Bouchra Khalili advierte: «no solo hablo de historia, hablo del futuro», y eso muestra en el MACBA con la utilización de fotografías, películas, documentos, incluso objetos, que han servido para que ella, una mujer francesa y marroquí, perdida a veces en Berlín, de idioma y memoria internacionalista, elabore peculiares obras que nos hablan del racismo y la explotación, del colonialismo y las luchas obreras, de las figuras históricas que articularon movimientos que cambiaron países y alumbraron otra mirada sobre el mundo; nos hablan de la liberación de las colonias sometidas por países europeos, de personas silenciadas por la historia que, sin embargo, consiguieron hacer visible el afán de la libertad, de las palabras que se vierten en esos círculos (Al-Halqa) de las comunidades populares marroquíes, de los susurros que a veces se vierten en las tierras torturadas por la colonia europea, por la opresión, donde los protagonistas de la historia muchas veces permanecen ocultos. Pero todo eso habla también del futuro.
Esas escenas que plasma Khalili no pueden desligarse de la trayectoria y el recuerdo de las personas que se alzaron para reclamar la libertad en todo el mundo, en un movimiento que en pocos años tras la Segunda Guerra Mundial se hizo visible en Bandung de la mano de Zhou Enlai, Sukarno, Nasser, Nehru. La palabra como resistencia, en eso insiste Khalili, que nos arrastra a recuperar todas las huellas que han sido aplastadas, apartadas de la mirada de las muchedumbres de la historia, y que nos trae a habitantes de la banlieu parisina a recitar a Aimé Césaire, a Malcolm X, Abd el-Krim o Patrick Chamoiseau, y nos lleva a los trabajadores de hoy que viven en las grietas neoyorquinas para hablarnos de los ventisqueros de la miseria y de la oscuridad.
Inspirándose en Édouard Glissant, el escritor francés de la Martinica que había frecuentado a Franz Fanon, Aimé Césaire y al argelino Kateb Yacine y que crearía el Institut du Tout-Monde para recuperar la voz de los esclavos de las Antillas y el Caribe, Khalili reflexiona sobre los movimientos anticolonialistas, sobre las matanzas que han padecido los palestinos a lo largo de la historia, como la que documentó Jean Genet en la Jordania de 1970; recoge figuras como Adolfo Kaminsky, un judío argentino de orígenes rusos que luchó en la resistencia contra el nazismo, se empeñó en la solidaridad de la lucha contra el franquismo, vibró con la revolución argelina y quiso romper la soledad de la cárcel de Nelson Mandela y del Congreso Nacional Africano como los ciudadadanos invisibles que supieron impulsar la temblorosa, maltratada, gigantesca libertad.
Higinio Polo
Fuente: mundo obrero
Khalili documenta en The Tempest Society, que ideó en 2017, y en The Circle seis años después, el empeño de los trabajadores árabes en la Francia posterior a mayo de 1968, esa metrópolis que continuaba marginando y explotando a quienes quisieron ver en ella un reflejo de libertad y crearon grupos de teatro, y nos lleva a Grecia, donde unos jóvenes utilizaron las ideas de Pasolini para navegar entre las aguas tormentosas de la crisis eterna que afecta a los desamparados y el racismo que atenaza a quienes llegaron de otras tierras. Utiliza a Jean Genet, el poeta proscrito que se atrevió a entrar clandestinamente en Estados Unidos para realizar una gira de dos meses en apoyo a los Panteras Negras: los vídeos de Twenty-Two Hours que creó en 2018 recogen las palabras del poeta francés e ilustran la idea de solidaridad que iluminó como un relámpago durante unas semanas las heridas de la esclavitud y la marginación. Al año siguiente, Khalili realizó el conjunto de fotografías sobre la maleta de Genet, su única propiedad, que desde su muerte en abril de 1986 por una desgraciada caída en la habitación de hotel estuvo cerrada durante décadas con sus cartas y las pruebas de sus memorias, Un captif amoureux, cuyo manucristo acabaría subastado no hace muchos meses en París, el cautivo enamorado que daba cuenta de algunos extremos de su vida, como hizo en su Diario de un ladrón recorriendo los antros de miseria del barrio chino barcelonés.
El proyecto Foreign Office desnuda con fotografías y vídeos la joven Argelia que surgió con la independencia y que atrajo a movimientos de liberación de todo el mundo. Khalili nos enseña fotografías actuales de los lugares donde esos movimientos soñaron un futuro distinto, aunque tantas veces fracasaron después, porque muchas veces la bestia iracunda del colonialismo y la voracidad capitalista son capaces de apoderarse de todo. Khalili nos deja las fotografías del Hotel El-Safir, en Argel, donde se alojaron los delegados del Black Panther Party estadounidensey residió el departamento internacional que dirigió el escritor Eldridge Cleaver del ghetto de los negros de Los Ángeles; y algunas instantáneas de la sede del Frente Democrático para la Liberación de Palestina, FDLP, un desvencijado local lleno de cables eléctricos, banderas palestinas y una estrella roja, durante el festival panafricano de 1969; y el recuerdo de los camaradas de Amílcar Cabral en Guinea y Cabo Verde, porque Khalili nos enseña una constelación de la memoria que son las sombras recuperadas de la oscura existencia de los pobres, de la humilde libertad, de los días de fraternidad que nos han traído hasta aquí, y nos habla del futuro.