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"NO DARÉ UN PASO ATRÁS", DISCURSO DE SALVADOR ALLENDE EN EL 49 ANIVERSARIO DE SU MUERTE

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"NO DARÉ UN PASO ATRÁS", DISCURSO DE SALVADOR ALLENDE EN EL 49 ANIVERSARIO DE SU MUERTE

Acto de despedida a Fidel Castro, Estadio Nacional de Chile, 4 de diciembre de 1971.

Nosotros teníamos conciencia hace mucho tiempo de que Cuba, en su historia, era distinta a Chile y por eso, de acuerdo a su propia realidad, buscó el camino que esa realidad exigía, y con las armas derrotaron la dictadura bastiona y empezaron el duro y sacrificado esfuerzo por construir una nueva sociedad, una patria distinta, donde la dignidad alcanzara niveles individuales y colectivos como pueblo.

Chile, de acuerdo a su historia y a su propia realidad, ha buscado su camino y ha empleado este camino para hacer posible, dentro de los marcos del sufragio, un Gobierno Popular nacional, auténticamente revolucionario y democrático, para abrir también las anchas avenidas que nos conduzcan al socialismo.

Ya lo he dicho, por caminos distintos, Chile y Cuba han llegado a un proceso revolucionario, de una marcha más profunda, no solo por el tiempo sino por su propia realidad, en Cuba, y nosotros dando los pasos necesarios para afianzar el proceso revolucionario y caminar presurosamente hacia las metas que nos hemos trazado.

La Revolución cubana y la Revolución chilena son depositarias de las mejores tradiciones. De las tradiciones libertarias de aquellos que nos dieron perfiles de pueblo; somos los que con derecho podemos señalar que están junto a nosotros con el ejemplo de sus vidas y con su pensamiento, O’Higgins, Bolívar, San Martín y Martí, que indicaron el camino de la rebelión revolucionaria de los pueblos para hacer posible ayer la independencia política y hoy día la independencia económica. Ayer contra el imperio, hoy contra otro imperio.

Los pueblos de Cuba y Chile están en la vanguardia de la lucha en esta nueva etapa libertadora, libertaria. Afianzamos nuestro anhelo en la plena soberanía y nuestra decisión de ser dueños de nuestro propio destino. Ambos pueblos se han levantado contra una clase social. Clase social similar a la que ha gobernado en los países de este continente. Ambos pueblos se han rebelado contra la violencia social que marca la trágica realidad aún de América Latina. La incultura, la miseria moral y fisiológica; el hambre, el desempleo, la falta de viviendas van marcando como hitos la miseria y el dolor de las masas populares de este continente.

Ambos procesos revolucionarios han encontrado y encuentran idénticos enemigos externos e internos. Cuba supo, y hace años, del cerco, la invasión y las agresiones; la infiltración cotidiana y la invasión a Playa Girón. Cuba ha derrotado la invasión, la infiltración, el cerco, y se levanta con el esfuerzo consciente y disciplinado de sus masas populares y con la voluntad de sus dirigentes revolucionarios para derrotar el retraso y tomar aceleradamente el camino del progreso, en la común tarea patriótica de hacer de Cuba una patria auténtica para todos los cubanos. Chile surge de acuerdo a nuestra realidad; con un proceso revolucionario que encarna en lo que ha sido nuestra historia y es nuestra tradición. Muchas veces lo reiteramos ante el pueblo y hemos dicho que el camino nuestro es un camino nuevo que hace un pueblo teniendo tan sólo como guía su propia decisión y la experiencia que va adquiriendo todos los días. El enfrentamiento nuestro es el enfrentamiento de cada minuto y de cada instante en contra de los sectores minoritarios que ayer tenían el poder y el gobierno en contra de los grandes intereses foráneos que deformaron nuestra economía y que quisieron someternos al yugo implacable de la penetración imperialista.

