Hasta el 23 de julio, La Arquería de Nuevos Ministerios (Madrid) acoge El tragaluz democrático. Políticas de vida y muerte en el Estado español (1868 - 1976), una gran exposición comisariada por Germán Labrador que revisa de manera crítica las relaciones entre muerte, política y memoria democrática a propósito de la historia española contemporánea y desde un horizonte de derechos humanos y culturas de la paz. Con un relato sensible a las disidencias, oposiciones y prácticas cotidianas durante los últimos 150 años, el proyecto expositivo incluye 266 obras originales de 71 prestadores, y se complementa con un amplio número de reproducciones fotográficas y 11 audiovisuales.
En 1967, Antonio Buero Vallejo estrena El tragaluz, una de sus obras más celebradas, en la que propone un viaje de ciencia-ficción entre dos épocas, la posguerra y el siglo XXV. En la pieza, los habitantes de un futuro remoto se dedican a investigar la historia: tienen un «tragaluz», una poderosa máquina de visión que les permite proyectar fragmentos del pasado sobre su presente. Así reconstruyen las vidas de quienes les precedieron para preguntarse de qué modo sus dramas y demandas, sus luchas y sus crueldades también les pertenecen. Recordar se vuelve entonces una actividad compleja, íntima e incómoda, que confronta con los secretos que todo pasado guarda, y con las violencias a través de las que cada época se funda, de las que nos hacemos herederos, disidentes o cómplices.
Buero era hijo de un militar fusilado por la República, siendo él mismo encarcelado y condenado a muerte, pero por el bando sublevado, y más tarde censurado múltiples veces. Y aún así defendía públicamente que el compromiso radical con la dignidad humana debe guiar públicamente el trabajo de la memoria, por más que cada época nos exponga a nuestras propias contradicciones y engaños. De este modo, frente a cualquier visión redentora del pasado, la imaginación histórica sirve para explorar críticamente los fragmentos incompletos del ayer.
Necropolítica
Desde tal punto de partida, El tragaluz democrático. Políticas de vida y muerte en el Estado español (1868-1976) propone un recorrido por una constelación de fragmentos de ese pasado colectivo. En ellos se condensan formas de violencia desarrolladas por estados, ejércitos, instituciones y mercados (como el esclavista), pero también los intentos de resistirlas y contornarlas por parte de comunidades, personas y colectivos.
Como destaca el comisario de esta exposición, «a través de obras de arte, documentos, dispositivos o textos es posible reconstruir algunas zonas de vida en común. A lo largo de siglo y medio se pueden entender los orígenes y transformaciones del Estado español moderno si se estudian sus modos de administrar políticamente la muerte. Quienes se enfrentan con estas técnicas necropolíticas aprenden a resistirlas, imaginando alternativas y desarrollando formas de adaptación y supervivencia. Es así como el estudio de la violencia se vuelve inseparable de las memorias cívicas de quienes la sufrieron, atravesaron y resistieron: a este caudal de prácticas, testimonios y experiencias, a este conjunto de luchas por derechos y libertades lo llamamos memoria democrática».