El pasado 4 de mayo se cumplieron 44 años de la muerte del mariscal Tito y por ese motivo rescatamos la entrevista que le realizó la revista argentina Siete Días en diciembre de 1968, meses después de la invasión soviética de Checoslovaquia.
YUGOSLAVIA: TITO, O COMO SOBREVIVIR A LOS RUSOS
Josip Broz, Tito, y su mujer Jovanka en la residencia que habitan en las afueras de Belgrado, capital de Yugoslavia. El mariscal soportó la primer amenaza rusa en 1948, cuando Stalin censuró su original socialismo. ¿Romperá con la URSS? Dentro del bloque comunista, el presidente de Yugoslavia es un rebelde ideológico. Luego de criticar la invasión rusa a Checoslovaquia, el ex guerrillero debería enfrentar una posible intervención a su país. «El camarada Tito se puso su uniforme de guerrillero», es el comentario que hoy recorre las calles de Belgrado, capital de Yugoslavia; una frase simbólica, pues Josip Broz, alias Tito, mariscal y presidente, sigue usando ropa civil y sólo para grandes ocasiones se engalana con rimbombantes prendas guerreras. Lo que esa frase señala es que, como ocurrió en 1943 frente a la invasión nazi, la nación entera está dispuesta a luchar junto a Tito por su independencia. El posible invasor ya no es fascista, ni siquiera capitalista: es el «hermano grande» socialista, nada menos que la Unión Soviética. Con la invasión de la URSS y de sus aliados del Pacto de Varsovia a Checoslovaquia, la etapa de distensión con Yugoslavia, inaugurada por Nikita Kruschev en 1955, ha concluido bruscamente: Tito, el gran herético, es otra vez amenazado por Moscú.
La primera amenaza partió de José Stalin, en 1948. Tito, quien con sus campesinos armados había tenido en jaque durante cuatro años a sesenta divisiones alemanas, no sólo era el presidente y el héroe nacional de Yugoslavia, sino el inventor de un socialismo original que pretendía salvaguardar su independencia frente a Moscú.
En 1939, el embajador ruso Alejandro Maiski decía en Londres a lord Halifax, con respecto a Europa oriental y central: «La URSS también tiene su doctrina Monroe». Ahora Moscú parece dispuesta a defender esa doctrina y a hacer respetar, si es preciso con sangre, la bipartición del mundo que surgió de Yalta. La invasión de Checoslovaquia es la primera etapa de esta reactualización de la doctrina Monroe, versión soviética. Los jerarcas soviéticos parecen recordar al amigo de Stalin, el viejo Molotov, quien en 1955 decía a Nikita Kruschev: «Si toleramos el cisma de Yugoslavia, su ejemplo será un reguero de pólvora que pondrá en peligro nuestro bloque europeo». Kruschev no le hizo caso; se sentía fuerte como para ser tolerante con el hereje yugoslavo.
La troika que actualmente dirige la URSS ya no se siente fuerte, ni fuera de sus fronteras, donde pululan los desafíos, ni dentro de su propio territorio, que ya no es más ese gigantesco monolito sobre el que se asentaba Stalin. Por eso su prensa se desencadena en un ataque sin precedentes contra el camarada Tito y todo el sistema socialista yugoslavo. La pequeña nación responde: las milicias obreras se entrenan todos los días, organizaciones de guerrillas están preparadas en cada rincón del territorio, y periodistas extranjeros, como Serge Mallet, de Le Nouvel Observateur, pueden ver grupos de campesinos limpiando sus ametralladoras y sus fusiles de 1944.
Así se dan los vuelcos más extraordinarios: Albania, que hasta hace poquísimas semanas imitaba a China en sus constantes denuestos contra el gran revisionista Tito, ahora publica los discursos con que éste hace saber a la URSS su voluntad de no aceptar ninguna intromisión, y suspende toda crítica contra el ex réprobo. Ocurre que Yugoslavia es el paragolpes geográfico que se interpones entre la URSS y la pequeña Albania. Igualmente. China depara enormes sorpresas: no sólo defiende a Checoslovaquia, cuya liberalización choca con la esencia misma del maoísmo, sino que acumula tropas en la frontera con la URSS, «en previsión de que la camarilla revisionista de Moscú ataque a Rumania». La mayor sorpresa la depara la NATO (según irreverentes observadores del periódico italiano L’Expresso, los Estados Unidos…), que anuncia amenazadoramente a la URSS que «su esfera de interés en Europa se extiende a Austria, Yugoslavia y Albania». Que los Estados Unidos «defiendan al pequeño satélite de China es el mundo al revés», dice L’Expresso.
