Lewis Hine: retrato de la clase trabajadora
El estadounidense Lewis Wickes Hine (1874-1940) fue docente y sociólogo antes de debutar profesionalmente en la fotografía con el enorme trabajo realizado durante diez años para el Comité Nacional Contra la Explotación Infantil de su país: un registro sociofotográfico del trabajo de niños y niñas en plantaciones, minas de carbón y fábricas.
Fotografías: Lewis Hine
“Las ciudades no se construyen a sí mismas, las máquinas no pueden hacer máquinas, a menos que tras ellas esté el cerebro y el sudor de los hombres. Llamamos a nuestra época la era de las máquinas. Pero cuantas más máquinas utilizamos, más necesitamos hombres de verdad para hacerlas y dirigirlas. He trabajado en muchas fábricas y conocido a miles de obreros. Aquí les presento algunos; muchos son unos héroes, y todos son personas que es un privilegio conocer.
Les llevaré al corazón de la industria moderna, allí donde se construyen las máquinas y los rascacielos, donde el espíritu de los hombres se incorpora a los motores, aviones y dínamos de los que depende la vida y la felicidad de millones de nosotros. De esta manera, cuanto más sepan ustedes de las máquinas modernas, tanto más podrán también respetar a los hombres que las construyen y las manejan”
Sus primeras fotos fueron tomadas a los inmigrantes alojados en la isla de Ellis, cerca de Manhattan, como parte del programa educativo de la Ethical Culture School de New York en la que enseñaba.
En los primeros años del siglo XX se desarrolló en los Estados Unidos una corriente progresista y humanista que intentaba paliar lo que percibían como excesos de la gran industrialización, es decir la superexplotación de decenas de miles de trabajadores que se incorporaban a las fábricas. Numerosas organizaciones oficiales y no gubernamentales, realizaban actividades de contención, investigación y difusión de la problemática social producida por el capitalismo en ascenso.
Había un mercado incipiente para la fotografía social y Hine, que ya había dado muestras de su capacidad como fotógrafo, decide dejar la vida académica para dedicarse a documentar la problemática de la clase trabajadora.
Su primer gran encargo proviene del Comité Nacional contra la Explotación Infantil (NCLC) para el cual realizó entre 1908 y 1918 una enorme tarea de seguimiento y registro fotográfico del trabajo infantil en granjas y plantaciones, fábricas textiles, minas y manufactureras de tabaco, de lo que resultará el corazón de su obra fotográfica. Luego de ese gran trabajo viaja dos años a Europa contratado por la Cruz Roja para documentar la devastación luego de la primera guerra.
“Hay dos cosas que quería hacer: quería mostrar las cosas que debían ser corregidas, y quería mostrar las cosas que había que apreciar.”
Documentando las penurias del trabajador moderno, Hine seguramente confiaba en poder contribuir al mejoramiento en sus condiciones de trabajo, a “corregir” los excesos del capitalismo. Y sin dudas, según leemos en el párrafo citado al comienzo, su interés era mostrar al mundo a esos trabajadores hasta ese momento anónimos, a esas mujeres y hombres que hacían que el mundo funcione.
“Los mayores peligros a que está sometida la sociedad son la oscuridad y la ignorancia. Se requiere ¡Luz a raudales! Por consiguiente el lema del trabajador social es “Hágase la luz”. Y en la actividad por iluminar la realidad nosotros tenemos una poderosa herramienta que escribe con luz: la fotografía.”
