La muerte de su último director, Claude Lanzmann, precipita el fin tras 74 años de publicación
Simont explica que se enteró del cierre por el mismo correo que los suscriptores. “La desaparición de este periódico no cambiará la faz del mundo. Se trata, sin embargo, de una acontecimiento simbólico de gran alcance”, escribieron Simont y los miembros del comité de redacción en un artículo en Le Monde, publicado el 2 de mayo.
“Era como una estrella de la que se siguiese viendo la luz aunque se haya apagado desde hace tiempo”, dice Agnès Poirier, autora de Left bank. Art, passion and the rebirth of Paris , 1940-1950 (Orilla izquierda. Arte, pasión y el renacimiento de París, 1940-1950). El libro es una crónica de la rive gauche en los años de la ocupación nazi y sobre todo de la posguerra, cuando en unas pocas cuadras de la orilla izquierda del Sena se concentraba la mayor densidad de intelectuales por metro cuadrado del planeta. Les Temps Modernes tuvo un papel central en esta historia.
Poirier, que se sumergió en los primeros 120 números para preparar su libro, explica: “Todavía hoy es increíblemente fresco, vivo. Se lee como una novela negra”. Todos los temas —el antisemitismo, el feminismo, el colonialismo, Argelia, Indochina, los beatniks— y géneros —el ensayo, el reportaje, la crítica— entraban en la revista, que en seguida se convirtió en objeto de culto en los círculos ilustrados de Europa y América. El primer número, de octubre de 1945, incluía piezas del sociólogo Raymond Aron, del filósofo Maurice Merleau-Ponty y del novelista negro estadounidense Richard Wright.
“Todos los escritores de origen burgués han conocido la tentación de la irresponsabilidad: desde hace un siglo, esta tiene tradición en la carrera de las letras”, decía Sartre —novelista, dramaturgo, filósofo: el intelectual total de su tiempo— en las primeras lineas del primer artículo del primer número. El artículo, titulado Presentación, era un manifiesto de la literatura engagée, comprometida. “En resumen, nuestra intención es intentar concurrir a la producción de ciertos cambios en la sociedad que nos rodea”, decía Sartre. Y añadía: “Respecto a los acontecimientos políticos y sociales que vienen, nuestra revista tomará posición en cada caso”.
Les Temps Modernes eran un golpe de juventud, modernidad e inteligencia. Al terminar la guerra, algunas de las revistas de referencia, como la Nouvelle Revue française y la Revue des Deux Mondes habían dejado de publicarse. Quedó un vacío, que Les Temps Modernes ocupó. Aunque también prestaba atención a la literatura, la publicación estaba más centrada en el debate político y filosófico que las revistas más veteranas, explica Olivier Cariguel, especialista en historia de las revistas y de la edición.
“Políticamente, la revista de Sartre, muy a la izquierda, intentó al principio afirmarse de manera autónoma respecto a la hegemonía comunista”, escribe en un correo electrónico el historiador Michel Winock, autor de Le siècle des intellectuels (El siglo de los intelectuales). “A partir de 1952, y hasta 1956, la revista se hizo directamente procomunista. Después de la intervención soviética en Hungría, en 1956, tomó sus distancias respecto al Partido Comunista francés. Posteriormente, siguió una línea de extrema izquierda anticolonialista, tercermundista, revolucionaria”.
Fue en Les Temps Modernes donde Beauvoir adelantó algunos capítulos de El segundo sexo, libro fundacional del feminismo. Y fue sus páginas donde se desarrolló la virulenta ruptura entre Jean-Paul Sartre con Albert Camus a raíz del ensayo El hombre rebelde de Camus. La revista era el púlpito desde el que, en la cúspide de su poder, Sartre dictaba sus dogmas y excomulgaba. También Lanzmann era una personalidad fuerte. Sin él, forzosamente la revista —que no tenía página web, ni aplicación para leer en el teléfono móvil— debía ser otra cosa.