Mientras se tejen y destejen premiosas conjeturas, Yugoslavia confía en su mariscal de 77 años, quien reta de igual a igual a la URSS, mientras mantiene cordialidad, pero también distancia, con los EE.UU., al que no deja de acusar cuando lo juzga necesario. La advertencia de la NATO y una previa intervención de los EE.UU. a favor de Rumania pueden moderar los ardores de Moscú, empeñada, según la revista británica The Economist, en «crear un Commonwealth soviético en base a la teoría de la soberanía limitada de las otras naciones-socias». Entre tanto, Tito (quien recibió hace una semana a Raymond Tournoux, del semanario francés Paris Match, en una entrevista que Siete Días reproduce con carácter de exclusividad) da pruebas de su perdurable habilidad política. Si Moscú no invade a Yugoslavia, la cohesión nacional habrá ganado un valioso impulso que permitirá sobrellevar dificultades económicas; si la invasión se produce, Tito vestirá nuevamente su viejo uniforme de guerrillero y trepará otra vez a la montaña para defender la soberanía de Yugoslavia.
El drama de Checoslovaquia fue un impacto en el corazón de
Yugoslavia. Ustedes permanecen alertas y con las armas al alcance de las
manos. Sin embargo, ya no parecen temer más que la URSS los invada.
No, no tememos una invasión de la URSS y no la temimos jamás, aún
durante la crisis de Checoslovaquia. Pero, forzosamente, tomamos todas
las medidas de precaución. Nuestra confianza fue mellada por los
sucesos.
La crisis de Checoslovaquia es la que ustedes vivieron hace 20 años. Sin embargo, la URSS no invadió entonces a Yugoslavia.
No, a pesar de que en 1948 Yugoslavia estaba completamente aislada. Todo
el movimiento comunista internacional nos agredía. En 1968, la posición
de Checoslovaquia era muy diferente: gozaba de simpatía en casi todo el
mundo, y los partidos comunistas occidentales la apoyaban. Nosotros
estábamos “excomulgados”y en nuestras
fronteras oíamos resonar la amenaza de las armas. Pero estábamos
decididos a luchar y preparamos todo para defender nuestra independencia
y nuestra vía propia hacia el socialismo. Stalin se dio cuenta a tiempo
de las consecuencias de un acto irreflexivo de agresión: cuando un
pueblo está decidido a pelear, es muy difícil vencerlo. Stalin era un
hombre inteligente y yo siempre lo consideré como un realista. Ahora
bien: en calidad de hombre de Estado se mostraba muy brutal frente a las
aspiraciones del pueblo. El stalinismo hizo mucho daño.
En Occidente hay importantes personalidades que lamentan que
Checoslovaquia no hay luchado contra los invasores. ¿Qué piensa usted?
No hubiera sido más que un inútil derramamiento de sangre. La reacción
de los países occidentales, y en especial de los Estados Unidos, fue
blanda. ¡Notablemente blanda! La situación de Checoslovaquia era muy
particular y se obró sensatamente. Claro que en Yugoslavia, aunque lo
quisiéramos, no podríamos obligar al pueblo a quedarse con los brazos
cruzados.
¿Fueron razones ideológicas o móviles estratégicos los que llevaron a la URSS a la intervención militar?
Los dos.
Se suele sostener esta tesis: la URSS aplicó los frenos en
Praga porque prevé un enfrentamiento con China dentro de unos diez años y
quiere fortificar su bloque en el Oeste.
Mi opinión es completamente distinta. La intervención de la URSS fue
negativa para todos y creó problemas en vez de resolverlos. Los métodos
soviéticos hicieron que el pueblo checoslovaco se llenara de
desconfianza y amargura. Así no se consolidó nada. Fue un error imponer
la voluntad de los dirigentes de un estado a otro estado independiente.
En síntesis, usted no cree que la perspectiva de un conflicto
con China explique la actitud soviética. Sin embargo, China se muestra
dispuesta a socorrer a Albania y hasta a Rumania contra la URSS. Pekín
interviene cada vez más en los asuntos europeos.
