Material
Dirección: Thomas Heise
Imágenes: Sebastian Richter, Peter Badel, Thomas Heise, Jutta Tränkle, Börres Weiffenbach
Sonido: Uve Haussig, Jürgen Schönhoff, Robert Nickolaus, Maxim Wolfram
Montaje: René Frölke
Producción: ma.ja.de. Filmproduktion
País y año de producción: Alemania, 2009
Ningún nombre más apropiado para la película de Thomas Heise, presentada en el Forum del Festival de Berlin en 2009, pero realmente descubierta por el FIDMarseille, algunos meses después, en julio de 2009, donde se alzó con el Gran Premio de la Competición Internacional. Ningún nombre más apropiado, decíamos, que Material para una película-muro que parece construida, más que montada y filmada, bajo las indicaciones de un capataz, y que, a los ojos del espectador, mucho más que como una narración, se levanta como la lenta y minuciosa elaboración de un muro que termina por rodearle en su butaca, encerrándole en un espacio entre cinematográfico y real en el que sólo caben él y su conocimiento o desconocimiento de la historia. Ningún nombre más apropiado, decíamos, para una película materialista en el sentido más literal de la palabra, que trabaja sus imágenes como bloques de cemento o piedra, indivisibles, y que solamente pueden apilarse unos encima de otros, unos junto a otros, sin más interacción entre ellos que la de sumar y multiplicar sus pesos y sus medidas. Si Engels decía que “las formas fundamentales de todo ser son el espacio y el tiempo, y un ser concebido fuera del tiempo es tan absurdo como lo sería un ser concebido fuera del espacio”, Material es, sin lugar a dudas, una película materialista, o por lo menos tangible y material: un bloque de tiempo, tres horas, más que una obra cinematográfica; un bloque de espacio, más que una película, que ocupa mucho más que las cintas que lo contienen.
Material es, antes de nada, una compilación, nada azarosa, de materiales desechados, acumulados durante años en almacenes, cajas o cajones; materiales sobrantes de rodajes pasados, imágenes que en su momento se consideraron inútiles, y que hoy, con el paso del tiempo y la sustitución de la memoria por la versión oficial de la historia, cobran un sentido nuevo, adquieren un peso y un grosor inimaginables entonces. Material recopila durante casi tres horas escenas de peleas callejeras, debates políticos, ensayos teatrales y brotes neonazis, que reflejan, de manera lateral, o elíptica, el proceso de caída del Muro de Berlín desde una perspectiva inédita, al menos para los ojos de los espectadores occidentales: Material es el contraplano de la caída del Muro desde la ahora extinta RDA. Pero, a la vez, es el contraplano del contraplano: las imágenes que Heise nos presenta son aquellas que nunca antes habíamos visto, y que contradicen la versión oficial de las imágenes que sí conocemos. En Material no hay alemanes deseosos de “libertad” capitalista, no hay ansia de centros comerciales, no hay hordas de gentes abalanzándose sobre el muro, para derribarlo, y lanzarse a los brazos de la “verdadera” democracia comercial, sino, antes, más bien, hay debates políticos, hay cientos y cientos de ciudadanos debatiendo en público otro socialismo posible, que no pase por la entrega sin condiciones de las “armas” ideológicas al capitalismo. Material es, además, el contraplano del propio muro, como un muro que se enfrenta a otro muro, muchos años más tarde: porque el famoso Muro de Berlín, protagonista y detonante en la sombra de la película, no aparece en ninguno de sus fotogramas.
El título, Material, no sólo hace referencia a la materia bruta con la que se construyen las películas: las imágenes y el tiempo, sino también al propio proceso de montaje y realización de la película: bloques de imágenes-tiempo (o podrían ser imágenes-cemento) sin apenas procesado posterior, apiladas unas junto a otras, no de manera cronológica, sino más bien azarosa: “No había un plan. No había guión. En ocasiones, unas imágenes llamaban a otras. Otras veces era toda una toma, o una serie de tomas quien me sugería la secuencia siguiente”. (1)
Esa construcción casi aleatoria, y sistemática, termina, como decíamos antes, construyendo un muro en torno al espectador (en torno, y no sólo enfrente, y esto es importante), y le obliga a confrontarse a sus propias lagunas históricas: como muro impenetrable que es (y la metáfora de muro no es gratuita en esta película), no ofrece asideros, no presenta fisuras, no tiende la mano al espectador: es él, sentado en su butaca, quien debe desentrañar y descifrar las claves de las imágenes y los acontecimientos que se le presentan. No hay rótulos que sitúen las acciones, que presenten a los personajes, no hay apuntes de contexto, porque lo que se nos ofrece es algo así como una caja de material en bruto, sin procesar. Discursos políticos que el espectador ha de situar en su contexto, peleas y batallas campales contra la policía en la que no se sabe quién pelea ni por qué. Acorralado el espectador, sin escapatoria posible (sí, es posible abandonar la sala, pero el muro seguirá existiendo a su alrededor), la única solución es enfrentarse a las paredes que Heise construye e intentar entender por qué y para qué están ahí. Por ejemplo: para salvar del olvido unas personas, unos acontecimientos escondidos por el rodillo de la Historia con mayúsculas. Porque hay en Material un sentimiento de urgencia, bien tamizado y disimulado por la tranquilidad y el tiempo que se toma la propia película para desarrollarse y construirse. Que la mayor parte del material con el que está construido provenga de cintas VHS, propensas al deterioro, a la desaparición, le otorga a la película una urgencia extraña, que no es sólo la de ofrecer esas imágenes al público, rescatándolas del olvido, sino la urgencia de encontrar una película para esas imágenes huérfanas.
Como no podía ser de otra manera, tratándose de una película fantasmal y ruinosa (la materia con la que trabaja, como cemento de mala calidad, se deshace entre los dedos y se evapora) termina filmando las sombras de aquellas imágenes en el presente, las auténticas ruinas, el estado actual de una etapa de la historia que parece no existir: el antiguo palacio de la República Democrática Alemana. Un amasijo de cemento, hierros retorcidos y pisos vacíos en ruinas por las que se escurre el agua en inagotables goteras: “Lo que nos interesaban eran los ruidos (de ese lugar). ¿Es un reactor atómico?, ¿una casa derrumbándose? Vete a saber.” (2)
(1) y (2) http://independencia.fr/indp/FIDthomasheise1.html
Fuente: Blogs & Docs
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