Tesis sobre los problemas de la crítica marxista
A. V. Lunacharsky
I
Nuestra literatura está pasando por uno de los momentos decisivos en su desarrollo. En nuestro país se está construyendo una nueva vida y la literatura está aprendiendo más y más a reflejar esta vida en su, todavía indefinida, formas inestables; evidentemente también, será capaz de pasar a un problema de una categoría aún más mayor –a lo político y, especialmente, la influencia moral del verdadero proceso de construcción.
Aunque nuestro país tiene mucho menos contraste entre las clases individuales que cualquier otro, a pesar de ello sigue siendo imposible considerarlo enteramente sin clases. Aparte de lo inevitable de la diferencia en las tendencias entre la literatura campesina y proletaria, en el país hay elementos que han retenido sus actitudes antiguas; elementos que o no están preparados para aceptar la dictadura del proletariado o no son capaces de adaptarse hasta a las más mínimas tendencias en la construcción del socialismo por el proletariado.
El conflicto entre lo viejo y lo nuevo continúa. La influencia de Europa, del pasado, de los remanentes de las viejas clases dominantes, de la nueva burguesía que hasta cierto punto florece bajo la Nueva Política Económica –todas estas se están haciendo sentir. No solamente se revelan en los sentires de grupos y gentes especiales, sino también en combinaciones de todo tipo. Debería recordarse que aparte de la acción corrientes de grupos burgueses directa y deliberadamente hostiles, todavía hay otro elemento que quizás sea más peligroso que es, de todas maneras, más difícil de derrotar –la actitud pequeño burguesa hacia la vida diaria. Esto se ha hecho camino profundamente hacia las actitudes diarias del proletariado mismo, hasta de muchos comunistas. Esto explica por qué la lucha de clases, en la forma de una lucha para construir una nueva forma de vida que lleve en sí la marca de las aspiraciones socialistas del proletariado, no está solamente reduciéndose sino, mientras mantiene su fuerza anterior, está tomando formas aún más sutiles y profundas. Son estas circunstancias las que hacen que las armas del arte –especialmente la literatura- sean extremadamente importantes en el tiempo presente. También causan que aparezcan emanaciones literarias hostiles lado a lado con la literatura proletaria y la amistosa; sin embargo, y con esto no solamente quiero indicar a los elementos concientes y especialmente hostiles, sino a los elementos inconscientemente hostiles –hostiles en su pasividad, pesimismo, individualismo, prejuicios, distorsiones, etc.
II
Con la importante función que tiene la literatura hoy bajo tales condiciones, la crítica marxista también carga una considerable responsabilidad. Junto con la literatura, ahora se la llama, sin duda, a participar con intensidad y energía en el proceso de formación del hombre nuevo y de la nueva forma de vida.
III
La crítica marxista se distingue de todos los otros tipos de crítica literaria principalmente por el hecho que no puede ser sino de naturaleza sociológica –por supuesto, en el espíritu de la sociología científica de Marx y Lenin.
A veces se hace una distinción entre las tareas de un crítico literario y las de un historiador de la literatura; esta distinción está basada no tanto en el análisis del pasado y del presente como, en el historiador de la literatura, en un análisis objetivo de los orígenes de la obra, su lugar en el tejido social y sus influencias en la vida social; mientras que el crítico literario está basado en una evaluación de la obra desde el punto de vista de sus méritos y fallas puramente formales o sociales.
Para el crítico marxista, tal distinción pierde casi toda su validez. Aunque la crítica en el sentido estricto de la palabra, por necesidad tiene que ser parte del trabajo de un crítico marxista, el análisis sociológico debe ser un elemento aún más esencialmente fundamental.