Es cierto. Pero China está lejos y es muy difícil que los chinos lleguen
hasta aquí. En cuanto a la acción de la URSS en Checoslovaquia,
contribuye a perjudicar las relaciones -ya muy deterioradas- entre
soviéticos y chinos. Y en lo referente a Albania (si bien China la
ayuda, sobre todo con armamentos), se encuentra adosada a nuestro país;
contar con una Yugoslavia independiente y decidida a defender su
independencia le resultaría un sostén mucho más importante.
¿Existe para usted un «peligro alemán»? ¿La voluntad de revancha germana es una realidad o un mito?
Habría un verdadero peligro si el revanchismo de Alemania Federal, que
está apenas en su etapa inicial, continuara desarrollándose, lo que no
es el caso por el momento. Muchas declaraciones soviéticas se toman como
prueba de una confrontación entre la URSS (o mejor dicho, el Pacto de
Varsovia) y el Pacto del Atlántico, es decir la NATO. Si el Pacto del
Atlántico y el revanchismo alemán llegaran a coincidir en criterios y
objetivos, sería algo muy distinto y sumamente grave, que justificaría
la actitud actual de la URSS.
Dejando de lado el peligro militar, la penetración económica
de la Republica Federal Alemana en Europa central y oriental, ¿no puede
constituir una amenaza en zonas estratégicas de la URSS?
No lo creo. Sin duda, la aspiración de Checoslovaquia de tener más
contactos comerciales con Alemania oeste y los demás países de Occidente
disgustó a la URSS. Fue un error. El ejemplo yugoslavo lo prueba: desde
hace veinte años tenemos relaciones económicas muy intensas con
Occidente y seguimos siendo un país socialista. Al mismo tiempo, hemos
insistido en la necesidad de desarrollar cada vez más ampliadamente
nuestras relaciones con la URSS y los demás países socialistas.
Precisamente, puede haber movilizado a la URSS el ejemplo de
ustedes. Se habrán dicho: «Después de Yugoslavia, Checoslovaquia rompe
el sistema y debilita la defensa».
El régimen socialista de Yugoslavia, basado en la autogestión, suscita
críticas. Pero nosotros no pedimos recetas a nadie y tampoco se las
damos a los demás. Lo cierto es que hay una tendencia general a la
democratización del desarrollo socialista. Según mi análisis, el móvil
principal de la invasión de la URSS a Checoslovaquia fue impedir que se
desarrollara allí un socialismo democrático.
¿Entonces usted no cree en la «contrarrevolución» denunciada por los soviéticos?
Oh, por cierto, existían en Checoslovaquia elementos reaccionarios y
contrarrevolucionarios. Yo mismo dije a Dubcek y a los camaradas de la
dirección Checoslovaca que debían tomar una actitud más enérgica y
decidida contra esos elementos, por otra parte irresponsables. De todos
modos, la razón de intervenir en Checoslovaquia fue, esencialmente,
impedir el proceso de democratización socialista; por lo demás, los
checoslovacos podían defenderse muy bien, pues contaban con un partido
comunista y una clase obrera fuertes y ejército bien preparado.
Entonces, ¿la Unión Soviéticas no estaba obligada a la
intervención y podía haber encontrado otras vías para solucionar
diferencias con Checoslovaquia?
Los dirigentes soviéticos proclaman su voluntad de lograr un arreglo
pacífico de todos los problemas en las relaciones internacionales.
¡Razón de más para aplicar esos principios pacíficos a la solución de
los problemas que se plantean dentro del propio campo socialista!
Yugoslavia aspira, como Checoslovaquia en su breve primavera,
a dar rostro humano al socialismo; por otra parte, personifica un
comunismo nacional.
¡No estoy de acuerdo con esa fórmula de comunismo nacional! Somos y
seremos ante todo internacionalistas. Es cierto que aspiramos a que el
socialismo coloque en primer plano al hombre y que el desarrollo social
adquiera al máximo un carácter humano. Pero no es un fenómeno
típicamente nacional el que, como nosotros, los checos y los eslovacos
hayan querido suprimir los métodos dogmáticos, rechazar la
arbitrariedad, dar al socialismo un contenido humano. Al contrario, ésas
son las aspiraciones generales de las fuerzas progresistas en el mundo
entero. Por supuesto, las nacionalidades deben poder expresarse
plenamente en este cuadro de un socialismo humano. El que no respeta a
su propio pueblo no puede respetar a los otros pueblos. Pero defender
los derechos de las nacionalidades implica asumir obligaciones
internacionales.
¿El marxismo-leninismo es compatible con un socialismo humano?
