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50 AÑOS DEL ATENTADO EN MADRID CONTRA LA EXPOSICIÓN DE PICASSO

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Bombas, cuchillos, ácido: Así llegó a nuestro país la obra de Picasso

Bombas, acuchillamientos y amenazas. La obra de Picasso en España puso en pie de guerra al terrorismo ultraderechista, que llegó a dañar una veintena de sus obras en sabotajes a manos de «niños bien» del régimen

Corría el año 1971 y en Madrid se imponía poco a poco el invierno. Era el mes de noviembre y en la galería Theo se exponían veintiséis grabados de Picasso correspondientes a la «Suite Vollard». El acontecimiento fue aireado por la prensa más reaccionaria como la penetración definitiva del «arte degenerado y el marxismo». Cada semana había atentados contra personajes vinculados a la izquierda o librerías, aunque el fenómeno del terrorismo negro, al estilo italiano, alcanzaría su cénit en dos o tres años, cuando decenas de librerías y galerías serían atacadas por grupos fascistas. El viernes 5, un grupo de asaltantes autodenominado «Comando de lucha antimarxista» irrumpió en la galería justo cuando se inauguró la exposición y destruyó veinticuatro de los grabados; dos se salvaron. Entraron seis hombres, todos ellos vestidos de azul, con boinas y gafas de sol al estilo «camisa azul». Amenazaron a la encargada con navajas e insultos de «cerda marxista», mientras el primer visitante de la exposición era apaleado. Luego arremetieron contra las obras del pintor, derramando pintura roja y un líquido corrosivo contra los cuadros, veintisiete en total. 

Panfleto a favor de Galván repartido durante el encierro en el Museo del Prado

Panfleto a favor de Galván repartido durante el encierro en el Museo del Prado

Picasso y su obra se habían convertido en un arma política, o al menos lo veía así el franquismo. El crítico de arte José María Moreno Galván fue condenado a dos años de prisión por dar una conferencia sobre Picasso con motivo de su 90 cumpleaños en la Facultad de Ciencias de la Universidad Complutense. Galván era muy conocido como crítico de arte en la revista Triunfo. Durante el acto, al parecer, alguien desplegó una bandera roja con la hoz y el martillo. Galván fue procesado y el Tribunal Supremo, en una vergonzante sentencia, confirmó la pena.

La noticia publicada en la revista Triunfo. Arriba, a la derecha, estado en el que quedaron algunos de sus cuadros

La noticia publicada en la revista Triunfo. Arriba, a la derecha, estado en el que quedaron algunos de sus cuadros

Horas después, ocho personas fueron detenidas sospechosas del asalto. La Vanguardia, dos días más tarde, dedicó al atentado toda una editorial:

 MAL CAMINO

¿Qué curiosa y vetusta concepción de la lucha ideológica tendrán esos mal aconsejados jóvenes de un titulado «Comando de lucha antimarxista», que, en la tarde del 5 de noviembre, entraron con navajas en una galería de arte madrileña y, tras amenazar a la encargada, destrozaron veinticuatro grabados de Pablo Picasso y arrojaron sobre ellos pintura roja y ácido?

La misma, por supuesto, que pusieron de manifiesto en repetidas actuaciones anteriores contra varias librerías madrileñas. Sin duda juzgan eficaces los libros y los grabados —de otro modo no se esforzarían en destruirlos—, pero al parecer no han aprendido otro uso y manejo de esos poderosos instrumentos que el de despedazarlos, cubrirlos con pintura roja y corroer los fragmentos con ácido. Es una triste confesión de debilidad la que se esconde en el interior de tanta violencia.

Pero que haya personas que cometan o aconsejen tales desmanes no solo es de lamentar por el daño que ellas mismas se infligen y por el que producen directamente. Es de lamentar también el descrédito y la desmoralización que estos abusos, repelidos y reiterados, difunden. Mientras unos recuerdan las lejanas «partidas de la porra», otros se inquietan por la falta de reacción pública y por la tardanza en identificar a los autores y obtener de ellos, cuando menos, una explicación mínimamente razonable que permita averiguar de dónde han sacado tales criterios.

Por fortuna, la reacción ha sido esta vez inmediata. La Policía ha detenido ya a algunos miembros del grupo. Se espera que se haga luz sobre otros desmanes y excesos cometidos a lo largo de los últimos tiempos por este u otros «comandos» parecidos. Pero lo que importa es que todo el mundo comprenda que tales actitudes y tales métodos desdicen de un país civilizado y, cuando se prolongan y arraigan, a todos hacen daño. Y que el primer perjuicio es para aquello que los agresores pretender defender.

 

ABC y la noticia del asalto en su edición del 6 de noviembre de 1971

ABC y la noticia del asalto en su edición del 6 de noviembre de 1971

Los fascistas, sin embargo, no tuvieron muchas precauciones a la hora de realizar la acción, que se valoró en seis millones de las antiguas pesetas, una auténtica fortuna. La mayoría de ellos tenían posiciones de prestigio en la sociedad madrileña. Había de todo: un antiguo confidente de la policía política, hijos de acaudalados franquistas o dirigentes de sindicatos estudiantiles de extrema derecha.

Después del asalto solamente dos grabados quedaron indemnes: el «Minotauro ciego guiado en la noche por una niña» y el «Escultor y modelos agrupados junto a una cabeza esculpida». Fue casi la ruina para la galería. El seguro no pagó por tratarse de un atentado político.

«Se inauguró por la mañana y al mediodía estaba ya clausurada por la policía. También la librería había sido objeto de atentados fascistas, lo mismo que otras como la conocida Visor»

Rápidamente, numerosos artistas, activistas e intelectuales convocaron un acto de rechazo en la librería Antonio Machado, donde se celebró un homenaje a Picasso y una exposición de un centenar de obras de miembros de la Asociación de los Plásticos de Madrid. La exposición duró apenas unas horas. Se inauguró por la mañana y al mediodía estaba ya clausurada por la policía. También la librería había sido objeto de atentados fascistas, lo mismo que otras como la conocida Visor. El «Comando de lucha antimarxista» tuvo una existencia efímera, aunque su testigo sería recogido por un sinfín de grupos ultraderechistas que no dudarían en usar la bomba o el cuchillo contra los disidentes, empezando por los «amigos» de Picasso. En 1998 la Suite Vollard se expuso en la Academia de San Fernando. Por entonces, en los periódicos se aseguraba que era la primera vez que venía a España. Grave error de la desmemoria.

Picasso siguió siendo blanco del terrorismo fascista. En Barcelona, el Taller Picasso, situado en la calle de la Plata, fue casi destruido al lanzarle varias bombas incendiarias y uno de los empleados recibir una puñalada en el cuello por parte de un fascista. En casi cualquier lugar en que se intentaba exponer a Picasso se producían altercados, bombas y amenazas.

¡Ah! ¿Qué sucedió con los dos cuadros desaparecidos? Más tarde se descubrió que habían ido a parar a las colecciones privadas de varios reconocidos falangistas, a los que al parecer no les importó su supuesto rojerío. 

Fuente: Agente provocador


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