IV
El crítico marxista ¿cómo hace su análisis sociológico? El marxismo entiende la vida social como un todo orgánico donde sus partes separadas dependen la una de la otra y aquí la función decisiva la juega la más natural y material de las relaciones económicas, sobre todo, las formas del trabajo. Por ejemplo, en un análisis general de una época el crítico marxista se debe esforzar por dar una imagen completa de todo el desarrollo social de tal época. Cuando se analiza a un escritor u obra individual, no hay una necesidad esencial de un análisis de las condiciones económicas básicas; pero aquí, el siempre –principio válido, al que se le puede llamar el principio de Plekhanov, llega a manifestarse con fuerza significativa. Afirma que solamente hasta una cantidad extremadamente insignificante, la obra de arte depende directamente de las formas de producción en una sociedad dada. Dependen de ellas por medio de enlaces intermedios como la estructura de clases de la sociedad y la sicología que se ha formado como resultado de los intereses de clase. Un trabajo literario siempre refleja, ya sea conciente o inconscientemente, la sicología de clase que representa el escritor o también, como generalmente ocurre, refleja una mezcla de elementos donde se revela la influencia de varias clases sobre el escritor, y esto se debe someter a un análisis detallado.
V
En todas las obras de arte, la conexión con la sicología de esta o la otra clase o de grupos grandes de naturaleza social amplia está determinada principalmente por el contenido. La literatura –el arte de la palabra, el arte más cercano al pensamiento- se distingue de otras formas de arte por la mayor importancia del contenido si se lo compara con la forma. Especialmente evidente en la literatura que el contenido artístico –el movimiento de pensamientos y emociones en la forma de imágenes o conectadas con imágenes- es el elemento decisivo del trabajo como un todo. El contenido se esfuerza hacia una forma definitiva. Se puede decir que solamente existe una forma óptima que corresponde a un contenido dado. Un escritor es capaz, en mayor o menor cantidad, de encontrar los pensamientos, acontecimientos o sentimientos que le preocupan, aquellos modos de expresión que le revelan con la mayor claridad y que hacen la impresión más fuerte en los lectores para los que está dirigida la obra.
El crítico marxista primero toma el contenido de la obra por objeto de su análisis, la esencia social que integra. Determina su conexión con este u otro grupo social y la influencia que el impacto de la obra puede tener en la vida social; y luego se vierte a la forma, primariamente desde el punto de vista de explicar cómo esta forma cumple sus objetivos; es decir, sirve para hacer la obra tan expresiva como convincente como sea posible.
VI
Sin embargo, es imposible ignorar la tarea especializada de las formas del análisis literario, y el crítico marxista no debe ignorarlo. La forma de un trabajo dado en realidad está solamente determinado por su contenido sino también por otros elementos. El proceso del pensamiento psicológico y las conversaciones, lo que se podría llamar el “estilo” de vida de una clase dada (o grupos de clase que han influenciado el trabajo), el nivel general del material cultural de una sociedad dada, la influencia de sus vecinos, la inercia del pasado o la motivación por la renovación, que se puede manifestar en todos los aspectos de la vida –todo esto puede afectar a la forma, puede actuar como un factor subordinado que lo define. Generalmente la forma está enlazada no solamente con un simple trabajo, sino con toda una “escuela”, una época completa. Hasta puede ser una fuerza que perjudica o contradice el contenido. A veces se puede divorciar del contenido y adquirir una naturaleza aislada, elusiva. Esto ocurre cuando las obras literarias expresan las tendencias de las clases que están vacías de contenido, que le temen a la vida real y que tratan de esconder de lo pomposo o, por lo contrario, una naturaleza bromista y frívola. Todos los elementos de este tipo deben por necesidad ser parte del análisis marxista. Como el lector puede ver, estos elementos formales, que contradicen una fórmula directa –en cada obra maestra la forma está determinada totalmente por el contenido, y cada obra literaria aspira a llegar a ser una obra maestra- de ninguna manera está divorciada de la vida social. Ellas, a su vez, deberían interpretarse socialmente.
VII
Hasta ahora hemos confinado nuestra atención principalmente en el campo de la crítica marxista como una función del academicismo literario. El crítico marxista aparece aquí como un sociólogo científico que está específicamente aplicando métodos del análisis marxista a un campo especial –la literatura. El fundador de la crítica marxista, Plekhanov, subrayó poderosamente que esta es la función real que debe hacer un marxista. Mantuvo que un marxista se distingue de un “esclarecido” que asigna a la literatura objetivos y demandas específicas; mientras que el “esclarecido” juzga desde el punto de vista de ideales específicos, el marxista elucida las causas naturales de la apariencia de este o esa obra.
