los cuadros de denuncia del prometedor Antoni Fillol no fueron muy bien recibidos. Técnicamente el pintor era excelente… No tenía nada que envidiarle a Sorolla. El problema eran sus temáticas. A Fillol no le interesaba pintar sólo bonito, también quería pintar verdadero, y eso implicaba decir las verdades a la cara al público burgués.
Decirles por ejemplo que la prostitución es una lacra (Flor deshecha), que los puteros son mierda (La bestia humana), que la violación de niñas no debe quedar impune (El sátiro), que los campesinos valencianos sufrían todo tipo de abusos e injusticias (La gloria del pueblo)…
Y podía ganarse la vida vendiendo sus extraordinarios paisajes o sus muy solicitados retratos de la gente bien de Valencia. Pero Fillol prefería darle el protagonismo a los que no tienen voz.
Es el caso de esta obra tan dramática, en la que el pintor radicaliza su naturalismo:
Un agricultor acaba de vengarse de su «amo» tras años de abuso de poder y explotación. La gota que colmó el vaso fue la agresión sexual a su esposa, tendida en el suelo. Una anciana acude a ayudarla. El campesino acaba de cortar el pescuazo con su hoz al señorito y un sombrero burgués ha caído a sus pies. La verdad es que no podemos más que simpatizar con esa familia del rural valenciano.
Revisando hemerotecas, era solo uno de los muchos ejemplos que había en la época de jefes que se sobrepasan con las mujeres trabajadoras, que casi consideraban de su propiedad. Las agresiones eran continuas y a veces acababan con baños de sangre, ya fueran de los «amos» o de las víctimas.
Visto así, el «amo» al que alude el título también puede ser el marido, al que han dañado su propiedad. Incluso los amos podemos ser nosotros, espectadores del cuadro. El agricultor nos está mirando claramente.
Al mostrar el rural valenciano, Fillol une así dos tendencias: la social y la costumbrista. Y es que los cuadros de Fillol a veces parecen más literarios que pictóricos. Era reconocido admirador de Zola y de su paisano y amigo Blasco Ibañez, que tan bien retrató escenas como las de la imagen. De ahí la magnifica narratividad de los cuadros de Antoni Fillol.