En la muestra exhibida en la sala 21 del CC Borges, compuesta por más de 80 fotografías podemos recorrer todas sus etapas: fotos de inmigrantes, de niñas y niños trabajadores, Europa en la primera posguerra, trabajadores ferroviarios, la construcción del Empire State. En ellas no sólo impacta el valor documental de las imágenes, también los epígrafes que las acompañan:
“Manuel, joven recolector de camarones, 5 años de edad y una montaña de conchas de ostras detrás de él. No entiende una palabra de inglés. Biloxi, Mississippi, 1911”
“Newsies (canillitas) comenzando su jornada a la 1 de la mañana del domingo, durante una tormenta de nieve. Puente de Brooklyn.1908”
“Viuda con sus hijos. Todos trabajan en un molino. Tyfton, Georgia.1908”
Hay algo importante en las fotografías que Hine realiza sobre la explotación infantil en Estados Unidos, algunas de las cuales podemos apreciar en esta muestra: los niños están fotografiados a su altura, y en general miran a cámara, con expresión seria y concentrada. No son victimizados, el autor los muestra agotados pero les permite enfrentar la lente en sus propios términos, los trata con dignidad y respeto. Son las circunstancias del contexto, sus ropas y caras sucias, sumados al contundente epígrafe, lo que convierten a cada foto en una elocuente denuncia.
Entre los rostros de niñas, niños y jóvenes, que muestran sus vidas duras con responsabilidades de adulto, y la resignación ante una realidad inevitable, se cuelan a veces las bromas o los juegos.
Sólo uno de los retratados muestra un rostro plenamente sonriente, “Harold Walker. 5 años. Condado Comanche. Gerónimo. Oklahoma. 1916.” Vemos sus ropas gastadas y sucias, las manos en los bolsillos y una sonrisa con dos dientes menos: se mezclan en la foto la niñez y la adultez. El fondo muy desenfocado lo aisla totalmente de su contexto, resaltando la franca calidez de su sornisa. El autor intenta, quizás, protegerlo así de la dura realidad que le tocó vivir.
El cineasta, crítico y docente argentino Raúl Beceyro hace un interesante análisis de una de las fotos más difundidas de Lewis Hine, “Pequeña tejedora en una hilandería de algodón en Carolina. 1909”: “De un lado está la máquina, el trabajo; del otro un ser humano que se ve obligado a trabajar...Él dice que la máquina quiere aplastar al ser humano y que el ser humano se le resiste. La fotografía es la historia de esa resistencia. El punto de cámara, ese paso al costado que ha dado el fotógrafo, establece toda la importancia de la máquina; pero al bajar cincuenta centímetros la altura de la cámara y al descender al nivel de los ojos de la niña, y además al poner en foco al personaje, en ese momento el fotógrafo se pone decididamente de su parte...Hine no subestima el poder de la máquina (del trabajo, del capitalismo, del dinero, del Estado) lo sabe enorme, y a su lado puede parecer irrisoria la resistencia de la niña. Es posible, incluso, que esa niña que trabajaba en 1909 en una hilandería de Carolina haya sido, ella, vencida, pero sus pares, ellos, triunfarán. Puede pensarse que esa niña oprimida, sometida, humillada, momentáneamente vencida, es la representante de la clase obrera, y es sobre esa clase que la foto, finalmente habla” [1]
En sus fotos de niñas y niños recolectando fruta, de jóvenes y adolescentes vendedores de diarios, de niños mineros, de trabajadores ferroviarios, Lewis Hine se pone claramente de su lado. En su serie sobre la construcción del Empire State, muestra a los operarios arriesgando su vida en la construcción del rascacielos, a más de cien metros de altura. Allí también se pone del lado del trabajador. Lo hace además, literalmente a su lado, compartiendo el riesgo, empuñando su cámara en las alturas.
La obra de Lewis Hine, representa seguramente el comienzo de la fotografía documental de índole social, campo en el que pocos años después se destacarán Dorothea Lange y Walker Evans. Es seguro que además de sus conocimientos sociológicos y su sensibilidad social y política, su innegable talento como retratista lo ha convertido en uno de los autores más importantes del siglo XX.
[1] Raúl Beceyro. Ensayos sobre fotografía. Ed. Paidós, Buenos Aires. 2005
Fuente: La Izquierda Diario