Al oponer el método marxista de la crítica objetivo y científico al viejo subjetivismo, a la metodología caprichosa del esteta y del gourmet, Plekhanov estuvo, sin duda no solamente correcto sino hizo mucho para encontrar las verdaderas sendas a seguir por la crítica marxista.
Sin embargo, no se debe pensar en ningún caso que una característica del proletariado es meramente determinar y analizar datos externos. El marxismo no es una doctrina sociológica simplemente, sino un programa activo de construcción. Tal construcción es impensable sin una evaluación objetiva de los hechos. Si el marxismo no puede sentir objetivamente los lazos entre los fenómenos que lo rodean, entonces está acabado como marxista. Pero a un marxista genuino, completo, le exigimos aún más –una influencia definitiva de su entorno. El crítico marxista no es algún astrónomo literario que explica las leyes de acción inevitables de los cuerpos literarios, desde al grande hasta el muy pequeño. El es mucho más que esto: es un luchador y un constructor. En este sentido, el factor de evaluación debe ser observado como extremadamente importante en la crítica marxista contemporánea.
VIII
¿Cuál debería ser el criterio sobre el que se debería basar la evaluación de una obra literaria? Antes que nada, déjennos encarar esto desde el punto de vista del contenido. Aquí, generalmente hablando, todo está claro. Aquí, el criterio básico es el mismo que aquel de la naciente ética proletaria: todo lo que ayuda al desarrollo y victoria del proletariado es bueno: todo lo que lo perjudica es malo.
El crítico marxista debe tratar de encontrar la tendencia social fundamental en una obra dada; debe encontrar hacia dónde va, si este proceso es arbitrario o no. Y debe basar su evaluación en esta idea fundamental, social y dinámica.
Sin embargo, aún en el área de evaluación del contenido social de una obra, todo está muy lejos de ser simple. El crítico marxista debe ser muy diestro y extremadamente sensible. Esto significa no solamente capacitación marxista sino también talento específico sin el que no puede haber crítica. En el caso de una realmente gran obra literaria, hay demasiados aspectos que se deben sopesar y en este caso es demasiado difícil usar cualquier tipo de termómetro o balanzas. Lo que se necesita aquí es lo que llamamos sensibilidad social, si no los errores son inevitables. El crítico marxista no solamente debe alabar las obras que están dedicadas a problemas del momento. Sin negar la importancia especial de los problemas presentes es completamente imposible ignorar la tremenda importancia de temas que a primera vista aparecen demasiado generales y remotos pero, de hecho, en una inspección más cercana, tienen influencia en la vida social.
Aquí tenemos el mismo fenómeno que en la ciencia. El exigir que la ciencia se dedique enteramente a tareas prácticas es un error profundo. Es un hecho bien conocido que los más abstractos entre los problemas científicos pueden, ya resueltos, algunas veces ser los más fructíferos.
Y aún, es precisamente cuando un escritor o un poeta se vierte a la solución de las tareas generales, esforzándose hacia –si es un escritor proletario- una reevaluación de los problemas fundamentales de la cultura, que un crítico se puede confundir fácilmente. Primero, en tales casos todavía no tenemos un criterio verdadero; segundo, las hipótesis pueden ser de valor aquí –las hipótesis más osadas- porque nos preocupa no una solución final a los problemas, sino el plantear los problemas y analizarlos. Hasta cierto punto, sin embargo, todo esto se refiere igualmente a las obras literarias de un tema puramente contemporáneas. El escritor que en sus trabajos ilustra puntos de nuestro programa que ya han sido desarrollados por completo es un mal artista. Un escritor es valioso cuando cultiva suelo virgen, cuando intuitivamente penetra en un campo que la lógica y la estadística encuentran difícil de penetrar. Para juzgar si un escritor está correcto, si ha combinado correctamente las verdades y las aspiraciones básicas del comunismo, no es nada fácil; aquí también, quizás, el juicio correcto se puede resolver solamente en un choque de opiniones entre los críticos y los lectores. Todo esto no hace que el trabajo del crítico sea menos importante o necesario.
