SORRY WE MISSED YOU
Dirección: Ken Loach.
Intérpretes: Kris Hitchen, Debbie Honeywood, Rhys Stone, Katie Proctor.
Género: drama. Reino Unido, 2019.
Duración: 101 minutos.
La visceralidad de Loach, su perpetua intención (¡y derecho!) de querer cambiar el mundo, aparecen aquí con emocionante ternura
La conciencia cultural contemporánea le debe mucho a Ken Loach, pese a sus puntuales, y a veces incluso reiterados, síntomas de maniqueísmo. Más de 50 años, que se dice pronto, golpeando el pensamiento social y político de la ciudadanía de la Europa Occidental, desde la maravillosa Poor Cow, su primer largometraje, un cañón de emociones, de 1967, y hasta la presente Sorry We Missed You. 26 películas después, junto a un puñado de obras para la televisión y algunos productos compartidos, el director inglés sigue en pie de guerra a los 83 años. Esta vez con una de sus mejores películas del siglo XXI, quizá la más sólida desde Mi nombre es Joe (1998).
Los personajes de Loach siempre son náufragos a punto de ahogarse y el espectador lo sabe. Aun así, su natural huida hacia delante, hacia el muro de la adversidad, (casi) siempre es la más humana, la de los supervivientes que un mal día pueden no serlo más. Esta vez en la tormenta de la nueva economía colaborativa, eufemismo que esconde los más sangrantes subterfugios del capitalismo salvaje, donde ciertas empresas y mandos tratan a los trabajadores como aquellos capataces de los señores del latifundio: “Fuera hace mucho frío”. Pero quizá dentro haga mucho más. Son los nuevos caciques, unos entes mucho más difíciles de trazar y definir.
Un padre de familia de clase obrera, en el universo de los falsos autónomos con un trabajo y un horario fijo, extenuante. Una madre que cuida ancianos y enfermos. De sol a sol, y no es el siglo XIX sino el XXI. Alejándose de sus obras más enfatizadas en la dicotomía entre el bien y el mal, esta vez la pareja artística formada por Loach y Paul Laverty, su habitual guionista, ha compuesto un retrato de personajes admirable donde cada cual encuentra a lo largo del relato un camino hacia la defensa de sus actitudes. Unos, claro, más férrea que otros, y siempre hay aristas. Son las flaquezas del ser humano, es la desesperación social ante la pérdida de derechos sociales y laborales históricamente conquistados.
La visceralidad de Loach, su perpetua intención (¡y derecho!) de querer cambiar el mundo, aparecen aquí con emocionante ternura, expuestas por un grupo de admirables intérpretes desconocidos. Llega incluso con momentos de humor, desengrasante, con el fútbol como protagonista, esta vez de texto y no de imagen, y una jugada de Sergio Agüero encontrando el lugar que en Mi nombre es Joe ocuparon las camisetas de Brasil. El guion de Laverty logra incluso sus coherentes giros dramáticos, al borde del melodrama, hasta un final con un plano y una situación que expresan en una sola persona lo que le ocurre a un colectivo demasiado grande.
Mientras, en lo formal, a veces se nos olvida lo bien que filma Loach. Ya desde sus inicios, desde su forja en los docudramas para la BBC y sus primeros largometrajes. Con esa naturalidad para encuadrar en un mismo plano la atormentada existencia de varias personas, para mover la cámara al son de las emociones sin que apenas se note, sin tomas en el cogote, sin temblores ni falsa autenticidad.
En un mundo donde a un autónomo le está prohibido enfermar, el desastre está a la vuelta de la esquina. Y no se trata de que Loach abuse del miserabilismo o fuerce la tragedia. Se trata de retratar una realidad a veces esquiva, que no acabamos de vislumbrar porque estamos demasiado ocupados trabajando.
Crítica de Javier Ocaña (Fuente: El País)
El cineasta británico vuelve a la carga con la denuncia del trabajo precario y el desmoronamiento social con ‘Sorry We Missed You’
Fuente: El País
Dirección: Ken Loach.
Intérpretes: Kris Hitchen, Debbie Honeywood, Rhys Stone, Katie Proctor.
Género: drama. Reino Unido, 2019.
Duración: 101 minutos.
