Este artículo de Friedrich Engels, escrito en 1858, relata la derrota del ejército británico en Afganistán. Parece increíble que esta narración resulte tan actual a la vista de los sucesos ocurridos durante estas semanas y, más aún, como la agresión imperialista repite los mismos o parecidos errores. Fue derrotado el ejército británico; fue una catástrofe la invasión soviética en los años 80 del siglo pasado y lo ha sido la presencia militar norteamericana, con la participación de tropas españolas. No se puede oprimir a un pueblo ni se le puede imponer un gobierno corrupto sostenido por la presencia militar extranjera. Se puede estar muy en contra de la política de los talibanes pero el destino de Afganistán tiene que estar en manos de los afganos y afganas.
La posición geográfica de Afganistán y el carácter particular de su pueblo confieren al país una importancia política que no hay que subestimar en los problemas de Asia Central.
Afganistán ha estado sucesivamente sometido a la dominación mongola y persa. Antes de la llegada de los ingleses a las orillas del Indo las invasiones extranjeras que barrieron las llanuras del Indostán provenían siempre de Afganistán.
La conquista británica
El 20 de febrero de 1839 el ejército británico franqueaba el Indo. Estaba formado por alrededor de 12.000 hombres acompañados de más de 40.000 civiles, sin contar las nuevas tropas reclutadas por el Sha. El paso de Bolan fue atravesado en marzo. La falta de provisiones y de forraje para los animales comenzó a notarse; los camellos morían por centenares y una gran parte del equipaje se perdió. El 7 de abril, el ejército llegó al paso de Khojak, lo atravesó sin resistencia y el 25 de abril penetró en Kandahar, que los príncipes afganos, hermanos de Dost Mohammed, habían abandonado.
Después de un reposo de dos meses Sir John Keane, el comandante británico, avanzó con el principal cuerpo del ejército hacia el norte dejando una brigada en Kandahar bajo las órdenes de Nott. Ghazni, la plaza fuerte inexpugnable de Afganistán, fue conquistada el 22 de julio; un desertor informó al ejército de que la puerta de Kabul era la única que no estaba amurallada. Fue derribada y la ciudad fue tomada al asalto.
Después de este desastre el ejército reunido por Dost Mohammed (el líder afgano) se dispersó inmediatamente y Kabul abrió también sus puertas el 6 de agosto. El Sha Soojah fue instalado en el trono, pero la verdadera dirección del gobierno quedó en manos de McNaghten, que pagó todos los gastos del Sha Soojah a cargo del Tesoro indio.
Primeras resistencias
La conquista de Afganistán parecía resuelta y una parte considerable de las tropas fue repatriada. Pero los afganos no estaban nada satisfechos de ser gobernados por los kafir feringhee (los infieles europeos) y a lo largo de los años 1840 y 1841 se sucedieron las insurrecciones en todas las regiones del país. Las tropas anglo-indias estaban obligadas a combatir sin cesar. McNaghten declaró que esto era la situación normal de la sociedad afgana y escribió a Inglaterra que todo estaba controlado y que la autoridad del Sha estaba enraizando.
Las advertencias de los oficiales militares quedaron sin efecto. Dost Mohammed se rindió a los ingleses en octubre de 1840 y fue enviado a la India; todas las insurrecciones del verano de 1841 fueron reprimidas con éxito.
La bancarrota
En octubre, McNaghten, nombrado gobernador de Bombay, tuvo la intención de partir hacia la India con otro cuerpo del ejército. Pero la tempestad estalló. La ocupación de Afganistán costaba al Tesoro indio 1,25 millones de libras por año; había que pagar a 16.000 soldados, los anglo-indios y a los del Sha Soojah; otros 3.000 se encontraban en el Sind y el paso de Bolan. Los fastos reales del Sha Soojah, los salarios de los funcionarios y todos los gastos de su corte y su gobierno eran pagados por el Tesoro indio. En fin, los jefes afganos estaban subvencionados, o mejor dicho sobornados, por la misma fuente para que se sintieran a gusto.
McNaghten fue informado de la imposibilidad de mantener ese ritmo de gastos. Intentó restringirlos, pero la única manera de conseguirlo era reduciendo las asignaciones de los jefes.
El mismo día que intentó hacerlo, los jefes fomentaron una conspiración con el objetivo de exterminar a los ingleses; McNaghten en persona favoreció la concentración de fuerzas insurreccionales que, hasta entonces, habían luchado divididas contra los invasores, sin unidad ni coordinación. No hay ninguna duda de que en ese momento el odio de los afganos a la dominación británica había llegado a su apogeo.
En Kabul, los ingleses estaban dirigidos por el general Elphinstone, un viejo hombre indeciso y completamente desamparado que continuamente daba órdenes contradictorias. Las tropas ocupaban una especie de campamento fortificado tan extenso que las tropas apenas llegaban a vigilar las murallas, y aún menos a destacar hombres para controlar los alrededores. Las defensas eran tan imperfectas que se podía atravesar a caballo el foso y el parapeto. Como si esto no fuera suficiente, el campamento estaba dominado, casi a tiro de mosquete, por pequeñas elevaciones. Para coronar lo absurdo de estas disposiciones, todas las provisiones y el material médico se encontraban en dos fuertes distintos a cierta distancia del campamento, que además estaban separados por jardines rodeados de muros y por otro pequeño fuerte que los ingleses no ocupaban. La ciudadela de Bala Hissar de Kabul hubiera ofrecido cuarteles de invierno sólidos y espléndidos a todo el ejército, pero, para dar gusto al Sha Soojah, no estaba ocupada.
