La coreógrafa, bailarina e investigadora en danza Olga de Soto (Valencia, 1972) presenta Reconstrucción de una danza macabra, un proyecto de nueva producción que se enmarca en el programa Fisuras del Museo Reina Sofía. En él se revisita y amplía una investigación iniciada por la creadora hace más de una década sobre Der grüne Tisch [La mesa verde, 1932], obra antibelicista del coreógrafo alemán Kurt Jooss y pieza fundacional de la historia de la danza contemporánea.
Creada en el periodo de entreguerras y estrenada en París durante el ascenso del nazismo, La mesa verde hunde sus raíces en las danzas macabras medievales y se inspira en los textos políticos de Kurt Tucholsky y Carl von Ossietzky, quienes ya habían alertado de los peligros del nacionalsocialismo en Alemania y sus tendencias antidemocráticas. A pesar del éxito internacional alcanzado con esta coreografía, Jooss y su compañía —en la que había varias personas judías— tuvieron que exiliarse debido a las leyes antisemitas y la campaña de presión articulada por el nuevo gobierno de Adolf Hitler y la prensa asociada. Desde entonces la pieza ha sido interpretada por numerosas compañías alrededor del mundo.
De Soto se afana en indagar la huella que permanece en los espectadores que han visto La mesa verde y en los bailarines y bailarinas que la han interpretado, generando un archivo de testimonios de más de 67 horas de duración que atraviesa cuatro idiomas, seis países y dos continentes.
Un archivo no es considerado como tal hasta que se le da un orden, una sistematización, una interpretación. Todo archivo está dotado de una gramática, de un ritmo, de un lenguaje propio. La performatividad de este archivo desplegado por la creadora tuvo su primera presentación escénica en Une Introduction [Una introducción, 2010], donde se sucedían los cuerpos de las personas entrevistadas, los de los bailarines mostrados en las fotografías y el de la creadora como una cadena de presencias y ausencias. Entre líneas aparecían numerosas preguntas, reformuladas ahora en Reconstrucción de una danza macabra, tales como: ¿dónde quedan los restos de lo escénico?, ¿el archivo de la danza está en los documentos, en los cuerpos?, ¿quién decide qué trasciende?, ¿qué eventos, performances y acciones deben perdurar y cuáles no?
El trabajo de investigación de Olga de Soto sobre el propio medio de la danza, su historia, recepción y transmisión, la convierten en una figura clave que reflexiona tanto la disciplina como otras cuestiones: el archivo de lo coreográfico, la memoria oral y corporal o las posibilidades de traducción de lo escénico al espacio expositivo. Afincada en Bruselas, De Soto abandonó en el 2000 la producción coreográfica tradicional para embarcarse en proyectos en los que la danza demuda palabra, el cuerpo se vuelve sonido y el espacio físico se torna espacio mental. La voz como huella y el gesto como vehículo de la percepción son el corazón de Reconstrucción de una danza macabra. Al proyecto le acompaña un encuentro entre la artista y Lola Hinojosa, comisaria de la exposición, así como un programa de intervenciones coreográficas en las salas de la Colección, una invitación a penetrar corporalmente en esta nueva fisura practicada al Museo.