La visceralidad de Loach, su perpetua intención (¡y derecho!) de querer cambiar el mundo, aparecen aquí con emocionante ternura
La conciencia cultural contemporánea le debe mucho a Ken Loach, pese a sus puntuales, y a veces incluso reiterados, síntomas de maniqueísmo. Más de 50 años, que se dice pronto, golpeando el pensamiento social y político de la ciudadanía de la Europa Occidental, desde la maravillosa Poor Cow, su primer largometraje, un cañón de emociones, de 1967, y hasta la presente Sorry We Missed You. 26 películas después, junto a un puñado de obras para la televisión y algunos productos compartidos, el director inglés sigue en pie de guerra a los 83 años. Esta vez con una de sus mejores películas del siglo XXI, quizá la más sólida desde Mi nombre es Joe (1998).
Los personajes de Loach siempre son náufragos a punto de ahogarse y el espectador lo sabe. Aun así, su natural huida hacia delante, hacia el muro de la adversidad, (casi) siempre es la más humana, la de los supervivientes que un mal día pueden no serlo más. Esta vez en la tormenta de la nueva economía colaborativa, eufemismo que esconde los más sangrantes subterfugios del capitalismo salvaje, donde ciertas empresas y mandos tratan a los trabajadores como aquellos capataces de los señores del latifundio: “Fuera hace mucho frío”. Pero quizá dentro haga mucho más. Son los nuevos caciques, unos entes mucho más difíciles de trazar y definir.
Un padre de familia de clase obrera, en el universo de los falsos autónomos con un trabajo y un horario fijo, extenuante. Una madre que cuida ancianos y enfermos. De sol a sol, y no es el siglo XIX sino el XXI. Alejándose de sus obras más enfatizadas en la dicotomía entre el bien y el mal, esta vez la pareja artística formada por Loach y Paul Laverty, su habitual guionista, ha compuesto un retrato de personajes admirable donde cada cual encuentra a lo largo del relato un camino hacia la defensa de sus actitudes. Unos, claro, más férrea que otros, y siempre hay aristas. Son las flaquezas del ser humano, es la desesperación social ante la pérdida de derechos sociales y laborales históricamente conquistados.
La visceralidad de Loach, su perpetua intención (¡y derecho!) de querer cambiar el mundo, aparecen aquí con emocionante ternura, expuestas por un grupo de admirables intérpretes desconocidos. Llega incluso con momentos de humor, desengrasante, con el fútbol como protagonista, esta vez de texto y no de imagen, y una jugada de Sergio Agüero encontrando el lugar que en Mi nombre es Joe ocuparon las camisetas de Brasil. El guion de Laverty logra incluso sus coherentes giros dramáticos, al borde del melodrama, hasta un final con un plano y una situación que expresan en una sola persona lo que le ocurre a un colectivo demasiado grande.
Mientras, en lo formal, a veces se nos olvida lo bien que filma Loach. Ya desde sus inicios, desde su forja en los docudramas para la BBC y sus primeros largometrajes. Con esa naturalidad para encuadrar en un mismo plano la atormentada existencia de varias personas, para mover la cámara al son de las emociones sin que apenas se note, sin tomas en el cogote, sin temblores ni falsa autenticidad.
En un mundo donde a un autónomo le está prohibido enfermar, el desastre está a la vuelta de la esquina. Y no se trata de que Loach abuse del miserabilismo o fuerce la tragedia. Se trata de retratar una realidad a veces esquiva, que no acabamos de vislumbrar porque estamos demasiado ocupados trabajando.
Crítica de Javier Ocaña (Fuente: El País)
El cineasta británico vuelve a la carga con la denuncia del trabajo precario y el desmoronamiento social con ‘Sorry We Missed You’
Amable en extremo, la elegancia y suavidad de Ken Loach contrasta con la firmeza en la defensa implacable de los derechos de la clase trabajadora y en la mirada siempre emocionada sobre la gente anónima. En su cine no hay huecos ni concesiones que valgan. A sus 83 años, el director vuelve a la carga con Sorry We Missed You, un filme que relata el agotador y difícil día a día de una familia, madre cuidadora de enfermos, padre repartidor autónomo y dos hijos adolescentes, que intenta sobrevivir en la jungla del libre mercado. Su presentación en el último festival de Cannes provocó un profundo estremecimiento, el mismo que cuando se proyectó en el certamen de San Sebastián, donde consiguió el Premio del Público a la mejor película europea. Sorry We Missed You, escrito de nuevo con su mano derecha, el guionista Paul Laverty, se estrenó este jueves en las salas españolas. A pesar de todo lo que muestra su cine —Lloviendo piedras, Mi nombre es Joe o Yo,Daniel Blake, su segunda Palma de Oro— no es Ken Loach un hombre pesimista. Cree en la fuerza de los pueblos y en el futuro de la izquierda. “Los pueblos siempre resistirán. Siempre habrá alguien que luche”, aseguraba el cineasta en una entrevista realizada en septiembre en San Sebastián.
