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"FUSILAMIENTO DE TORRIJOS Y SUS COMPAÑEROS EN LAS PLAYAS DE MÁLAGA", DE ANTONIO GISBERT

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Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga
Antonio Gisbert
Óleo sobre lienzo
390 x 601 centímetros
Museo del Prado

Una pintura para una nación: Homenaje en el Museo del Prado al general Torrijos

Fue el primer cuadro encargado para exponerlo en el Museo del Prado, y ahora representa a todo el Museo en la exposición “Una pintura para una nación. El fusilamiento de Torrijos”, abierta al público entre el 26 de marzo y el 30 de junio de este 2019.
En realidad, el título del cuadro es Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga, un óleo sobre lienzo de gran tamaño, 390 por 601 centímetros, encargado a Antonio Gisbert (1834—1902) en 1886 por el Gobierno de Práxedes Mateo Sagasta. La orden de compra y entrada en el Museo está fechada el 28 de julio de 1888, de modo que tardó dos años en realizarlo.
Esta exposición es una de las varias programadas para celebrar el centenario de la creación del Museo, el 19 de noviembre de 1819, como Museo Real de Pinturas, porque se reunieron en él algunas de las obras pertenecientes a las colecciones reales. La orden la dio el tirano Fernando VII, el que iba a ordenar en 1831 el fusilamiento de los patriotas retratados en el óleo, pero la idea fue de su segunda esposa, Isabel de Braganza: a él no le importaban nada las artes, ni otra cosa que mandar y ordenar matar.
En 1868, la Gloriosa Revolución del 18 de setiembre expulsó de España a la reina Isabel II con su Corte de los Milagros. La ley de 18 de diciembre de 1869 abolió el patrimonio de la Corona, con lo que el Museo dejó de ser Real para convertirse en Nacional. El primer director del Museo nacionalizado fue precisamente Antonio Gisbert, hasta el 16 de julio de 1873, con la I República, en que cesó para trasladarse a residir en París.
No quiso seguir el modelo de Goya en Los fusilamientos del 3 de mayo, sino que apuntó la presencia del pelotón encargado del fusilamiento al fondo del cuadro. En primer término a la izquierda representó a algunos patriotas ya fusilados, con los ojos vendados, pero las figuras centrales son las del general Torrijos y sus compañeros, atendidos por frailes franciscanos. El lugar preferente lo ocupa Torrijos, y a su lado se distinguen al liberal británico Robert Boyd, que había entregado su fortuna para realizar esa aventura, con el que fuera presidente del Congreso Manuel Flores Calderón, y el exministro de la Guerra Francisco Fernández Golfín, entre otros.
El trabajo realizado por Gisbert fue, pues, de gran realismo y meticulosidad. Viajó a Málaga para conocer el lugar de la ejecución, estudió los proyectos de los revolucionarios, buscó sus retratos, y consiguió una obra maestra de la pintura, que es además una exaltación de la libertad frente a la tiranía real, pero de manera serena, sin la estridencia de Goya.
En lucha por su ideal
José María de Torrijos y Uriarte nació en Madrid el 20 de marzo de 1791, en la calle de Preciados. Pertenecía a una familia de la nobleza, por lo que fue paje de Carlos IV, y siguió estudios militares y de ingeniería entre 1804 y 1808. Al producirse la insurrección popular contra el ejército francés, entrado en España con la autorización de Carlos IV y su ministro para todo Manuel Godoy, combatió con las tropas nacionalistas, y al terminar la guerra había alanzado el grado de general de brigada.
Se equivocó de bando, ya que los insurrectos combatieron para echar al rey José I, un hombre culto que dio a España su primera Constitución, la de Bayona, en 1808, y colocar en el trono al embrutecido Fernando VII, quien muy pronto demostró su carácter, al ordenar la muerte de cuantos sirvieron al rey José, o simplemente se les consideraba afrancesados. Comenzó el reinado del terror en cuanto se estableció en el trono en 1814.
Opuesto al absolutismo, como le obligaban sus deas liberales, Torrijos fue encarcelado el 28 de diciembre de 1817. El pronunciamiento del heroico general Rafael de Riego el 1 de enero de 1820, que obligó al rey tirano a jurar la Constitución de Cádiz de 1812, le devolvió la libertad y su graduación militar. Durante el trienio liberal ascendió a mariscal, y se le confió el mando de la V Región Militar, en Navarra y Euskadi. Nombrado ministro de la Guerra el 1 de marzo de 1823, Fernando VII revocó la orden, porque sabía que en París se preparaba otra invasión militar, esta vez con la intención de devolverle los plenos poderes absolutistas,
