta las representaciones del mundo, los códigos morales y las realizaciones expresivas, pasando por los procesos de comunicación, las formas de organización y las pautas reproductoras, en un tejido de relaciones internas”. De igual manera, fue unos de los primeros pensadores españoles que reflexionó sobre la importancia de los nacientes movimientos sociales, especialmente el feminismo, el pacifismo y el ecologismo, movimientos a los que también contribuyó como participante activo.
Filósofo vital, su afabilidad, su carácter abierto y su profundo sentido de la amistad hacía de él un intelectual asequible que nunca regateó su esfuerzo para apoyar todas las iniciativas públicas que promovieran la lucha contra la explotación del hombre y la lucha por la igualdad y la dignidad de los individuos. De origen falangista y cristiano en su juventud, colaboró con el Padre Llanos y fue a la mina durante un tiempo para compartir el trabajo y la vida de los mineros. Durante sus últimos años este compromiso activo se concretó en su actuación como Presidente del Ateneo de Madrid que ha sabido gobernar de forma democrática y eficaz en estos tiempos de penurias económicas y de crisis política. Su dirección de la veterana institución político-cultural madrileña se basaba en la convicción de que la lucha por el saber tenía que ir acompañada de la lucha por la justicia y la igualdad, cosa que a veces olvidan nuestros intelectuales burocratizados y tecnocráticos.
Como profesor universitario fue catedrático muy joven y desarrolló su actividad docente e investigadora en las Universidades de Santiago, Valencia y en la Autónoma de Madrid, en cuya fundación participó, siendo Director del Departamento de Filosofia en sus orígenes. Departamento en el que recogió lo mejor de todas las tendencias vivas de la joven filosofía española de la época: marxismo, filosofía analítica y de la ciencia, lógica, antropología, estética, etc. La labor de este Departamento mítico fue seminal en el despegue de la filosofia española de la escolástica hasta entonces dominante en dicha filosofía. Como profesor y maestro Carlos París renuncio a hacer escuela, si se entiende por eso una estructura jerárquica piramidal en la que un cacique, proveedor de dádivas y prebendas, se ve rodeado de una corte de aduladores clónicos. Fue un maestro respetuoso con sus alumnos a los que no explotaba ni exigía obediencia incondicional. Su generosidad en este ámbito ha sido proverbial, al dar juego a todo el que pudo sin exigir nada a cambio.
En la política París colaboró activamente con el Partido Comunista de cuyo Comité Central formó parte y en cuyas listas se presentó en varias ocasiones. Como político activo Carlos París puso su actividad y su esfuerzo al servicio del Partido y nunca se aprovechó de esta contribución. Su figura nos recuerda los momentos estelares de un Partido que llegó a contar en sus filas y en su dirección con lo más granado de la intelectualidad y de las fuerzas vivas del país, recuerdo tanto más entristecedor en un momento en el que las direcciones de los partidos políticos, incluido el nuestro, se muestran copadas por políticos profesionales, miembros del aparato y sin casi representantes de la sociedad civil.
Carlos se esforzó en los últimos tiempos en la construcción de una ética radical capaz de enfrentarse a los abismos de nuestra civilización actual. Una ética situada en un contexto cultural e histórico determinado y no intemporal, contexto entendido no como el resultado de un determinismo ciego sino como el producto de una serie de elecciones humanas basadas en valores. Esta ética articula los aspectos individuales y colectivos en una ética de la responsabilidad ecológica y social, atenta a las necesidades de nuestra compleja civilización tecnológica y globalizada, cada vez más desigual y depredadora del medio ambiente.
En una de sus últimas columnas dedicada a ‘Los nuevos indignados’ Carlos París fustigaba nuestra sociedad dominada por la mentira, la desigualdad y la injusticia y alentaba el surgimiento de esa protesta ciudadana plural y transversal que se rebelaba contra el mercantilismo que asfixia la vida y las esperanzas de la gran mayoría de la población, protesta que tendría que articularse en un movimiento de resistencia organizado a nivel europeo capaz de estructurar a las capas populares en su conjunto.
El mejor homenaje que podríamos hacer a la memoria de Carlos París seria contribuir todos en la medida de nuestras fuerzas a la articulación de este amplio frente popular unitario en el que se superen las reticencias y falta de generosidad de los partidos dominantes y el sectarismo y el antiinstitucionalismo de los movimientos sociales y ciudadanos de base. Solo la consolidación de este proyecto, tan necesario como difícil, podrá alumbrar una chispa de esperanza en el cielo oscuro y tenebroso de nuestro momento actual.