Título original: Hangmen Also Die!
Año: 1943
Duración: 131 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Fritz Lang
Guión: Bertolt Brecht, Fritz Lang, John Wexley
Música: Hanns Eisler
Fotografía: James Wong Howe (B&W)
Reparto: Brian Donlevy, Walter Brennan, Anna Lee, Gene Lockhart, Dennis O'Keefe, Alexander Granach, Margaret Wycherly, Tonio Selwart, Jonathan Hale, Hans Heinrich von Twardowski, Nana Bryant, William Roy, Reinhold Schünzel, Ludwig Donath, Arno Frey, Sarah Padden, Byron Foulger, Edmund MacDonald, Lionel Stander, Lester Sharpe, Arthur Loft, George Irving, James Bush
Sinopsis: El 27 de mayo de 1942 murió víctima de un atentado Reinhard Heydrich, jefe del gobierno nazi de Praga. El doctor Franz Svoboda, miembro de la Resistencia y autor material del atentado, se esconde en casa del profesor Novotny.
La película es una reconstrucción ficticia de un hecho real: el asesinato del líder nazi Reinhard Heydrich, conocido también como El Verdugo o El Carnicero de Praga por sus brutales métodos. Si bien no es fiel al hecho histórico que relata, ocurrido solo unos meses antes y del que no se conocían todavía los detalles, sí resulta un gran homenaje a la memoria de la resistencia checa al nazismo.
Dicen que Fritz Lang no descansó hasta que pudo traer a Bertolt Brecht desde Alemania hasta California, lugar donde había establecido su residencia el director alemán. Su intención, que el célebre escritor y dramaturgo lo ayudara a desarrollar una idea acerca de la represión que había sufrido durante años el pueblo checoslovaco bajo el poder invasor hitleriano. Nadie como Brecht podía aportar ese toque de denuncia social, esa despiadada crítica contra el nacionalsocialismo que Lang pretendía aplicar en el film.
Su unión, no pudo ser más satisfactoria, y de ella nació la extraordinaria Los verdugos también mueren. Pero el proceso de realización del guión fue un poco más complicado de lo que hubieran pensado, ya que Brecht no hablaba nada de inglés, por lo que tuvieron que buscar a un tercer escritor que dominase perfectamente el alemán y pudiera traducir el resultado a la lengua propia de América. El elegido fue John Wexley, un incipiente y concienciado dramaturgo que se unió al insigne dúo para abordar el despliegue argumental de una trama que tendría como punto de partida el reciente asesinato de Heydrich, también denominado “El verdugo”, prefecto de los alemanes en la ocupada Checoslovaquia.
El trabajo de investigación de estas tres personalidades fue exhaustivo y casi orientado a la realización de un documental, pues utilizaron como material todo lo que leían a propósito en los periódicos. Además, Brecht también tuvo la oportunidad de aportar vivencias propias sobre sus experiencias en los campos de concentración, algo que en el film devendrá como un testimonio de reveladora importancia a la hora de plasmar la cotidianeidad de aquellos hombres que tuvieron que convivir en situaciones precarias, llenos de miedo y angustia únicamente por haber defendido sus ideales.
Precisamente este es el tema que sustenta el tejido ideológico de Los verdugos también mueren: la libertad. La libertad del individuo frente a la injusticia, el sometimiento, la represión. Pero también la unidad del pueblo frente a las adversidades comunes, la solidaridad y la concienciación como arma contra la tiranía. Para Bretch este punto era incuestionablemente decisivo para alcanzar una pequeña victoria frente a cualquier régimen que impusiera su fuerza a través del terror.
La película se convierte así en una clara exposición metafórica del pensamiento reivindicativo que palpitaba en las conciencias de Bretch y Lang (Wexley, aunque intentó reclamar su papel, siempre estuvo en un segundo plano). Nos encontramos ante un film de tesis, ante una parábola ética acerca de la lucha por la dignidad del ser humano, del sacrificio que éste ha de hacer por dar sentido a los ideales que reivindica, y del respeto y la solidaridad hacia con el vencido, el antihéroe.
