PALACIO DE LA REPÚBLICA DE BERLÍN: UN PATRIMONIO IMPOSIBLE
La construcción del Palacio de la Republica en Berlín oriental empezó unos 23 años antes de su construcción real. Empezó el 7 de septiembre de 1950 cuando Walter Ulbricht, el nuevo secretario general de la SED (Partido Socialista Unificado de Alemania) firmó la orden de dinamitar el Stadtschloss, el Palacio Real y símbolo de poder del imperio prusiano. La destrucción se justificó con los elevados costes que hubiera supuesto su reconstrucción tras los daños sufridos en los bombardeos de los aliados durante las últimas batallas para Berlín. Antes de la definitiva división de Berlín, el palacio todavía funcionaba: Hans Scharoun había presupuestado las obras para asegurar la estructura y en los primeros años de la posguerra allí tuvieron lugar varias exposiciones.
Walter Ulbricht participó en la fundación del Partido Comunista Alemán en 1918 y fue un importante líder comunista y diputado durante la república de Weimar. Además el primer alcalde de Berlín Oriental era Friedrich Ebert, hijo del primer presidente de la república de Weimar, de la cual RDA, creada en octubre de 1949, se consideraba sucesora ideológica. Al contrario de muchos otros monumentos que se reconstruyeron en Berlín Oriental, en aquel contexto fue impensable reconstruir el palacio de los Hohenzollern cuyas fachadas y jardines habían sido utilizados como decorado para los desfiles nazis. Aquel era el sitio para simbolizar la victoria y de todo el complejo sólo se conservó una puerta hacia Lustgarten desde la cual Karl Liebknecht había proclamado el final de la monarquía y la victoria de la revolución en 1918. Esta puerta se integró en el Edificio de Consejo del Estado que flanqueaba el lado sur de la enorme plaza llamada Marx y Engels Forum.
Una vez dinamitado, el espacio que ocupó el palacio real fue convertido en la gran plaza de desfiles y fiestas, el gran vacío simbólico, replica de la Plaza Roja, imprescindible en todas las grandes ciudades socialistas. En 1952 en el lugar del futuro Palacio de la República fue instalada la tribuna desde la cual los altos cargos del partido contemplaban desfiles de hasta 750.000 personas. Desde entonces se plantearon diferentes soluciones para el centro de Berlín oriental, un enorme espacio libre de construcciones, comprendido entre la Alexanderplatz y la Isla de los Museos. En 1952 empezaba la gran obra emblemática del régimen: la construcción de la Stalinalee (Actual Karl Marx Alee), el bulevar de residencias lujosas y proletarias que tenía que contrarrestar a la histórica Unter den Linden. Entre las primeras propuestas para el nuevo centro figuraba el rascacielos realista socialista, propuesta de Richard Paulick acorde con las formas de la nueva avenida. Alexanderplatz quedó definitivamente formulada con la erección de la Torre de Televisión inaugurada en 1969 como una de las construcciones más altas de Europa del momento y el último símbolo de la época de Walter Ulbricht. El famoso Hermann Henselmann, arquitecto de las dos fases de la Karl Marx Alee, fue uno de los autores de la torre.
El 2 de Noviembre de 1973 empezó la construcción del que sería el palacio público más moderno de la RDA. En su discurso antes de colocar en los cimientos la capsula con los planos del edificio, Erich Honecker explicó que se pretendía construir un palacio popular que aparte de su función parlamentaria sería accesible para la ciudadanía para disfrutar de sus espacios y de su amplia oferta cultural. Sala de conciertos, bares y restaurantes, galerías de arte, bolera, discoteca, compartían estructura con la Camera baja –de los pueblos- del Parlamento estatal, para dar vida al gran palacio y para escenificar el carácter centralista y políticamente subordinado de la cultura en la RDA. El muro cortina de aluminio anodizado y vidrio de color dorado simbolizaban la transparencia (metáfora tantas veces repetida), pero más que eso era una manera de integrar el palacio a la vida de la ciudad, o viceversa, puesto que los tramos abiertos de las escaleras del público transcurrían cerca de la fachada orientada hacia Alexanderplatz del lado del río Spree. De hecho, la plaza y la torre de televisión forman parte de la volumetría del palacio: el acceso principal desde la plaza Marx y Engels, el hall central que coincide con el corte del volumen que marca la asimetría y la posición de las dos salas interiores, están alineados al eje de la torre paralelo a la calle Unter den Linden. Son innumerables las fotos donde el Palacio de la Republica y la Torre de Alexanderplatz aparentan parte de una sola construcción.
