Algunos bocetos para las estructuras de la Ciudad sobre Resortes: levantadas por muelles o resortes para un mejor aprovechamiento del espacio terrestre; giratorias para seguir la luz del sol y absorber las vibraciones del tránsito; dotadas de pantallas para transmitir noticias que roban según la dirección del viento.
Boris Arvatov (1896-1940) fue un importante artista constructivista ruso y crítico de arte. Junto con Osip Brik, Boris Kushner y Nikolai Tarabukin defendió una corriente en los años 20 que abogaba por una mayor integración entre el artista y la producción. En 1921, el también artista constructivista Anton Lavinsky (1893-1968) presentó en el INKhUK su trabajo “Ciudad sobre resortes”, en donde proponía elevar las estructuras para un mejor aprovechamiento de la superficie urbana. Arvatov vio en esta propuesta un valioso acercamiento entre arte, arquitectura e ingeniería en la concreción de una utopía. Recogemos aquí las palabras de Arvatov sobre la propuesta de Lavinsky. Valioso aporte a un debate que sigue pendiente.
La concreción de la Utopía en la Ciudad sobre Resortes de Anton Lavinsky
Los pueblos del futuro han existido también en el pasado: More, Fourier, Morris, etc. Sin embargo el proyecto de Lavinsky tiene un nuevo y especial significado. Lavinsky ha creado además un pueblo del futuro. Naturalmente era de esperarse. No de Lavinsky, sino de los artistas revolucionarios de hoy día en general. Lavinsky, por supuesto, es solo un caso particular.
El romance de la comuna y no el idilio de la cabaña. Eso es lo primero. Segundo, este problema anteriormente había sido solamente discutido (por Wells y otros) pero Lavinsky lo ha dibujado plenamente. Lo ha dibujado en su propio estilo, inusualmente representativo – pero ¿qué hay con eso? Había un único propósito: demostrar, no discutir, y este objetivo ha sido alcanzado. Tercero, y más importante: el artista quería construir.
Uno podría enumerar cientos de profesores, académicos, etc. que ni siquiera lo desean: La arquitectura transformada en forma, ornamento, culto estético a la belleza. Pero ¿qué hay de los ingenieros? Por supuesto que ellos han estado construyendo y aun lo hacen. Construyen directamente, según la moda moderna, en base a las técnicas industriales. Sin embargo hay algo raro: mientras se ocupan de estructuras específicas (puentes, grúas, plataformas), todo marcha bien; pero en lo que se enfrentan a construcciones de mayor escala el rostro viejo y familiar del esteta emerge detrás de la mascara del ingeniero. Formado según los cánones del arte burgués, el ingeniero es casi siempre tan fetichista como su hermano el arquitecto. Así que la ingeniería cae en un dulce abrazo con el esteticismo y voluntariamente se condena a si misma bien sea a una reducción de los problemas o a un conservadurismo social.
Con todos estos hechos en mente, sostengo que el proyecto de Lavinsky, usando la ingeniería en sus dinámicas futuras (la ingeniería como método universal, la ingeniería liberada de viejos moldes del arte o subordinada únicamente a la ley de gastos sociotécnicos) apela a ambos: al artista y al ingeniero. Al primero le dice directamente: manos fuera del negocio de la vida, tú que te has quedado en el Parnaso. Al último lo invita a la audacia revolucionaria y a la ruptura con las estéticas tradicionales hacia una organización de la vida en toda su extensión.
Sin embargo, esto no agota el sentido del experimento de Lavinsky. Lavinsky es un constructivista. ¿Qué es el constructivismo?
En el pasado cuando el artista se disponía a usar sus materiales (pintura, etc), los veía solo como un medio para crear una impresión. Esta impresión era alcanzada en las varias formas de representación. El artista “reflejaba“ el mundo, como dice la gente. El furioso crecimiento del individualismo quebró el arte representativo. Apareció entonces el arte abstracto. Y de una vez y al mismo tiempo, mientras algunos (los expresionistas, por ejemplo) se deleitaban con semejante novedad (y, aunque ellos no reptaron desde el pantano de la creación impresionista, la tallaron en el estilo de la metafísica) otros vieron en la forma abstracta una nueva posibilidad sin precedentes. No la creación de formas de una supremacía estética, sino la eficiente construcción de materiales..
No el “fin en si mismo“ sino el “valor del contenido“. Sustituye la palabra “contenido“ por la palabra “propósito“ y entenderás de que se trata. Pero ¿cómo puede uno hablar de un “propósito“ en la construcción abstracta? Entre la construcción y el objeto hay un abismo – del mismo tipo que hay entre arte y producción. Pero los constructivistas aun son artistas. Los últimos mohicanos de una forma de creación divorciada de la vida representa en ellos mismos el final de un fin-en-sí-mismo sin sentido que eventualmente se rebela en su propia contra. He ahí su gran significado histórico y también la tragedia de su situación. Las cruzadas contra el esteticismo están condenadas al esteticismo hasta que encuentren un puente hacia la producción. Pero ¿cómo puede construirse este puente en un país en donde la producción misma apenas esta viva? ¿Quién apostará por el artista? ¿quién puede permitirse el lujo de un experimento gigantesco y sin precedentes pero necesario en el presente?… Y la mano que los constructivistas han extendido se quedará colgando en el aire. Esa es la razón por la que no sonrío cuando veo los bocetos de Lavinsky. Los pioneros siempre sostienen en sus manos apenas una bandera, y por lo general una bandera rasgada. Seguramente no por eso dejan de ser pioneros.
