Lunacharski y la organización soviética de la educación y de las artes (1917-1921)
Sheila Fitzpatrick
ISBN 978-84-323-1864-1
Fecha publicación 24-04-2017
Editorial Siglo XXI
Un bolchevique para los intelectuales, un intelectual para los bolcheviques. Anatoli Vasílevich Lunacharski, el primer Comisario del Pueblo para la Educación, es una de las figuras más representativas de la contradicción existente en la Rusia revolucionaria entre las grandiosas aspiraciones de transformación social que mueven a los protagonistas de la revolución y los terribles condicionamientos bajo los que deben acometer su intento de crear una sociedad nueva.
Lunacharski se enfrentó a la incomprensión de los académicos, cuyo supuesto talante liberal se siente ofendido ante el intolerable espectáculo de una revolución popular y trató de evitar que el radicalismo ingenuo e idealista de los partidarios de la proletkult llevara a un imposible salto en el vacío en el terreno cultural. Terea complicada, pero titánica si tenemos presente la falta de personal cualificado, la falta de todo tipo de medios materiales, el hambre, el frío, la miseria y las destrucciones de la guerra. El héroe cultural necesito de cuatro años para conquistar las ambiciosas metas que los bolcheviques se marcaron en el terreno de la educación y de las artes: una nueva pedagogía, una enseñanza integral, un arte cuyo sujeto sea el pueblo, una cultura nueva revolucionaria y para el pueblo.
Sheila Fitzpatrick
ISBN 978-84-323-1864-1
Fecha publicación 24-04-2017
Editorial Siglo XXI
Un bolchevique para los intelectuales, un intelectual para los bolcheviques. Anatoli Vasílevich Lunacharski, el primer Comisario del Pueblo para la Educación, es una de las figuras más representativas de la contradicción existente en la Rusia revolucionaria entre las grandiosas aspiraciones de transformación social que mueven a los protagonistas de la revolución y los terribles condicionamientos bajo los que deben acometer su intento de crear una sociedad nueva.
Lunacharski se enfrentó a la incomprensión de los académicos, cuyo supuesto talante liberal se siente ofendido ante el intolerable espectáculo de una revolución popular y trató de evitar que el radicalismo ingenuo e idealista de los partidarios de la proletkult llevara a un imposible salto en el vacío en el terreno cultural. Terea complicada, pero titánica si tenemos presente la falta de personal cualificado, la falta de todo tipo de medios materiales, el hambre, el frío, la miseria y las destrucciones de la guerra. El héroe cultural necesito de cuatro años para conquistar las ambiciosas metas que los bolcheviques se marcaron en el terreno de la educación y de las artes: una nueva pedagogía, una enseñanza integral, un arte cuyo sujeto sea el pueblo, una cultura nueva revolucionaria y para el pueblo.