Este fue un texto inédito hasta su publicación el 10 de enero de 2020 en el sitio web de la embajada de Cuba en Italia. Originalmente escrito en inglés por Tina Modotti, a inicios del año 1932, el documento se encuentra en el fondo del Socorro Rojo Internacional (SRI) en Moscú. Fue entregado al embajador de Cuba en Italia, José Carlos Rodríguez Ruiz, el 6 de enero de 2020, por la investigadora alemana Christiane Barckhausen-Canale, notable experta internacional sobre la vida de Tina y autora del libro “Verdad y leyenda de Tina Modotti”, Premio Ensayo de Casa de las Américas del 1988, La Habana, Cuba.
El asesinato de Julio Antonio Mella en las calles de la capital de México el 10 de enero de 1929 ha sido uno de los crímenes políticos más sensacionales cometidos en los últimos años en el mundo. Sin duda todos recuerdan todavía los detalles de aquel crimen.
Mella ha sido uno de los dirigentes más destacados del movimiento revolucionario de América Latina. Cubano de nacimiento empezó su actividad en el movimiento revolucionario organizando a los estudiantes en asociaciones de izquierda. Gracias a él se creó en Cuba una Universidad Popular para los obreros. Poco después comprendió que su mejor servicio para la causa revolucionaria sería dedicar todo su saber, todas sus capacidades, a las luchas políticas y económicas del proletariado. Fue uno de los fundadores del Partido Comunista de Cuba y uno de los dirigentes más prestigiosos del movimiento antiimperialista latinoamericano.
En diciembre de 1925, cuando ya estaba en el poder Machado, el actual dictador sangriento y agente de Wall Street, Mella fue encarcelado y empezó una huelga de hambre que duró 21 días. Del punto de vista de la agitación y como forma de protesta, esta huelga de hambre fue una de las más eficaces jamás realizadas en algún país. En la medida que pasaban los días y empeoró la condición física de Mella, poniendo en peligro su vida, reinó una tremenda tensión no sólo en la población de Cuba, sino que en todo el continente americano y también en otros países. La presión de las masas fue tan grande que el presidente Machado se vio obligado a ceder y a liberar a Mella.
Pero muy pronto, cuando Mella se había recuperado, empezó la persecución contra él. Machado buscaba venganza por su derrota. Hubo varios atentados contra la vida de Mella y él se vio obligado a abandonar Cuba. Se fue a México donde empezó inmediatamente a participar en el movimiento revolucionario de aquel país. Dedicó todo su tiempo a la causa de los obreros revolucionarios, organizó a los emigrados políticos cubanos que vivían en México, fundó un periódico para los obreros cubanos que llegó por vías ilegales a Cuba, llevó a cabo la lucha contra el imperialismo estadounidense en América Latina, dirigió el trabajo de otros grupos de emigrados políticos cubanos que vivían en otros países, fue activo en el Sindicato Rojo de México y fue un colaborador activo de la sección mexicana del S. R. I.
El 10 de enero de 1929, cuando salió de la sede del Socorro Rojo en la ciudad de México, a las nueve de la noche y a dos cuadras de su casa, recibió unos balazos y murió dos horas más tarde. Antes de morir nombró al presidente Machado como responsable de este asesinato y pronunció el nombre de la persona de la cual sospechaba que fuera el ejecutor del crimen.
La sección mexicana del Socorro Rojo empezó en seguida con las investigaciones y pudo encontrar pruebas concretas: de hecho, el presidente Machado había enviado a dos pistoleros profesionales de La Habana a la ciudad de México para que cometieran el crimen, y uno de los responsables principales de la policía mexicana que había viajado dos semanas antes a La Habana sería un cómplice importante de este asesinato. Incluso había existido un acuerdo entre el Embajador de Cuba y el gobierno de México.
El Socorro Rojo mexicano, el Partido Comunista mexicano, los sindicatos, las organizaciones estudiantiles de izquierda, las organizaciones de los obreros e incluso abogados y políticos famosos exigieron que se hiciera justicia. Durante varias semanas el Gobierno de México recibió protestas de todo el mundo y declaró hipócritamente, por boca de la policía, que México no descansaría hasta que se aclare el asunto. Las exigencias más importantes fueron las siguientes: Arresto y castigo de varios cubanos residentes en México inculpados por Mella antes de su muerte, dimisión de Valente Quintana de su puesto y ruptura de las relaciones diplomáticas con el gobierno de Machado.
Sin embargo ¿qué pasó? El único cubano arrestado por la policía, el organizador técnico del crimen, fue puesto en libertad, después de algunas semanas, por falta de pruebas. Valente Quintana no fue despedido, sino que fue nombrado Jefe de la Policía Central de México (sin duda para premiarlo por su participación en el crimen), y todas las manifestaciones de protesta de las masas mexicanas fueron saboteadas y atacadas por la policía.
En lo que se refiere a la prensa burguesa y al gobierno mexicano, poco a poco el caso desapareció del primer plano y sólo el Socorro Rojo y las demás organizaciones revolucionarias insistieron en sus denuncias incansables, dirigidas contra Machado y los cómplices del gobierno mexicano. Cada año, el 10 de enero es, en todo el continente americano, el “Día de Mella”, y también este año ya se han hecho preparativos para el tercer aniversario de su asesinato, y hace poco aparecieron algunas declaraciones públicas sensacionales en torno al asesinato.
Una mujer, la esposa de un cubano que pertenecía a los círculos criminales, quería vengarse de su marido que había amenazado de asesinarla. El 3 de noviembre ella llamó la policía y contó con lujo de detalles cómo había sido asesinado Mella. Acusó a su esposo de haber sido el asesino. Todo lo que ella contó confirmó las acusaciones presentadas en el momento del crimen por el Socorro Rojo. Sus acusaciones fueron investigadas una tras otra y fueron confirmadas: un año más tarde, su marido había recibido de La Habana una suma de dinero que había sacado de una cierta banca en México (el precio que se le pagó por el crimen). Se demostró también que después del crimen el asesino había encontrado refugio en la casa de otro cubano, aquel José Magriñát inculpado por Mella poco antes de morir. Ahora el asesino se encuentra en la cárcel y aparecieron varios testigos que confirman las acusaciones pronunciadas por la esposa del asesino.
La sección mexicana del S. R. I pidió a las autoridades mexicanas que incluyera tres de sus representantes en las investigaciones, pero el gobierno fascista de México rechazó de manera tajante esa petición.
Esta es otra prueba de la complicidad del gobierno mexicano en el asesinato planificado por el dictador cubano, Machado. En vez de castigar a José Magriñát, el organizador técnico del crimen, el gobierno mexicano lo dejó libre y lo protegió, haciéndolo acompañar al puerto más vecino donde tomó una nave que iba a Cuba. Sin duda, el ejecutor material del crimen recibirá la misma protección. Dentro de algunas semanas, la prensa burguesa corrompida hablará nuevamente del caso, pero se dará cualquier tipo de ayuda al asesino para que pueda escapar a la venganza del proletariado mexicano. Este proletariado nunca olvidará que Mella ha muerto por la causa revolucionaria internacional.
Este año, el tercer aniversario de su muerte tendrá un nuevo significado; ofrecerá a todas las secciones del S. R. I la posibilidad de demostrar una vez más y con nuevas pruebas la hipocresía de la “justicia” burguesa.
(Tomado de @EmbaCubaItalia)
Fuente: cubadebate