El film da inicio con unas imágenes terribles que simbolizan la encarnación del Mal en su estado más puro: vemos la imponente figura de Heydrich en todo su esplendor intolerante y destructivo. La caracterización de este personaje no deja de resultar grotesca, por su cierto talante amanerado, pero el odio que se desprende de su mirada es capaz de congelar la sangre. Ya no vuelve a aparecer en escena pues es asesinado, pero su sombra arrogante y pérfida impregna toda la narración, dando sentido a los acontecimientos que en ella se desarrollarán. Acto seguido vemos a un hombre (Bryan Donlevy) que se escabulle y corre por las calles con aspecto asustado; es el ejecutor del crimen, que intenta zafarse de la policía para no ser descubierto. Busca refugio en casa de una muchacha, Mascha Novotny (Anna Lee) que le había ayudado a escapar, sin darse cuenta de que está exponiendo a un grave peligro a toda su familia. Es entonces cuando vemos en todo su esplendor las acciones represivas del gobierno, que ordena arrestar y ejecutar a hombres inocentes hasta que no aparezca el autor material de los hechos. Uno de los damnificados el propio padre de la joven (espléndido Walter Brennan), que acepta con resignación y valentía su triste destino como títere de los nazis, pues en realidad, lo que éstos pretenden con su detención, es extorsionar psicológicamente los ánimos de Mascha para que de a conocer la identidad de su protegido.
Sin embargo, esta operación de masas llevada a cabo por la Gestapo, no hará sino reforzar los vínculos del pueblo. El dilema moral que expone Bretch-Lang es claro y contundente: ¿Es más importante perder unas cuantas vidas o renunciar a salvar a toda una comunidad?. Y es que la seguridad de un solo hombre se convierte en símbolo de una nación, que lucha unida para impedir que el peso de la injusticia caiga sobre sus espaldas. Por eso, no encontramos héroes individuales en el film, sino una masa colectiva que forma una piña de fraternidad a modo de activa resistencia. En realidad, Fritz Lang se esfuerza por reunir en una unidad los conflictos individuales, colectivos y sociales, consiguiendo que la colectividad se convierta en una extensión de los avatares de una serie de individuos concretos que no son otra cosa que meras encarnaciones de ideas. Sin embargo, la humanidad que transmiten los caracteres, logran alejarlos de la mera recreación arquetípica, así como su capacidad para tomar una identidad propia dentro de la pantalla. De todas formas no podemos sino evidenciar una clara diferenciación en el tratamiento de los personajes a la hora de construir sus rasgos identificativos dependiendo del bando al que pertenezcan. Si por un lado los ciudadanos checos se muestran sencillos y humildes en sus comportamientos, los dirigentes nazis y los miembros de la Gestapo aparecen adornados con rasgos de los que se trasluce su bajeza moral y su falta de escrúpulos, como el temible inspector Grüber (Gene Lockhart), concienzudo hasta la saciedad en desenmascarar a las pobres víctimas que de una u otra forma terminan cayendo en sus redes. Por último tenemos una figura clave, la del traidor Czaka (Gene Lockhart), al que se encuentran enfocados la mayoría de los dardos envenenados de la función. Para Bretch-Lang no existe nada más rastrero que la personificación de la estampa del delator, pues su deslealtad, su falsedad y sus engaños no pueden verse justificados de ninguna manera, más aún en este caso, tratándose de la obtención de un mero beneficio económico y de un trato de favor. Este personaje, por supuesto, tendrá su merecido, y protagonizará las secuencias más antológicas del film al descubrir anonadado que está siendo castigado por el pueblo a probar su propia medicina.
De todas formas, a Lang casi le interesaba más realizar un estudio esquemático de los personajes para que fuera su discurso el que tomara la verdadera relevancia en el seno de la trama. Hay una pugna constante en el film entre los conceptos de libertad y tiranía, siendo estos los verdaderos motores de la narración, y por supuestos sus representantes en la acción: el pueblo de Praga y los invasores alemanes. De esta forma Lang llevó mucho más allá sus postulados ideológicos, su cine de lucha, y dio un paso adelante dentro de la imprescindible y valiente aportación al análisis de la realidad política de la época que iniciaría con El hombre atrapado (1941) y que culminaría unos años más tarde con Ministry of Fear (1943).
