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"EL CAPITAL", NUEVA PELÍCULA DE COSTA-GAVRAS

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Título:El capital.
Título original:Le capital.
Dirección: Costa-Gavras.
País: Francia.
Año: 2012.
Duración: 114 min.
Interpretación: Gad Elmaleh (Marc Tourneuil), Gabriel Byrne (Dittmar Rigule), Natacha Régnier (Diane Tourneuil), Céline Sallette (Maud Baron), Liya Kebede (Nassim), Hyppolite Girardot (Raphäel Sieg), Daniel Mesguich (Jack Marmande), Bernard Le Coq (Antoine de Suze), Olga Grumberg (Claude Marmande).
Guión: Costa-Gavras, Jean-Claude Grumberg y Karim Boukercha; basado en la novela “Le capital”, de Stéphane Osmont.
Producción: Michèle Ray-Gavras.
Música: Armand Amar.
Fotografía: Eric Gautier. Montaje: Yannick Kergoat y Yorgos Lamprinos.


COSTA-GAVRAS LEE A MARX

El cineasta muestra de una forma didáctica la importancia de recuperar un discurso de izquierdas

La obra de Costa-Gavras ha sido sistemáticamente maltratada con diversas etiquetas de calaña variable: «cine social», «cine con caducidad», «cine progre» o, la más bárbara, «cine didáctico». Al final, las palabras toman sentido, como las personas, cuando se integran en un contexto contradictorio y batallador. De arranque, en esta reseña utilizaremos los calificativos anteriores con el mejor de los sentidos. «El capital», la nueva película del cineasta grecofrancés, es cine social: habla del ascenso a la presidencia de un banco del financiero Marc Tourneuil (el cómico Gad Elmaleh) y, desde esa posición de privilegio, desgrana los movimientos macroeconómicos (y psicológicos, he aquí la valía del largometraje) que provocaron (y provocarán) esta crisis (y las sucesivas).

Ataquemos «cine con caducidad». No se sueltan semejantes reprimendas a una película mainstream que tenga un corto recorrido, incluso, ahora se rehacen para que las anteriores caigan en el olvido (la más reciente, «The Amazing Spiderman», de Marc Webb). Parecería ridículo reprocharle esto a Gavras. «Z» o «Estado de sitio» funcionaron como armas de denuncia y fueron pensadas como tal, con cuenta atrás. Que, a la larga, la problemática señalada se calme (lo mágico es que en ninguno de los casos se ha cerrado del todo) sólo incrementa la valía del metraje en cuestión (y el ejemplo es «Desaparecido», que hizo conscientes a grandes grupos de población de las matanzas de opositores durante la dictadura de Pinochet).

Es admirable que, a lo largo de cinco décadas, Costa-Gavras haya mantenido un cine con una ideología evidente, de calidad artística indudable y sin ningún tipo de complejo. En «El capital» regresa a su perspectiva de izquierdas para mostrar, de una forma didáctica (así también son las canciones protesta: fáciles y directas), la importancia de recuperar un discurso marxista, de lucha de clases (una limusina omnipresente en «Holy Motors», «Cosmópolis» y este filme), con tal de explicar la crisis y sus culpables. Frente a las estupendas «Margin call» o «Inside job», que utilizan tiempos de thriller, «El capital» sacrifica todo (incluso saltando a perspectivas teatrales o mostrando de forma grosera, satírica, a varios personajes) para que el público reconozca la mirada del cineasta (a partir de la novela de Stéphane Osmont). Por tanto, dice mucho sobre Costa-Gavras el hecho de que el final se resuma en una frase demoledora que combina lo macro y lo micro y que nos augura un terrible futuro.

Carlos Galán (Fuente: La Nueva España)

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