UNA MILLA DE CRUCES SOBRE EL PAVIMENTO from Lotty Rosenfeld on Vimeo.
Titulo: Una milla de cruces sobre el pavimento
Año: 1979
Técnica: Video acción. Edición 3/20Lotty Rosenfeld es una artista visual chilena que posee una vasta trayectoria, la cual ha estado permanentemente marcada por cuestionamientos y críticas a la institucionalidad, dentro del contexto político y social imperante en el país. Así, Rosenfeld ha explorado e incorporado diversos soportes visuales dentro de su obra, utilizando como lenguajes artísticos la fotografía, el videoarte, el grabado, las acciones de arte y las instalaciones audiovisuales y sonoras.
En 1979, dichas inquietudes políticas y sociales se vieron reflejadas en la formación del Colectivo de Acciones de Arte (CADA) en Santiago de Chile, junto a Diamela Eltit, Raúl Zurita, Fernando Balcells y Juan Castillo, todos ellos agentes de una escena cultural, quienes, desde la praxis artística, reflexionaron e instalaron un discurso crítico frente a la contingencia nacional.
Desde 1973, con el golpe de Estado contra el entonces presidente socialista Salvador Allende, Chile vivió bajo una dictadura de régimen militar, que impidió cualquier manifestación o libertad de expresión que atentara contra las normas y políticas impuestas forzosamente. La censura fue un tema recurrente dentro de la sociedad chilena, y se vivía un estado de permanente temor y silencio ante las injusticias y las desigualdades que sucedían a diario en el país.
Rosenfeld, además de fundadora del CADA, fue una integrante indiscutidamente primordial a la hora de instalar un discurso reflexivo y crítico. Su producción artística logró transgredir y cuestionar los significantes del espacio-ciudad. Con su primera acción de arte, Una milla de cruces sobre el pavimento (diciembre de 1979), quiso modificar la línea de vialidad de las calles, recodificándola al transformar una imagen habitual para peatones y automovilistas en un nuevo significante. En palabras de Rosenfeld:
…utilizo como modelo un signo de tránsito, líneas blancas que dividen las pistas de circulación vehicular, las cuales modifico físicamente, generando como resultado un signo +; entrecruzamiento de dos líneas, la primera impuesta por un código de reglamentación social y la segunda propuesta por el arte a modo de insumisión. Al introducir la “crisis” en un subsistema de ordenamiento comunitario, la obra incita al sujeto a repensar su dependencia al código.
Así, existía en su acción la intención de revertir el signo, estableciendo la cruz como un símbolo positivo o de muerte, aludiendo claramente al contexto político del momento. Esta acción fue registrada en cine y video y proyectada un mes más tarde en el mismo espacio donde se realizó; luego se convirtió en un video de este registro, que comienza con la voz de la artista diciendo: “No, no fui feliz”. Aunque dichas en primera persona, estas palabras reflejan el sentir de un país, especialmente el de aquellos que fueron oprimidos por el régimen militar y de quienes se encuentran de alguna manera en la periferia de nuestra sociedad.
Una milla de cruces sobre el pavimento es la obra más icónica de Lotty Rosenfeld y significa un gran aporte a las nuevas generaciones de artistas, quienes han podido encontrar en su trabajo las bases de un movimiento artístico-social que luchó contra la opresión de una época marcada por el silenciamiento del clamor popular. Por medio de esta acción, generó un movimiento de revolución artística ante los procedimientos tradicionales de producción; hizo visible ante el ciudadano común aquello que permanecía escondido y oculto, delatando de manera simbólica desapariciones de personas, huelgas, muertes y desigualdades sociales.
Hoy, las instalaciones sonoras, las videoinstalaciones y las acciones de arte de Rosenfeld siguen cobrando vigencia por medio de la utilización de “nuevos medios”; en su momento, ella venció los límites geográficos y políticos de la realidad chilena, y hoy se encuentra absolutamente reconocida e inserta en el sistema global del arte contemporáneo. Sin duda, su obra recobra sentido cuando la vemos participar en exposiciones internacionales y representar a Chile en la Bienal de Venecia 2015, donde se reconoce en su trabajo la sensatez de operar discursivamente, siendo contingente y crítica a la vez, insistiendo –como ella misma ha señalado– en “exponer” su obra al nomadismo y la fugacidad. Su producción, sencilla en apariencia, resulta un referente indiscutido en la historia del arte chileno y latinoamericano, y ha posicionado a Rosenfeld como una de las artistas más influyentes de la década de los ochenta.