Pero Los verdugos también mueren además de funcionar como una intachable fábula política, también sirve para poner de manifiesto el dominio de Lang para plasmar en imágenes una película, sea de la índole que sea, y otorgarle el peso de su aplastante personalidad. El film es un ensamblaje perfecto de inteligentes y reflexivos diálogos, de secuencias cuidadosamente elaboradas (magnífica la muerte de Czaka, teñida de sombras expresionistas frente a la puerta de una iglesia), y de pequeños detalles cargados de significación (ese militar que interroga a Mascha y no para de hacer crujir los nudillos, o aquél que únicamente se preocupa por el estado de su grano, son indicios de la indiferencia que sienten los alemanes hacia la vida de los rehenes), todos ellos, elementos que otorgan una coherencia y unidad orgánicas incuestionables al tejido tanto visual como narrativo.
Una minucia aparentemente tan intrascendente como que los actores que interpretan a los checos son de nacionalidad americana y los que encarnan a los alemanes son auténticos germanos, da una buena muestra de la exhaustividad a la hora de buscar la verosimilitud y la autenticidad del meticuloso Lang. Decía François Truffaut que «en Lang todo se juega y anuda en el corazón de un universo altamente moral. Ciertamente, la moral convencional no tiene aquí nada que ver con las fuerzas como tales (policía, ejército, altos mandos…) que son mostradas desde su aspecto bajo, decadente y sucio. La sociedad y la gente honorable son los que se encargan de mantener la esperanza». Y Lang, en Los verdugos también mueren, se erige como la voz de esa sociedad y de esa gente honorable, de ese pueblo necesitado de valor e ilusión para seguir combatiendo.
Fuente: Miradas.net
VER PELICULA CON SUBTITULOS EN CASTELLANO:
https://zoowoman.website/wp/movies/los-verdugos-tambien-mueren/
Año: 1943
Duración: 131 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Fritz Lang
Guión: Bertolt Brecht, Fritz Lang, John Wexley
Música: Hanns Eisler
Fotografía: James Wong Howe (B&W)
Reparto: Brian Donlevy, Walter Brennan, Anna Lee, Gene Lockhart, Dennis O'Keefe, Alexander Granach, Margaret Wycherly, Tonio Selwart, Jonathan Hale, Hans Heinrich von Twardowski, Nana Bryant, William Roy, Reinhold Schünzel, Ludwig Donath, Arno Frey, Sarah Padden, Byron Foulger, Edmund MacDonald, Lionel Stander, Lester Sharpe, Arthur Loft, George Irving, James Bush
Sinopsis: El 27 de mayo de 1942 murió víctima de un atentado Reinhard Heydrich, jefe del gobierno nazi de Praga. El doctor Franz Svoboda, miembro de la Resistencia y autor material del atentado, se esconde en casa del profesor Novotny.
La película es una reconstrucción ficticia de un hecho real: el asesinato del líder nazi Reinhard Heydrich, conocido también como El Verdugo o El Carnicero de Praga por sus brutales métodos. Si bien no es fiel al hecho histórico que relata, ocurrido solo unos meses antes y del que no se conocían todavía los detalles, sí resulta un gran homenaje a la memoria de la resistencia checa al nazismo.
Dicen que Fritz Lang no descansó hasta que pudo traer a Bertolt Brecht desde Alemania hasta California, lugar donde había establecido su residencia el director alemán. Su intención, que el célebre escritor y dramaturgo lo ayudara a desarrollar una idea acerca de la represión que había sufrido durante años el pueblo checoslovaco bajo el poder invasor hitleriano. Nadie como Brecht podía aportar ese toque de denuncia social, esa despiadada crítica contra el nacionalsocialismo que Lang pretendía aplicar en el film.