El Palacio, construido en 32 meses con la ayuda del ejército de la RDA y de la URSS, fue obra del arquitecto Heinz Graffunder (1926-1994) quien dirigió el equipo formado por Karl Ernst Swora, Wolf R. Eisentraut, Guenter Kunert, Manfred Prasser y Heinz Aust. Discípulo de Hans Sharoun, Graffunder empezó la carrera con las construcciones del Zoo de Tiergarten en 1954, para volver a construir parques zoológicos de Rostock, Cottbus, Neustrelitz, Magdeburg y Erfurt. La obra que definitivamente le consagró como uno de los grandes arquitectos de la RDA fue el complejo multifuncional (residencial-comercial-administrativo-cultural) Rathauspassagen, 1967-1973, en las proximidades del histórico Ayuntamiento Rojo y del futuro Palacio de la República. Posteriormente fue designado arquitecto principal de los barrios residenciales de Marzahn y Hellersdorf. En dos ocasiones fue galardonado con el Premio Nacional de la RDA de primera clase, la segunda obviamente por su trabajo en el Palacio de la Republica.
El edificio multifuncional aplica y elabora el concepto de la casa del pueblo, centro socio-político-cultural popular conocido desde la República de Weimar y ampliamente implementado en la Unión Soviética como el club obrero. El palacio de Berlín responde más a esta tipología por su mezcla de cultura y política (aunque se decía que la presencia política era mínima en su funcionamiento diario) que a las macro casas de cultura o palacios del pueblo construidas en todo el este socialista. Curiosamente el Palacio del Pueblo de Bucarest con su uso actual se aproxima al concepto del palacio de la RDA.
El palacio se construyó cobre una base de hormigón de 180x120m que contenía dos plantas subterráneas de instalaciones, maquinaria escénica y servicios técnicos de hasta 12m de profundidad. Sobre ella se erige la planta de acceso –funcional y muy poco monumental incluso con menos altura de planta. La siguen 4 plantas representativas –algunas con zonas de varias alturas- y la planta técnica determinada las vigas reticulares y maquinaria escénica superior. El elemento central del edificio son sus dos salas. De hecho, lo es la gran sala proyectada para acoger una multitud de actos artísticos, políticos y científicos. Ambas salas se disponen de manera libre, dentro de la malla general de 9x12m, interrumpida únicamente en el hall central, donde las luces cambian para acomodar las escaleras de 7,5m y el espacio central cuadrado de 12x12m. La forma de las salas responde a su propia funcionalidad y flexibilidad que en la sala grande se traduce en módulos triangulares de 9m. Este auditorio empleó la tecnología más moderna existente de la RDA. Su espacio escénico con base hidráulica y los módulos móviles con filas de asientos permitían transformarla completamente desde una sala de teatro hasta una sala de banquetes con el suelo completamente plano. Con casi todos sus elementos móviles, la sala resonaba el Teatro Total que Walter Gropius diseño en 1927 para el director vanguardista Erwin Piscator y a su posterior elaboración para el concurso del Palacio de los Soviets de Moscú de 1931. De hecho, el palacio de la republica repite las dos salas que formaron parte del nunca realizado complejo moscovita.
La circulación interior, muy simplificada, se resumía en la zona central, aunque el edificio prescindió de la monumentalidad de un gran vacío central. Donde sí se aplicaron dobles y triples alturas fue en la zona del acceso y de las grandes escaleras del público, siempre en la proximidad de las fachadas para incluir las imágenes de la ciudad en el recorrido interior. Aparte del concepto funcional general y de la flexibilidad de la sala, las fachadas principales también recordaban a Bauhaus. Tras el cambio del paradigma de la arquitectura de la RDA desde el realismo socialista hacia un modernismo propio de las economías socialistas, a partir de los años 60, Bauhaus se definió como el repertorio formal a seguir, de la misma manera que la república de Weimar lo fue en términos ideológicos. Arquitectura, interiorismo y diseño industrial recordaron, siempre con las particularidades de la gran escala o de los grandes series a los prototipos ideados en la Bauhaus. La gran superficie de cristal que sobresale de la pared opaca, la cuadricula de las carpinterías de aluminio que se amolda a la cuadricula estructural vertical, variando de tamaño para permitir la apertura de ventanas, como también para marcar la línea de forjados, antepechos y falsos techos en el plano horizontal, son lecciones de la Bauhaus de Gropius.