Sorry We Missed You pone la mirada sobre los repartidores autónomos sometidos a unas draconianas normas que imponen las plataformas de comercio electrónico. No quiere su director hablar de esclavitud —“la palabra esclavo tiene otras connotaciones”—, pero sí de nuevas y atroces formas de explotación, consecuencia de la economía de libre mercado. “Hace tan solo una generación tenías un trabajo y los empresarios obtenían beneficios, desde luego, pero era un trabajo seguro, podías recurrir a los sindicatos, podías ponerte enfermo porque estabas protegido, te podías ir de vacaciones y trabajabas unas ocho horas al día. Tu sueldo te permitía vivir de una manera digna. Lo que ha ocurrido, de forma inevitable en una economía de libre mercado, es que las grandes corporaciones compiten entre sí para vender sus mercancías y compiten con los precios. ¿Cómo conseguir que el precio sea más barato que el de la competencia? Muy simple, pagando menos a los trabajadores”, reflexiona. El inglés, nacido en Nuneaton, no cree que la Red por sí misma haya contribuido a esta nefasta situación: “Internet es una herramienta de conocimiento neutro y eso es un gran avance, pero si se usa para controlar a los empleados, como se ve en la película, es un desastre para el trabajador. No es un problema de la ciencia, sino de quién controla esa ciencia, de los propietarios de la tecnología”.Aunque no da por acabado el Estado del bienestar en Europa, se enardece, siempre de forma tranquila aunque decidida, ante la falta de recursos públicos para las clases populares y cómo a las empresas privadas les están facilitando el camino para hacerse cargo de unos servicios que deberían de correr a cargo del Estado. “Hay dos motivos para la esperanza. El primero es que los pueblos siempre resistirán y alguien siempre luchará. Lo segundo es que vivimos en un sistema que no puede continuar más tiempo. Por ejemplo, si uno piensa en el trabajo de los repartidores que utilizan gasolina para su trabajo cuando el petróleo tiene los días contados. Estamos destruyendo los pequeños comercios en los centros de los pueblos y ciudades, pidiendo y comprando todo por Amazon. ¿Queremos seguir así?”.
Rechaza Ken Loach referirse a su cine en singular y habla con pasión de todas las historias maravillosas que uno va conociendo. “Tengo que hablar en plural porque yo siempre trabajo con Paul Laverty. Somos un equipo y por eso no me gusta hablar solo de mí. La gente que uno va conociendo en la vida es la que nos sirve de inspiración. Mires por donde mires, hay tantas historias que contar, y lo más maravilloso es poder contarlas. Durante la preparación de esta película, conocimos a mujeres que cuidaban a personas mayores con una generosidad y cariño muy por encima de lo que les pagaban”.
Y, cómo no, sale en la conversación el Brexit. “El Brexit es absurdo porque los grandes problemas de la gente como es la precariedad en el trabajo, la pobreza, la inseguridad, los sin techo o los servicios públicos colapsados no los va a solucionar. El Brexit es una distracción para no hacer frente a los grandes problemas del Reino Unido. Es un conflicto entre los dos bandos de la derecha, unos que creen necesitar del mercado europeo y los más extremos que quieren salir de la Unión Europea para pagar menos impuestos y abrir el mercado a Estados Unidos”.
De triunfar el Brexit duro, Ken Loach augura un todavía más desaforado capitalismo en su país. “Si dejamos la Unión Europea y los tories están el poder, el Reino Unido se convertirá en un gran mercado de trabajo barato, sin ningún tipo de regulación, que atraerá inversiones extranjeras hacia los servicios públicos. Es realmente preocupante. El sistema sanitario podría caer en manos de grandes compañías estadounidenses. Ese es mi mayor miedo”.
A pesar de todo, el director confía en la izquierda de su país. Dice que es un ejemplo para Europa. “La izquierda británica es fuerte y está unida, con un líder, Jeremy Corbyn, totalmente opuesto a lo que fue Tony Blair, por su apoyo al sindicalismo y a las inversiones públicas, además de que planta cara al problema del medio ambiente”. Por primera vez en su vida, confiesa que puede decir bien alto y con orgullo: “Seguid el ejemplo de Gran Bretaña. Hemos conseguido erradicar las divisiones de la izquierda desde que Corbyn está en el poder. Por fin tienen la oportunidad de alcanzar el poder. Nunca pensé que podría decir esto. Hay que abandonar los egos, aceptar las diferencias y aprender de Lenin, cuyo lema era "Tierra, pan y paz'”.
