TítulooriginalFrancofonia, le Louvre sous l’Occupation
País Francia
Director Alexandr Sokurov
Guión Alexandr Sokurov
Música Murat Kabardokov
Fotografía Bruno Delbonnel
Reparto Louis-Do de Lencquesaing, Vincent Nemeth, Benjamin Utzerath, Johanna Korthals Altes, Jean-Claude Caër, Andrey Chelpanov
Productora Idéale Audience / Musée du Louvre
Género Drama
Duración 87 min.
Año: 2015
Fuente: Inrockuptibles
VER PELICULA CON SUBTITULOS EN CASTELLANO:
http://gnula.nu/documental/ver-francofonia-el-louvre-bajo-la-ocupacion-de-la-alemania-nazi-2015-online/#tab2
País Francia
Director Alexandr Sokurov
Guión Alexandr Sokurov
Música Murat Kabardokov
Fotografía Bruno Delbonnel
Reparto Louis-Do de Lencquesaing, Vincent Nemeth, Benjamin Utzerath, Johanna Korthals Altes, Jean-Claude Caër, Andrey Chelpanov
Productora Idéale Audience / Musée du Louvre
Género Drama
Duración 87 min.
Año: 2015
Mientras que algunos confunden el salvar obras de arte europeo en 1945 con una aventura de boy-scouts (George Clooney con su The Monuments Men), Alexander Sokurov trata el tema con tacto, elegancia y propiedad en Francofonia, su nueva película desde Fausto (2011). Como suele suceder, el realizador ruso se calza aquí las ropas de historiador, y yuxtapone documentos de calidades y de orígenes diversos, mezclando archivos y reconstituciones con dramatizaciones a cargo de actores. Con todo, consigue sacarle provecho a esta disparidad de elementos con la que nos entrega un increíble logro estético.
El tema central es el destino del Louvre y de sus colecciones a comienzos de los años cuarenta; o, mejor, cómo dos hombres (Jacques Jaujard, director del gran museo francés, y el conde alemán Franz Wolff-Metternich, responsable de la Kunstschutz, misión alemana de conservación de obras de arte) llegarán a un entendimiento tácito.
Finalmente, Wolff-Metternich logrará que las riquezas del patrimonio francés, en gran parte escondidas en castillos, no sean enviadas a Berlín. Pero el interés de la película no reside en su pitch. La audacia de Sokurov, autor de otra gran película sobre un gran museo (El arca rusa, sobre el Hermitage de San Petersburgo), reside en la creatividad de los distintos estratos de su evocación, que hasta incluye cierto humor que no era frecuentes en sus películas previas (por ejemplo, cómo Hitler es descaradamente sincronizado en las imágenes de archivo).
La película empieza de forma paradójica y abrupta por la visión de una pantalla de computadora. Frente al aparato está el mismo Sokurov. Desde su casa, se comunica por Skype con el capitán de un buque de carga, aparentemente en peligro de naufragio, que transporta en sus contenedores –según pareceríamos comprender– un puñado de obras de arte. Este prólogo es también el punto de anclaje de la película, por así decirlo.
Desde su casa matriz (Rusia, concretamente su departamento de San Petersburgo), Sokurov se lanzará como siempre en una larga, lenta y dulce verborrea en voz en off, reflexionando sobre el arte, haciendo comentarios sobre los comienzos de la Segunda Guerra Mundial en Francia y en Rusia, con una notable moderación y una gran sentido de la pedagogía. Sobre todo cuando aborda la razón de la ocupación alemana y la actitud de la población francesa. Sin acusar ni a unos ni a otros, Sokurov considera que la pasividad de los franceses frente a la invasión se debe a su naturaleza más profunda. Por su parte, la combatividad de sus compatriotas durante el sitio de Leningrado se debería a su arcaico instinto de supervivencia.
Si bien la categoría “ensayo” no es propia del cine, Sokurov acaba de inventarla con este libre vagabundeo en el tiempo y en el espacio, donde se dirige directamente a Tolstoi y a Chéjov para intentar despertarlos de sus lechos de muerte, donde dialoga con el fantasma de Napoleón, quien se pasea por el Louvre y se cruza con una Marianne atemorizada.
Para resumir, si bien la categoría “ensayo” no es propia del cine, Sokurov acaba de inventarla con este libre vagabundeo en el tiempo y en el espacio, donde se dirige directamente a Tolstoi y a Chéjov para intentar despertarlos de sus lechos de muerte, donde dialoga con el fantasma de Napoleón, quien se pasea por el Louvre y se cruza con una Marianne atemorizada. El cineasta distorsiona sin problema –ni vergüenza– los documentos de archivo, agregando, por ejemplo, bombarderos nazis por encima del museo. Filma a Jaujard y a Wolff-Metternich (interpretados por Louis-Do de Lencquesaing y Benjamin Utzerath) en tonos sepia, cuyo secreto maneja a la perfección: como los Gianikian, grandes pintores de archivos fílmicos, Sokurov siempre dio cátedra a la hora de alternar colores y texturas.
El director de Madre e hijo se detiene en algunas obras puntuales: la Gioconda, los toros con alas de Khorsabad, la Victoria de Samotracia, cuyas plumas acaricia con su cámara sensual… Esta especie de pensamiento in progress, que nunca descansa, le permite al cineasta cualquier tipo de desvío, después de haberse obligado a hacer una exposición liminar bastante clara sobre la Ocupación. Estos registros variados permiten cernir maravillosamente bien este tema de forma humanista.
Con Francofonia, obra poética y artesanal, Sokurov destaca, mucho mejor de lo que lo haría un pesado fresco histórico, lo que une a las épocas y los hombres, a los países y las sensibilidades: el arte como lingua franca de la civilización occidental.
Fuente: Inrockuptibles
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