Manilov se ocupó de utopías en su tiempo libre: un pequeño puente, y en el puente, etc, etc. Sus utopías nacían pasivamente. El economista Sismondi creó utopías de otro tipo; era el pasado lo que le fascinaba. Fourier era también un utópico; su utopía era revolucionaria. Arraigada en el seno del proceso histórico, esa utopía se vuelve una fuerza material para organizar la humanidad. Y es ahí cuando podemos decir, con mayúscula: Utopía. Porque ¿quién no sabe que sin Fourier y compañía no hubiera existido Marx? Es a esta categoría particular de utopías a la que el proyecto de Lavisky pertenece. Si una utopía “materializada“ está en el presente solo como algo similar a una utopía “alcanzada“, entonces debe seguir la siguiente conclusión: Ayuda a alcanzar el camino señalado. O finalmente: desarrolla, ve más lejos, reforma… pero no te des la vuelta. Que este intento individual, este salto romántico al otro lado del abismo se convierta en una colaboración colectiva organizada en líneas de laboratorio. Sabemos que en el extranjero (en Alemania) se desarrolla una serie de experimentos y proyectos para una ciudad futura. Estos esfuerzos están considerablemente más cerca de los recursos de los que dispone occidente en el presente de lo que el proyecto de Lavinsky está de los recursos de Rusia. Son más simples, más realizables, más producibles. Pero cargan una mala herencia; tienen por padre un viejo arquitecto y por madre a una pintora expresionista, difícilmente llegarán más allá del esteticismo.
Una ciudad en el aire. Una ciudad de vidrio y asbesto. Una ciudad sobre resortes. ¿Qué es esto? ¿Una excentricidad?¿Alguna moda? ¿Un truco? No, sencillamente máxima eficiencia
En el aire para liberar la tierra. Hecha de vidrio para llenarse de luz.
Asbesto para aligerar la estructura.
Sobre muelles para crear equilibrio.
De acuerdo, pero en cuanto a ese plano circular, ¿Es de nuevo esa maldita vieja simetría? Sí, pero no como forma sino como un principio económico.
Es maravilloso, pero ¿Qué propósito tienen esta extrañas casas que rotan? ¿Quién se atrevería a decir que esto no es futurismo, la estetización futura de la vida? En otras palabras, seguro que esto es la misma vieja estetización pero con un nuevo traje. Tal objeción puede aplicarse no solo a las casas; cae incluso más pesadamente en la apariencia inusual de los muelles y en la estación de radio. Esto es seguramente futurismo, dinámicas, una fractura, una confusión de planos y líneas, antiguos desplazamientos, todos esas viejas clasificaciones del futurismo pictórico italiano basura.
¡Para nada! porque:
1. La rotación de las estructuras busca lo mismo que las casas japonesas hechas de papel. La diferencia está en la técnica.
2. Los muelles y la radio están construidas de esa y no otra forma en nombre de la libertad y del ahorro de espacio.
Queda aún una pregunta, la última: Son estos sistemas técnicamente posibles? Como reaccionará a ellos la mecánica teórica? No lo sé. Estoy dispuesto a asumir lo peor. Que una aplicación literal del plan en todos sus detalles es impensable con la tecnología de hoy o del mañana. “Me propongo es hacer sugerencias“, como Mayakovski declaró a los ángeles. Lavinsky le dice lo mismo a los ingenieros, ya que lo que le ha preocupado a Lavinsky es principalmente el aspecto social del asunto – la forma de la nueva vida. Dejemos a los ingenieros que respondan (afortunadamente no son ángeles) qué se puede y qué no se puede, cómo pueden ellos enmendar y cómo pueden ellos amplificar. Ese no será un trabajo inútil.
Anton Lavinsky fue también el diseñador del famoso cartel del Acorazado Potemkin
Fuente: Utopix
Borís Ignátievich Arvátov (1896-1940) procedía de una familia de juristas polacos y realizó sus inicios literarios en Varsovia. En 1919 se adhirió al partido comunista y en 1921, en calidad de comisario político, participó en la guerra civil en el frente polaco. A partir de 1918 llevó a cabo una intensa actividad teórica y práctica dentro del Proletkult de Moscú y en 1923 se integró en el comité de redacción de la revista LEF, junto con artistas e intelectuales tan relevantes como Vladímir Maiakovski, Osip Brik, Nicolái Tarabukin, Viktor Shklovski, Serguéi Tretiakov, Borís Kushner y otros. Borís Arvátov fue uno de los principales promotores y defensores de la teoría estética del productivismo, que expuso en libros imprescindibles como Iskusstvo i klasy (Arte y clases sociales) (1923), Iskusstvo i proizvodstvo (Arte y producción) (1926), Sotsiologicheskaia poetika (La poética sociológica) (1928), y Ob agit i proz-iskusstve (Sobre el arte productivista y de agitación) (1930). En sus trabajos se confirma como uno de los más agudos y radicales intérpretes de la revolución, a la que siempre consideró como una tarea y como un proyecto inacabado.