Sorry We Missed You pone la mirada sobre los repartidores autónomos sometidos a unas draconianas normas que imponen las plataformas de comercio electrónico. No quiere su director hablar de esclavitud —“la palabra esclavo tiene otras connotaciones”—, pero sí de nuevas y atroces formas de explotación, consecuencia de la economía de libre mercado. “Hace tan solo una generación tenías un trabajo y los empresarios obtenían beneficios, desde luego, pero era un trabajo seguro, podías recurrir a los sindicatos, podías ponerte enfermo porque estabas protegido, te podías ir de vacaciones y trabajabas unas ocho horas al día. Tu sueldo te permitía vivir de una manera digna. Lo que ha ocurrido, de forma inevitable en una economía de libre mercado, es que las grandes corporaciones compiten entre sí para vender sus mercancías y compiten con los precios. ¿Cómo conseguir que el precio sea más barato que el de la competencia? Muy simple, pagando menos a los trabajadores”, reflexiona. El inglés, nacido en Nuneaton, no cree que la Red por sí misma haya contribuido a esta nefasta situación: “Internet es una herramienta de conocimiento neutro y eso es un gran avance, pero si se usa para controlar a los empleados, como se ve en la película, es un desastre para el trabajador. No es un problema de la ciencia, sino de quién controla esa ciencia, de los propietarios de la tecnología”.Aunque no da por acabado el Estado del bienestar en Europa, se enardece, siempre de forma tranquila aunque decidida, ante la falta de recursos públicos para las clases populares y cómo a las empresas privadas les están facilitando el camino para hacerse cargo de unos servicios que deberían de correr a cargo del Estado. “Hay dos motivos para la esperanza. El primero es que los pueblos siempre resistirán y alguien siempre luchará. Lo segundo es que vivimos en un sistema que no puede continuar más tiempo. Por ejemplo, si uno piensa en el trabajo de los repartidores que utilizan gasolina para su trabajo cuando el petróleo tiene los días contados. Estamos destruyendo los pequeños comercios en los centros de los pueblos y ciudades, pidiendo y comprando todo por Amazon. ¿Queremos seguir así?”.
Rechaza Ken Loach referirse a su cine en singular y habla con pasión de todas las historias maravillosas que uno va conociendo. “Tengo que hablar en plural porque yo siempre trabajo con Paul Laverty. Somos un equipo y por eso no me gusta hablar solo de mí. La gente que uno va conociendo en la vida es la que nos sirve de inspiración. Mires por donde mires, hay tantas historias que contar, y lo más maravilloso es poder contarlas. Durante la preparación de esta película, conocimos a mujeres que cuidaban a personas mayores con una generosidad y cariño muy por encima de lo que les pagaban”.
Y, cómo no, sale en la conversación el Brexit. “El Brexit es absurdo porque los grandes problemas de la gente como es la precariedad en el trabajo, la pobreza, la inseguridad, los sin techo o los servicios públicos colapsados no los va a solucionar. El Brexit es una distracción para no hacer frente a los grandes problemas del Reino Unido. Es un conflicto entre los dos bandos de la derecha, unos que creen necesitar del mercado europeo y los más extremos que quieren salir de la Unión Europea para pagar menos impuestos y abrir el mercado a Estados Unidos”.
De triunfar el Brexit duro, Ken Loach augura un todavía más desaforado capitalismo en su país. “Si dejamos la Unión Europea y los tories están el poder, el Reino Unido se convertirá en un gran mercado de trabajo barato, sin ningún tipo de regulación, que atraerá inversiones extranjeras hacia los servicios públicos. Es realmente preocupante. El sistema sanitario podría caer en manos de grandes compañías estadounidenses. Ese es mi mayor miedo”.
A pesar de todo, el director confía en la izquierda de su país. Dice que es un ejemplo para Europa. “La izquierda británica es fuerte y está unida, con un líder, Jeremy Corbyn, totalmente opuesto a lo que fue Tony Blair, por su apoyo al sindicalismo y a las inversiones públicas, además de que planta cara al problema del medio ambiente”. Por primera vez en su vida, confiesa que puede decir bien alto y con orgullo: “Seguid el ejemplo de Gran Bretaña. Hemos conseguido erradicar las divisiones de la izquierda desde que Corbyn está en el poder. Por fin tienen la oportunidad de alcanzar el poder. Nunca pensé que podría decir esto. Hay que abandonar los egos, aceptar las diferencias y aprender de Lenin, cuyo lema era "Tierra, pan y paz'”.
Fuente: El País