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HALLADAS DOS FOTOGRAFÍAS INÉDITAS DE GERDA TARO Y ROBERT CAPA EN ACCIÓN

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Gerda Taro, de espaldas, fotografiada mientras capturaba con su cámara el funeral del general Lukacs, en Valencia, el 12 de junio de 1937. CDMH EMILIO ROSENSTEIN

El Centro Documental de la Memoria Histórica identifica unas imágenes de los fotoperiodistas con sus cámaras en el entierro del general Lukacs, en junio de 1937

Hace unas semanas, se difundió en algunos medios la dramática imagen de Gerda Taro mientras era atendida por un brigadista, el doctor Kiszely, en el hospital de El Escorial (Madrid), tras el fatídico accidente que segó su vida y una prometedora trayectoria profesional. Veíamos al médico que limpiaba el rostro ensangrentado de la fotógrafa. Una imagen en la que se destacaban sus cejas, su perfilada boca, su pelo a lo garçon y, sobre todo, sus dedos finos posados inertes, protagonistas de una imagen, la de una metamorfoseada crisálida.

La fotografía que abre este texto es otra imagen inédita, identificada recientemente entre los fondos del Centro Documental de la Memoria Histórica. En ella vemos a Taro retratada por la espalda, el 12 de junio de 1937, fotografiando al batallón Dabrowski, que rendía honores al general húngaro Lukacs (Máté Zalka), muerto apenas unos días antes en el frente de Huesca. La instantánea está realizada por Emilio Rosenstein, un judío polaco que se marchó a París en 1928 en busca de unos estudios universitarios que, en Polonia, se le hacían demasiado incómodos, como consecuencia del ambiente antisemita. Al estallar la Guerra Civil española, ya médico, decide ingresar en las Brigadas Internacionales y luchar en defensa de la República, es entonces cuando cambia su nombre por el de Emil Vedín con el fin de proteger a su familia en Polonia. Un testimonio único, el del médico fotógrafo, que con casi mil fotogramas custodiados en el archivo salmantino presenta una mirada imprescindible de la Guerra Civil. Retrata el frente, la retaguardia y el exilio, con la mirada y la vivencia del médico, del judío que mira a los perseguidos, capturando el instante preciso, aquel que nos devuelve el fragmento de tiempo, o una sonrisa capaz de humanizar el conflicto. Su archivo se conserva, tras la donación realizada por su hija Yvonne Jane Rosenstein Azoulay, en el CDMH en Salamanca y sus imágenes, además de enriquecer el patrimonio documental, no dejan de mostrarnos grandes sorpresas.

Rosenstein atrapa la figura y la mirada de Taro, se proyecta con ella y, al hacerlo, invita al espectador a mirar con los ojos de la fotógrafa. Apenas un mes y medio más tarde, en Brunete, un tanque amigo segará esa mirada para siempre. No sabemos si el médico fue consciente de fotografiar a la petit blonde,como la llamaban; ¿la conocía? Es posible, ya que también capturó en ese acto a su compañero sentimental, el fotógrafo Robert Capa, en la otra imagen inédita de Emil Vedín en este texto. En esta ocasión, si el disparo fue a propósito, no ennoblece su figura, desvaída en un fondo apenas reconocible, solo para el ojo certero, indagador.


Robert Capa (a la izquierda, de lado) con su cámara, el 12 de junio de 1937. CDMH EMILIO ROSENSTEIN

Por el contrario, la mirada de Rosenstein se sitúa en paralelo con la de Taro, invadiendo su intimidad, aunque mucho menos que en aquella fotografía atribuida a Capa donde se muestra a la fotógrafa en su habitación durmiendo. La cabeza tan próxima de la fotógrafa, el dedo que se intuye acariciando la escena... ¿Disparó en ese instante? Estudiando las imágenes de la famosa maleta mexicana, encontramos un fotograma que nos lleva a la línea visual de la fotógrafa cuando la captura Rosenstein.

Taro de espalda. Nunca un reverso fue tan cierto, tan fuerte. Ella, haciendo esas fotos tan de ella, tan únicas. Su reportaje se conserva en el International Center of Photography (ICP) de Nueva York. Ese día estuvieron allí Juan Negrín, el general Rojo, Vicente Uribe, ministro de Agricultura; y Jesús Hernández, resposable de Educación y Sanidad en el Gobierno... que fueron objetivo tanto de Taro como de Rosenstein. Pero ella, además, incluyó en el reportaje a unas mujeres anónimas, perpetuando a las sin nombre, anónimas de una guerra, víctimas y protagonistas de aquel día de verano en que se rendía homenaje al general brigadista y escritor húngaro y en el que una mirada fascinada escoltó a la dama fotógrafa.

Artículo de María José Turrión. Pertenece al Cuerpo Facultativo de Archiveros del Estado y es exdirectora del Centro de Documentación de la Memoria Histórica

Fuente: El País

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