Un factor extremadamente importante en la evaluación del contenido social de la obra literaria es un segundo juicio de una obra que, en primer análisis, parecía pertenecer a una gama de fenómenos ajenos, algunas veces hostiles hacia nosotros. Sin duda es muy importante saber las actitudes de nuestros antagonistas para hacer uso de las narraciones de los testigos que vienen de circunstancias diferentes a las nuestras. Ellas pueden a menudo dirigirnos a conclusiones profundas y, en cualquier caso, enriquecer enormemente la acumulación de tesoros de nuestro conocimiento de los fenómenos de la vida. El crítico marxista, que afirma que la obra de tal o cual escritor es, por ejemplo, un fenómeno puramente pequeño burgués, nunca debe desechar este escritor u obra de manera simple. Se puede sacar una gran cantidad de beneficios de ella. Por esta razón, la tarea de un crítico marxista se debe hacer una segunda evaluación desde el punto de vista no del origen ni tendenciosidad de una obra dada, sino de su uso potencial en nuestro esfuerzo constructivo. Me gustaría calificar esto. Los fenómenos ajenos y hostiles en el campo de la literatura, aún cuando son de algún beneficio en el sentido mencionado anteriormente, obviamente pueden ser extremadamente dañinos y venenosos y pueden ser manifestaciones peligrosas de propaganda contrarrevolucionaria. No cabe duda que esta es la señal para la aparición no de la crítica marxista, sino de la censura marxista.
IX
La tarea del crítico marxista se transforma, quizás, aún más complicada cuando pasa de la evaluación del contenido a la evaluación de la forma.
Esta es una tarea extremadamente importante y Plekhanov da énfasis a su importancia. Entonces, ¿cuál es aquí el criterio general de evaluación? La forma debe corresponder al contenido lo más cercanamente como sea posible, dando la máxima expresión y asegurando el más fuerte impacto posible sobre los lectores a los que está destinado.
Más que nada, se debe mencionar aquí el criterio formal más importante, uno que Plekhanov también estimuló: esto es que la literatura es el arte de las imágenes y toda invasión de ideas desnudas y propaganda siempre es perjudicial al trabajo indicado. Resulta obvio que este criterio de Plekhanov no es un absoluto. Hay trabajos excelentes por, por ejemplo, Saltykov-Shchedrin, Uspensky y Furmanov, que claramente pecan en contra de este criterio y esto significa que obras literarias híbridas que combinan las belles-lettres cargadas con puramente elementos publicitarios pueden existir por derecho propio. Sin embargo, por lo general, esto se debe evitar. Por supuesto, la literatura publicitaria que es brillante en la forma es un excelente tipo de propaganda y literatura en el más amplio sentido de la palabra, pero por lo contrario, las bellas letras artísticas cargadas con elementos puramente publicitarios dejarán frío al lector a pesar de lo brillante del argumento. En este sentido, el crítico tiene todo el derecho de manifestarse en contra de lo inadecuado de la digestión literaria del contenido entregado por el autor si este contenido, en vez de fluir libremente en la obra de arte en imágenes de metal brillante fundido, salta a la vista de este fluir en bultos grandes, fríos.
El segundo criterio especial, que procede del general como se define anteriormente, se refiere a la originalidad de la forma. ¿En qué debería consistir esta originalidad? Precisamente en esto: el cuerpo formal de una obra dada debería fundirse en un todo indivisible con su idea, con su contenido. Una obra de arte genuina debería, obviamente, ser nueva en contenido. Si el contenido no es nuevo, la obra tiene poco valor. Esto es obvio. Un artista debe expresar algo que no se ha expresado anteriormente. La reproducción no es arte (algunos pintores hayan esto difícil de entender) sino artesanía, aunque a veces sea muy buena. Desde este punto de vista, el nuevo contenido en cada obra nueva exige forma nueva.