“Para Les Temps Modernes, la desaparición de nuestro amigo Claude Lanzmann precipitó esta interrogación sobre el futuro de la revista”, ha escrito recientemente Antoine Gallimard en Le Monde, editor de otras revistas como Le Débat o la vieja Nouvelle Revue française. “Él era el alma y el armazón; él era su historia, por los vínculos que le unían con los fundadores y de los cuales siempre se reivindicó, con razón”. En una carta a Juliette Simont y a su colaborador, el filósofo Patrice Maniglier, Gallimard les recordaba los “verdaderos problemas de difusión” de la revista y contemplaba publicarla “bajo la forma de obras temáticas, unas tres por año”. Un proyecto del comité de redacción para modernizar la cabecera, titulado Por los nuevos ‘Tiempos Modernos’, no persuadió al editor. “No nos dio la posibilidad de intentarlo”, lamenta Simont. “Es una pena”.
Fuente: El País
Se ha apagado sin ruido, sin elogios fúnebres. Les Temps Modernes, la revista fundada por Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir que a mediados del siglo XX fue una institución central en la vida intelectual francesa, ha dejado de existir.
La muerte de su último director, el escritor y cineasta Claude Lanzmann, precipitó la decisión de la editorial Gallimard, propietaria de la cabecera. Una carta escueta fechada el 6 de diciembre de 2018 anunció a los suscriptores que dejarían de recibirla. En las librerías estaba en venta el último número, el 700. Incluía unas notas inéditas de Sartre durante un viaje a Roma y ensayos sobre la nueva izquierda identitaria, y sobre Perón y los nazis, entre otros temas.
El fin de Les Temps Modernes es el fin de una época que quizá hace tiempo que terminó: la de las revistas con formato de libro y artículos largos que marcaban los debates ideológicos, filosóficos y literarios, y la de Francia y París como capital global de las letras y las artes. En sus últimos años, cada número trimestral de Les Temps Modernes vendía entre 2.500 y 3.000 ejemplares.
Lanzmann, muy próximo a la pareja Sartre-Beauvoir y guardián de las esencias, murió el 5 de julio de 2018. Dejó escrito que deseaba que la revista continuase existiendo tras su muerte, con Juliette Simont, especialista en la filosofía de Sartre y durante años adjunta a la dirección, como directora. En septiembre el comité de redacción se reunió por primera vez con el editor, Antoine Gallimard. La incertidumbre ya pesaba entonces sobre el futuro del título.La muerte de su último director, el escritor y cineasta Claude Lanzmann, precipitó la decisión de la editorial Gallimard, propietaria de la cabecera. Una carta escueta fechada el 6 de diciembre de 2018 anunció a los suscriptores que dejarían de recibirla. En las librerías estaba en venta el último número, el 700. Incluía unas notas inéditas de Sartre durante un viaje a Roma y ensayos sobre la nueva izquierda identitaria, y sobre Perón y los nazis, entre otros temas.
El fin de Les Temps Modernes es el fin de una época que quizá hace tiempo que terminó: la de las revistas con formato de libro y artículos largos que marcaban los debates ideológicos, filosóficos y literarios, y la de Francia y París como capital global de las letras y las artes. En sus últimos años, cada número trimestral de Les Temps Modernes vendía entre 2.500 y 3.000 ejemplares.
Simont explica que se enteró del cierre por el mismo correo que los suscriptores. “La desaparición de este periódico no cambiará la faz del mundo. Se trata, sin embargo, de una acontecimiento simbólico de gran alcance”, escribieron Simont y los miembros del comité de redacción en un artículo en Le Monde, publicado el 2 de mayo.
“Era como una estrella de la que se siguiese viendo la luz aunque se haya apagado desde hace tiempo”, dice Agnès Poirier, autora de Left bank. Art, passion and the rebirth of Paris , 1940-1950 (Orilla izquierda. Arte, pasión y el renacimiento de París, 1940-1950). El libro es una crónica de la rive gauche en los años de la ocupación nazi y sobre todo de la posguerra, cuando en unas pocas cuadras de la orilla izquierda del Sena se concentraba la mayor densidad de intelectuales por metro cuadrado del planeta. Les Temps Modernes tuvo un papel central en esta historia.
