Iván
Vladímir Bogomólov
Editorial Dirección única
2019
ISBN: 978-84-09-09483-7.
12×17 cm
136 pp
10 euros.
Bielorrusia, otoño de 1943. Un niño de 12 años aparece en las trincheras soviéticas tras lograr atravesar las heladas aguas del río Dniéper, en cuya orilla occidental los nazis han fijado su línea de combate. Huraño, altivo y famélico, exige al sorprendido narrador de esta historia, un teniente, que se informe inmediatamente al Estado Mayor de su llegada. Así comienza una narración en la que, a través de la figura de ese niño incrustado en la guerra para ejecutar su venganza, se pone de manifiesto la radicalidad con la que el pueblo soviético enfrentó la invasión nazi. La novela fue adaptada al cine por Andréi Tarkovski, bajo el título La infancia de Iván, que recibió el León de Oro en el Festival de Venecia de 1962.
Vladímir Bogomólov, Moscú (1926-1973). Cuando la Unión Soviética fue invadida por Alemania, en 1941, Bogomólov contaba con solo quince años. Se alistó como voluntario en el ejército falsificado su edad. Fue herido dos veces en combate, participó en operaciones de infiltración y sabotaje tras las líneas nazis y ganó varias medallas. Continuó sirviendo en el ejército hasta 1950, en la inteligencia militar del SMERSH, en Alemania del Este. En 1950-1951 pasó trece meses en prisión sin que formalmente se hubiese formulado ninguna acusación. En 1952 dejó el ejército. Su primer relato publicado, Iván. Entre sus obras se cuentan El primer amor (1959), Zosja (1965) y En agosto del 44 (l974).
Cuando el paisaje de la infancia es la guerra
Reseña de Iván, de Vladímir Bogomólov
En su prólogo para esta edición de Iván (Dirección única 2019, trad. de Justo Vasco), Paco Ignacio Taibo II nos aproxima a la trayectoria vital de su autor, Vladímir Bogomólov (1926-2003). Éste combatió muy joven como voluntario en la Gran Guerra Patria, aunque la autenticidad de sus hazañas bélicas ha sido recientemente cuestionada, y fue después oficial de contraespionaje en Alemania. En 1956 dio un giro a su vida al comenzar, precisamente con Iván, una carrera literaria centrada en relatos de guerra que alcanzaron gran éxito en sus versiones cinematográficas. Hay que decir sin embargo que éstas fueron rechazadas como espurias por él, que se negaba a aparecer en los créditos.
Otoño de 1943 en el frente bielorruso. Iván, un muchachete delgaducho de doce años, es apresado por una patrulla del Ejército rojo. Harapiento y sucio, para estupefacción de sus captores, declara venir de la otra orilla del Dniéper, territorio alemán más allá de la sábana de agua de medio kilómetro de anchura, y “exige” que se informe inmediatamente al estado mayor de su llegada. Pronto descubrimos que el arrapiezo es un hábil espía que viene cargado de datos sobre las posiciones y efectivos del enemigo, y lo vemos vestir su uniforme, adornado ya por un par de condecoraciones. Sus superiores están empeñados en que vaya a la escuela militar para convertirse en oficial, pero él, obsesionado por la venganza tras perder a su padre y ver morir a su hermanita en sus brazos, se niega a obedecer.
Un teniente mayor, jefe del batallón al que va a parar Iván es el narrador de la historia. A él mismo le toca acompañarle al cabo de unos días en el paso del Dniéper para que pueda adentrarse otra vez en territorio enemigo. El niño ha prometido que esta misión ha de ser la última antes de ingresar en la academia. El viaje nocturno en barca, entre la niebla y bajo el fuego incesante de los hitlerianos, culmina sin contratiempos, y nuestro teniente pierde entonces el contacto con Iván. Meses después sabrá que aunque éste regresó de aquella misión, nunca llegó a ir a la academia, sino que se escapó para seguir con sus labores de colección de información tras las líneas alemanas. Sólo en 1945 cuando entra con el Ejército rojo en Berlín, revolviendo papeles en la sede de la Gestapo, el narrador conocerá casualmente las actividades posteriores de Iván.
Bogomólov teje con habilidad un relato que pone ante nosotros el sabor cotidiano de la guerra, y retrata amorosamente a unos seres empeñados en liberar su tierra de los que violan sus fronteras y masacran a sus gentes. El rótulo “Ejército rojo” agrupa hombres de temples bien variados y con oficios diversos, y así junto a los infantes, que sólo aguardan la orden de avance, y los artilleros que tratan de debilitar las defensas enemigas, vemos moverse, orgullosos y con cierta prepotencia, a los exploradores y oficiales de estado mayor, que escudriñan la otra orilla del río y elucubran los planes de la ofensiva. En este universo tenso, salvajemente adulto, de trato diario con la muerte, el personaje de Iván es una aparición que sirve para evocar algo perdido. Golosinas y juegos resbalan al niño que lo ha visto ya todo, y ha sintetizado ese todo en una decisión inquebrantable y fatal.
Iván de Vladímir Bogomólov nos ofrece un viaje al mundo cruel y desolado de la guerra, a sus rutinas de fuego y sangre, de destrucción y espanto, aceptadas mansamente. Y el niño que lo mira todo con ojos de adulto y escoge su lugar desesperado en ese caos, nos interpela con la certeza de lo que hemos perdido con esa aceptación.
