El Centro de Estudios Andaluces organiza unas jornadas en homenaje a aquellos artistas que participaron a través de sus letras y su posición política en la lucha antifranquista y la consecución de la Autonomía para Andalucía
El Centro de Estudios Andaluces organiza en colaboración con la Bienal de Flamenco de Sevilla las jornadas ‘Flamencos contra Franco. Homenaje a Francisco Moreno Galván’, una aproximación a un periodo clave de nuestra historia, la lucha contra el franquismo, que toma como referente la revolución que se gestó desde el mundo del flamenco y la cultura para la consecución de las libertades y del proceso autonómico andaluz.
Las jornadas, que tendrán lugar en la Casa de la Provincia el próximo 14 de septiembre y en la que participarán más de una decena de expertos entre académicos, críticos, periodistas, músicos y profesionales del flamenco, profundizarán en el llamado “flamenco protesta”, que se remonta a los años de la Segunda República, la Guerra Civil y la posguerra, y que adquiere su máxima expresión durante la dictadura y en los años de la transición, hasta la llegada de la democracia.
En este periodo histórico, uno de los máximos representantes del compromiso político y social a través del flamenco fue Francisco Moreno Galván (La Puebla de Cazalla, 1925-1999). Pintor, poeta, diseñador y escultor, Moreno Galván fue un verdadero humanista de su tiempo que revolucionó las letras del flamenco, siendo también descubridor y estrecho colaborador de algunos de los más importantes cantaores, exponentes del “flamenco protesta”, como José Menese.
A través de un acercamiento a su figura, una exposición y un recital de sus más celebradas letras, estas jornadas le rendirán homenaje con motivo de la conmemoración del 20 aniversario de su muerte en 2019 y del 50 aniversario de la Reunión de Cante Jondo de La Puebla de Cazalla, un festival declarado de Interés Turístico de Andalucía que, impulsado por él y Menese, entre otros, arrancó en el año 1967 con una clara voluntad ideológica y política de devolver al flamenco su función de expresión y agitación social como un medio contestatario frente al franquismo.
Flamenco y revolución
Los orígenes del flamenco se remontan a finales del siglo XVIII como respuesta ante la injusticia, la opresión, la explotación, los problemas con el reparto de la tierra, el duro trabajo en el campo, también en las minas; nace de quienes siendo analfabetos e iletrados y no teniendo conciencia de reivindicación social, sí la tienen de un profundo conocimiento del dolor y del sufrimiento... "Mira si soy desgraciao que estoy deseando morirme pa' dormir bajo techao".
Y como cultura viva, crece y se expande hacia nuevas formas y nuevos públicos y evoluciona, ya con la entrada del siglo XX, hacia la profesionalización de los intérpretes y de los espectáculos, adaptando sus letras, pero manteniendo en esencia su razón de ser como expresión de las emociones más radicales, aunque ya en sentido colectivo. El flamenco ya no es solo un cante para el lamento o la resignación ante la realidad que toca, sino es un cante que aúna la voz del pueblo y su rechazo ante lo que le hace revolverse en los convulsos años de la República, la Guerra Civil y la dura posguerra.
Antonio Mairena, Juanito Valderrama, Manuel Vallejo, Guerrita o La Niña de los Peines fueron algunos de los cantaores rebeldes que lucharon con su voz para defender sus ideales, algunos incluso con las armas como Corruco de Algeciras, que perdió su vida durante la contienda. Cantaores de la libertad, de la República, de la bandera tricolor, que no corrieron la misma suerte. Obligados a adaptarse y a subsistir a duras penas como José Cepero y Ramón Perelló; otros no tuvieron más opción que exiliarse como Miguel de Molina, que marchó a Argentina, o en el peor de los casos, morir encarcelados o asesinados ante un pelotón de fusilamiento como el Chato de las Ventas.
El franquismo trajo consigo años oscuros para el flamenco, utilizado por el régimen para dotar al Estado de un folclore propio, previa adaptación y censura e interpretado sin esencia. Una suerte de “nacionalflamenquismo” que subrayaba sus aspectos lúdicos y triviales, postergando su naturaleza de quejío de un pueblo –el gitano– históricamente castigado. El flamenco “de verdad”, perseguido, pasó a la clandestinidad.