Poirier, que se sumergió en los primeros 120 números para preparar su libro, explica: “Todavía hoy es increíblemente fresco, vivo. Se lee como una novela negra”. Todos los temas —el antisemitismo, el feminismo, el colonialismo, Argelia, Indochina, los beatniks— y géneros —el ensayo, el reportaje, la crítica— entraban en la revista, que en seguida se convirtió en objeto de culto en los círculos ilustrados de Europa y América. El primer número, de octubre de 1945, incluía piezas del sociólogo Raymond Aron, del filósofo Maurice Merleau-Ponty y del novelista negro estadounidense Richard Wright.
“Todos los escritores de origen burgués han conocido la tentación de la irresponsabilidad: desde hace un siglo, esta tiene tradición en la carrera de las letras”, decía Sartre —novelista, dramaturgo, filósofo: el intelectual total de su tiempo— en las primeras lineas del primer artículo del primer número. El artículo, titulado Presentación, era un manifiesto de la literatura engagée, comprometida. “En resumen, nuestra intención es intentar concurrir a la producción de ciertos cambios en la sociedad que nos rodea”, decía Sartre. Y añadía: “Respecto a los acontecimientos políticos y sociales que vienen, nuestra revista tomará posición en cada caso”.
Les Temps Modernes eran un golpe de juventud, modernidad e inteligencia. Al terminar la guerra, algunas de las revistas de referencia, como la Nouvelle Revue française y la Revue des Deux Mondes habían dejado de publicarse. Quedó un vacío, que Les Temps Modernes ocupó. Aunque también prestaba atención a la literatura, la publicación estaba más centrada en el debate político y filosófico que las revistas más veteranas, explica Olivier Cariguel, especialista en historia de las revistas y de la edición.
“Políticamente, la revista de Sartre, muy a la izquierda, intentó al principio afirmarse de manera autónoma respecto a la hegemonía comunista”, escribe en un correo electrónico el historiador Michel Winock, autor de Le siècle des intellectuels (El siglo de los intelectuales). “A partir de 1952, y hasta 1956, la revista se hizo directamente procomunista. Después de la intervención soviética en Hungría, en 1956, tomó sus distancias respecto al Partido Comunista francés. Posteriormente, siguió una línea de extrema izquierda anticolonialista, tercermundista, revolucionaria”.
Fue en Les Temps Modernes donde Beauvoir adelantó algunos capítulos de El segundo sexo, libro fundacional del feminismo. Y fue sus páginas donde se desarrolló la virulenta ruptura entre Jean-Paul Sartre con Albert Camus a raíz del ensayo El hombre rebelde de Camus. La revista era el púlpito desde el que, en la cúspide de su poder, Sartre dictaba sus dogmas y excomulgaba. También Lanzmann era una personalidad fuerte. Sin él, forzosamente la revista —que no tenía página web, ni aplicación para leer en el teléfono móvil— debía ser otra cosa.
“Para Les Temps Modernes, la desaparición de nuestro amigo Claude Lanzmann precipitó esta interrogación sobre el futuro de la revista”, ha escrito recientemente Antoine Gallimard en Le Monde, editor de otras revistas como Le Débat o la vieja Nouvelle Revue française. “Él era el alma y el armazón; él era su historia, por los vínculos que le unían con los fundadores y de los cuales siempre se reivindicó, con razón”. En una carta a Juliette Simont y a su colaborador, el filósofo Patrice Maniglier, Gallimard les recordaba los “verdaderos problemas de difusión” de la revista y contemplaba publicarla “bajo la forma de obras temáticas, unas tres por año”. Un proyecto del comité de redacción para modernizar la cabecera, titulado Por los nuevos ‘Tiempos Modernos’, no persuadió al editor. “No nos dio la posibilidad de intentarlo”, lamenta Simont. “Es una pena”.
Fuente: El País