¿Cómo una mujer nacida en 1895 en el seno de una familia minera, tradicionalista y católica de la Bizkaia profunda llegó a convertirse en Pasionaria, icono mundial del movimiento obrero y de la resistencia antisfascista? Este error en el sistema, este giro inesperado en la biografía de una muchacha religiosa de Gallarta, a la que su madre pronosticó una vida «parir, hilar y llorar», y cuyo sueño de ser maestra se vio truncado por el machismo familiar, es el hilo conductor de este ensayo del historiador y periodista Diego Díaz.
Con sus luces y sus sombras, la figura de Dolores Ibárruri resulta apasionante, testigo y protagonista de algunos de los principales hitos del siglo xx. Ibárruri pasó de fregar la sede de la agrupación socialista de Somorrostro a ser la secretaria general de uno de los principales partidos comunistas de Europa occidental, la única mujer miembro del buró de la Komintern, y una dirigente política que despachaba con Indalecio Prieto, Azaña, Negrín, Togliatti, Stalin, Mao, Jrushchov, Tito o Fidel Castro. La pionera de un cierto feminismo socialista en los años 30, la madre de la patria durante la Guerra Civil que antepuso la revolución a la maternidad, la mujer tradicional que se arriesgó a dejar a su marido y vivir una historia de amor con un camarada 14 años más joven que ella, la dirigente estalinista que purgó sin titubear a sus camaradas caídos en desgracia, la admiradora de la URSS que sin embargo condenó la invasión de Praga por el Pacto de Varsovia o la bolchevique de primera hora que se convirtió en la abuela de la Transición española. Hay muchas vidas posibles en la vida inesperada de Dolores Ibárruri.
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