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SE PUBLICA "ÁNGELES VENGADORES. LAS FRANCOTIRADORAS SOVIÉTICAS EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL", DE LYUBA VINOGRADOVA

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ÁNGELES VENGADORES
Las francotiradoras soviéticas en la segunda guerra mundial
LYUBA VINOGRADOVA
ISBN: 9788494619397
FECHA DE PUBLICACIÓN: 18-09-2017
PÁGINAS: 350
PRECIO: 33€
FORMATO: 22,5 x 14,5
EDITORIAL PASADO Y PRESENTE

Los testimonios que Lyuba Vinogradova recoge en su libro Ángeles vengadores sirven para conocer el papel de las francotiradoras soviéticas en la guerra, pero también para poner rostro al horror que supone apretar un gatillo para acabar con la vida de otro.

“Lo vi desplomarse hacia delante” […]. Horrorizada, saltó de la trinchera y regresó corriendo nada menos que al hospital de campaña. “¡He matado a una persona!”, anunció a gritos. […] no paraba de llorar.

Este es el testimonio de Lida Lariónova, “francotiradora del frente del Vóljov” que contaba dieciocho años en el otoño de 1943. Es uno de los muchos testimonios que recoge Lyuba Vinogradova en la obra Ángeles vengadores. Las francotiradoras soviéticas en la Segunda Guerra Mundial (Pasado & Presente, 2017). Y empezar extrayendo este testimonio tiene una razón: y es que este es uno de los que mejor define el libro, pues en él se ve, simple y llanamente, el desenvolvimiento de la naturaleza humana en una situación tan crítica como es la guerra: matar sin dejarse matar.

En la obra de Vinogradova encontramos las vivencias personales de aquellas muchachas que se vieron obligadas, ya por el Estado soviético, ya por la necesidad, el patriotismo o la ideología, a ser partes activas, de vanguardia, en el frente más duro de uno de los conflictos más crueles del pasado siglo XX. Los casos que presenta la autora, que ya demostró su talento en una obra también reconocida, Las brujas de la noche. En defensa de la Madre Rusia (Pasado & Presente, 2016), sobre las aviadoras soviéticas, son en extremo variados, desde casos de alistamientos voluntarios por mor de la causa comunista a alistamientos forzosos de chiquillas que no habrían acudido al frente excepto por imperiosa necesidad, personal o de la patria.

Especialmente interesante es la cuestión que pone este libro sobre la mesa: la participación femenina en la milicia, siendo parte integrante de la misma, y no solo en la enfermería, las comunicaciones o en otras labores asistenciales y logísticas propias de la retaguardia, en las que se habían ido integrando desde la Primera Guerra Mundial. Es por ello un obra desmitificadora en muchos aspectos. Como, por ejemplo, en el de la mayor adaptación masculina a matar. Para ello, Vinogradova recoge otro testimonio interesante, esta vez de uno de los francotiradores más famosos del Ejército Rojo: Vladímir Pchelíntsev. Este recordaba con no poco pesar el momento de abatir a su primera víctima: “Cuando puso al enemigo en la mira, le empezaron a temblar las manos, y en ese momento comprendió ‘con total claridad cuál era el problema: estaba a punto de matar a un ser humano a plena vista de todos'”. Vinogradoba consigue transmitir magistralmente la crudeza de la guerra, que obliga al hombre, ya sea mujer o varón, a hacer algo que choca contra su naturaleza y, además, en igual forma y grado. Tanto Lida Lariónova, francotiradora de dieciocho años, como el experto tirador y cazador Vladímir Pchelíntsev, “considerado uno de los fundadores” del movimiento de francotiradores del Ejército Rojo, tuvieron que superar una barrera invisible, pero fuerte en extremo, para abatir a su primer enemigo, que no dejaba de ser un ser humano.

Además, queda de manifiesto la gran dificultad de los tiradores de precisión, como eran denominados entonces, a la hora de segar una vida, y la radical diferencia que había entre disparar a un enemigo en un ataque, es decir, de forma acalorada, en defensa propia incluso, que, como describe una de las francotiradoras en la obra de Vinogradova, ver claramente a la persona que está en la mira y a la que se está a punto de quitar la vida. Era una presión psicológica que pocas pudieron soportar. Por eso, aquellas jóvenes que aguantaron y sobrellevaron como pudieron esa situación, e incluso la aceptaron como necesaria, como Katia Peredera, se convirtieron en valiosas piezas para el Ejército Rojo y la propaganda soviética.

Por otra parte, en muchos testimonios se ve reflejada la variopinta condición y creencias de aquellas chicas elegidas para formar estos cuerpos de infantería de élite. Algunas formaban parte del aparato propagandístico soviético, más concretamente de la Liga Juvenil Comunista -el famoso Komsomol-, mientras que el resto no eran sino chicas normales y corrientes, estudiantes, campesinas, trabajadoras industriales, maestras, etc., que se habían alistado por muy diversos motivos o las habían reclutado de manera forzosa. Muchas, por ejemplo, en los terribles bombardeos alemanes sobre las líneas soviéticas, no podían sino recurrir a Dios, por mucho que el aparato comunista hubiera intentado extirparlo de Rusia… “¡Señor, sácame de esta!”, recordaba una joven que se puso a rezar durante un fuerte bombardeo alemán.

Las mujeres en el frente

Vinogradova pone también el dedo en la llaga sobre la interesante cuestión del motivo para el reclutamiento femenino. En efecto, la Segunda Guerra Mundial fue un conflicto que rompería innumerables esquemas y tabúes de todo tipo. Uno de ellos fue el del número de mujeres en liza. Y fue la URSS, con casi un millón de reclutadas, quien más mujeres aportó al conflicto como combatientes, según afirma la autora. Eso sí, matiza: aunque la igualdad entre hombres y mujeres formara parte integral de la Constitución soviética, también es cierto que el auge de reclutamiento forzoso de mujeres, entre las que se encontraban los cuerpos de tiradoras de precisión que recoge este libro, tuvo lugar después de debacles demográficas, como las de Leningrado o Stalingrado, es decir, cuando las muertes de varones en edad de combatir habían ya alcanzado cotas preocupantes.

Cabe destacar, por último, el gran conocimiento de que hace gala Vinogradova del frente oriental en la Segunda Guerra Mundial. Esta investigadora, que ha trabajado hombro con hombro con importantes expertos de este conflicto, como Antony Beevor, presenta, de una manera sumamente clara, los frentes de Leningrado y el Vóljov, donde combatió gran parte de la llamada División Azul de voluntarios españoles en la Wehrmacht, o el frente de Moscú, el de Stalingrado, o Crimea (estrecho de Kerch), Kursk, etc., pero con especial atención en la llamada Línea Azul, la barrera de fortificaciones creada por los alemanes (Gotenkopf) en 1943 entre el mar de Azov y el mar Negro, que pronto se convirtió en un encarnizado frente. Es un estudio transversal, en el que, con el hilo vertebrador de las francotiradoras, se hace un recorrido general de contraofensiva soviética tras el desastre alemán de 1943 en Stalingrado.

En definitiva, nos encontramos ante una obra muy humanizada, que no trata de batallas y victorias, de buenos y malos, sino de la experiencia humana ante la guerra, experiencias concretas, con nombres y apellidos, que apelan fuertemente a la empatía y comprensión. Se trata de los testimonios de unas jóvenes que se vieron arrancadas de su vida por la guerra.

Reseña de Antonio Miguel Jiménez.

Fuente: El debate de hoy

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