La insurrección
El 2 de noviembre de 1841 estalló la insurrección. La casa de Alexander Burnes fue atacada y él asesinado. El general inglés no hizo nada y la impunidad reforzó la insurrección. Elphinstone, completamente desamparado, abandonado a toda suerte de consejos contradictorios, pronto alcanzó la confusión que Napoleón describió en tres palabras: orden, contraorden, desorden. La ciudadela de Bala Hissar no siempre estaba ocupada. Algunas compañías fueron enviadas contra los miles de insurgentes y fueron abatidos, lo que aún envalentonó más a los afganos.
El 3 de noviembre fueron ocupados los fuertes próximos al campamento. El 9, el fuerte de intendencia (defendido por sólo 80 hombres) fue tomado por los afganos y los ingleses se quedaron sin provisiones para comer. El 5, Elphinstone habló ya de comprar el derecho a salir del país. De hecho, a mitad de noviembre, su indecisión e incapacidad habían desmoralizado de tal manera a las tropas que ni los europeos ni los cipayos (tropas indias al servicio de los ingleses) estaban en condiciones de encontrarse con los afganos en el campo de batalla.
Se iniciaron las negociaciones. En ellas, McNaghten fue asesinado en una conferencia con los jefes afganos. La nieve empezaba a cubrir el suelo, las provisiones eran escasas. Por fin el uno de enero se firmó la capitulación. Todo el dinero, 190.000 libras esterlinas, tuvo que ser entregado a los afganos con otros pagos suplementarios de 140.000 libras. Hubo que dejar en el país toda la artillería y las municiones con la excepción de seis cañones de seis y tres piezas de artillería. Todo Afganistán debía ser evacuado. Como contrapartida, los jefes afganos prometieron salvoconductos, provisiones y bestias de carga.
El desastre
El 5 de enero los ingleses abandonaron el país, 4.500 soldados y 12.000 civiles. Una jornada de marcha fue suficiente para disipar los últimos vestigios de orden y los soldados y civiles se empezaron a mezclar creando una confusión horrorosa y haciendo imposible toda resistencia. El frío, la nieve y la falta de alimento tuvieron el mismo efecto que la retirada de Napoleón de Moscú en 1812. En esa ocasión los cosacos se mantuvieron a una distancia respetable, pero los tiradores de elite afganos, furiosos, armados de mosquetes de largo alcance, ocupaban todas las alturas y hostigaban a los ingleses. Los jefes que habían firmado la capitulación de los ingleses no podían ni querían retener a las tribus de las montañas. El paso de Koord-Kabul fue la tumba de casi todo el ejército y los pocos supervivientes, menos de doscientos europeos, cayeron en la entrada del paso de Jugduluk. Sólo un hombre, el doctor Brydon, consiguió llegar a Jalalabad y contó la historia. Muchos oficiales fueron hechos prisioneros por los afganos; Jalalabad estaba ocupada por la brigada de Sale. Se le exigió la capitulación, pero rechazó abandonar la ciudad, como también hizo Nott en Kandahar. Ghazni también cayó; ni un solo hombre sabía utilizar la artillería y los cipayos también sucumbieron al clima.
Una expedición de castigo
Durante este tiempo, cerca de la frontera, las autoridades británicas que habían conocido el desastre de Kabul, concentraron en Pesawar tropas destinadas a relevar a los regimientos de Afganistán. Pero los medios de transporte eran escasos y gran número de cipayos cayeron enfermos. En febrero el general Pollock tomó el mando y a finales de marzo de 1842 recibió refuerzos.
Atravesó el paso de Khyber y avanzó para llevar ayuda de la ciudad de Sale a Jalalabad. Días más tarde Sale había derrotado al ejército afgano que la rodeaba. Lord Ellenborough, gobernador general de las Indias, ordenó un repliegue a las tropas, pero Nott y Pollock encontraron una buena excusa aduciendo falta de medios de transporte. Finalmente, a principios de julio, la opinión pública en la India obligó a Lord Ellenborough a hacer alguna cosa para restaurar el honor de la nación y el prestigio del ejército británico; en consecuencia, autorizó el avance sobre Kabul a partir de Kandahar y Jalalabad.
A mediados de agosto Pollock y Nott se pusieron de acuerdo respecto a sus movimientos y el 20 de agosto Pollock emprendió el camino hacia Kabul. Llegó a Gandamuck; el 23 venció a destacamentos afganos, el 8 de septiembre alcanzó el paso de Jugduluk, el 13 venció a las tropas reunidas por el enemigo en Tezeen y el 15 destrozó el campamento bajo los muros de Kabul.
Nott evacuó Kandahar el 7 de agosto y marchó con todas sus tropas hacia Ghazni. Después de algunos combates poco importantes, el 30 de agosto derrotó a una parte importante del ejército afgano y el 6 de septiembre ocupó Ghazni abandonada por el enemigo. Destruyó todas las fortificaciones y la ciudad; el 17 de septiembre venció de nuevo a los afganos en la plaza fuerte de Alydan y el 17 de septiembre llegó cerca de Kabul y logró entrar en contacto con Pollock.
El Sha Soojah hacía tiempo que había sido asesinado por ciertos jefes afganos y desde entonces no había gobierno real en Afganistán. Futteh Jung, su hijo, no era rey más que de nombre. Pollock envió un destacamento de caballería para liberar a los prisioneros, pero éstos habían logrado sobornar a sus guardianes.
La derrota
Como represalia, el bazar de Kabul fue destruido y, en esta ocasión, los soldados saquearon una parte de la ciudad y masacraron a un gran número de habitantes. El 12 de octubre, los ingleses abandonaron Kabul y volvieron a la India pasando por Jalalbad y Pesawar. Futteh Jung, abandonando su función, les siguió. Dost Mohammed, liberado de su prisión, recuperó su reino. Así se acabó la tentativa de los ingleses de instalar un príncipe fabricado por ellos en Afganistán.
Fuente: sinpermiso