¿Con qué podemos contrastar esta originalidad genuina de la forma? En primer lugar, está la forma estereotipada que previene a la idea nueva que realmente se incorpore a la obra. Un escritor puede verse encantado por formas usadas previamente y, aunque su contenido sea nuevo, se le introduce a botas de vino viejas. No se puede dejar de ver insuficiencias de este tipo. En el segundo lugar, la forma simplemente puede ser débil; es decir, en una nueva intención interesante, el escritor puede que no posea el vocabulario, la construcción de la frase de la narración completa, de un capítulo, de una novela, obra de teatro, etc.; y en el sentido del ritmo y otras formas de poesía. El crítico marxista debe señalar todo esto. Un crítico marxista genuino –uno tipo completo, para decirlo así, de crítico- debe ser un profesor, especialmente del escritor joven o principiante.
Finalmente, el tercer mayor pecado en contra de la norma anteriormente mencionada hacia la originalidad de la forma es la “originalidad sobrepasada” de la forma donde la vacuidad del contenido está camuflada por invenciones formales y ornamentación. Se sabe que los escritores infectados por los formalistas, aquellos típicos representantes de la decadencia burguesa, han tratado de adornar y embellecer sus contenidos honestos e importantes con varios trucos así arruinando su trabajo.
También se debe aproximar con cautela el tercer criterio de una naturaleza formal –la universalidad de la obra. Tolstoi se refirió a esto con fuerza. Nosotros que estamos extremadamente interesados en la creación de una literatura que debería estar dedicada a las masas, y que les debería interesar como a los principales creadores de la vida, también estamos interesados en esta universalidad. Todas las formas de reticencia, de aislamiento, todas las formas destinadas a un pequeño círculo de estetas especializados, toda convención artística y refinamiento deberían ser rechazada por la crítica marxista. La crítica marxista no solamente puede, sino debe indicar los méritos internos de tales obras en el pasado y en el presente al mismo tiempo que condena las formas de pensar del artista que busca alejarse de la realidad al usar tales métodos formales.
Pero como se mencionara anteriormente, se debe tratar con gran cuidado al criterio de universalidad. En nuestra prensa, en nuestra literatura propagandística pasaremos de libros, periódicos y documentos muy complicados, que exigen inteligencia considerable del lector al nivel elemental nivel popular; igualmente, no podemos bajar toda nuestra literatura hasta el nivel de las aún incultas masas campesinas o aún de los trabajadores. Esto sería un error muy grave.
Glorioso es el escritor que puede expresar una idea socialmente valiosa con tal simplicidad poderosamente artística que llega a los corazones de millones. Glorioso es también el escritor que puede llegar a los corazones de estos millones con comparativamente con contenido simple y el crítico marxista debería valorar altamente a tal escritor. Aquí se necesita la atención especial y la asistencia sabia del crítico marxista. Pero obviamente no se debería negar el valor de los trabajos que no son suficientemente comprensibles para toda persona culta, que están destinadas al estrato superior del proletariado, a los miembros sofisticados del partido, al lector que ha logrado un nivel de cultura considerable. La vida presenta muchos problemas candentes a esta parte de la población que juega una función inmensamente importante en la construcción del socialismo; y no cabe duda que estos problemas no se deberían dejar sin una respuesta artística simplemente porque no han llegado a las grandes masas o porque no se han trabajado en una forma universal. Sin embargo, se debería notar que nos hemos ido demasiado lejos en el sentido opuesto, nuestros escritores concentran su atención en tareas más fáciles –escribiendo para un círculo de lectores cultos en una época que, repito, se debería validar especialmente la literatura para el bien de los trabajadores y campesinos, siempre que sea literatura de talento y de éxito.