Su unión, no pudo ser más satisfactoria, y de ella nació la extraordinaria Los verdugos también mueren. Pero el proceso de realización del guión fue un poco más complicado de lo que hubieran pensado, ya que Brecht no hablaba nada de inglés, por lo que tuvieron que buscar a un tercer escritor que dominase perfectamente el alemán y pudiera traducir el resultado a la lengua propia de América. El elegido fue John Wexley, un incipiente y concienciado dramaturgo que se unió al insigne dúo para abordar el despliegue argumental de una trama que tendría como punto de partida el reciente asesinato de Heydrich, también denominado “El verdugo”, prefecto de los alemanes en la ocupada Checoslovaquia.
El trabajo de investigación de estas tres personalidades fue exhaustivo y casi orientado a la realización de un documental, pues utilizaron como material todo lo que leían a propósito en los periódicos. Además, Brecht también tuvo la oportunidad de aportar vivencias propias sobre sus experiencias en los campos de concentración, algo que en el film devendrá como un testimonio de reveladora importancia a la hora de plasmar la cotidianeidad de aquellos hombres que tuvieron que convivir en situaciones precarias, llenos de miedo y angustia únicamente por haber defendido sus ideales.
Precisamente este es el tema que sustenta el tejido ideológico de Los verdugos también mueren: la libertad. La libertad del individuo frente a la injusticia, el sometimiento, la represión. Pero también la unidad del pueblo frente a las adversidades comunes, la solidaridad y la concienciación como arma contra la tiranía. Para Bretch este punto era incuestionablemente decisivo para alcanzar una pequeña victoria frente a cualquier régimen que impusiera su fuerza a través del terror.
La película se convierte así en una clara exposición metafórica del pensamiento reivindicativo que palpitaba en las conciencias de Bretch y Lang (Wexley, aunque intentó reclamar su papel, siempre estuvo en un segundo plano). Nos encontramos ante un film de tesis, ante una parábola ética acerca de la lucha por la dignidad del ser humano, del sacrificio que éste ha de hacer por dar sentido a los ideales que reivindica, y del respeto y la solidaridad hacia con el vencido, el antihéroe.
El film da inicio con unas imágenes terribles que simbolizan la encarnación del Mal en su estado más puro: vemos la imponente figura de Heydrich en todo su esplendor intolerante y destructivo. La caracterización de este personaje no deja de resultar grotesca, por su cierto talante amanerado, pero el odio que se desprende de su mirada es capaz de congelar la sangre. Ya no vuelve a aparecer en escena pues es asesinado, pero su sombra arrogante y pérfida impregna toda la narración, dando sentido a los acontecimientos que en ella se desarrollarán. Acto seguido vemos a un hombre (Bryan Donlevy) que se escabulle y corre por las calles con aspecto asustado; es el ejecutor del crimen, que intenta zafarse de la policía para no ser descubierto. Busca refugio en casa de una muchacha, Mascha Novotny (Anna Lee) que le había ayudado a escapar, sin darse cuenta de que está exponiendo a un grave peligro a toda su familia. Es entonces cuando vemos en todo su esplendor las acciones represivas del gobierno, que ordena arrestar y ejecutar a hombres inocentes hasta que no aparezca el autor material de los hechos. Uno de los damnificados el propio padre de la joven (espléndido Walter Brennan), que acepta con resignación y valentía su triste destino como títere de los nazis, pues en realidad, lo que éstos pretenden con su detención, es extorsionar psicológicamente los ánimos de Mascha para que de a conocer la identidad de su protegido.