Es en los últimos años de la dictadura y, sobre todo, durante la transición, cuando el flamenco reivindicativo resurge en toda su plenitud. El proceso de cambios que España vivió en la década de los años sesenta –con una nueva coyuntura socioeconómica favorecida por la aplicación de los Planes de Desarrollo y el fomento del turismo, principalmente– ofrecía un cierto grado de apertura al aislacionismo. Aquella España comenzaba acontemplarse en el espejo de Europa y a incorporar costumbres propias de la sociedad de consumo: cine en tecnicolor, impacto de la televisión y de la publicidad, primeros automóviles utilitarios y electrodomésticos, etc., mientras los jóvenes asimilaban nuevos productos culturales: la música rock y pop, las neovanguardias artísticas y modos de vida underground que en otros países ya movilizaban a amplios colectivos sociales.
La sociedad experimentaba una transformación que se tradujo en nuevas corrientes de renovación artística y el flamenco, lejos de permanecer expectante, se vio influido por tales cambios como la literatura, la pintura, la arquitectura o el teatro. En este periodo son muchos los artistas flamencos que cantan a la libertad y la justicia, a la democracia y al autonomismo andaluz, muchas las “voces que no callaron”, parafraseando el título del libro-disco del cantaor granadino, investigador y escritor Juan Pinilla: Enrique Morente, José Menese, Juan Peña ‘El Lebrijano’, El Cabrero o Manuel Gerena, considerado de entre todos los flamencos que decidieron prestar sus voces a la lucha contra el franquismo como el estandarte del “flamenco-protesta”. Gerena, el “cantaor de la Transición”, visitó los calabozos más de trescientas veces. “Mientras tenga que cantar soy un cantaor que no me callo… Si la voz me corta un rayo, me sobra voluntad para seguir siendo un gallo”.
“Pese a los múltiples mecanismos que la dictadura franquista ideó para cercenar la libre expresión –prohibir o cambiar letras, cancelación de recitales y retiradas de pasaporte– hubo grietas por las que la maltratada esfera cultural consiguió deslizar sibilinas muestras de disidencia que, en mayor o menor medida, mantenían en constante alerta al departamento encargado de velar por la supervivencia de la paz interior del Régimen”, explica la profesora de la Universidad de Sevilla Sara Pineda, experta en el estudio de la reivindicación social y política en los textos del flamenco y participante en estas jornadas. “Durante este periodo no fueron pocos los cantaores flamencos que prestaron sus gargantas a la tarea de denunciar del modo más explícito que la censura les permitía, la arbitrariedad, crueldad e injusticias cometidas por aquel régimen impuesto”.
Por su compromiso con la lucha por la libertad y la democracia, en esta generación de “subversivos” podrían incluirse también a los bailaores Mario Maya y Antonio Gades o a los creadores teatrales Juan Bernabé y Salvador Távora. El primero como fundador del Teatro Estudio Lebrijano, fue uno de los grandes innovadores de la escena andaluza junto a Távora, que incorporó a las tablas un nuevo imaginario flamenco con ‘Quejío’, un aldabonazo para la lectura del flamenco sin folclorismos.
Homenaje a Francisco Moreno Galván
‘Francisco Moreno Galván: Reunión de Arte Jondo’ es el título de la exposición que el Museo de Arte Contemporáneo José María Moreno Galván de La Puebla de Cazalla traerá a la Casa de la Provincia para rendirle homenaje con motivo del 50 aniversario de la Reunión de Cante Jondo, de la cual fue uno de sus impulsores e ideólogos, además de cartelista. La muestra será inaugurada en el marco de las jornadas ‘Flamencos contra Franco’ y se podrá ver hasta el 14 de octubre.
A modo retrospectiva de la historia visual de este festival, incorpora tanto la cartelería original –firmada por Francisco Moreno Galván en sus 50 ediciones, a excepción de la 26 en 1994, que encargó a su amigo Joaquín Sáenz– como una colección de sus pinturas propiedad del Museo y de colecciones particulares; obras dedicadas de artistas contemporáneos como Joan Miró, Jorge Oteiza o Pascual de Lara; y una colección de fotografías de los artistas flamencos que han ido desfilando en cinco décadas de Reunión, la última celebrada el pasado 7 de julio.
El comisario de esta exposición, Miguel Ángel Rivero, delegado de Cultura y Turismo del Ayuntamiento de La Puebla de Cazalla, o Juan Diego Martín Cabeza, gestor cultural del Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (CICUS) y autor de una tesis doctoral sobre Francisco Moreno Galván, serán algunos de los ponentes invitados a estas jornadas para reflexionar sobre su figura y legado.