El Palacio de la República fue un símbolo de la modernidad, en su diseño exterior e interior, en su estructura y tecnología. En Europa del Este la monumentalidad formaba parte importante de esa modernidad, una monumentalidad abstracta y muchas veces experimental, basada en las formas espectaculares, estructuras complejas, materiales excepcionales, esculturas y murales. En comparación con otros tantos ejemplos, el palacio de Berlín es discreto: su monumentalidad reside en su tamaño: planta de 180x90m de 25 a 32m de altura, aplacado de mármol blanco y, sobre todo, el tratamiento de la entrada principal a media planta a través de la escalera principal con rampas de unos 90m de ancho y un „balcón de apariencias“ en la planta primera. Y por supuesto, su interior iluminado por las 1001 lámparas de aluminio y vidrio que originó el apodo del palacio: „La tienda de lámparas de Erich Honeker“.
Tras sólo 14 años de funcionamiento, en septiembre de 1990 se decidió el cierre del edificio por la contaminación por las 5000 toneladas de amianto proyectadas como protección contra incendios sobre la estructura metálica. Poco más de un mes antes, el 23 de agosto, la cámara popular había votado allí la reunificación del país. Entre 1997 y 2002 se llevó a cabo el trabajo de descontaminación que dejó el edificio reducido al esqueleto. Todo el proceso fue acompañado con el curioso lenguaje sanitario: saneamiento, limpieza, regeneración, desmontaje que, aplicados a un a construcción de tanta carga ideológica como el Palacio de la República de la RDA, connotaba un claro mensaje triunfalista. Hubo también un largo debate a nivel internacional sobre qué hacer con el edificio. Poco antes de morir y viendo por donde iban los tiros, Heinz Graffunder incluso propuso un proyecto de fusión entre las reconstrucciones de los dos palacios.
Entre el 2002 y 2006 hubo un periodo de uso provisional de su estructura de acero y hormigón para las visitas, exposiciones y conciertos. En 2004 tuvo lugar el mítico concierto de los Einstürzande Neubauten que lo hicieron partícipe de su música tocando a los elementos metálicos de la estructura. En 2005 el artista noruego Lars Ramberg realizó su proyecto Palast Des Zweifels (El Palacio de las Dudas), una inscripción de aluminio de tres plantas de altura sobre la fachada principal de la Plaza de Castillo (nuevo nombre de la plaza de Marx y Engels). A pesar de toda oposición el edificio se derribó hacia finales de 2008 para dar lugar a una dudosa e historicista reconstrucción del Palacio Real, llamada neutralmente Humboldt Forum. Rückbauten –construir hacia atrás o deconstruir- fue la palabra alemana empleada para el proceso.
Aunque técnicamente reconstruible y menos costoso que la reconstrucción del palacio de los emperadores prusianos, el Palacio de la República era un patrimonio imposible, complicado e indeseable que en la primera década del nuevo siglo recordaba demasiado a todavía cercana experiencia de la dictadura. La identidad de la nueva Alemania, el tipo de economía prevista para el centro de la gran capital, el carácter de consumo cultural en la famosa Isla de los Museos, hicieron prescindible al edificio. En un contexto de revalorización de la ciudad histórica europea y de desprecio generalizado hacia toda herencia del socialismo, fue imposible a los defensores del Palacio trasmitir su futuro potencial como forma y como uso social. Berlín había sido la ciudad de dobles, donde la rivalidad y duplicidad política hizo duplicar los edificios singulares y los importantes proyectos residenciales a lo largo de las décadas del Muro. El Palacio de la República fue un desempate en su tiempo y aparentemente no había más opción lógica que trasladar su retórica al renovado Reichtag y a la nueva Cancillería.
Fuente: La Ciudad Socialista