Sin embargo, esta operación de masas llevada a cabo por la Gestapo, no hará sino reforzar los vínculos del pueblo. El dilema moral que expone Bretch-Lang es claro y contundente: ¿Es más importante perder unas cuantas vidas o renunciar a salvar a toda una comunidad?. Y es que la seguridad de un solo hombre se convierte en símbolo de una nación, que lucha unida para impedir que el peso de la injusticia caiga sobre sus espaldas. Por eso, no encontramos héroes individuales en el film, sino una masa colectiva que forma una piña de fraternidad a modo de activa resistencia. En realidad, Fritz Lang se esfuerza por reunir en una unidad los conflictos individuales, colectivos y sociales, consiguiendo que la colectividad se convierta en una extensión de los avatares de una serie de individuos concretos que no son otra cosa que meras encarnaciones de ideas. Sin embargo, la humanidad que transmiten los caracteres, logran alejarlos de la mera recreación arquetípica, así como su capacidad para tomar una identidad propia dentro de la pantalla. De todas formas no podemos sino evidenciar una clara diferenciación en el tratamiento de los personajes a la hora de construir sus rasgos identificativos dependiendo del bando al que pertenezcan. Si por un lado los ciudadanos checos se muestran sencillos y humildes en sus comportamientos, los dirigentes nazis y los miembros de la Gestapo aparecen adornados con rasgos de los que se trasluce su bajeza moral y su falta de escrúpulos, como el temible inspector Grüber (Gene Lockhart), concienzudo hasta la saciedad en desenmascarar a las pobres víctimas que de una u otra forma terminan cayendo en sus redes. Por último tenemos una figura clave, la del traidor Czaka (Gene Lockhart), al que se encuentran enfocados la mayoría de los dardos envenenados de la función. Para Bretch-Lang no existe nada más rastrero que la personificación de la estampa del delator, pues su deslealtad, su falsedad y sus engaños no pueden verse justificados de ninguna manera, más aún en este caso, tratándose de la obtención de un mero beneficio económico y de un trato de favor. Este personaje, por supuesto, tendrá su merecido, y protagonizará las secuencias más antológicas del film al descubrir anonadado que está siendo castigado por el pueblo a probar su propia medicina.
De todas formas, a Lang casi le interesaba más realizar un estudio esquemático de los personajes para que fuera su discurso el que tomara la verdadera relevancia en el seno de la trama. Hay una pugna constante en el film entre los conceptos de libertad y tiranía, siendo estos los verdaderos motores de la narración, y por supuestos sus representantes en la acción: el pueblo de Praga y los invasores alemanes. De esta forma Lang llevó mucho más allá sus postulados ideológicos, su cine de lucha, y dio un paso adelante dentro de la imprescindible y valiente aportación al análisis de la realidad política de la época que iniciaría con El hombre atrapado (1941) y que culminaría unos años más tarde con Ministry of Fear (1943).
Pero Los verdugos también mueren además de funcionar como una intachable fábula política, también sirve para poner de manifiesto el dominio de Lang para plasmar en imágenes una película, sea de la índole que sea, y otorgarle el peso de su aplastante personalidad. El film es un ensamblaje perfecto de inteligentes y reflexivos diálogos, de secuencias cuidadosamente elaboradas (magnífica la muerte de Czaka, teñida de sombras expresionistas frente a la puerta de una iglesia), y de pequeños detalles cargados de significación (ese militar que interroga a Mascha y no para de hacer crujir los nudillos, o aquél que únicamente se preocupa por el estado de su grano, son indicios de la indiferencia que sienten los alemanes hacia la vida de los rehenes), todos ellos, elementos que otorgan una coherencia y unidad orgánicas incuestionables al tejido tanto visual como narrativo.
Una minucia aparentemente tan intrascendente como que los actores que interpretan a los checos son de nacionalidad americana y los que encarnan a los alemanes son auténticos germanos, da una buena muestra de la exhaustividad a la hora de buscar la verosimilitud y la autenticidad del meticuloso Lang. Decía François Truffaut que «en Lang todo se juega y anuda en el corazón de un universo altamente moral. Ciertamente, la moral convencional no tiene aquí nada que ver con las fuerzas como tales (policía, ejército, altos mandos…) que son mostradas desde su aspecto bajo, decadente y sucio. La sociedad y la gente honorable son los que se encargan de mantener la esperanza». Y Lang, en Los verdugos también mueren, se erige como la voz de esa sociedad y de esa gente honorable, de ese pueblo necesitado de valor e ilusión para seguir combatiendo.
Fuente: Miradas.net
VER PELICULA CON SUBTITULOS EN CASTELLANO:
https://zoowoman.website/wp/movies/los-verdugos-tambien-mueren/