La afición al flamenco de Francisco Moreno Galván le venía desde muy niño de su Puebla de Cazalla natal, una afición que acrecienta y afianza durante sus años de estudiante en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sevilla (1941-1946), frecuentando lugares como Triana o la Alameda de Hércules, de gran tradición flamenca.
Tras ser premiado por la Diputación de Sevilla con la Beca Murillo en 1949, se marcha dos años a Madrid coincidiendo con la difusión de la obra vanguardista de El Paso y Equipo 57. En estos años madrileños conocerá a personajes como Chumy Chúmez, Antonio Mingote, Fernando Quiñones, Antonio Gala o Caballero Bonald, entre otros. Participó en la 1ª Bienal Hispanoamericana de Arte (Madrid), en la 2ª de La Habana y en la 2ª Bienal del Mediterráneo, celebrada en Alejandría. Además realizará una gran cantidad de trabajos decorativos y murales, consiguiendo importantes premios por la decoración de prestigiosos edificios a escala nacional.
El contacto con el mundo flamenco y el descubrimiento de José Menese hacen que su interés se centre en este arte, hasta dedicarse en plenitud: produce dibujos de artistas flamencos, carteles, exposiciones... Una manera de hilvanar modernidad y cultura popular y una posibilidad de acercar al pueblo el arte de vanguardia.
Sin embargo, su faceta más destacada será la de letrista, una labor que inicia hacia 1962. Moreno Galván concebía el flamenco como “la manera más hermosa de denunciar y protestar”, de ahí que defendiera la necesidad de crear letras frescas que se alejasen de los tópicos para “cantar y contar la vida”. Así fue como revolucionó el cante, abordando como nadie hasta entonces la renovación de las letras flamencas y readaptando su temática para traerla hasta hoy. Sus composiciones son verdaderos romances que muestran su respeto profundo por la tradición y la cultura andaluzas y su compromiso social con el tiempo que le tocó vivir. Surgirán letras originales, llenas de garra y fuerza, comprometidas con la libertad: “…Qué hermosa es la libertá y algunas veces cavilo que siendo cosa tan grande esté pendiente de un hilo…”.
Las jornadas ‘Flamencos contra Franco’ concluirán con un recital de cante flamenco por parte de Juan Menese, sobrino de José Menese, que pondrá voz a las letras de Francisco Moreno Galván.
El Centro de Estudios Andaluces organiza en colaboración con la Bienal de Flamenco de Sevilla las jornadas ‘Flamencos contra Franco. Homenaje a Francisco Moreno Galván’, una aproximación a un periodo clave de nuestra historia, la lucha contra el franquismo, que toma como referente la revolución que se gestó desde el mundo del flamenco y la cultura para la consecución de las libertades y del proceso autonómico andaluz.
Las jornadas, que tendrán lugar en la Casa de la Provincia el próximo 14 de septiembre y en la que participarán más de una decena de expertos entre académicos, críticos, periodistas, músicos y profesionales del flamenco, profundizarán en el llamado “flamenco protesta”, que se remonta a los años de la Segunda República, la Guerra Civil y la posguerra, y que adquiere su máxima expresión durante la dictadura y en los años de la transición, hasta la llegada de la democracia.
En este periodo histórico, uno de los máximos representantes del compromiso político y social a través del flamenco fue Francisco Moreno Galván (La Puebla de Cazalla, 1925-1999). Pintor, poeta, diseñador y escultor, Moreno Galván fue un verdadero humanista de su tiempo que revolucionó las letras del flamenco, siendo también descubridor y estrecho colaborador de algunos de los más importantes cantaores, exponentes del “flamenco protesta”, como José Menese.
A través de un acercamiento a su figura, una exposición y un recital de sus más celebradas letras, estas jornadas le rendirán homenaje con motivo de la conmemoración del 20 aniversario de su muerte en 2019 y del 50 aniversario de la Reunión de Cante Jondo de La Puebla de Cazalla, un festival declarado de Interés Turístico de Andalucía que, impulsado por él y Menese, entre otros, arrancó en el año 1967 con una clara voluntad ideológica y política de devolver al flamenco su función de expresión y agitación social como un medio contestatario frente al franquismo.
Flamenco y revolución
Los orígenes del flamenco se remontan a finales del siglo XVIII como respuesta ante la injusticia, la opresión, la explotación, los problemas con el reparto de la tierra, el duro trabajo en el campo, también en las minas; nace de quienes siendo analfabetos e iletrados y no teniendo conciencia de reivindicación social, sí la tienen de un profundo conocimiento del dolor y del sufrimiento... "Mira si soy desgraciao que estoy deseando morirme pa' dormir bajo techao".