Jesús Aller (Fuente: Rebelión)
Blog del autor: http://www.jesusaller.com/
Vladímir Bogomólov
Editorial Dirección única
2019
ISBN: 978-84-09-09483-7.
12×17 cm
136 pp
10 euros.
Bielorrusia, otoño de 1943. Un niño de 12 años aparece en las trincheras soviéticas tras lograr atravesar las heladas aguas del río Dniéper, en cuya orilla occidental los nazis han fijado su línea de combate. Huraño, altivo y famélico, exige al sorprendido narrador de esta historia, un teniente, que se informe inmediatamente al Estado Mayor de su llegada. Así comienza una narración en la que, a través de la figura de ese niño incrustado en la guerra para ejecutar su venganza, se pone de manifiesto la radicalidad con la que el pueblo soviético enfrentó la invasión nazi. La novela fue adaptada al cine por Andréi Tarkovski, bajo el título La infancia de Iván, que recibió el León de Oro en el Festival de Venecia de 1962.
Vladímir Bogomólov, Moscú (1926-1973). Cuando la Unión Soviética fue invadida por Alemania, en 1941, Bogomólov contaba con solo quince años. Se alistó como voluntario en el ejército falsificado su edad. Fue herido dos veces en combate, participó en operaciones de infiltración y sabotaje tras las líneas nazis y ganó varias medallas. Continuó sirviendo en el ejército hasta 1950, en la inteligencia militar del SMERSH, en Alemania del Este. En 1950-1951 pasó trece meses en prisión sin que formalmente se hubiese formulado ninguna acusación. En 1952 dejó el ejército. Su primer relato publicado, Iván. Entre sus obras se cuentan El primer amor (1959), Zosja (1965) y En agosto del 44 (l974).
Cuando el paisaje de la infancia es la guerra
Reseña de Iván, de Vladímir Bogomólov
En su prólogo para esta edición de Iván (Dirección única 2019, trad. de Justo Vasco), Paco Ignacio Taibo II nos aproxima a la trayectoria vital de su autor, Vladímir Bogomólov (1926-2003). Éste combatió muy joven como voluntario en la Gran Guerra Patria, aunque la autenticidad de sus hazañas bélicas ha sido recientemente cuestionada, y fue después oficial de contraespionaje en Alemania. En 1956 dio un giro a su vida al comenzar, precisamente con Iván, una carrera literaria centrada en relatos de guerra que alcanzaron gran éxito en sus versiones cinematográficas. Hay que decir sin embargo que éstas fueron rechazadas como espurias por él, que se negaba a aparecer en los créditos.
Otoño de 1943 en el frente bielorruso. Iván, un muchachete delgaducho de doce años, es apresado por una patrulla del Ejército rojo. Harapiento y sucio, para estupefacción de sus captores, declara venir de la otra orilla del Dniéper, territorio alemán más allá de la sábana de agua de medio kilómetro de anchura, y “exige” que se informe inmediatamente al estado mayor de su llegada. Pronto descubrimos que el arrapiezo es un hábil espía que viene cargado de datos sobre las posiciones y efectivos del enemigo, y lo vemos vestir su uniforme, adornado ya por un par de condecoraciones. Sus superiores están empeñados en que vaya a la escuela militar para convertirse en oficial, pero él, obsesionado por la venganza tras perder a su padre y ver morir a su hermanita en sus brazos, se niega a obedecer.
Un teniente mayor, jefe del batallón al que va a parar Iván es el narrador de la historia. A él mismo le toca acompañarle al cabo de unos días en el paso del Dniéper para que pueda adentrarse otra vez en territorio enemigo. El niño ha prometido que esta misión ha de ser la última antes de ingresar en la academia. El viaje nocturno en barca, entre la niebla y bajo el fuego incesante de los hitlerianos, culmina sin contratiempos, y nuestro teniente pierde entonces el contacto con Iván. Meses después sabrá que aunque éste regresó de aquella misión, nunca llegó a ir a la academia, sino que se escapó para seguir con sus labores de colección de información tras las líneas alemanas. Sólo en 1945 cuando entra con el Ejército rojo en Berlín, revolviendo papeles en la sede de la Gestapo, el narrador conocerá casualmente las actividades posteriores de Iván.
Bogomólov teje con habilidad un relato que pone ante nosotros el sabor cotidiano de la guerra, y retrata amorosamente a unos seres empeñados en liberar su tierra de los que violan sus fronteras y masacran a sus gentes. El rótulo “Ejército rojo” agrupa hombres de temples bien variados y con oficios diversos, y así junto a los infantes, que sólo aguardan la orden de avance, y los artilleros que tratan de debilitar las defensas enemigas, vemos moverse, orgullosos y con cierta prepotencia, a los exploradores y oficiales de estado mayor, que escudriñan la otra orilla del río y elucubran los planes de la ofensiva. En este universo tenso, salvajemente adulto, de trato diario con la muerte, el personaje de Iván es una aparición que sirve para evocar algo perdido. Golosinas y juegos resbalan al niño que lo ha visto ya todo, y ha sintetizado ese todo en una decisión inquebrantable y fatal.
Iván de Vladímir Bogomólov nos ofrece un viaje al mundo cruel y desolado de la guerra, a sus rutinas de fuego y sangre, de destrucción y espanto, aceptadas mansamente. Y el niño que lo mira todo con ojos de adulto y escoge su lugar desesperado en ese caos, nos interpela con la certeza de lo que hemos perdido con esa aceptación.
Jesús Aller (Fuente: Rebelión)
Blog del autor: http://www.jesusaller.com/