X
Como ya se ha dicho, el crítico marxista es también, hasta un grado importante, un profesor. No tiene sentido criticar salvo que la crítica produzca algún bien, algún tipo de progreso. ¿Y cuál debería ser este progreso? Primeramente, el crítico marxista debe ser un profesor en relación con el escritor. Es muy posible que se levanten voces enojadas ante esto, diciendo que nadie le ha dado al crítico el derecho de considerarse superior al escritor y demás. Cuando la pregunta se presenta apropiadamente, esas objeciones llegan a ser completamente inválidas. Primeramente, dado que el crítico marxista debe ser el profesor del escritor, se concluye que debe ser un marxista absolutamente resuelto, una persona erudita de gusto irreprochable. Se dirá que no tenemos tales críticos o solamente unos pocos. En el primer caso nuestros oponentes estarán errados; en el segundo estarán más cerca de la verdad. Pero de esto se puede sacar solamente una conclusión: se necesita aprender. No habrá falte de benevolencia y talento en nuestro gran país, pero hay una cantidad de aprendizaje duro que hacer. Segundo, por supuesto, el crítico no solamente enseña al escritor sin que de ninguna manera se considere superior, sino que también aprende una gran cantidad del escritor. El mejor crítico es el que puede mirar al escritor con admiración y entusiasmo y que, de todos modos, tiene buena disposición hacia él. El crítico marxista puede y debe ser un maestro al escritor en dos formas: primeramente, debe indicar a los escritores jóvenes –y generalmente a los escritores capaces de hacer una gran cantidad de errores formales- las fallas en su trabajo. Se solía mantener bastamente la idea que no necesitamos Belinskys, porque nuestros escritores ya no necesitan guía. Esto puede haber sido cierto antes de la revolución, pero resulta simplemente risible tras la revolución cuando las masas están dando nacimiento a cientos y miles de escritores. Una crítica firme, guiadora, Belinskys de todo calibre, todos son absolutamente esenciales, incluyendo los trabajadores de conciencia con un buen conocimiento de su profesión literaria.
Por otra parte, el crítico marxista debe ser un profesor al escritor en el sentido social. No solamente el escritor no proletario es generalmente un niño en sus actitudes sociales, haciendo los errores más crudos como resultado de sus ideas primitivas de las leyes de la vida social y su falta al entender las cosas fundamentales de la época, etc., sino esto también ocurre demasiado seguido en el escritor marxista, proletario. Esto se dice no como un insulto al escritor, sino casi parcialmente como alabanza. Los escritores son seres sensibles, inmediatamente receptivos a todas las influencias de la realidad. En la mayor parte de los casos, los escritores ni poseen talento o interés especial en el pensamiento abstracto y científico: es por esta razón, obviamente, que a veces rechazan impacientemente cualquier oferta de ayuda del publicista-crítico. Pero por lo seguido esto se puede explicar por la manera pedante en que se ofrece tal ayuda. A pesar de eso, realmente, precisamente como resultado de la cooperación entre escritores importantes y críticos literarios talentosos que siempre ha seguido apareciendo una verdaderamente gran literatura.
XI
Para tratar de enseñar beneficiosamente al escritor, el crítico marxista también debe enseñar al lector. Sí, al lector se le debe enseñar a leer. El crítico como comentarista, como la persona que advierte del veneno que puede tener sabor dulce, como la persona que rompe una concha dura para revelar la perla en su interior, como la persona que descubre el tesoro enterrado tras las sombras, como la persona que pone el punto sobre las íes [que se asegura de todos los detalles], que hace generalizaciones sobre la base del material artístico- este es el guía que es esencial ahora, en una época en que han aparecido tantos lectores valiosos pero inexperimentados. Esta es la relación al pasado de la literatura rusa y mundial, y así es como debemos relacionarnos con la literatura contemporánea. Una vez más enfatizamos, entonces, la exigencia excepcional que está haciendo esta época sobre el crítico marxista. No tenemos el deseo de intimidar a nadie con nuestras tesis. El crítico marxista puede comenzar modestamente, puede hasta comenzar haciendo errores, pero debe recordar que tendrá que escalar una larga e inclinada escalera antes de llegar al primer descanso, y aún en ese momento debe mirarse a sí mismo solamente como un aprendiz. Sin embargo, es imposible no contar con la creciente ola gigantesca de nuestra amplia cultura, en la fuente de literatura talentosa que está borbotando en todas partes; es imposible no creer que el presente -sin que sea enteramente satisfactorio- estado de la crítica marxista mejorará muy pronto.