Y como cultura viva, crece y se expande hacia nuevas formas y nuevos públicos y evoluciona, ya con la entrada del siglo XX, hacia la profesionalización de los intérpretes y de los espectáculos, adaptando sus letras, pero manteniendo en esencia su razón de ser como expresión de las emociones más radicales, aunque ya en sentido colectivo. El flamenco ya no es solo un cante para el lamento o la resignación ante la realidad que toca, sino es un cante que aúna la voz del pueblo y su rechazo ante lo que le hace revolverse en los convulsos años de la República, la Guerra Civil y la dura posguerra.
Antonio Mairena, Juanito Valderrama, Manuel Vallejo, Guerrita o La Niña de los Peines fueron algunos de los cantaores rebeldes que lucharon con su voz para defender sus ideales, algunos incluso con las armas como Corruco de Algeciras, que perdió su vida durante la contienda. Cantaores de la libertad, de la República, de la bandera tricolor, que no corrieron la misma suerte. Obligados a adaptarse y a subsistir a duras penas como José Cepero y Ramón Perelló; otros no tuvieron más opción que exiliarse como Miguel de Molina, que marchó a Argentina, o en el peor de los casos, morir encarcelados o asesinados ante un pelotón de fusilamiento como el Chato de las Ventas.
El franquismo trajo consigo años oscuros para el flamenco, utilizado por el régimen para dotar al Estado de un folclore propio, previa adaptación y censura e interpretado sin esencia. Una suerte de “nacionalflamenquismo” que subrayaba sus aspectos lúdicos y triviales, postergando su naturaleza de quejío de un pueblo –el gitano– históricamente castigado. El flamenco “de verdad”, perseguido, pasó a la clandestinidad.
Es en los últimos años de la dictadura y, sobre todo, durante la transición, cuando el flamenco reivindicativo resurge en toda su plenitud. El proceso de cambios que España vivió en la década de los años sesenta –con una nueva coyuntura socioeconómica favorecida por la aplicación de los Planes de Desarrollo y el fomento del turismo, principalmente– ofrecía un cierto grado de apertura al aislacionismo. Aquella España comenzaba acontemplarse en el espejo de Europa y a incorporar costumbres propias de la sociedad de consumo: cine en tecnicolor, impacto de la televisión y de la publicidad, primeros automóviles utilitarios y electrodomésticos, etc., mientras los jóvenes asimilaban nuevos productos culturales: la música rock y pop, las neovanguardias artísticas y modos de vida underground que en otros países ya movilizaban a amplios colectivos sociales.
La sociedad experimentaba una transformación que se tradujo en nuevas corrientes de renovación artística y el flamenco, lejos de permanecer expectante, se vio influido por tales cambios como la literatura, la pintura, la arquitectura o el teatro. En este periodo son muchos los artistas flamencos que cantan a la libertad y la justicia, a la democracia y al autonomismo andaluz, muchas las “voces que no callaron”, parafraseando el título del libro-disco del cantaor granadino, investigador y escritor Juan Pinilla: Enrique Morente, José Menese, Juan Peña ‘El Lebrijano’, El Cabrero o Manuel Gerena, considerado de entre todos los flamencos que decidieron prestar sus voces a la lucha contra el franquismo como el estandarte del “flamenco-protesta”. Gerena, el “cantaor de la Transición”, visitó los calabozos más de trescientas veces. “Mientras tenga que cantar soy un cantaor que no me callo… Si la voz me corta un rayo, me sobra voluntad para seguir siendo un gallo”.
“Pese a los múltiples mecanismos que la dictadura franquista ideó para cercenar la libre expresión –prohibir o cambiar letras, cancelación de recitales y retiradas de pasaporte– hubo grietas por las que la maltratada esfera cultural consiguió deslizar sibilinas muestras de disidencia que, en mayor o menor medida, mantenían en constante alerta al departamento encargado de velar por la supervivencia de la paz interior del Régimen”, explica la profesora de la Universidad de Sevilla Sara Pineda, experta en el estudio de la reivindicación social y política en los textos del flamenco y participante en estas jornadas. “Durante este periodo no fueron pocos los cantaores flamencos que prestaron sus gargantas a la tarea de denunciar del modo más explícito que la censura les permitía, la arbitrariedad, crueldad e injusticias cometidas por aquel régimen impuesto”.
