Discurso de Aimé Césaire pronunciado el 26 de febrero de 1987 (EE.UU.)
La
negritud resulta de una actitud activa y ofensiva de la mente. Es un
comienzo y un salto de dignidad. Es rechazo, quiero decir rechazo a la
opresión. Es una lucha, es decir, una lucha contra la desigualdad. También es rebelión. Pero entonces, me dirás, ¿rebelarte contra qué?
No olvido que estoy aquí en una convención
cultural, que es aquí, en Miami, que elijo decirlo. Creo que podemos
decir, de manera general, que históricamente la negritud ha sido una
forma de rebelión ante todo contra el sistema mundial de cultura tal y
como fue constituido durante los últimos siglos y que se caracteriza por
un cierto número de prejuicios, de presuposiciones que conducen a una
jerarquía muy estricta. En otras palabras, la negritud fue una revuelta
contra lo que llamaré reduccionismo europeo.
Me refiero a este sistema de pensamiento o
más bien a la tendencia instintiva de una civilización eminente y
prestigiosa a abusar de su prestigio incluso para crear un vacío a su
alrededor al traer de vuelta abusivamente la noción de universal,
querida por Léopold Sédar Senghor, en sus propias dimensiones, en otras
palabras para pensar lo universal a partir de sus únicos postulados ya
través de sus propias categorías. Vemos y hemos visto muy bien las
consecuencias que esto conlleva: separar al hombre de sí mismo, arrancar
al hombre de sus raíces, separar al hombre del universo, separar al
hombre del humano y aislarlo, en última instancia, en un orgullo
suicida, si no en una forma racional y científica de barbarie.
Pero, me dirán, una revuelta que no es más
que una revuelta no es más que un callejón sin salida histórico. Si la
negritud no era un callejón sin salida, era porque conducía a otra
parte. ¿A dónde nos estaba llevando? Ella nos condujo a nosotros mismos.
Y, de hecho, fue, después de una larga frustración, la captación por
nosotros mismos de nuestro pasado y, a través de la poesía, a través de
la imaginación, a través de la novela, a través de las obras de arte, el
destello intermitente de nuestro posible futuro.
Temblor de conceptos, terremoto cultural,
todas las metáforas del aislamiento son posibles aquí. Pero la
conclusión es que con ello se inició un negocio de rehabilitación de
nuestros valores para nosotros mismos, profundizando nuestro pasado por
nosotros mismos, arraigándonos en una historia, en una geografía y en
una cultura, el conjunto se traduce no por un pastismo arcaico, sino por
una reactivación del pasado con miras a su propio adelantamiento.
Literatura, digamos?
¿Especulación intelectual?
Sin ninguna duda. Pero ni la literatura ni
la especulación intelectual son inocentes o inofensivas. Y, de hecho,
cuando pienso en la independencia africana de los años sesenta, cuando
pienso en esta oleada de fe y esperanza que despertó, en ese momento, a
todo un continente, es cierto, pienso en la negritud, porque creo que la
negritud ha jugado su papel y quizás un papel capital, ya que ha sido
un papel fermentador o catalizador.
Que esta reconquista de África en sí no
fue fácil, que el ejercicio de esta nueva independencia implicó muchas
desgracias y a veces desilusiones, haría falta un desconocimiento
culpable de la historia de la humanidad, de la historia del surgimiento
de las naciones en la propia Europa, en el a mediados del siglo XIX, en
Europa y en otros lugares, no entender que también África,
inevitablemente, tuvo que pagar su tributo en el momento del gran
cambio.
Pero ese no es el punto. La conclusión es
que África ha pasado la página del colonialismo y ha ayudado a iniciar
una nueva era para toda la humanidad.
Fuente: Fundación Afrikhepri