El pueblo de Chile nunca quiso el camino de la violencia, el pueblo de Chile sabe por experiencia sufrida quiénes la ejercieron a lo largo de nuestra historia, y cómo tuvimos que aprenderlo en los días que fueron desde el 4 de septiembre de 1970 hasta el 3 de noviembre de ese mismo año; allí vimos la lección de una oligarquía soberbia e insolente, aliada al imperialismo, que buscó todos los caminos para impedir el acceso del pueblo al gobierno; ahí aprendimos lo implacable de sus decisiones, que llegaron hasta el asesinato del comandante en jefe del Ejército para atacar a la mayoría de Chile, que quería darse un Gobierno Popular nacional y revolucionario. Siempre respondimos con la superior tranquilidad de los que tienen conciencia de sus fuerzas; siempre repetimos: el pueblo no quiere la violencia, y que otros la desaten encubierta o descaradamente. Siempre advertimos que solo responderíamos a la violencia contrarrevolucionaria con la violencia revolucionaria. Llegamos al gobierno y aquí hemos utilizado los caminos que nos dan la propia realidad y nuestra propia existencia; la revolución en el sentimiento del Programa Popular ha ido avanzando, por eso recuperamos nuestras riquezas básicas en manos del capital foráneo, y por eso, dentro de los cauces legales y de la propia Constitución, podemos decir al mundo y con orgullo de chilenos: el carbón es nuestro, el salitre es nuestro, el hierro es nuestro, el acero es nuestro, el cobre es nuestro.

Hemos intensificado la reforma agraria y herido profundamente al latifundio, hemos estatizado la banca y hemos estatizado también diversos monopolios para fortalecer el área de la economía social, y al cumplir los aspectos fundamentales del programa de la Unidad Popular nos hemos preocupado fundamentalmente del hombre y de la mujer de Chile, del niño y del anciano, y de ahí la política de redistribución del ingreso para impedir que siguieran consagrándose en nuestra patria las diferencias brutales que marca el régimen capitalista, donde la explotación del hombre por el hombre es lo esencial. Por eso, en el caminar de nuestra revolución hemos herido los intereses de las minorías privilegiadas y hemos respetado los derechos que el pueblo conquistara, hemos avanzado y hemos señalado al pueblo que la revolución se ha hecho y se hará en beneficio de las mayorías, y por eso es que Chile presencia en este instante el ataque que viene implacablemente organizado desde afuera y que encuentra eco dentro, en sectores que añoran el poder y que quisieran impedir el camino del gobierno de ustedes, del pueblo hecho gobierno.

Y hay que pensar, entonces, que Chile está presenciando un hecho que no es extraño a los procesos que han vivido los pueblos que han buscado el camino de su emancipación. Los latifundistas utilizan a los pequeños y medianos agricultores, haciéndoles creer que la revolución los perjudica a ellos. Los monopolistas, a los pequeños productores; los grandes distribuidores, a los comerciantes. Y en este mismo instante, en el Teatro Caupolicán, están reunidos viendo, seguramente, qué productores pequeños, medianos y comerciantes que nada tienen que temer del Gobierno Popular, que han recibido ya ostensibles beneficios, no alcanzan a comprender lo que representa el que estén pidiendo los sectores aquellos que ayer mismo ponían la soga al cuello a sus posibilidades de desarrollo.

Por eso, no hay que desconocer que un germen fascista moviliza a determinados sectores de nuestra juventud, sobre todo en el campo universitario, y, como lo dijera, que usa a la mujer en manifestaciones de protestas, como la que he comentado, que se realizara ayer en la capital de la República. Son hechos similares a los que viviera Brasil, en el gobierno de Goulart; solo ha faltado explotar —para crear un clima emocional más profundo— el sentimiento religioso; no han podido hacerlo porque es evidente el respeto del pueblo y de su gobierno por el derecho de cada hombre y de cada mujer de Chile a tener la creencia, y ejercerla, que más se avenga con su convicción. Y como no han podido utilizar este recurso, como han visto la actitud de prescindencia y de imparcialidad de la Iglesia chilena, aquellos que se dicen católicos y cristianos no han trepidado en lanzar los denuestos y las injurias contra el propio cardenal de la Iglesia chilena. Y esto ocurre en el mismo instante en que la Izquierda Cristiana viene a vitalizar la Unidad Popular. Por eso he señalado la importancia que tiene el que Chile sea el primer país en donde laicos, marxistas y cristianos forman la base granítica de las fuerzas populares expresadas en los partidos y movimientos del pueblo y fundamentalmente en la conciencia organizada de los trabajadores, en la Central Única.