En efecto, el 7 de abril cruzaron la frontera los llamados Cien mil hijos de San Luis al mando de Louis Antoine de Bourbon, duque de Angulema, con lo que dio comienzo la conocida en la historia como década ominosa, cuando los peores instintos del tirano tuvieron la oportunidad de llevarse a cabo contra sus vasallos. Pudo Torrijos exiliarse en Inglaterra, desde donde conspiró para librar a su patria del terror desatado por Fernando VII.
La aventura traicionada
Organizó una Junta Revolucionaria, a la que se unieron los exiliados españoles, y también el aventurero británico y millonario Robert Boyd, quien desinteresadamente le ofreció toda su fortuna para la liberación de España. Lo que no podía imaginar es que el gobernador militar de Málaga, Vicente González Moreno, estaba al tanto de todos los planes, porque entre sus partidarios se había infiltrado un traidor. Es un personaje al que conocían con el nombre de Viriato, lo que debía haber hecho dudar sobre sus intenciones, puesto que el caudillo Viriato fue traicionado y muerto por sus hombres.
Viriato convenció a Torrijos para que se dispusiera tomar Málaga, en donde efectivamente los conjurados contaban con simpatizantes, dispuestos a secundarles cuando entraran en acción. El 30 de noviembre de 1831 partieron de Gibraltar los 53 patriotas en dos barcos, el Santo Cristo del Grao y el Purísima Concepción, fletados por Torrijos y sus compañeros, e ingenuamente aceptaron que les acompañase el guardacostas Neptuno, supuestamente unido a la conspiración.
A la altura del cabo Calaburra, el Neptuno disparó contra los dos buques, y sus tripulantes debieron lanzarse al mar para evitar la muerte. Ganaron la costa a nado, pero allí les aguardaban 2.500 militares fernandinos para matarlos o capturarlos. Era el 2 de diciembre.
Torrijos y 49 compañeros alcanzaron la Cala del Charcón, cerca de Fuengirola, y se refugiaron en la Alquería del Conde de Molina, en donde fueron apresados a las 8 de la mañana del día 5. Considerados reos de alta traición el rey ordenó su fusilamiento, sin juicio ni defensa. Conducidos al convento franciscano del Carmen, en El Perchel, se les comunicó que en la mañana de domingo día 11 serían fusilados de real orden.
La carta de un héroe
Pasaron la noche en capilla, dedicados a la meditación y a escribir cartas de despedida a sus familiares. La que Torrijos redactó para su esposa, Luisa Sáenz de Viniegra, se conserva en el Congreso de los Diputados. En sus párrafos principales le decía:
Amadísima Luisa mía: voy a morir pero voy a morir como mueren los valientes. […] De la vida a la muerte hay un solo paso y ese voy a darle sereno en el cuerpo y el espíritu. He pedido mandar yo mismo el fuego a la escolta: si lo consigo tendré un placer, y si no me lo conceden me someto a todo […]”
Al amanecer fueron conducidos a la playa de San Andrés, esposados y con grilletes en los pies, y allí fusilados en dos tandas, por lo que unos cuerpos cayeron sobre otros, y así les dieron el tiro de gracia. Todos gritaron antes de morir “¡Viva la libertad”. Para aumentar la perfidia y el odio de los sicarios de Fernando VII, sus cadáveres fueron cargados en unos carromatos y paseados por Málaga, hasta conducirlos al cementerio de San Miguel. Se les enterró en una fosa común, excepto a Torrijos y a López Pinto, que ocuparon sendos nichos. El 11 de diciembre de 1842 quedó inaugurado un mausoleo en el que reposan sus restos, honor concedido por la ciudad a quienes dieron la vida por intentar salvar a España de la tiranía borbónica.
Consciente del horror causado por su marido, la reina gobernadora, María Cristina de Borbón, concedió a título póstumo a Torrijos el título de conde de Torrijos. Su viuda unió sus recuerdos personales con los documentos de su marido, y publicó en 1860 dos volúmenes titulados Vida del general don José María de Torrijos y Uriarte, escrita y publicada por su viuda, L. Sáenz de Viniegra, condesa de Torrijos, impresos en Madrid en la imprenta de Manuel Vinuesa.
La figura del general Torrijos ha motivado biografías y poemas, el más conocido de ellos el soneto firmado por José de Espronceda, que Machado sabía de memoria, aunque nada es comparable al cuadro de Gisbert. Su historia confirma que el valor de los héroes suele quedar vencido por la traición, como tantas veces ha sucedido. No olvidemos su ejemplo.

Arturo del Villar

Escritor, poeta y editor. Presidente del Colectivo Republicano Tercer Milenio
Fuente: Crónica Popular

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