Por su compromiso con la lucha por la libertad y la democracia, en esta generación de “subversivos” podrían incluirse también a los bailaores Mario Maya y Antonio Gades o a los creadores teatrales Juan Bernabé y Salvador Távora. El primero como fundador del Teatro Estudio Lebrijano, fue uno de los grandes innovadores de la escena andaluza junto a Távora, que incorporó a las tablas un nuevo imaginario flamenco con ‘Quejío’, un aldabonazo para la lectura del flamenco sin folclorismos.
Homenaje a Francisco Moreno Galván
‘Francisco Moreno Galván: Reunión de Arte Jondo’ es el título de la exposición que el Museo de Arte Contemporáneo José María Moreno Galván de La Puebla de Cazalla traerá a la Casa de la Provincia para rendirle homenaje con motivo del 50 aniversario de la Reunión de Cante Jondo, de la cual fue uno de sus impulsores e ideólogos, además de cartelista. La muestra será inaugurada en el marco de las jornadas ‘Flamencos contra Franco’ y se podrá ver hasta el 14 de octubre.
A modo retrospectiva de la historia visual de este festival, incorpora tanto la cartelería original –firmada por Francisco Moreno Galván en sus 50 ediciones, a excepción de la 26 en 1994, que encargó a su amigo Joaquín Sáenz– como una colección de sus pinturas propiedad del Museo y de colecciones particulares; obras dedicadas de artistas contemporáneos como Joan Miró, Jorge Oteiza o Pascual de Lara; y una colección de fotografías de los artistas flamencos que han ido desfilando en cinco décadas de Reunión, la última celebrada el pasado 7 de julio.
El comisario de esta exposición, Miguel Ángel Rivero, delegado de Cultura y Turismo del Ayuntamiento de La Puebla de Cazalla, o Juan Diego Martín Cabeza, gestor cultural del Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla (CICUS) y autor de una tesis doctoral sobre Francisco Moreno Galván, serán algunos de los ponentes invitados a estas jornadas para reflexionar sobre su figura y legado.
La afición al flamenco de Francisco Moreno Galván le venía desde muy niño de su Puebla de Cazalla natal, una afición que acrecienta y afianza durante sus años de estudiante en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sevilla (1941-1946), frecuentando lugares como Triana o la Alameda de Hércules, de gran tradición flamenca.
Tras ser premiado por la Diputación de Sevilla con la Beca Murillo en 1949, se marcha dos años a Madrid coincidiendo con la difusión de la obra vanguardista de El Paso y Equipo 57. En estos años madrileños conocerá a personajes como Chumy Chúmez, Antonio Mingote, Fernando Quiñones, Antonio Gala o Caballero Bonald, entre otros. Participó en la 1ª Bienal Hispanoamericana de Arte (Madrid), en la 2ª de La Habana y en la 2ª Bienal del Mediterráneo, celebrada en Alejandría. Además realizará una gran cantidad de trabajos decorativos y murales, consiguiendo importantes premios por la decoración de prestigiosos edificios a escala nacional.
El contacto con el mundo flamenco y el descubrimiento de José Menese hacen que su interés se centre en este arte, hasta dedicarse en plenitud: produce dibujos de artistas flamencos, carteles, exposiciones... Una manera de hilvanar modernidad y cultura popular y una posibilidad de acercar al pueblo el arte de vanguardia.
Sin embargo, su faceta más destacada será la de letrista, una labor que inicia hacia 1962. Moreno Galván concebía el flamenco como “la manera más hermosa de denunciar y protestar”, de ahí que defendiera la necesidad de crear letras frescas que se alejasen de los tópicos para “cantar y contar la vida”. Así fue como revolucionó el cante, abordando como nadie hasta entonces la renovación de las letras flamencas y readaptando su temática para traerla hasta hoy. Sus composiciones son verdaderos romances que muestran su respeto profundo por la tradición y la cultura andaluzas y su compromiso social con el tiempo que le tocó vivir. Surgirán letras originales, llenas de garra y fuerza, comprometidas con la libertad: “…Qué hermosa es la libertá y algunas veces cavilo que siendo cosa tan grande esté pendiente de un hilo…”.
Las jornadas ‘Flamencos contra Franco’ concluirán con un recital de cante flamenco por parte de Juan Menese, sobrino de José Menese, que pondrá voz a las letras de Francisco Moreno Galván.