Ayer, las agencias informativas han señalado que los integrantes de una misión que enviara el presidente de los Estados Unidos a recorrer algunos países de América Latina han dicho que de Chile poco pueden decir, porque de los antecedentes y opiniones recogidas en los pueblos que visitaron, en las conversaciones que han tenido con sus dirigentes, se puede deducir que el Gobierno Popular tiene sus horas contadas. Esto ha sido comentado y publicado en los diarios o en el diario de mayor circulación de Estados Unidos y frente a la protesta de nuestro embajador ha habido un desmentido o un esclarecimiento, pero queda en pie el hecho que señala, por lo demás, lo que es tradicional. Desde aquí yo les digo a aquellos que intervienen en la política de Chile, aquellos que pretenden hacerlo o aquellos que pretendieron hacerlo: Chile no es tierra de nadie, Chile es tierra de chilenos; el pueblo, a lo largo de años y años de sufrimiento, de deber y esperanza, ha llegado al gobierno y tiene como presidente al compañero de ustedes, que les habla.

Se engañan profundamente los que creen que con amenazas, con presiones, con restringirnos los créditos o con cerrarnos las posibilidades de renegociar la deuda externa van a impedir nuestro camino. Aquellos que han resuelto defender todavía el dominio que tuvieran sobre las riquezas fundamentales de Chile deben entender que hay hechos que son irreversibles, y es irreversible la voluntad de los chilenos de ser dueños de su tierra, de la riqueza de su patria. Se equivocan si acaso pretenden impedir nuestro derecho a crear con nuestro esfuerzo y sacrificio el destino que anhelamos para la patria grande que queremos.

Como presidente de Chile, yo digo frente al pueblo que respeto y respetaré la oposición que se ejercite dentro de los cauces legales de Chile. Pero que sé muy bien distinguir entre la oposición y la sedición, y que los partidos políticos deben fijar su propia responsabilidad. Quienes pretenden sacarnos del camino que nos hemos trazado, quienes mintiendo y calumniando hablan de que en Chile no hay libertad, que se ha suprimido el derecho de información, que está en peligro la prensa, son los que mixtifican para, engañando, poder encontrar apoyo en determinados sectores, y son los conjurados en el ansia turbia de oponerse a la voluntad popular.

Yo les digo a ustedes, compañeros, compañeros de tantos años, se los digo con calma, con absoluta tranquilidad: yo no tengo pasta de apóstol ni tengo pasta de mesías, no tengo condiciones de mártir, soy un luchador social que cumple una tarea, la tarea que el pueblo me ha dado. Pero que lo entiendan aquellos que quieren retrotraer la historia y desconocer a la voluntad mayoritaria de Chile: sin tener carne de mártir, no daré un paso atrás; que lo sepan: dejaré La Moneda cuando cumpla el mandato que el pueblo me diera.

Que lo sepan, que lo oigan, que se les grabe profundamente: defenderé esta Revolución chilena, y defenderé el Gobierno Popular porque es el mandato que el pueblo me ha entregado, no tengo otra alternativa, sólo acribillándome a balazos podrán impedir la voluntad que es hacer cumplir el programa del pueblo. Pero que lo piensen y que lo mediten, que hay algo que yo he contribuido a formar: es una conciencia política de las masas populares chilenas. Esta no es —como lo dijera tantas veces— la tarea de un hombre; es el pueblo organizado en sus partidos, en sus sindicatos, en sus poblaciones, en su Central Única, el que está en el gobierno; yo podré ser el intérprete de la voluntad de ustedes, pero mañana estarán junto a ustedes otros compañeros, y si cae uno de ellos, vendrá otro, y otro y otro, y el pueblo seguirá en la Revolución chilena.

Fuente: El Viejo Topo


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