El director de escena Adrian Noble lleva al cine, en La Sra. Lowry e hijo, la historia de L.S. Lowry, el retratista de la Inglaterra industrial y de su población obrera, que vivió sometido a la amargura de su madre. Vanessa Redgrave y Timothy Spall son los protagonistas.
A finales de los sesenta Status Quo debutó con un single, Pictures of Matchstick Men, dedicado al pintor L.S. Lowry, un personaje muy singular que rechazó cinco honores, entre ellos el de ser nombrado Caballero en 1968. Popular y muy prestigioso en Inglaterra, en vida apenas disfrutó de reconocimiento y dedicó cuarenta años a trabajar como cobrador de alquileres en Pendlebury, un suburbio obrero de Salford en Manchester.
Hoy tiene una gran galería dedicada a su obra en Salford Quays, la Tate Britain de Londres le dedicó una retrospectiva en 2013, hay una estatua en su homenaje en Mottram, en Longdendale, y en Salford, un hotel de cinco estrellas lleva su nombre. Dos años después de su muerte, Brian and Michael, el dúo británico, arrasó en el Reino Unido con un tema sobre él, Matchstalk Men & Matchstalk Cats & Dogs. Además, ahora el director de teatro Adrian Noble, que dirigió un tiempo la Royal Shakespeare Company, he hecho una película, La Sra. Lowry e hijo, que desvela el secreto que explica buena parte de su vida.
Una relación turbia
Con dos grandísimos de la escena y el cine británico, Vanessa Redgrave y Timothy Spall, la película recorre, a lo largo de 1934, la turbia relación que mantuvo el artista con su madre. Lowry cuidó de su ella hasta que ésta murió en 1939 y durante la mayor parte de su vida soportó su carácter dominante, un opresivo abuso psicológico, y sus constantes quejas y mal humor por sentir que la vida la había degradado y la había llevado a un barrio industrial de fábricas de algodón, chimeneas humeantes y clase trabajadora.
«Ella detestaba su trabajo», dice el director Adrian Noble. A Elizabeth Lowry las pinturas de su hijo –escenas de los habitantes y los paisajes industriales del Noroeste de Inglaterra– le recordaban la realidad que soportaba a su pesar y la incitaban a manchar constantemente el recuerdo de su marido, quien les había «fallado» y había muerto dejándola a ella y su hijo con una enorme carga de deudas y lejos de la clase media de Victoria Park, donde se instalaron al casarse.
L. S. Lowry retrató a los habitantes de los suburbios de Pendlebury. — VERCINE
Deseo de complacer
La vergüenza con la que vivió Elizabeth Lowry en Pendlebury ensombreció el arte de su hijo, que pintaba sin descanso en el ático de su casa adosada y soportaba las demoledoras críticas que la madre hacía de sus cuadros. Él, sin embargo, no cejaba en su empeño de complacerla, incluso si ello significaba que ninguno de sus vecinos viera sus pinturas, mucho menos que se expusieran en galerías de Manchester o Londres. Cuando la señora Lowry murió, el artista mostró por fin algunos de sus lienzos.
«Descubrí que todos los artistas son como cualquier ser humano: tienen las mismas preocupaciones, por mucho que las provoque su deseo de expresarse sobre lo que ven. Y a menudo, contrariamente a la opinión popular o la opinión romántica, los artistas no son personajes románticos, apuestos o encantadores. A menudo son sorprendentemente muy ordinarios y desagradables. Pero utilizan su gran talento como artistas para comunicar sus sentimientos y muchas veces pueden enseñarnos cosas sobre nosotros y nuestro entorno», dijo Timothy Spall en una entrevista concedida a Quayslife.
El primer éxito
«Yo no soy un artista, soy un hombre que pinta», decía constantemente L.S. Lowry, un pintor que representaba a sus figuras estilizadas –él las llamaba Matchstick Men– o retrataba paisajes urbanos despoblados, y que prescindió de cualquier indicio temporal consiguiendo una hoy elogiada ‘eternidad’ para sus cuadros.
«No era un primitivo. Es muy difícil para alguien que sabe pintar, pintar como un niño con honestidad. No todo el mundo puede hacerlo y cuando ves con un trazo de un lápiz todo el carácter de una persona, eso no es suerte, es alguien que trabaja duro para poder lograrlo», explicó el actor a Christies en un encuentro durante el estreno de la película. «Creo que Lowry es realmente importante. Si fuera francés o italiano, o quizás de una sociedad menos jerárquica, lo respetaríamos más. Curiosamente, su primer éxito fue en Francia a fines de la década de 1930, reconocieron que lo que estaba haciendo era importante».
Vanessa Redgrave y Timothy Spall, en una escena de la película. — VERACINE
Para deleite de Elizabeth Lowry
También fue muy importante, por lo que influyó en el desarrollo y exhibición de su arte, Elizabeth Lowry, esa mujer amargada y controladora. Sin duda, a la veterana Vanessa Redgrave le ha tocado la peor parte de esta historia, la de interpretar a esta mujer insoportable, egoísta y malhumorada.
«Lo que me hace querer ver la película es ver a este hombre, un ser humano, viviendo en un crisol de sufrimiento y al mismo tiempo con un espíritu que se conecta a través de la pintura con cada ser humano que ve. Es gran arte, y éste ¿de dónde viene? Eso es lo que hace que uno quiera ver esta historia», dijo Redgrave en el estreno en Inglaterra.
Hoy, seguramente, todos los reconocimientos, honores y, sobre todo, los millones de libras que han costado algunos de los cuadros de Lowry vendidos en grandes subastas hubieran complacido enormemente a aquella mujer, y donde antes veía desolación, hoy hubiera visto belleza y vida.
Begoña PinaFuente: https://www.publico.es/culturas/l-s-lowry-artista-obreros-hornos-industriales.html
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