XII
Como corolario, me gustaría tocar otros dos temas. Primeramente, a los críticos marxistas generalmente se les acusa de lo que casi llega a ser información. No cabe duda que ahora es bastante peligroso decir sobre un escritor que contempla ideas contrarrevolucionarias “inconscientemente” o hasta “semi conscientemente”. Y en estos casos cuando a un escritor se le considera un elemento extraño, demasiado a la derecha, o cuando a uno de nuestros escritores se le acusa de una desviación u otra, entonces todo el asunto parece ser algo dudoso. La gente pregunta ¿es realmente el problema de un crítico decir si este o el otro escritor no tiene razón políticamente o ha fallado en lo político? Debemos vehementemente rechazar tales protestas. El crítico que usa tales métodos para resolver sus cuentas personales o difamar a alguien es un villano; y tal villanía, tarde o temprano, siempre surge a la luz. Se trata de un crítico irresponsable y superficial que lanza tales acusaciones sin pensar ni considerar el problema. Pero al hombre que distorsiona la verdadera esencia de la crítica marxista porque está asustado de declarar en voz alta los resultados de su análisis social se le debe etiquetar como descuidado y políticamente pasivo.
No se trata que el crítico marxista debe gritar: “¡Mantente vigilante!” Este no es un llamado a las instituciones gubernamentales; se trata de una evaluación objetiva del valor de nuestra construcción de un trabajo u otro. El escritor mismo debe sacar conclusiones para corregir su línea. Estamos en la esfera de la lucha de ideas. Ningún comunista consciente y honesto puede negar la naturaleza de la lucha en cuestiones de la literatura del presente y su evaluación.
XII
Y finalmente, esta pregunta: ¿Se debe aceptar polémicas agudas y acerbas? Generalmente hablando, las polémicas agudas son útiles porque mantienen interesado al lector. Los artículos polémicos, especialmente cuando los dos lados están equivocados, mientras todas las otras cosas son iguales, tienen más influencia en el público y se entienden mejor. Además, el espíritu guerrero del crítico marxista como revolucionario, le dirige a expresar sus pensamientos agudamente; pero al mismo tiempo se debería mencionar que para camuflar las debilidades de sus argumentos con brillo polémico es uno de los pecados más grandes del crítico. Generalmente, cuando no hay muchos argumentos sino una multitud de varios comentarios, comparaciones sarcásticas, exclamaciones burlonas e interrogantes furtivas, entonces la impresión puede ser chistosa pero no seria. Se debe aplicar crítica a la crítica, porque la crítica marxista es, al mismo tiempo, científica y, de cierta manera, trabajo artístico. La rabia no es la mejor guía en la crítica y por lo común significa que la crítica esta errada.
Lo cierto es que a veces el sarcasmo y las diatribas mordaces rompen del corazón del crítico. La oreja más o menos discerniente de otro crítico, lector y especialmente escritor siempre puede distinguir entre la rabia natural y la simple malicia. En nuestro esfuerzo constructivo debe haber la menor malicie posible. No se la debe mezclar con el odio de clase. El odio de clase golpea con intención; pero tal como una nube sobre la tierra, está sobre la malicia personal. En general, el crítico marxista, sin caer en indulgencia alegre, que sería muy malo de su parte, debe ser a priori benevolente. Su felicidad suprema debería ser encontrar lo positivo y revelárselo al lector en todo su esplendor. Otro de sus objetivos debe ser la asistencia –canalizar y advertir- y solamente en pocas ocasiones debería ser necesario tratar de oponerse a lo villano con una penetrante flecha de risa o desaprobación o con crítica aplastante, que fácilmente puede aniquilar cualquier desconocido enorgullecido.
Redacción/Publicación original:1928.
Traducción al castellano: Luis Salvatierra, 2017, en base a: Lunacharsky, A. V.., "Theses on the Problems of Marxist Criticism", https://www.marxists.org/archive/lunachar/1928/criticism.htm.
Esta edición: Marxists Internet Archive, febrero 2018.