Título original: Cadaveri Eccellenti.
País: Italia. Co-producción Italia/Francia.
Año: 1975
Duración: 120 minutos.
Dirección:Francesco Rosi.
Guión: Francesco Rosi, Tonino Guerre y Lino Lannuzzi, basado en 'Il contesto' de Leonardo Sciascia.
Dirección de Fotografía:Pasqualino de Santi.
Música: Piero Piccioni.
Montaje: Ruggero Mastroianni.
Productor: Alberto Grimaldi.
Produzioni Europee Associati (PEA)/ Les Productions Artistes Associés.
Intérpretes:
Lino Ventura : Inspector Amerigo Rogas,
Tino Carraro : Jefe de Policía,
Paolo Bonacelli: El Vago,
Alain Cuny: Juez Rasto,
Maria Carta: Señora Cres
Luigi Pistilli: Cusan,
Tina Aumont : la prostituta,
Max Von Sidow: Presidente de la Corte Suprema,
Fernando Rey: Ministro de Seguridad,
...
Premios:
David di Donatello: Mejor película (ex-aequo), mejor director (Filmaffinity)
Sinopsis:
En una región del Sur de Italia se suceden los asesinatos de varios magistrados. El inspector Señor Rogas va tras la pista de un farmacéutico, el Señor Cres, que pasó varios años en la cárcel, ondenado injustamente por un caso de envenamiento.
Comentario:
Francesco Rosi, formado en el neorrealismo italiano, analiza, desde una perspectiva de izquierdas, la corrupción de la judicatura italiana, al servicio de intereses espurios, que provocó una oleada de asesinatos de magistrados, en los que los mafiosos infiltrados en las instituciones públicas intentaron involucrar a los integrantes de movimientos izquierdistas, especialmente del Partido Comunista Italiano (PCI), que gozaba de gran fortaleza en ese momento. Sus lideres eran vigilados por el Ministerio de Seguridad, se grababan sus conversaciones y se filmaban sus reuniones.
El policía encargado del caso tiene serias dificultades para investigar un caso que los poderes económicos y políticos pretenden atribuir, en primera instancia, a un loco, y cuando ya es imposible esconder que hay una organización detrás de estos hechos, fuerzan la situación para implicar a jóvenes manifestantes que se rebelan contra el poder de las mafias en el Sur de Italia. Francesco Rosi capta con su cámara estos pueblos polvorientos, con sus casas quemadas por el sol, que se integran en una paraje inhóspito y desierto. Los interiores, donde se gestan las conspiraciones presentan amplias estancias destartaladas, decoradas con escasos y sólidos muebles que reflejan el rancio abolengo de sus inquilinos.
Francesco Rosi presenta a estos jueces, encabezados por el Presidente de la Corte Suprema, interpretado por Max Von Sidow, como unos iluminados, que culpan al advenimiento de las masas y a sus lideres, (Voltaire, Marcuse...) de todos los conflictos que tienen su reflejo en las calles, propugnando incluso diezmar a los disidentes; atribuye en su delirio un carácter sagrado a la labor de los jueces, que nunca se equivocan, y quizás tiene razón: no se confunden, se corrompen y son objeto de vendettas entre los grupos de intereses en juego, que se ponen de manifiesto en la fiesta en la que participa el Ministro de Seguridad y en la que se habla abiertamente de control policial de los grupos políticos de izquierdas, que cohabitan y chalanean con la democracia cristiana en el poder.
El cine italiano nos ha dejado suculentos testimonios de la corrupción de la clase política y judicial, algunos muy recientes, como Il Divo de Paolo Sorrentino (2008), o Gomorra (Matteo Garrone, 2008), que se basó en la novela del perseguido Roberto Saviano. Fueron momentos de asesinatos de políticos, jueces, periodistas, o, como denuncia Francesco Rosi, policías, que decidieron investigar incumpliendo loas directrices de sus jefes. El cine italiano ha tenido la valentía de representar estas historias en la gran pantalla, que hoy prueban que cualquier tiempo pasado no fue mejor.
Lino Ventura es un actor fetiche del cine negro italo-francés, el policía más presente en las películas de las mafias marsellesa y siciliana, que ha dejado su rastro en magníficas cintas, hoy de culto, que han inspirado al mismísimo Quentin Tarantino, como 'El clan de los sicilianos' de Henry Venueil (1969).
Comentario:
Francesco Rosi, formado en el neorrealismo italiano, analiza, desde una perspectiva de izquierdas, la corrupción de la judicatura italiana, al servicio de intereses espurios, que provocó una oleada de asesinatos de magistrados, en los que los mafiosos infiltrados en las instituciones públicas intentaron involucrar a los integrantes de movimientos izquierdistas, especialmente del Partido Comunista Italiano (PCI), que gozaba de gran fortaleza en ese momento. Sus lideres eran vigilados por el Ministerio de Seguridad, se grababan sus conversaciones y se filmaban sus reuniones.
El policía encargado del caso tiene serias dificultades para investigar un caso que los poderes económicos y políticos pretenden atribuir, en primera instancia, a un loco, y cuando ya es imposible esconder que hay una organización detrás de estos hechos, fuerzan la situación para implicar a jóvenes manifestantes que se rebelan contra el poder de las mafias en el Sur de Italia. Francesco Rosi capta con su cámara estos pueblos polvorientos, con sus casas quemadas por el sol, que se integran en una paraje inhóspito y desierto. Los interiores, donde se gestan las conspiraciones presentan amplias estancias destartaladas, decoradas con escasos y sólidos muebles que reflejan el rancio abolengo de sus inquilinos.
Francesco Rosi presenta a estos jueces, encabezados por el Presidente de la Corte Suprema, interpretado por Max Von Sidow, como unos iluminados, que culpan al advenimiento de las masas y a sus lideres, (Voltaire, Marcuse...) de todos los conflictos que tienen su reflejo en las calles, propugnando incluso diezmar a los disidentes; atribuye en su delirio un carácter sagrado a la labor de los jueces, que nunca se equivocan, y quizás tiene razón: no se confunden, se corrompen y son objeto de vendettas entre los grupos de intereses en juego, que se ponen de manifiesto en la fiesta en la que participa el Ministro de Seguridad y en la que se habla abiertamente de control policial de los grupos políticos de izquierdas, que cohabitan y chalanean con la democracia cristiana en el poder.
El cine italiano nos ha dejado suculentos testimonios de la corrupción de la clase política y judicial, algunos muy recientes, como Il Divo de Paolo Sorrentino (2008), o Gomorra (Matteo Garrone, 2008), que se basó en la novela del perseguido Roberto Saviano. Fueron momentos de asesinatos de políticos, jueces, periodistas, o, como denuncia Francesco Rosi, policías, que decidieron investigar incumpliendo loas directrices de sus jefes. El cine italiano ha tenido la valentía de representar estas historias en la gran pantalla, que hoy prueban que cualquier tiempo pasado no fue mejor.
Lino Ventura es un actor fetiche del cine negro italo-francés, el policía más presente en las películas de las mafias marsellesa y siciliana, que ha dejado su rastro en magníficas cintas, hoy de culto, que han inspirado al mismísimo Quentin Tarantino, como 'El clan de los sicilianos' de Henry Venueil (1969).
Fuente: Cinelodeon
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