Toda la ideología marxista-leninista está penetrada de humanismo, esencial en ella.
Entonces, ¿la situación actual no permitiría hablar de un fracaso de esa ideología?
Lo más importante no es dictaminar si todos los regímenes que se titulan
socialistas lo son ya, y auténticamente. El hecho básico es que la idea
del socialismo predomina hoy en el mundo; y la evolución general marcha
hacia una sociedad conducida por esa ideología, donde se garanticen la
liberación y la dignidad del trabajo, el pleno desarrollo de la
personalidad humana.
Parece usted subestimar los logros de la democracia en países
donde se afincó hace tiempo, como Francia, Gran Bretaña, los Estados
Unidos.
Si los pueblos que habitan esos países están conformes, yo no tengo
ningún reparo contra la democracia de tipo occidental. Sin embargo, aun
en el sentido clásico de la democracia, ¿son democráticos los Estados
Unidos? A mi juicio, no. La democracia no puede existir cuando perdura
la discriminación racial.
Pareciera que, en nuestra época, la lucha de las razas reemplaza la lucha de las clases.
Al contrario. Son las diferencias raciales las que se transforman en luchas de clases.
¿Teme usted, como el general De Gaulle, que estalle un conflicto mundial, o, más bien, que se vuelva a la guerra fría?
¿Cómo no temer un conflicto mundial? La guerra fría lleva a la guerra caliente.
La flota soviética crece no lejos de las costas yugoslavas,
en el Mediterráneo, mientras se refuerza la VI Flota de los Estados
Unidos. ¿Qué opina usted?
Como ya hacía tiempo que los barcos estadounidenses estaban en el
Mediterráneo, en un primer momento la llegada de los navíos rusos
parecía equilibrar la situación de los países árabes frente a Israel.
Pero ahora estoy convencido de que sería mejor si en el Mediterráneo no
estuvieran ni la flota soviética ni la estadounidense.
En Yugoslavia se habla mucho de libertad, pero no hay pluripartidismo.
Desde el comienzo no se planteó la cuestión de crear un sistema
pluripartidista. ¿Por qué? Simplemente porque casi todos los dirigentes
de los partidos burgueses se habían comprometido colaborando con el
ocupante, o habían huido al extranjero. Las masas se plegaron a nuestro
movimiento de liberación y adoptaron integralmente nuestro programa.
El sistema económico yugoslavo, ¿en qué consiste? Se afirma que les acarreó serias dificultades…
Tenemos un sistema de autogestión: las colectividades de trabajo asumen
ellas mismas la gestión de la empresa. Este sistema ya está tan
enraizado en la mentalidad y en la práctica de nuestros compatriotas que
nada puede reemplazarlo. En estos últimos tres años logramos vencer las
peores dificultades. Ya sabíamos que nada iba a ser fácil, pero igual
logramos buenos resultados. Aseguramos la estabilidad del dinar(moneda
yugoslava); logramos mantener los precios en el mercado interno;
restablecimos en una medida bastante satisfactoria el equilibrio de
nuestra balanza de pagos; las exportaciones aumentaron, y la
modernización y automación fueron introducidas ya en un 55 por ciento de
nuestras empresas.
¿Qué puede poseer un yugoslavo?
Podría comprarse una casa, un departamento en la ciudad o una residencia
de verano, por ejemplo. Los campesinos tienen casa propia, y también
cierto número de habitantes urbanos. No toda la propiedad privada está
prohibida en Yugoslavia.
¿Puede ser dueño de la tierra?
Si él mismo la hace producir, puede llegar a tener diez hectáreas de
tierra arable. Puede también convertirse en propietario de un taller
artesanal, o bien de un restaurante, siempre que no tenga más de cinco
empleados.
¿Es cierto que el stalinismo perdura en la URSS? ¿Podría surgir allí un nuevo Stalin?
El pasado nunca vuelve. Es cierto que quedan restos de stalinismo en la URSS, pero la sombría época staliniana ya fue superada.
¿Es verdad, señor presidente, que en 1953, poco antes de morir, Stalin había dado orden de hacerlo matar?
Carezco de datos concretos al respecto.
Una última pregunta: ¿prefiere que lo llamen señor
presidente, mariscal, camarada Tito, o bien por su verdadero nombre,
Josip Broz?
Camarada Tito. Pero dejo que mi interlocutor elija el nombre que más le guste.
Revista SIETE DÍAS , diciembre de 1968.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar