El auto del Tribunal Superior de Justicia de Madrid exige retirar en un plazo de dos meses el monumento a las Brigadas Internacionales inaugurado en octubre de 2011 en el campus de la Universidad Complutense, muy cerca del arco que celebra la victoria de Franco sobre la República.
Uno de los artículos recuerda algo que, por muy conocido que sea, no deja de parecer aberrante a los ojos de cualquier observador sin prejuicios ideológicos: que uno de los monumentos más importantes, enormes y vistosos de la capital de España –el Arco de la Victoria– es una exaltación del triunfo de Franco sobre la República. Situada a poca distancia del monumento a los brigadistas, la obra se proyectó en los años 40, en la época más feroz de la represión franquista contra los vencidos, en la que decenas de miles de españoles fueron ejecutados, perseguidos, desposeídos de sus bienes, sometidos al ostracismo o empujados al exilio. Este debate sobre la memoria no es baladí en un momento en que Europa se enfrenta al ascenso de movimientos fascistas que desprecian la democracia.
El Arco de la Victoria, un mastodonte de concreto de 40 metros de altura, celebra el triunfo de las huestes franquistas en la Batalla de la Ciudad Universitaria, una de las contiendas más encarnizadas y largas –duró más de dos años y medio– de la guerra. En su frontispicio principal, contiene una leyenda, en latín, que reza: “A los ejércitos aquí victoriosos/la inteligencia que siempre es vencedora/da y dedica este monumento”. En los más de 30 años de democracia, no se ha concretado ninguna iniciativa oficial para despojar al monumento de su carácter de exaltación al dictador y transformarlo en un memorial sobre uno de los episodios más tenebrosos de la historia española. El arco, construido en su día por iniciativa de la Junta de la Ciudad Universitaria, es hoy propiedad del Consorcio Urbanístico de la Ciudad Universitaria, constituido en 1990 por las universidades Complutense y Politécnica y la UNED para “el desarrollo y la gestión urbanística de la Ciudad Universitaria de Madrid”.
El periodista de The Guardian David Mathieson compara esa obra colosal, que da la bienvenida a Madrid a quienes entran en la ciudad por la A-6, con el monumento a los brigadistas que el Tribunal Superior de Madrid ordena retirar: un “memorial mucho más pequeño, tan modesto que muchos de ellos [los estudiantes de la Complutense] ni siquiera se enterarán de su existencia. Una simple columna de metal, pagada por muchas donaciones individuales particulares”.
El tribunal argumenta que la solictud de la licencia para la construcción de la obra se presentó de manera extemporánea, cuando esta ya se había erigido. El rector de la universidad, José Carrilllo, ha respondido que no retirará el monumento y que hay otros en la ciudad, como el de las víctimas de los atentados del 11-M, que tampoco tienen licencia. Según Carrillo, el rectorado solictó el permiso, pero las autoridades locales no lo tomaron en consideración.
El monumento es el único dedicado en Madrid a los brigadistas internacionales, voluntarios de 53 países, mayoritariamente comunistas, que participaron en la guerra en el bando republicano porque entendían que en España se estaba decidiendo también el destino de Europa. Hay un dato muy poco conocido, y es que entre la cuarta y la quinta parte de los brigadistas eran de origen judío, muchos de los cuales, a juzgar por testimonios que dejaron, tenían plena conciencia de que su lucha contra Franco formaba parte de una cruzada más amplia contra el nazismo y el fascismo.
Dice el periodista Mathieson:
“Explicar el pasado para perfilar el futuro es un principio básico de cualquier proceso político maduro. Fuera de España, otros países europeos tienen la creciente capacidad para afrontar su propia historia oscura. Los visitantes de ciudades como Berlín, Núremberg o Lyon, por ejemplo, encontrarán museos de talla mundial que abordan cándidamente su papel en el siglo XX, y el museo de la esclavitud de Liverpool arroja luz sobre un episodio vergonzoso para los británicos. Sin embargo, en Madrid no hay ni un solo punto de información o centro turístico que intente contar la historia de la Guerra Civil. La administración del PP es incapaz de tratar con la diversidad de reclamaciones sobre el pasado y prefiere impedir cualquier discusión sobre la materia.”
Y concluye:
“Se dice a menudo que la historia está escrita por los vencedores. Pero lo que está sucediendo en Madrid no es solo un ejercicio asimétrico de memoria histórica. Es una manera intolerante, peligrosa y disfuncional de tratar el pasado y no casa fácilmente con la imagen que Madrid trata de proyectar como una abierta, diversa y transparente ciudad del futuro.”
Post scriptum: A EL MONO POLÍTICO le asaltan tres dudas: ¿tiene potestad el Consorcio Urbanístico de la Ciudad Universitaria para decidir sobre los monumentos de su propiedad? ¿Por qué entonces no promueve la reconversión del Arco del Triunfo en un memorial didáctico sobre la Guerra Civil? ¿Tiene el consorcio capacidad de decisión sobre el monumento a los brigadistas?
Fuente: Kaos en la red
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